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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 101 (Suppl.), August 2006

 

 

Documento final

 

 

El acontecimiento 

Signo de los tiempos, el fenómeno de la movilidad humana plantea no pocos problemas también religiosos y espirituales, además de sociales, económicos y políticos. Cuando se trata de “Migración e Itinerancia desde y hacia los países de mayoría islámica”, la complejidad, la actualidad y la importancia del argumento se presentan ante los ojos de todos. Esa problemática fue la que se contempló en la XVII Sesión Plenaria del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, en la que participaron los Miembros y Consultores del Dicasterio, junto con Agentes de pastoral y expertos.

Al saludar, en el Vaticano, a los participantes, Su Santidad Benedicto XVI afirmó que el diálogo interreligioso es parte integrante del compromiso eclesial de servicio a la humanidad, hoy, y constituye casi el “pan de cada día” para quienes trabajan en contacto con los migrantes, refugiados e itinerantes. “Todo creyente – agregó el Santo Padre – está llamado a abrir sus brazos y su corazón a cualquier persona, – especialmente a los pequeños y a los pobres – sea cual sea el país de donde provenga, dejando que las autoridades responsables de la vida pública establezcan en este campo las leyes que consideren oportunas para una sana convivencia”, dentro del respeto de los derechos humanos de todos. El Papa así terminó: “Es de esperar que también los cristianos que emigran a los países de mayoría islámica encuentren allí acogida y respeto de su identidad religiosa”, definiendo la pastoral de los emigrantes “una vanguardia significativa de la nueva evangelización en el actual mundo globalizado”. 

En la misma línea de lo que había afirmado el Santo Padre, el Presidente del Dicasterio, Cardenal Renato Raffaele Martino, al introducir los trabajos con un discurso titulado “El lema de la Plenaria a partir de nuestros recientes documentos y congresos”, puso de relieve que para resolver de modo positivo los problemas que plantea el número siempre creciente de migrantes e itinerantes desde y hacia los países de mayoría islámica, se requiere un diálogo interreligioso franco y leal, un testimonio vivido de caridad y de acogida, el respeto escrupuloso de la libertad religiosa, una adecuada integración social y cultural que observe las leyes civiles vigentes, y una reciprocidad bien entendida. Entre los puntos que se destacaron en el discurso del Cardenal está el voto de que no sólo por parte de los católicos, sino también de los musulmanes, haya una “creciente toma de conciencia sobre el carácter imprescindible del ejercicio de las libertades fundamentales, de los derechos inviolables de la persona humana, de la dignidad de la mujer y del hombre, del principio democrático en el gobierno de la sociedad y de la correcta laicidad del Estado” (Instrucción Erga migrantes caritas Christi – en adelante EMCC – 66).

Por su parte, el Secretario del Consejo Pontificio, Arzobispo Agostino Marchetto, en su intervención titulada “Los cambios, el pensamiento y la obra del Consejo Pontificio, desde la última Sesión Plenaria”, subrayó que uno de los objetivos de esta Reunión consistía en convencer acerca de la importancia de un verdadero diálogo, que tenga siempre un mayor alcance, sacando de él algunas conclusiones concretas para garantizar la acogida y la comprensión a quienes se encuentran en condiciones de movilidad humana, también desde y hacia los países de mayoría islámica. A estas personas o grupos, se les pide que den una aportación leal y generosa al bien de la comunidad que los acoge y a la misma Iglesia local. Mons. Marchetto agregó después que las comunidades más estables están invitadas a comprender las necesidades particulares de los “hospedados” o de los inmigrados, desarrollando un sentido de gran solidaridad. De este modo, todos juntos, los del lugar y los recién llegados, pueden contribuir a realizar una cultura de convivencia, de comprensión y de paz, dentro del respeto de los derechos humanos de cada uno. Mons. Secretario, partiendo luego de un análisis más crítico de los acontecimientos históricos que hoy condicionan todavía la movilidad, afirmó que es posible, para las Iglesias (a qua y ad quam), dar una aportación indispensable a la sociedad, para una adecuada regulación de la movilidad misma y la protección de las personas en ella implicadas, y a todos. Su fundamento son el respeto recíproco y la justicia en los tratamientos jurídico-religiosos. “La reciprocidad es también una actitud del corazón y del espíritu, que nos hace capaces de vivir, todos juntos, en todas partes, con iguales derechos y deberes” (EMCC, 64).

