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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 101, August 2006

 

 

La Instrucción 

Erga Migrantes Caritas Christi

dos años después

 

 

Arzobispo Agostino MARCHETTO

Secretario 

Pontificio Consejo para la Pastoral

de los Emigrantes e Itinerantes

 

El 3 de mayo, 2004, el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes publicó la Instrucción Erga migrantes caritas Christi (La caridad de Cristo hacia los migrantes), habiendo recibido la aprobación pontificia dos días antes, en la fiesta de San José Obrero. El documento, a los treinta y cinco años de la publicación del Motu proprio de Pablo VI Pastoralis migratorum cura y de la correspondiente Instrucción de la Congregación de los Obispos De pastorali migratorum cura, se proponía “actualizar, teniendo en cuenta los nuevo flujos migratorios y sus características, la pastoral migratoria” (EMCC, Presentación).

Por lo que se refiere a dicho cambio, independientemente de las impresiones y de los juicios de cada uno, quisiéramos, ante todo, presentar aquí algunos datos estadísticos relativos a los últimos 35 años. Los números proporcionados por las Naciones Unidas (Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, División de la Población) muestran que en 1970 habían en el mundo aproximadamente 81,3 millones de inmigrados internacionales, de los cuales el 52,8% eran varones. Alrededor de un tercio (27,8 millones) estaban en Asia; en Europa casi un cuarto (18,8 millones), mientras en Norteamérica menos de un quinto (13 millones).

Treinta y cinco años después, los inmigrados se habían más que duplicado, llegando a los 190,6 millones, de los cuales el 50,4% varones. Desde luego, también la población mundial se había casi duplicado, pero el porcentaje de los inmigrados, respecto a la población total, ha aumentado de todos modos y hay que calcular, en todo caso, la consistencia numérica. De ellos, en 2005, más de un tercio se encontraba en Europa (64,1 millones), y poco menos de un cuarto en Norteamérica (44,5 millones). Considerando estos dos continentes al mismo tiempo, en ellos vivía, el año pasado, más de la mitad (108,6 millones) de los inmigrados del mundo. En el continente asiático, en cambio, había menos de un tercio (53,3 millones). Se ha producido, pues, un cambio notable respecto a las cifras por continente de 1970.

Asia, cuna de las grandes religiones no cristianas, “envía” ahora a su gente hacia la Europa de antigua tradición cristiana y Norteamérica, esta última fundamentalmente vinculada a la cultura europea. De esto se desprende que en los dos continentes mencionados hay una población inmigrada o hay ciudadanos hijos de inmigrados que profesan una religión distinta del cristianismo, con tendencia al aumento. “La misión llega a nosotros”, es una expresión que se oye repetir con frecuencia en la Iglesia. Por consiguiente, ha llegado la hora, más que nunca, del diálogo con las otras religiones, que, desde luego, no se opone a esa nueva evangelización a la que nos ha llamado Juan Pablo II. La cuestión está tratada ampliamente en la Instrucción Erga migrantes caritas Christi  (nn. 59-69), que presta una atención especial a los migrantes musulmanes (nn. 65-68 y también 61-64). En el mes de mayo, además, la “Plenaria” de nuestro Pontificio Consejo ha tratado el tema “Migración e itinerancia desde y hacia los países con mayoría islámica”.

Es posible observar, asimismo, que Asia, cuna de antiguas tradiciones cristianas, encierra esa tierra que “acogió” la vida y vio las obras de Jesús y de los primeros Apóstoles. Además, es la casa de las Iglesias Orientales, tanto ortodoxas como católicas, en situación difícil y con el consiguiente y continuo éxodo de cristianos que se dirigen hacia el Occidente. Junto a los latinos, ellas son in nuce el otro pulmón de la cristiandad. En dicho contexto, recordamos que el Santo Padre Benedicto XVI ha señalado que el ecumenismo es una de las prioridades de su pontificado. El consiguiente diálogo es imprescindible también en el mundo de las migraciones, como lo afirma nuestra Instrucción, sobre todo en los nn. 56-58.

Decíamos Iglesias de Oriente también católicas, probablemente desconocidas para muchos en el Occidente y que, con las actuales migraciones se presentan en la escena para ser conocidas y acogidas también con sus exigencias pastorales. Por consiguiente, la Instrucción Erga migrantes caritas Christi les dedica específicamente los nn. 52-55, además de otras partes donde se recuerdan las disposiciones del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales.

