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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 101, August 2006

 

 

MENSAJE ANTE LA CRECIENTE INMIGRACION HAITIANA*

(Conferencia del Episcopado Dominicano) 

 

Actitud de la Iglesia

40. La Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual -"Gaudium et Spes"- del Concilio Vaticano II abre su proemio con estas significativas y exigentes palabras: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los seres humanos de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón" (GS 1) y lo termina así: "Es la persona humana la que hay que salvar.

Es la sociedad humana la que hay que renovar. Es, por consiguiente, el ser humano, pero el ser humano entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad. (...) Al proclamar el Concilio la altísima vocación del ser humano y la divina semilla que en éste se oculta, ofrece al género humano la sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal que responda a esa vocación. No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar bajo la guía del Espíritu la obra misma de Cristo quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido" (GS 3). 

Atención nuestra a los haitianos

41. Todo esto supuesto, a nadie debe extrañar que la Iglesia dominicana, fiel a su misión y función, y sensible a esa exhortación del Concilio Vaticano II, prescindiendo de su situación regular o irregular haya atendido con solicitud de madre en todos los tiempos a los haitianos presentes en el país. 

En el seno de la Conferencia del Episcopado Dominicano, dentro del área de la Pastoral de la movilidad humana existe una Comisión Nacional de Pastoral Haitiana; en todas las Diócesis, en las que hay concentración de haitianos, existe comisión diocesana de pastoral haitiana "Caritas Nacional" y las correspondientes "Caritas" diocesanas tienen un departamento de ayuda a los haitianos; y existe un centro de coordinación y animación de pastoral haitiana con dos obispos al frente, uno haitiano y otro dominicano. El Centro Dominicano de asesoría e investigaciones legales (CEDAIL) fue creado en sus inicios para atender a la población haitiana, aunque después se extendió también a la población dominicana.

La Conferencia del Episcopado Dominicano ha sostenido diversas reuniones con la Conferencia Episcopal Haitiana en la República Dominicana y en Haití para intercambiar pareceres sobre la situación de ambos países y problemas existentes.

42. Ante el embargo decretado contra Haití, la Conferencia Episcopal Haitiana escribió el 21 de noviembre de 1991 una desgarradora "Comunicación" en la que, después de describir su situación, decían: "Con toda confianza lanzamos un llamado insistente a todos los hombres de buena voluntad. 

Que nos ayuden a encontrar una solución que mejore, y rápidamente, la condición de este pueblo para que lleguemos al fin a la reconciliación de todos los hijos de Haití. Que nos ayuden a guardar nuestro lugar en el concierto de las naciones, para que el grito de sufrimiento del pueblo haitiano encuentre eco en el corazón de los demás pueblos. En nombre de la solidaridad universal, les reiteramos nuestro grito: ¡Piedad por Haití!, ¡Piedad por este pueblo!, ¡Piedad por este País!".

Poco después, la Conferencia del Episcopado Dominicano, para darle mayor resonancia, publicaba en español la Comunicación de los Obispos haitianos y se expresaba así en su presentación: "Acabamos de recibir de nuestros hermanos, los Obispos de Haití, una dramática Comunicación sobre la situación de su país, que hemos leído con consternación e inmenso dolor. Más que una Comunicación es un grito desgarrador, angustioso que parte del alma. Hacemos nuestro ese grito y urgimos a las naciones poderosas, a las naciones que cuentan con posibilidades, acudir al remedio de tanto sufrimiento y dolor. Nos duele profundamente que aquellos, que precisamente han sido tan acusadores nuestros, al llegarles el turno de recibir dolientes hermanos haitianos se hayan mostrado tan duros de corazón. 

En nuestro Mensaje del 15 de octubre pedíamos que fuesen los haitianos, todo el pueblo haitiano el que determinase en cada momento lo que había que hacer; que no fueran instancias foráneas las que impusiesen sus soluciones. Pedíamos que las presiones que se querían hacer sobre los que detentaban el poder ilegítimamente no fuesen con detrimento del pueblo haitiano, dada su situación dolorosa. La más elemental justicia reclama al menos dos cosas: que la comunidad internacional les satisfaga las necesidades básicas; que se ayude eficazmente a que nuestros hermanos los haitianos establezcan lo más pronto posible la solución definitiva. Que sean ellos los que la establezcan" (Nota de la Conferencia del Episcopado Dominicano, 10 de julio de 1992). 