En su intervención, en la tarde del primer día de la Plenaria, el P. Maurice Borrmans, M.Afr., Profesor emérito del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos, presentó un cuadro completo (numérica y geográficamente) y detallado (estadísticamente) de las dimensiones actuales “de la ‘convivencia’ en los países con una población musulmana mayoritaria y presencias cristianas minoritarias, antiguas o recientes”. Según el P. Borrmans, para el futuro, la posibilidad de tal ‘convivencia’ se hace precaria por los choques entre las distintas facciones y por los atentados terroristas de los últimos años. De hecho, – afirmó él – “las minorías son siempre las que corren el riesgo de volverse ‘chivos expiatorios’ debido a las fáciles generalizaciones y a las amalgamas simplistas que hacen revivir antiguos prejuicios y sueños de cruzadas o de jihâd”. El mundo islámico no es monolítico. La movilidad humana ha renovado las problemáticas de las convivencias. De ello se desprende una relación original, y a veces contradictoria, entre religión, cultura, Estado y ordenamiento jurídico, tanto más en cuanto que al acoger la modernidad, la democracia y la laicidad, cada país realiza una síntesis completamente contextualizada.

El Secretario del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, Arzobispo Pier Luigi Celata, quien habló después, observó que “el creciente fenómeno de la movilidad humana sigue determinando la superación de los límites geopolíticos que en otros tiempos constituían, en muchos casos, también las líneas de separación entre el mundo cristiano y el mundo islámico”. Para llegar a una convivencia pacífica, Mons. Celata recordó las palabras del Santo Padre Benedicto XVI: “el diálogo es una necesidad vital”, sobre todo para los cristianos que están llamados a amar al prójimo con el vigor y a ejemplo de Cristo. Remitiéndose a la enseñanza del Papa en el discurso que dirigió a los musulmanes en Colonia el año pasado, el Arzobispo destacó los desafíos comunes a los cuales los cristianos y los musulmanes están llamados a responder. Entre ellos, ante todo el terrorismo; para luchar contra él es preciso lograr “extirpar de los corazones el sentimiento de rencor, contrarrestar toda forma de intolerancia y oponernos a cualquier manifestación de violencia”. Mons. Celata subrayó luego la importancia de la colaboración entre cristianos y musulmanes para garantizar los valores relacionados con la dignidad de la persona humana, como la libertad religiosa, el respeto recíproco, la solidaridad y la paz. Refiriéndose a las tensiones heredadas del pasado, el Secretario del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso invitó a que hiciéramos nuestro el deseo expresado por el Santo Padre de “buscar caminos de reconciliación y aprender a vivir respetando cada uno la identidad del otro”. Mons. Celata señaló, además, en el relativismo cognoscitivo y moral, y en el secularismo inmanentista, tan difundido hoy en nuestras sociedades, un desafío - para cristianos y musulmanes – a testimoniar juntos lo trascendente. Ante la dificultad, más bien difundida entre los musulmanes, de comprender y vivir el principio de una sana laicidad, y teniendo en cuenta la necesidad de su correcta integración en las sociedades occidentales, “estamos llamados”, como cristianos y como ‘ciudadanos’, “a través de una oportuna obra de diálogo, a ofrecerles, mediante una actitud de respetuosa amistad”, el testimonio de nuestra experiencia.

El segundo día de la plenaria, afrontando el tema de las migraciones desde los países de mayoría islámica, el Secretario General del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas, Mons. Aldo Giordano, en nombre del P. Hans Vöcking, M. Afr., imposibilitado para participar, presentó la situación de los inmigrados musulmanes en Europa. Su presencia ha aumentado muchísimo, contribuyendo a dar una dimensión multirreligiosa a la sociedad europea. El dilema ante el cual se enfrentan los musulmanes en la diáspora europea es la modernidad y la post-modernidad. Desde luego, algunos musulmanes entreven el camino de una “inculturación” en la sociedad europea (“Islam de las luces”), pero la mayoría considera la cultura europea en términos muy problemáticos y aspira a un retorno del modelo medieval del Islam, con un fuerte vínculo entre religión, sociedad y política. Según el P. Vöcking, para hallar un camino de integración, es importante la garantía de la libertad religiosa, la independencia de las financiaciones del exterior, la creación de estructuras para la formación de responsables, la atención a la educación cívica, a la democracia y a los derechos humanos, el diálogo entre las religiones y también una correcta información en los media. Así, terminó él, se hallará el camino para una interpretación del Islam que tenga en cuenta los valores, más que las leyes, y las opciones personales, más que una “edad de oro”.

En Brunei, la presencia de los migrantes representa, para la Iglesia local, un reto para expresar su solidaridad de manera tangible y fraterna; todavía más, – subrayó el Obispo Cornelius Sim, Vicario Apostólico – la Iglesia, al responder a sus necesidades espirituales, garantiza un servicio aún más necesario que la ayuda material. “Los trabajadores migrantes encuentran en la Iglesia un camino para servir a sus compañeros católicos, enriqueciendo así la experiencia mutua de ser Iglesia”, participando también en la promoción cultural y económica del país.

