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Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes

XVI ASAMBLEA PLENARIA
DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PASTORAL
DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES

 (16-19 de mayo, 2004)

DOCUMENTO FINAL

 

Reunidos en Roma en el Palacio San Calixto, del 17 al 19 de mayo, 2004, con motivo de la XVI Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, los Miembros y los Consultores del Dicasterio reflexionaron sobre la necesidad y las modalidades del diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural en el contexto de la movilidad humana.

Durante los trabajos, los participantes fueron animados por el Santo Padre a asumir una actitud pastoral en vista de un nuevo equilibrio mundial. El diálogo, en efecto, "implica un profundo cambio de mentalidad y también de estructuras pastorales, por lo cual todo lo que los pastores invierten en la formación espiritual y cultural, también a través de encuentros y confrontaciones interculturales, se orienta al futuro y constituye un elemento de la nueva evangelización" (Juan Pablo II, L'Osservatore Romano, edic. en lengua española, 21 de mayo, 2004, p.6, n.4).

Tanto el encuentro con el Santo Padre, como las intervenciones, bien preparadas, durante la "Plenaria", y las reflexiones hechas en profundidad sobre las experiencias pasadas y las perspectivas para el futuro, ayudaron a comprender mejor la amplitud, el alcance y las consecuencias del diálogo. Además, confirmaron a todos su necesidad y urgencia, para que la movilidad humana, en sus distintas expresiones, pueda ser también un elemento propulsor de paz y armonía entre las naciones y las civilizaciones.

1. Por consiguiente, la visión del diálogo pastoral y misionero ─ realidad bastante nueva en el contexto de la movilidad humana ─ que se quiere promover, posiblemente con una dimensión ecuménica, en particular en las Iglesias locales, debe tener en cuenta:

  • la formación de las conciencias, sabiendo que el amor de Cristo nos estimula (Erga migrantes caritas Christi, n.1) a abrirnos a los demás, a los extranjeros, con caridad y respeto, acogiéndolos sin distinción de credo o de nacionalidad, y viendo en el hermano necesitado a Cristo mismo que viene hacia nosotros (cf. EMCC, nn.15 y 40);

  • una entrega completa de sí mismos a los demás, fundada en la oración y que mana de ella; no se trata, pues, meramente, de un ejercicio intelectual (cf. EMCC, n.88);

  • la convicción de que, a pesar de que somos diferentes de los que profesan otras religiones, Dios es más grande que nuestras diferencias; las semina Verbi (=semillas del Verbo) se han de buscar, por tanto, también en las otras comunidades religiosas, mientras que todos los que creen en Dios pueden dar testimonio juntos de que lo más grande de todo es el amor;

  • un conocimiento más profundo de los conceptos de verdad y diálogo, de identidad y relación con el otro, a la luz de la novedad de una revelación cristiana y del magisterio de la Iglesia;

  • el reconocimiento de la fe cristiana como acto cultural supremo que promueve la dignidad de la persona humana (cf. EMCC, n.36);

  • la búsqueda de los aspectos positivos, a menudo vinculados a la cultura, que las religiones ofrecen, superando así las barreras del miedo y buscando nuevos caminos para que las religiones puedan interactuar, a pesar de las experiencias negativas pasadas y presentes;

  • el reconocimiento del diálogo cultural, ecuménico e interreligioso como método necesario para evaluar la recíproca apertura y la disponibilidad para empeñarse en el proceso de construcción de una civilización humana tendiente al bien común universal;

  • la conciencia de que las diferencias culturales ─ que no son cuestiones menores ni obstáculos mayores ─ dependen ampliamente de las actitudes que asumimos hacia nuestros hermanos, con miras a una legítima comunión;

  • el reconocimiento de la dificultad que presenta el diálogo: éste requiere perseverancia y discernimiento acerca de lo que es tolerable y lo que no lo es, en las otras culturas y religiones;

  • el respeto por la cultura y la situación personal de los pueblos e individuos que encontramos en nuestro camino, evitando el proselitismo, pero recordando, al mismo tiempo, el deber irrenunciable de la evangelización, explícita o implícita (cf. EMCC, n.69);

  • la debida distinción entre diálogo y dialéctica, evitando reducir las diferencias culturales y religiosas a una especie de síntesis, al aceptar así, prácticamente, la indiferencia o el relativismo;

  • el reconocimiento y la afirmación de las diferencias en la búsqueda común de la verdad, dialogando para mejorar a las personas y profundizar el aspecto intercultural del diálogo mismo;

  • su realización, de tal modo que resulte un camino para la proclamación de la verdad, siempre dentro del respeto de la confesión, de la religión, de la cultura y de la situación de las personas, así como de la libertad de conciencia;

  • el reconocimiento de la importancia de la opción preferencial de la Iglesia por los pobres, poniéndose, por tanto, a su servicio en la pastoral y en la misión dialogante (cf. EMCC, n.41).

