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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 101, August 2006

 

 

Entrevista de Radio Vaticano

a S.E. Mons. Agostino Marchetto,

en ocasión del campeonato Mundial de Futbol en Alemania

 

Dentro de pocos días iniciará, en Alemania, el Campeonato Mundial de Futbol. Es un evento deportivo muy importante, sobre el cual, sin embargo, se extiende la sombra de una vinculación con la plaga de la prostitución. La industria del sexo en Alemania se ha preparado a este evento, alistando prostíbulos especiales, reclutando un gran número de mujeres, con gran publicidad. 

1) Excelencia, ¿cuál es su punto de vista al respecto?

Respondiendo en términos futbolísticos, creo que se deberían sacar algunas tarjetas rojas: a esta industria, a sus “clientes” y a las autoridades publicas que acogen el evento. La prostitución viola la dignidad de la persona humana, reduciéndola a un objeto e instrumento de placer sexual. Las mujeres se vuelven mercancías en venta, cuyo costo es incluso inferior al de un billete para un partido de fútbol. Ciertamente sabemos que la prostitución está consentida en algunas zonas de Alemania, pero es gravísimo que más de cuarenta mil mujeres entrarán en la prostitución durante el Campeonato Mundial. Muchas de ellas son forzadas, contra su voluntad, a desarrollar esta “actividad”, porque son víctimas del tráfico de personas. Contra esta violación de los derechos humanos fundamentales han alzado su voz muchas Organizaciones. Recordamos a la Organización Internacional para las Migraciones, a Amnistía Internacional, pero también asociaciones religiosas, entre las que se encuentran las Conferencias Europeas de Superiores Mayores. En el ámbito político, han expresado su preocupación el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa. Existe, por lo tanto, una responsabilidad para las autoridades alemanas. El “juego” está en sus manos. 

2) ¿Existen actividades específicas que la Iglesia quisiera promover?

Hace un año, nuestro Dicasterio realizó una Conferencia Internacional sobre el tema de la prostitución vinculada también al tráfico de personas. La Declaración final establece que la Iglesia debe asumir la defensa de los derechos legítimos de estas mujeres, promoviendo su liberación y sosteniéndolas económicamente en la instrucción y en la formación. Sólo en Italia existen más de 200 religiosas comprometidas en este ministerio pastoral. Muchas Congregaciones religiosas están ya comprometidas en asistir a estas mujeres, buscando caminos nuevos para promover su dignidad. En Alemania, la Organización eclesial Solwodi (“Solidaridad con las mujeres en necesidad” tiene un acercamiento de colaboración de veinte Congregaciones religiosas) se encuentra ya activa. Ellas actúan ofreciendo una amplia gama de servicios, en unidades externas, centros de acogida, alojamientos y casas seguras, programas de formación e instrucción. Sin embargo es necesario hacer más. Este nuevo desafío debería ser integrado en las estrategias pastorales. Requiere también educación y conciencia, no sólo de las víctimas, sino también de los así llamados clientes. Por lo demás, para “interpretar” la industria del sexo, es necesario ante todo “interpretar” a los consumidores, sin los cuales la prostitución no existiría. Debemos, por lo tanto, conocer sus motivos profundos, como jóvenes, maridos o padres. Es necesario sobretodo educar a los jóvenes en una sana sexualidad humana. 

3) ¿La Iglesia es la única que debe intervenir?

Es un problema que implica a toda la sociedad y no es una responsabilidad exclusiva de la Iglesia.

Debido que se trata de tráfico de seres humanos, la defensa de sus derechos requiere que las víctimas sean protegidas y que sus intereses y bienestar se pongan en primer lugar. Estas mujeres deberían tener la posibilidad de reintegrarse a través del permiso de residencia, temporal o permanente. Deberían, además, poder tener acceso a un trabajo digno y a formas de recompensa. Iniciativas de este tipo son necesarias para restituirles su dignidad. Esto lleva a aplicar la ley y a castigar a los explotadores de la industria del sexo y a los traficantes. Estos deberían ser perseguidos y castigados con la imposición de penas financieras.

El Secretario de Estado, el Cardenal Angelo Sodano, en su intervención en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Social, en Copenaghe, en 1995, dijo: «La Santa Sede ha avanzado y apoyado algunas propuestas para proteger a las mujeres y a los niños de la explotación, del tráfico de seres humanos y de tratos crueles y humillantes. La Santa Sede ha dirigido también un llamado a favorecer el reconocimiento social y económico del trabajo no remunerado de las mujeres» (n. 9).

Nos encontramos de frente a un enorme reto. Y, como el Papa Juan Pablo II declaró, la solidaridad no es «un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos» (Carta encíclica, Sollicitudo rei socialis, n. 38, publicada en el 20º Aniversario de la Populorum progressio). 

4) Usted ha regresado de dos encuentros continentales latinoamericanos, en Bogotá, uno sobre la pastoral migratoria y otro sobre la pastoral del turismo. ¿Existe una conexión entre lo experimentado allá y esta entrevista?

Sí, ciertamente, porque también en Bogotá, Colombia, entre otras cosas se discutió sobre cómo prevenir y remediar este horrendo drama del tráfico de personas, que está creciendo en el mundo, y como realizar la pastoral de la liberación de las mujeres de la calle y de los niños sometidos al abuso, arrastrados por el pantanoso río de la venta forzada del propio cuerpo. También en América Latina existen corruptores y comerciantes del sexo, tanto en el campo turístico como en el migratorio. Dondequiera existe la necesidad de una rápida y fuerte reacción, en la opinión pública y en la conciencia de la humanidad, para superar la valla, puesta cada vez más en alto, de esta nueva esclavitud que es el tráfico de seres humanos. 

 

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