El Prof. Stefano Zamagni, Presidente de la Comisión Católica Internacional para las Migraciones, hablando de la acogida que se da hoy a un gran número de refugiados musulmanes, puso de relieve cómo ellos tienen concepciones de vida y creencias religiosas profundamente distintas de aquellas de los habitantes autóctonos. Por tanto, invitó a evitar los dos escollos que impiden su armoniosa inserción en el tejido social, es decir, el sincretismo relativista – según el cual todas las religiones son iguales – y el intento de asimilación, más o menos forzosa. Luego animó a que se elaborara un modelo de diálogo intercultural que proporcione la respuesta, incluso en materia de recursos públicos, a la “posibilidad de aceptación” (“moral consecuencial”) de sus solicitudes.

El Arzobispo de Bobo-Dioulasso, en Burkina Faso, Mons. Anselme T. Sanon, al no poder estar presente, envió una relación sobre el tema de la acogida a los refugiados cristianos en los países de África Occidental con mayoría islámica.S. E. Mons.Béchara Raï, Obispo de Jbeil en el Líbano, leyó la relación, en la que se destacó y sintetizó, en un panorama articulado, las distintas situaciones que caracterizan esas llegadas. Al subrayar el importante papel que debe desempeñar la Iglesia en este campo, se ofreció una amplia gama de respuestas pastorales que se pueden dar, entre ellas, en particular, la creación, en las diócesis, de una capellanía para los refugiados, con el objeto de tratar de responder a sus peticiones. Al mismo tiempo, se solicitó un compromiso responsable, por parte de las Instituciones internacionales, y una preciosa obra de sensibilización de los medios de comunicación social.

El Dr. Michael Galligan-Stierle, Asistente Secretario para la Pastoral Universitaria de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América, presentó la realidad de los estudiantes extranjeros (internacionales) en EE.UU., procedentes de los países islámicos. Resumió brevemente la historia de los múltiples encuentros, de las consultas y declaraciones conjuntas, en un diálogo entre musulmanes y católicos, desde 1987. Y luego señaló los datos estadísticos relativos a los 16,3 millones de estudiantes universitarios de su país, de los cuales 591.188 son extranjeros (internacionales). Después ilustró algunas de las mayores preocupaciones que deben afrontar los estudiantes musulmanes, principalmente el lugar para orar en los Campus, enumerando una gran cantidad de programas que se ofrecen a la población estudiantil musulmana, mediante las respuestas a un cuestionario que se envió a los 1.200 capellanes de la pastoral universitaria. En fin, recomendó que todos los proyectos pastorales para los estudiantes extranjeros (internacionales) sean una expresión de respeto, diálogo, apertura cultural y libertad.

El P. Bernard Lapize de Salée, S.J., al ilustrar la situación de los estudiantes extranjeros (internacionales) en Argelia, cuyo número es creciente, relató que allí la Iglesia considera que la presencia de esos estudiantes es una grande gracia y un excelente testimonio en la Argelia musulmana. De hecho, aunque los estudiantes musulmanes son los más numerosos, hay muchos cristianos, procedentes esencialmente de los países francófonos de África occidental. Dichos estudiantes participan activamente en la vida de la Iglesia y constituyen el elemento más joven de las comunidades cristianas en el país. Además, ofrecen su experiencia directa con la juventud argelina musulmana, con la que viven en contacto en las ciudades universitarias. El P. Lapize de Salée terminó diciendo que sería deseable una colaboración, o por lo menos contactos, entre las Iglesias de los países de procedencia y las del Maghreb (África del norte). Esto se realiza ya en parte.

Pasando a la itinerancia desde y hacia los países de mayoría islámica, al referirse a la problemática de los Rom, la Dra. Hannelore Valier, de la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa, puso de relieve que la mayoría de ellos, excluyendo a India, vive principalmente en Europa central y oriental. A pesar de que se les asocie por lo general al nomadismo, viven establemente en los países europeos desde hace centenares de años. Entre los problemas que ellos deben afrontar están la marginación, la xenofobia y el racismo, así como el bajo nivel de instrucción (50-90%), la asistencia sanitaria insuficiente y las condiciones muy pobres de vivienda. A pesar de todo ello, la voluntad de sobrevivir ha sido la que ha dado impulso a los Rom en el transcurso de los siglos. La comunidad internacional está trabajando, de todos modos, para mejorar su integración social, dentro del respeto de su identidad cultural, basándose en el principio de un tratamiento justo. Es necesario, por tanto, fortalecer la madurez de las sociedades democráticas y su capacidad de comprender y respetar la diversidad social, cultural y religiosa.

En el sector del Apostolado del Mar, el diácono Ricardo Rodríguez Martos, de Barcelona (España), informó que esa actividad pastoral ofrece servicios fundamentalmente iguales a todos los marinos, sea cual fuera su religión. Según cálculos estadísticos, el 18% de los marinos mercantiles serían musulmanes, es decir, unas 200 mil personas. Generalmente son muy religiosos y practicantes. Los musulmanes, en todo caso, no piden asistencia religiosa a los cristianos, y si se les propone (por ej., proporcionando un contacto con una mezquita), por lo general no la aceptan. Aprecian, en cambio, una ayuda material - cuando es necesario – y los testimonios de caridad y de amistad. El Apostolado del Mar ha solicitado en la última década una colaboración con las mezquitas de Barcelona, pero no ha tenido éxito. Recientemente, sin embargo, el Consejo Islámico de la ciudad se ha mostrado favorable a una colaboración, a través de la cual el AM podrá dirigir a los marinos musulmanes que solicitan asistencia religiosa a su propia comunidad local.

