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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 102, December 2006

 

 

Mensaje para las X Jornadas Migratorias de Chile

 

 

Ciudad del Vaticano, 10 de Octubre de 2006

 

 

Prot. N. 2623/2006/M

 

 

Con ocasión de las X Jornadas Migratorias Internacionales, que tendrán lugar en Santiago de Chile, en los días 10 y 11 de noviembre de 2006, este Pontificio Consejo envía un cordial saludo, ofreciendo sus oraciones por el buen éxito de la celebración.

Como lo afirmó el Papa Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante de este año, la migración es uno de los “signos reconocibles de los tiempos, hoy”, un fenómeno que ha asumido “características estructurales”.

En Chile se han experimentado numerosos aspectos de la migración. Muchos chilenos han tenido que abandonar su patria por motivos económicos, políticos y de distinto tipo. Han vivido en el exterior durante decenios, pero un gran número de ellos ha regresado ahora con sus familias. Sin embargo, muchos han decidido permanecer en el país de adopción. Chile se ha convertido en meta de atracción para los argentinos, peruanos, bolivianos y ecuatorianos. Desafortunadamente, muchos de ellos están en situación irregular, principalmente porque se les vence la visa.

Sin lugar a dudas, la migración es, al mismo tiempo, un reto y una oportunidad. 

Como signo de los tiempos, de hecho, la migración se puede considerar “un signo de la viva presencia de Dios en la historia... [y] una oportunidad providencial para realizar el plan de Dios de una comunión universal” (EMCC 9). Desde luego, la movilidad humana está llevando a la humanidad hacia esta familia universal.

Desde esta perspectiva, la aflicción y la pena que acompañan la migración se pueden considerar como “la expresión de los dolores de parto de una nueva humanidad” (EMCC 12), y “un doloroso llamamiento a la verdadera fraternidad” (ibid.). La migración misma se puede considerar también como “un desafío a descubrir y valorizar en la construcción de una humanidad renovada y en el anuncio del Evangelio de la paz” (EMCC 14).

Son, todos estos, buenos motivos para celebrar las Jornadas Migratorias Internacionales. Tanto los chilenos que están en el exterior, como los que han regresado, necesitan, de distintos modos, una atención pastoral. Quizás aún más los otros latinoamericanos que han inmigrado a Chile. La Iglesia tiene que estar allí donde las personas están, y ser una expresión del amor de Cristo especialmente por los pobres, los marginados, los que sufren, como por lo general son los migrantes: “Se trata de un desafío al que todos los cristianos deben responder, más allá de la buena voluntad y el carisma personal de algunos” (EMCC 3).

Que la celebración de estas Jornadas logre proporcionar medios concretos para estar con las personas en movimiento, para compartir con ellas sus alegrías y sus penas, y para valorar sus propias culturas y tradiciones. Que sea un testimonio de una sociedad multicultural que marcha hacia la dimension intercultural. Que proporcione a los inmigrantes la experiencia de ser una sola Iglesia con los chilenos y ofrezca la oportunidad de discutir los problemas que los acosan para encontrar soluciones adecuadas. Que dé, al mismo tiempo, a los emigrantes que han regresado, la alegría de sentirse nuevamente en casa en el país que dejaron hace tanto tiempo y prácticamente desconocido para sus hijos.

Que dé también la posibilidad, a la Iglesia que está en Chile, de valorar la oportunidad de colaborar con las Iglesias locales en los países donde los chilenos han emigrado, y la eficacia de la atención que se está prestando a los fieles en el exterior. Desde luego, no se tendrá que olvidar el diálogo con las Iglesias de origen de los inmigrantes.

La Virgen María, que fue migrante y refugiada, les acompañe a todos ustedes en esta celebración. 

Con un atento saludo en el Señor,

 

Renato Raffaele Cardenal Martino

Presidente

 

 

+ Arzobispo Agostino Marchetto

Secretario

 

 

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