Opción preferencial por los pobres

43. Al doctor de la ley que, a propósito del precepto de amar a Dios y al prójimo como a uno mismo, le preguntó quién era el prójimo, Jesucristo a través de la parábola del buen samaritano le contestó que prójimo es el que necesita de nosotros (Cfr Lc 10, 25-37). 

Jesucristo, identificándose con el pobre y doliente, prometió el premio eterno a los que se solidarizasen con ellos y lo hizo con estas palabras: "Vengan benditos de mi Padre y tomen posesión del Reino preparado para Ustedes desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; peregriné (emigré) y me acogieron; estaba desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron, preso y me vinieron a ver. Y le responderán los justos: Señor, y ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber?, ¿Cuándo te vimos peregrino (emigrante) y te acogimos, desnudo y te vestimos?.¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?. Y el Rey les dirá: en verdad les digo que, cuantas veces hicieron eso a uno de mis hermanos menores, a mí me lo hicieron" (Mt 25, 34-40). San Vicente Paúl repetía que los pobres son nuestros hermanos débiles y que serán nuestros defensores o nuestros acusadores.

¿Habrá alguien ante estos planteamientos que se extrañe de la opción preferencial de la Iglesia por los pobres y consecuentemente de la acción de la Iglesia en la República Dominicana con los haitianos en situación precaria?.

44. Juan Pablo II nos dice en su encíclica social "Sollicitudo rei socialis": "La opción preferencial por los pobres es una opción o una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia. Se refiere a la vida de cada cristiano, en cuanto imitador de la vida de Cristo, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales y, consiguientemente, a nuestro modo de vivir y a las decisiones que se deben tomar coherentemente sobre la propiedad y el uso de los bienes. Pero hoy vista la dimensión mundial que ha adquirido la cuestión social, este amor preferencial, con las decisiones que nos inspira, no puede dejar de abarcar a las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor" (SRS, n. 42). 

Anuncio y denuncia

45. La Iglesia siempre ha defendido y defenderá la inviolable dignidad del ser humano. En esa inviolable dignidad radican los derechos fundamentales humanos. La pobreza, la explotación, la marginación social, jurídica y política y aun el delito (pecado) propio desfigura y opaca esa dignidad -la imagen y semejanza de Dios que es el ser humano- pero jamás la destruye. 

La acción, según esto, de la Iglesia, cuando se producen atropellos a esa dignidad connatural del ser humano, es doble: de anuncio y de denuncia. De anuncio y explanación de esa excelsa dignidad humana y de denuncia seria de los atropellos contra ella. Faltaría a su misión y función, si no lo hiciese. 

Fiel a esa misión y función es lo que ha hecho la Iglesia en la República Dominicana respecto a la presencia haitiana. Ya en 1980, en su Carta Pastoral del 30 de noviembre, después de exponer diversas exigencias concretas de la dignidad humana en nuestro país, la Conferencia del Episcopado Dominicano añadía: "A este propósito nos vemos obligados a hablar breve pero severamente sobre la contratación de haitianos para el corte de caña, mal endémico nuestro, que ha llegado hasta dañar objetivamente la imagen de la patria a nivel internacional. 

Son muchos los aspectos que reclaman, sin demora, solución: el estilo de vida de los bateyes; los salarios; la asistencia social que se les ofrece; las condiciones de trabajo; el peso de la caña; los contratos mismos; los sistemas de pago; la traída y retorno de los braceros; y los modos concretos de realizarlos. En ninguno de estos aspectos puede ser lesionada la justicia. Sin embargo lo está siendo. Urge, pues, adoptar las medidas más eficaces para que la dignidad humana de nadie sufra detrimento". Es triste que a veinticinco años de distancia tengamos que expresarnos de la misma manera.

46. Respecto al anuncio y denuncia, confesamos que es más fácil hacer el anuncio que la denuncia sujeta a muchas extralimitaciones. En lo que se denuncia, en el modo de hacerla y dónde se hace.

Es justo también decir que a la hora de reclamar la Iglesia los derechos que les asiste a haitianos legales e ilegales, debe reclamar, también, los derechos que les asisten a los gobiernos para reglamentar toda inmigración y la obligación de todo inmigrante de respetar esos derechos y someterse a la legislación existente. 