Por su parte, el P. Xavier Pinto, C.Ss.R., Director nacional del Apostolado del Mar en India, declaró que el 70% de los marinos que allí visitan los centros Stella Maris son filipinos y el 30% restante está constituido por marinos indios, de Bangladesh y pakistaníes, en ese orden. Según el relator, para muchos musulmanes Jesús es un ejemplo de santidad y de piedad, que habría vivido el verdadero Islam. Este sería el punto de partida que permite una interacción con los musulmanes y un trabajo conjunto. El P. Pinto agregó luego que para poder practicar el apostolado para los marinos a bordo y que se detienen en los puertos, es necesario, ante todo, respetar las leyes del país que recibe y lograr integrar el Apostolado del Mar en la pastoral de conjunto de la Iglesia local, también en los países de mayoría islámica.

Sor Patricia Ebegbulem, SSL, explicó, en relación con la asistencia a las “mujeres de la calle” nigerianas, tanto en su patria como en tierra extranjera, que la mayor parte de ellas practica el triste comercio de su cuerpo por motivos de pobreza y de discriminación. La Iglesia católica se halla a la vanguardia en la rehabilitación y promoción de la dignidad de las mujeres y de la feminidad (con cita de Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Ecclesia in Africa, n. 121). Sor Patricia propuso que el año 2010 sea declarado Año de la Dignidad de las Mujeres, e invitó a apoyar esa propuesta.

El P. Martin McDermott, S.J., refiriéndose al Líbano, subrayó que actualmente existen dos tipos de “mujeres de la calle” en el país: las ex-domésticas, a la merced de sus “protectores”, tanto musulmanes como cristianos, y las denominadas artistas. La prostitución está prohibida en teoría, pero en la práctica es reglamentada. Esas mujeres, una vez que han llegado al Líbano, se hallan imposibilitadas para cambiar de vida e incluso para desplazarse en el interior del país, con un mecanismo que las despoja de los derechos, de los documentos y, por tanto, de la libertad.

En su intervención la Sra. Thérèse Farra, libanesa, indicó en las peregrinaciones denominadas “compartidas” - es decir, realizadas por cristianos y musulmanes juntos - una ocasión para crear amistades durables y establecer una red de relaciones constructivas. La organización “Darb Maryam” (El camino de María), que trabaja en este campo, se propone ser ocasión de encuentros para practicar el “diálogo de la vida” y animar a la búsqueda de los valores comunes. Los participantes descubren en él la religión de los otros, caminando y orando juntos por la paz, lado a lado, tratando de construirla entre ellos y de difundirla a su alrededor.

Mons. Liberio Andreatta, Administrador Delegado de la “Opera Romana Pellegrinaggi”, al afrontar el tema de las peregrinaciones católicas en los países de mayoría islámica, hizo notar cómo el encuentro con los musulmanes es bastante frecuente en varias etapas de la peregrinación. En dichas ocasiones, se entablan conversaciones, diálogos y a veces discusiones que, no obstante, no llevan a un acercamiento de las posturas religiosas o de las ideas, debido a convicciones muy arraigadas. Es posible, además, incluso es un deber, que los cristianos redescubran en la peregrinación su propia identidad, quiere decir, que son discípulos de Cristo y están comprometidos en la “Misión ad Gentes”. Desde luego, el arquetipo del peregrinar consiste en ir en busca del rostro de Cristo en la persona de los hermanos.

En fin, en el campo del apostolado de la aviación civil, Don Paschal Ryan, Capellán del Aeropuerto de Heathrow, en Londres, observó que, debido a la “globalización”, los aeropuertos se han transformado también en cruce de caminos de la civilización contemporánea. Ellos no reflejan únicamente la propia comunidad local, sino también la comunidad global. Por los aeropuertos pasan numerosos creyentes de distintas religiones, que viajan igualmente por motivos religiosos, ya que la noción de peregrinación es común entre los cristianos, los judíos, los hinduistas, los musulmanes y otros. En el Islam, además, se exhorta a los creyentes a que vayan a los distintos santuarios que recuerdan a su profeta Muhammad, por lo menos una vez en la vida. En el aeropuerto de Heathrow trabajan 65/70.000 personas de distintas religiones. Desde luego, lo típico de los aeropuertos es el carácter fugaz de los muchos encuentros entre las personas, pues son millones los pasajeros que allí transitan rápidamente cada año. No obstante, esta situación no acostumbrada permite encontrarse con el extranjero y comprender cómo los contactos entre los cristianos y los seguidores de otras religiones pueden llevar incluso a una fecunda colaboración. Además, al ver a hombres y mujeres de distintas religiones, razas y clases sociales que trabajan juntos, o que comparten el mismo espacio de oración multirreligiosa, es posible imaginarse cómo podría o, mejor, como debería ser el mundo.