2. Para buscar el diálogo en el mundo de la movilidad humana, se estimó que lo que se expone a continuación merece una particular atención y acción por parte de las Iglesias locales:

  • el papel de la oración y la confianza en el poder de Dios en el diálogo; esto quiere decir, en otras palabras, presentar la visión cristiana y orar para que el mensaje de Jesucristo pueda ser reconocido;

  • el desarrollo de la capacidad de escucha y de actitudes de confianza respecto a la apertura y la sinceridad del otro, aceptando, apreciando e incluso amando a los que son "diferentes";

  • la importancia de la preparación al diálogo en los programas educativos para seminaristas, religiosos, religiosas y agentes de pastoral (cf. EMCC, n.69);

  • una catequesis, no sólo para los hijos de los migrantes, sino también para sus familias y para las comunidades donde ellos viven, prestando una particular atención a las mujeres, que con frecuencia son objeto de explotación;

  • una pastoral, para todos los que se encuentran en la movilidad, que tenga en cuenta su vocación a la santidad y su misión de dar testimonio del amor y la verdad de Cristo, en obras y en palabras, en la nueva situación cultural y religiosa en que se hallan;

  • la formación, de todos los que se encuentran en la movilidad, para que den testimonio de Cristo con su vida, explicando con todo respeto las razones de su esperanza y de su amor a los que se las pregunten;

  • un enfoque pastoral de la cultura, fundado en la escucha, en el diálogo y en el apoyo, para que las parroquias también puedan responder a las nuevas exigencias culturales;

  • un enfoque pastoral capaz de transformar, también las parroquias, en puntos firmes de formación para la hospitalidad y en "lugares seguros" en los cuales, por medio del diálogo, se puedan resolver problemas de identidad, cultura, pertenencia y confianza; así se facilitará a las personas la creación de vínculos con el mundo que las rodea;

  • una espiritualidad para sostener a los que experimentan dificultades que nacen de la identidad personal y del pluralismo cultural y religioso;

  • el recurso a los mass-media, en el diálogo misionero, en particular a la radio y a los programas locales, para poder entrar más profundamente en esas culturas, en las que la "palabra hablada" tiene gran importancia, sin descuidar la utilización de Internet, allí donde éste es un importante instrumento de comunicación;

  • la misión dialogante de la Iglesia, gracias a la especial aportación de los religiosos, de las religiosas y de los miembros de los Institutos seculares.

3. Más específicamente, por lo que se refiere a la situación dramática de los refugiados, se recordó que el diálogo asume nuevas dimensiones ante los siguientes retos:

  • los refugiados, hoy, son en gran número Musulmanes;

  • la tarea, todavía sin terminar, de realizar programas pastorales a nivel interreligioso, dentro del respeto de las diferencias, pero al mismo tiempo sin poner en un mismo plano todas las culturas y sin ignorar las áreas de convergencia y divergencia;

  • la necesidad de un método de diálogo para ayudar a los refugiados a comprender los valores cristianos y la noción de desarrollo integral de la persona y de la igualdad del hombre y la mujer (cf. EMCC, n.66);

  • la tendencia, que se revela en los hermanos Musulmanes, a poner de relieve las cuestiones del Uno y único, mientras que los Cristianos hacen hincapié en la pluralidad, por estar empapados del misterio de la Santísima Trinidad.

4. En todo caso, no se debe olvidar ─ esto se recordó más ampliamente ─ que las migraciones, en general, son una "oportunidad" para el ecumenismo, así como son una "oportunidad" para la pastoral de la movilidad humana. La Iglesia y las Comunidades eclesiales, fieles a Cristo "Migrante", tienen la responsabilidad de aprovecharla. Por lo demás, el Santo Padre ha puesto de relieve que "la presencia, cada vez más numerosa, de inmigrantes cristianos que no están en plena comunión con la Iglesia católica ofrece a las Iglesias particulares nuevas posibilidades de vivir la fraternidad ecuménica y de establecer, lejos de fáciles irenismos y del proselitismo, una mayor comprensión recíproca" (Juan Pablo II, ibidem).

5. Durante esta XVI Asamblea Plenaria, el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes sometió a sus Miembros y Consultores, entre otras, las siguientes cuestiones:

  • fecha fija de la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado (cf. EMCC, n.72);

  • colocación de los propios Sectores en las Comisiones de las Conferencias Episcopales y de los Consejos Regionales y Continentales;

  • valorización de la nueva Instrucción Erga migrantes caritas Christi y de las Conclusiones del Congreso Mundial de la Pastoral de los Emigrantes y Refugiados;

  • colaboración con los Consejos Regionales y Continentales de las Conferencias Episcopales (cf. EMCC, art 22 §2,4);

  • colaboración con las Congregaciones religiosas (encuentro con los Superiores Generales).

  • Se discutió también sobre las modalidades de las Visitas ad limina Apostolorum.

Del intercambio de opiniones acerca de esas materias, surgieron perspectivas e indicaciones que se tendrán en cuenta en el trabajo futuro del Dicasterio.

 6. La XVI Asamblea Plenaria animó, además, al Pontificio Consejo, a contribuir al diálogo cultural, ecuménico e interreligioso con una acción concertada en la Curia Romana, en relación con las Congregaciones religiosas, así como por medio de organizaciones como la Comisión católica internacional para las migraciones (cf. EMCC, n.33) y en el contexto de las asociaciones de laicos y de los movimientos eclesiales (cf. EMCC, n.86). 

Puesto que, como dice San Ireneo, el ser humano es la gloria de Dios, la XVI Asamblea Plenaria reafirmó la convicción de que el diálogo es el camino indispensable para que toda persona llegue a ser verdaderamente viva, en la búsqueda de la verdad acerca de Dios, de sí misma y del mundo (cf. EMCC, n.30).

 

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