Muchas expresiones de aprecio por la Instrucción nos han llegado, precisamente, de nuestros hermanos de las Iglesias Orientales Católicas. El Patriarca greco-melquita de Antioquía y de todo el Oriente, de Alejandría y de Jerusalén, Gregorios III, por ejemplo, la define “magnífica” expresión de un “espíritu verdaderamente católico”. Podemos citar también el “Journal of St. Thomas Christians”, de la Iglesia católica Sirio-malabar, que publicó toda la Instrucción, con un comentario del cual citamos lo siguiente: “Es un documento decididamente innovador, bajo muchos aspectos. En él se siente casi el corazón de la Madre Iglesia que palpita por los migrantes. Aunque esa cuestión ya ha sido tratada en el pasado, en muchos documentos de la Iglesia, es la primera vez que se afronta de modo tan total y realista ... Con la presente Instrucción, la Santa Sede demuestra que está comprometida seriamente en la cuestión. Ya no es el momento de simples consejos. Se pone un nuevo énfasis en la acción. El horizonte es amplio, enorme, universal. Por primera vez, la cuestión particular de los católicos de rito oriental se trata en toda su extensión y recibe la debida consideración ... En la presente Instrucción, ellos son también ‘sujetosÂÂ’, al igual que los otros fieles católicos ... El lector [del Documento] está impresionado por la atención y el énfasis que se pone a las ‘exigencias particulares de los fieles emigrados de las Iglesias Orientales CatólicasÂÂ’. Se trata de una atención nueva en un Documento Romano no emanado por la Congregación para las Iglesias Orientales”.

Nos hemos detenido en el reflejo “oriental” de la Instrucción, pero eso no significa que las Iglesias locales latinas no hayan demostrado el aprecio por ella. Por el contrario. Pero sería muy largo detenernos a considerar todo aquí.

Lo cierto es que el Documento es un testimonio de la solicitud hacia los migrantes por parte de la Iglesia, Madre además de Maestra, para la cual nadie es extranjero (cf. EMCC, 100). Ella no puede permanecer indiferente respecto a ellos. De hecho, en su Mensaje para la Jornada del Emigrante y el Refugiado de este año, el primero de su pontificado, el Santo Padre Benedicto XVI ha reconocido en las migraciones, que están adquiriendo una configuración permanente y estructural en la sociedad contemporánea (cf. EMCC, 1), un “signo de los tiempos”. Este ha de ser examinado e interpretado “a la luz del Evangelio, para brindar a las nuevas generaciones la posibilidad de responder adecuadamente a los interrogantes perennes sobre el sentido de la vida presente y futura, y sobre el planteamiento correcto de las relaciones sociales” (Mensaje 2006).

La Instrucción Erga migrantes caritas Christi ha demostrado ser un instrumento válido también en este sentido. Prueba de ello son las numerosas ediciones publicadas por varias Conferencias Episcopales que se han encargado también de la traducción a otras lenguas, además de las seis que ofrecemos nosotros. Con una cierta emoción hemos podido hojear las ediciones en chino, coreano y japonés, y estamos esperando la versión en lengua rusa. Hemos sabido, además, que se ha traducido el texto al polaco.

Ese eco favorable nos ha estimulado, desde luego, en la pesada y amplia obra de presentación y divulgación del Documento en el mundo, sobre todo gracias a la invitación de las Comisiones para las Migraciones de varias Conferencias Episcopales. Para una ilustración sobre el mencionado trabajo, los remito a la lectura de la Attività della Santa Sede 2005. Publicaremos el texto del Documento también en el próximo número de nuestra revista People on the Move.

Tenemos la esperanza, por tanto, de que la Erga migrantes caritas Christi seguirá siendo un instrumento adecuado en la misión que Dios confía a la Iglesia, como está expresado bellamente en el n. 102: “Por ello Dios confía a la Iglesia, también ella peregrina en la tierra, la tarea de forjar una nueva creación en Cristo Jesús, recapitulando en él (cfr. Ef 1, 9-10) todo el tesoro de una rica diversidad humana que el pecado ha transformado en división y conflicto. En la misma medida en que la presencia misteriosa de esta nueva creación se testimonia auténticamente en su vida, la Iglesia es signo de esperanza para un mundo que desea ardientemente la justicia, la libertad, la verdad y la solidaridad, es decir, la paz y la armonía”.

Confiemos esta esperanza a María Santísima, “para que las actuales migraciones sean consideradas un llamamiento, aunque misterioso, al reino de Dios ya presente como primicia en su Iglesia e instrumento providencial al servicio de la unidad de la familia humana” (EMCC, 104). 

 

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