En el último día de la Plenaria, el Arzobispo Giovanni Lajolo, Secretario para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, afirmó que más allá de los temores y titubeos, una gestión sensata y transparente de las migraciones podría proporcionar beneficios, tanto a los países de origen como a aquellos de destino. Afrontó, pues, un tema que se ha discutido en varias naciones europeas que temen abrir su propio territorio pero que, sin embargo, presentan una necesidad crónica de mano de obra joven, flexible y barata, cuya utilización para el trabajo no parece ocasionar graves efectos negativos para la ocupación de los trabajadores autóctonos. “La Iglesia”, dijo el Arzobispo, “de acuerdo con la naturaleza católica de su misión y con su opción preferencial por los pobres, está en favor del derecho a emigrar y de la tutela de los derechos de los migrantes. Eso no impide la tarea importante de los políticos, de reglamentar la consistencia y la forma de los flujos migratorios, de manera que los inmigrados puedan sentirse acogidos humanamente, con dignidad, y que la población del país receptor no se vea puesta en condiciones objetivamente favorables al rechazo, con consecuencias nefastas para los inmigrados, pero no menos para la cultura humana de la población que recibe y para las relaciones entre los pueblos”. Haciendo notar que la religión constituye, para varias personas procedentes de países con mayoría islámica, un elemento de profunda identificación, el Arzobispo reafirmó la necesidad de un riguroso y recíproco respeto de la libertad religiosa, con la consiguiente defensa de las minorías y de sus derechos humanos. “Si desde varias partes – subrayó Mons. Lajolo – se solicita por lo menos la reciprocidad del respeto y de las concesiones (libertad de culto, construcción de lugares de culto...), sin embargo, este concepto, entre muchos Estados de varios continentes, parece por el momento ajeno, en materia religiosa, a una gran parte de los países musulmanes que invocan para sus ciudadanos en el extranjero la totalidad de los derechos que ellos no reconocen, en cambio, a los migrantes de otras creencias en el propio territorio”. Según Mons. Lajolo, la Santa Sede seguirá declarando su firme oposición a todo intento por utilizar la religión para justificar el terrorismo y la violencia. En fin, el Secretario para las Relaciones con los Estados, señaló el delicado problema de la falta de protección para los cristianos en países de mayoría islámica, que está llevando a miles de fieles a dejar su propia patria.

Para terminar, el Secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Arzobispo Robert Sarah, después de haber trazado un perfil de los migrantes procedentes del África sub-sahariana, explicó que las causas de su éxodo están relacionadas con la historia, con la situación sociopolítica, con situaciones dramáticas de inseguridad y de guerra, con las condiciones económicas y con fenómenos culturales como la globalización. Además, por causa de las guerras civiles en algunos países, más de 4 millones de personas han huído de esa región. El Arzobispo explicó luego que el estado crónico de pobreza e inseguridad, que deja el continente africano en una situación de subdesarrollo permanente, influye negativamente en las personas y en las instituciones, reduce las inversiones del exterior, fomenta la criminalidad, etc... Al delinear, luego, el camino que recorren los migrantes para llegar al Maghreb, Mons. Sarah definió como un verdadero vía crucis la tragedia que viven estas personas, que a su llegada son tratadas de manera humillante e inhumana. Mons. Sarah, después de haber señalado los mayores problemas que deben afrontar los migrantes, presentó algunas soluciones y perspectivas. “La Iglesia, en especial la que está en África, tiene el deber de asumir siempre más integralmente la función de buen samaritano”. Los cristianos, por su parte, están invitados a realizar, claramente y con plena entrega, el papel que les compete con los inmigrados y refugiados. Las Conferencias Episcopales de los países emisores y receptores podrían dar su propia aportación informando, ayudando y acompañando a los que quieren migrar dentro de la legalidad. Habría que prestar una especial atención a la ayuda para la integración, dentro del respeto de la cultura, de la religión y de los valores humanos fundamentales. Mons. Sarah invitó, pues, a promover el diálogo social, intercultural y también interreligioso.

Al terminar las intervenciones relatadas arriba, los participantes en la Plenaria dialogaron sobre el tema que les había sido propuesto este año, con el objeto de redactar algunas conclusiones y recomendaciones, aprobando el texto que sigue. 

Conclusiones y Recomendaciones 

Migrantes musulmanes en los países de mayoría cristiana

1) Se ha observado, a este respecto, un aumento de la inmigración de los musulmanes hacia los países europeos y hacia Norteamérica, de antigua tradición cristiana (v. EMCC 59 y 65), en busca de trabajo o de democracia o con motivo de la reunificación familiar.