* * * * * * 

Sintetizamos. Nuestro planteamiento es claro. 

1. El fenómeno de la creciente inmigración haitiana hacia nosotros es grave.

47. Lo es: por la situación precaria de Haití que la provoca; por el modo irregular como mayoritariamente se hace; por las implicaciones internacionales empeñadas en que nosotros solos asumamos el problema de Haití; por nuestra incapacidad para hacerlo; por las diferencias culturales que podrían generar continuos conflictos; por las complicidades nuestras inadmisibles y corruptas que genera; por las distorsiones económicas que produce siendo empleados ilegalmente al margen del Código de Trabajo; por el retraso de la modernización de nuestro sistema productivo por la mano de obra barata y no cualificada que oferta y es aceptada y por el desplazamiento de mano de obra dominicana, más exigente en la retribución y en el cumplimiento con las cargas sociales, aumentando así el desempleo nacional. 

2. El Gobierno está obligado a enfrentar sin demora y con seriedad este reto. 

48. Como Estado de Derecho, que somos, debe: ordenar este fenómeno migratorio sin prejuicios, con visión positiva de la inmigración y con serenidad; legislar como ya lo ha hecho; crear eficaz y rápidamente las Instituciones e instrumentos operativos que la ley exige; y vigilar de cerca el cumplimiento de lo legislado.

En el cumplimiento de lo legislado debe poner el mayor empeño en que ningún derecho humano sufra detrimento alguno y debe armonizar en todo momento los derechos inalienables de todo inmigrante y los derechos de la nación que lo recibe. 

Dada la situación actual del mundo, las comunidades nacionales y los Gobiernos, que las representan, deben ser no solamente justos sino también solidarios. El Gobierno Dominicano, en solidaridad con el hermano pueblo haitiano, debe decir al mundo entero, sobre todo a las naciones poderosas y entre estas a las más vinculadas con el pueblo haitiano, que ayuden generosa y solidariamente a Haití a salir de su situación con toda clase de positivos aportes y contribuciones y con el debido respeto a su inviolable dignidad.


3. El papel de la Iglesia ante la inmigración haitiana es muy distinto al del Estado Dominicano en virtud de su misión y función universal y espiritual.

49. La salvación de Cristo es universal. El destinatario de su acción pastoral es el ser humano, cualquiera que sea su raza, su nación, su religión, su situación social, económica o legal. A todos debe llegar la "buena nueva" de la salvación y sus efectos. A todos debe llegar su amor y solicitud. Atender a todas sus necesidades sobrenaturales y naturales, espirituales y materiales, es un imperativo del precepto divino de amar al prójimo como a nosotros mismos y una urgencia en virtud de la identificación de Cristo con el necesitado. Aquí radica la opción preferencial de la Iglesia por los pobres. 

Consciente la Iglesia de la inviolable dignidad de todo ser humano por ser imagen y semejanza de Dios, debe hacer todo lo posible para restaurar plenamente esa dignidad y defenderla contra toda clase de atropellos. Siendo todo ser humano, sujeto de derechos y deberes, la Iglesia debe hacerle a él y a la sociedad conscientes de ellos y lo debe hacer firmemente a través del "anuncio" y de la "denuncia" hecha con amor sin detrimento de la justicia, buscando la paz y la fraternidad. La violencia engendra violencia y no es solución.

Desde todos estos planteamientos, la Iglesia seguirá atendiendo y ayudando a todos y todas, pero con especial solicitud a los más pobres, desamparados, marginados o maltratados, dominicanos o haitianos. Y a este propósito le pedimos al Centro de Coordinación y Animación Pastoral Haitiana redoble sus esfuerzos, su dinamismo y sus programas de atención espiritual y material a los haitianos de acuerdo a su misión, con pautas concretas pastorales, animando y coordinando la acción de los que directamente trabajan con las comunidades o grupos haitianos. Todo ello dentro de nuestro actual Plan Nacional de Pastoral.


* * * * * *


50. Como la oración todo lo alcanza, contando con los méritos de Jesucristo y poniendo por intercesora a nuestra protectora la Virgen de Altagracia, pedimos fervientemente a Dios Nuestro Padre y Señor que, con la solidaridad de todos, los graves problemas de nuestra hermana nación haitiana encuentren una justa solución.

 


*Santo Domingo, D. N., 1° de Noviembre de 2005

 

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