2) Esto ha tenido como resultado el anhelo de una integración (no asimilación) de los musulmanes inmigrados (v. EMCC 2, 60-61).

3) Por consiguiente, los católicos, especialmente, están llamados a ser solidarios y a estar abiertos a compartir con los inmigrados musulmanes, conociendo mejor su cultura y su religión, y testimoniando, al mismo tiempo, los propios valores cristianos también desde la perspectiva de una nueva evangelización, respetuosa – desde luego – de la libertad de conciencia y de religión (v. EMCC 59 y 69).

4) Los cristianos deben, por tanto, profundizar su identidad (v. EMCC 60) como discípulos de Cristo, dando testimonio de ella en su vida y redescubriendo el papel que les corresponde en esa nueva evangelización (v. EMCC 86-88).

5) Ha sido, pues, importante, afirmar la necesidad del respeto mutuo y de la solidaridad humana, en un clima de paz, fundándose en la centralidad de la persona humana, de su dignidad y de sus derechos-deberes.

6) Naturalmente, los derechos humanos y las libertades de cada uno van junto con los de las otras personas. 

Diálogo

7) Entre los participantes en la Plenaria, se ha manifestado con fuerza la conciencia de la necesidad de un diálogo auténtico entre creyentes de varias religiones y especialmente entre cristianos y musulmanes (v. EMCC 69).

8) En dicho contexto, se ha considerado importante una relación fundada en la “emulación espiritual”.

9) Así, si el diálogo entre cristianos y musulmanes es necesario en todas partes, lo es especialmente en las sociedades occidentales, para mejorar en ellas el conocimiento recíproco, la comprensión, el mutuo respeto y la paz.

10) En todo caso, del mismo modo que es necesario acoger a los inmigrados musulmanes, respetando su libertad religiosa, es imprescindible respetar la identidad cultural y religiosa de las sociedades que los acogen.

11) Ha parecido importante, además, saber distinguir, en esto, lo que dichas sociedades pueden o no pueden tolerar de la cultura islámica y lo que se ha de respetar o compartir, con relación a los creyentes de otras religiones (v. EMCC 65 y 66), con la posibilidad de dar indicaciones, al respecto, también a los políticos, para una justa formulación de la legislación civil, dentro del respeto de las competencias de cada uno.

12) Esto significa que se debe proponer también un modelo de diálogo religioso que no sea una mera conversación, o un simple escucharse, sino que llegue a revelar las propias, mutuas y profundas convicciones espirituales.

13) Es, pues, importante, seguir al partner dialogante en el proceso de reflexión sobre las dimensiones éticas y actuales, y no sólo teológicas y religiosas, de las consecuencias de peticiones que se hacen a la sociedad civil, respetando siempre la distinción entre diálogo civil y diálogo religioso.

14) Dada la importancia, reafirmada, del principio de reciprocidad (v. EMCC 64), confirmado por el Santo Padre en su discurso a los participantes en la Plenaria, es necesario establecer una distinción entre esfera civil y esfera religiosa, también en los países islámicos.

15) En todo caso, es fundamental en dicho contexto, distinguir entre Occidente y Cristianismo, puesto que con frecuencia los valores cristianos ya no inspiran actitudes, posturas o acciones (también en relación con la opinión pública) en el llamado mundo occidental (v. EMCC 60).

16) Los participantes en la Plenaria han expresado, además, la esperanza de que, dondequiera que vivan juntos los cristianos y los musulmanes, ellos puedan unir sus esfuerzos a los de los demás conciudadanos, para garantizar a cada uno, sin distinción de religión, el pleno ejercicio de los propios derechos y de las libertades individuales, como persona y como miembro de una comunidad. 

Situación en algunos países de mayoría islámica

17) Por otra parte, en ciertos países de mayoría islámica, sucede que cristianos, y generalmente los trabajadores inmigrados pobres y sin un verdadero poder contractual, experimentan graves dificultades para que les sean reconocidos sus derechos humanos. Además, estos últimos tienen escasa posibilidad de hacer valer su propia causa, en justicia, pues pueden ser fácilmente castigados o expulsados.

18) La Iglesia está, pues, llamada a ayudar a los migrantes cristianos en esos países, así como en todo el mundo, dentro del respeto de la legalidad y con el interés de que se elabore una justa legislación con relación a la movilidad humana y con protección legal de todos los que en ella están implicados. No ha faltado, en todo caso, alguien que haya recordado cómo en el interior de los distintos países debería existir una situación tal, que no exija la salida al exterior de los propios ciudadanos para sobrevivir.

19) Además, conforme al dictado del Decreto Conciliar Christus Dominus (n. 18), la Iglesia debe garantizar una pastoral específica, y además integrada, también a los que tienen dificultades o no pueden gozar de la atención pastoral ordinaria, es decir territorial, debido a su condición de movilidad. Esto vale también para los países de mayoría islámica.

20) En ellos, la tarea de la Iglesia consiste en la acogida a los inmigrados e itinerantes, no obstante la escasez de personal y la insuficiencia de las propias estructuras.

21) A este respecto, son necesarios el diálogo y la colaboración entre las Iglesias locales de origen de los inmigrados e itinerantes y aquellas de destino, para su asistencia espiritual. Esta es, por lo demás, la regla general para todos los países (v. EMCC 70 y 50-55).

22) Hay que ayudar, además, a los migrantes internacionales, a que den su propia aportación a la comunidad donde viven y a la porción local del Pueblo de Dios.

23) Al mismo tiempo, la comunidad receptora debe desarrollar el sentido de solidaridad con los inmigrados o con quienes se encuentran en circunstancias semejantes. 

Solicitud de la Iglesia en los distintos sectores de la movilidad humana 

Los Participantes en la Plenaria se detuvieron, además, a considerar los distintos sectores de migración e itinerancia. Todos están convencidos de que, para los migrantes:

24) La Iglesia debe velar por su justa integración, con el debido respeto por la cultura y la religión de cada uno (v. Mensaje Pontificio para la Jornada Mundial de la Paz 2001, n. 8 y Mensaje Pontificio para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado 2005, n. 3).

25) Por eso la Iglesia fomenta un diálogo que sea intercultural, social y religioso, dentro del respeto de las debidas distinciones (v. Mensaje Pontificio para la Jornada Mundial de la Paz 2001, n. 12). 

Para los distintos sectores, se ha destacado ante todo lo siguiente:

26) La necesidad de crear vínculos de amistad, en un ambiente de consideración por las diferencias culturales y religiosas, también con aquellos que piensan, como migrantes, en regresar al lugar de origen, o con los estudiantes extranjeros (internacionales), que serán los futuros líderes de sus países.

27) Para los refugiados y los estudiantes extranjeros, pero no sólo para ellos, se ha formulado el deseo de la creación de capellanías.

28) Para las peregrinaciones, se ha subrayado la necesidad de que los peregrinos sean invitados a buscar el rostro de Dios también en los creyentes de otras religiones.

29) En los aeropuertos, cruce de caminos de distintas gentes, y en las estaciones de ferrocarril, se ha deseado la presencia de capillas específicamente católicas, o lugares de silencio, incluso multirreligiosos, cuando sólo estos últimos sean posibles.

30) En los centros “Stella Maris” (Apostolado del Mar) habrá que continuar la acogida, también a los marinos musulmanes, con una respetuosa ayuda espiritual, cuando la soliciten.

31) Por lo que se refiere a la población gitana, objeto de marginación, xenofobia y racismo, se estima necesario fortalecer la coherente madurez de las sociedades democráticas, así como su capacidad de comprender y respetar la diversidad social, cultural y religiosa de los Gitanos (v. Orientaciones para una Pastoral de los Gitanos 50).

32) Para las “mujeres de la calle” – teniendo en cuenta que muchas veces la pobreza y el tráfico de seres humanos lleva al comercio del propio cuerpo, y que la prostitución puede depender de cristianos y de musulmanes – se estima necesario formar una conciencia que abarque toda la sociedad.

33) De todos modos, hay que renovar el empeño por implicar a las mujeres especialmente en las decisiones que les conciernen, así como en la obra de convencer a los padres de familia a que ofrezcan a las jóvenes una educación equiparada con la de los varones, que incluya, naturalmente, la formación ética.

Escuelas y educación

Los Participantes en la Plenaria subrayaron con fuerza lo siguiente:

34) Es importante garantizar la educación de las nuevas generaciones, también porque la escuela tiene un papel fundamental para ganar en la lucha contra la ignorancia y los prejuicios, y para conocer correctamente y objetivamente la religión de los demás, poniendo especial atención a la libertad de conciencia y de religión (v. EMCC 62). Por lo que se refiere a los cristianos, se les proporcionará el fundamento de un discernimiento evangélico de la experiencia religiosa de los otros creyentes (v. EMCC 65) y de los signos de los tiempos.

35) Resulta, por tanto, indispensable, realizar un trabajo de verificación de los textos escolares, también para la presentación histórica en conexión con las religiones, que forja la propia identidad y transmite una imagen de la identidad religiosa de los otros.

36) Se estima necesario, en todo caso, profundizar estudios, enseñanzas e investigaciones sobre los distintos rostros del Islam histórico y/o contemporáneo, incluso en sus diferentes aceptaciones de una sana modernidad (v. EMCC 66).

37) Los padres de familia musulmanes y sus responsables religiosos han de ser ayudados a comprender las rectas intenciones de los sistemas de educación occidentales y las consecuencias concretas de un rechazo a la educación impartida en las escuelas de estos sistemas, en cuyo interior ellos viven y crecen. 

Los Estados y la libertad religiosa

38) Puesto que, muy a menudo, el Estado da la “forma” al Islam en una determinada Nación de mayoría islámica, organiza el culto, interpreta su espíritu y transmite su patrimonio, dando a la sociedad un carácter globalmente islámico, los no musulmanes se sienten allí, con mucha frecuencia, ciudadanos de segunda clase. Para los inmigrados cristianos, la dificultad, es, pues, aún mayor.

39) Por eso es necesario empeñarse, en todas partes, para que prevalezca la cultura de la convivencia entre los autóctonos y los inmigrados, con un espíritu de mutua comprensión civil y de respeto por los derechos humanos de todos. Hay que buscar, además, caminos de reconciliación y de purificación de las memorias (v. EMCC 65), así como tratar de ser abogados en la defensa de la libertad religiosa – constante imperativo nuestro – y del bien común para todos, y de respetar las minorías. Se trata, en tal caso, de un signo muy claro de auténtica civilización.

40) Se ha constatado, con satisfacción, que muchos Estados de mayoría islámica han establecido relaciones diplomáticas con la Santa Sede, haciéndose con esto más sensibles hacia los derechos humanos y mostrándose deseosos de un diálogo intercultural e interreligioso, dentro de un marco de sana pluralidad.

41) En tal contexto, hay que deplorar, en algunos países, las restricciones de los derechos humanos, vinculadas especialmente a las diferencias religiosas y a la falta de libertad incluso para cambiar de religión. Se espera, en todo caso, que las Autoridades públicas de los países de origen de los emigrados cristianos ayuden a sus ciudadanos, en los países islámicos, a lograr la posibilidad de ejercer efectivamente el derecho de libertad religiosa.

42) Se anima, pues, a esos países, a crear espacios de diálogo con los de mayoría islámica acerca de las cuestiones relativas al bien común universal, al respeto de las minorías, a los derechos humanos y especialmente a la libertad religiosa, fundamento de todas las libertades.

43) La Iglesia, de todos modos, debe continuar las iniciativas de diálogo intercultural e interreligioso en distintos niveles, sobre todo cuando dicho diálogo es facilitado por los responsables políticos.

44) La cooperación entre instituciones cristianas y musulmanas en la ayuda a individuos y poblaciones necesitados, sin ninguna discriminación, es un signo eficaz para superar prejuicios y cerrazones, con el fin de llegar a una mutua y razonable apertura.

45) La creciente extensión de la convivencia de musulmanes y cristianos puede ofrecer una oportunidad para colaborar juntos, con miras a un mundo más pacífico, respetuoso de la identidad de cada uno, y más unido en el servicio al bien común, ya que formamos una única familia humana necesitada de esperanza (v. EMCC 101-103).

46) En tal contexto, la colaboración tiene una importancia capital, también entre los distintos Dicasterios de la Curia Romana, las Conferencias Episcopales y las Iglesias particulares.

47) Factor de unidad, dentro de las legítimas diversidades, será la conciencia de la dignidad de toda persona humana, sea cual fuera su etnia, cultura, ciudadanía o religión. Es un valor que se afirma siempre más universalmente, no obstante las muchas incoherencias y las concretas negaciones en la acción cotidiana.

48) En dicho contexto, los Participantes en la Plenaria dedicaron una atención especial al Continente africano, especialmente necesitado de estabilidad política y de cooperación multilateral, con miras a un desarrollo pacífico e integral.

49) También a este respecto, se consideraron algunas causas de tensión y conflicto, con el anhelo de resolver con justicia y prontitud esas situaciones, además para prevenir las guerras, la violencia y el terrorismo. Habrá que evitar, en todo caso, que la religión sea utilizada abusivamente para inculcar el odio hacia los creyentes de otras religiones, o por motivos políticos o ideológicos.

50) Se espera, pues, que los intelectuales musulmanes y cristianos, en nombre de un común humanismo y de sus respectivas creencias, se planteen los dramáticos problemas relacionados con el uso de la violencia, todavía con frecuencia perpetrada en nombre de la religión. 

Papel de los Media

51) Se les reconoce una importancia particular para crear, en la información, un clima adecuado de comprensión y de respeto sobre los fenómenos religiosos. Los periodistas y los agentes de los mass media, en general, deben asumir, por tanto, sus propias responsabilidades, no sólo en lo que respecta a la libertad de expresión, en un mundo siempre más globalizado, especialmente en lo referente a la información.

52) Los mass media pueden también dar una importante aportación a la “formación” (y, desafortunadamente, viceversa, a la deformación) de cristianos y musulmanes.

Terminamos este informe destacando la viva satisfacción de los Participantes por lo que se refiere al contenido, al método de trabajo y a la actualidad de esta Sesión Plenaria, que ha despertado vivo interés.

 

Ciudad del Vaticano, 19 de junio, 2006

 

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