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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 102, December 2006

 

 

MENSAJE POR LAS JORNADAS NACIONALES

 DE PASTORAL DEL TURISMO

(El Escorial, España, 23-25 de octubre de 2006)

 

 

Ciudad del Vaticano, 7 de Octubre de 2006

 

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Al celebrar en El Escorial las Jornadas Nacionales de Pastoral del Turismo, organizadas por el Departamento de Turismo, Santuarios y Peregrinaciones de la Comisión Episcopal de Pastoral de la Conferencia Episcopal Española, me es grato enviarles mis mejores votos por el éxito de este evento eclesial.

La “Presencia de la Iglesia en el turismo” -tema de Vuestra reunión- no es cosa reciente. Lo atestigua, por ejemplo, el primer Mensaje que Su Santidad Pío XII dirigió a los participantes al Congreso Nacional del “Club Alpino Italiano” en septiembre de 1948. De todos modos es significativo constatar como las diversas Iglesias locales fueron dando una respuesta pastoral a este nuevo fenómeno humano.

Hoy, pues, podemos decir que la “Presencia de la Iglesia” en el vasto y complejo mundo del turismo se extiende a lo largo y ancho del planeta a pesar de que, como en toda realidad humano-divina, hay luces y sombras en tal presencia.

El Concilio Vaticano II en su Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual así encomienda:“Empléense los descansos oportunamente para distracción del ánimo y para consolidar la salud del espíritu y del cuerpo, ya sea entregándose a actividades o a estudios libres, ya a viajes por otras regiones (turismo), con los que se afina el espíritu y los hombres se enriquecen con el mutuo conocimiento” (GS n. 61). 

En el Decreto Conciliar Christus Dominus, también el cuidado pastoral de la movilidad humana, donde el turismo es incluido, está sujeto a la siguiente recomendación “Téngase solicitud particular por los fieles que, por la condición de su vida, no pueden gozar suficien- temente del cuidado pastoral, común y ordinario de los párrocos o carecen totalmente de él, como son la mayor parte de los emigrantes, los exiliados y prófugos, los navegantes por mar o aire, los nómadas y otros por el estilo. Promuévanse métodos espirituales adecuados para fomentar la vida espiritual de quienes por razón de vacaciones se trasladan temporalmente a otras regiones. Las Conferencias de los Obispos, señaladamente las nacionales, estudien diligentemente los más urgentes problemas que afectan a las personas susodichas y con instrumentos e instituciones adecuadas atiendan y fomenten su vida espiritual con voluntad concorde y unión de fuerzas, atendiendo ante todo a las normas que ha dictado o dictare la Sede Apostólica, convenientemente acomodadas a las circunstancias de tiempos, lugares y personas” (Christus Dominus, n. 18).

El Papa Juan Pablo II, además, en línea conciliar, reconoce al turismo como signo de los tiempos, al dirigirse a los Operadores del sector turísticos, así: “La Santa Sede, mientras se reconoce no directamente competente acerca de los aspectos tecnicos-profesionales, es habilitada a seguir la dialectica de su debate y a pronunciar una palabra orientativa, particularmente por que el turismo, elevado a tal importancia de ser indicado como uno de los “signos de los tiempos”, es una realidad capaz de modificar profundamente las condiciones sociales, la mentalidad y las costumbres de la presente generación” (Mensaje a los Operadores del sector turistico, Roma, 27 de septiembre 1982; cfr. la intevención del Arzobispo Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes en el “Primer Encuentro Continental [en América Latina] de Pastoral del Turismo”, bajo el titulo El Magisterio de la Iglesia y el Turismo, signo de los tiempos, Bogotá, Junio 2006: véase People on the Move N° 101, 149-161).

De todos modos dentro del amplio mundo del turismo, signo de los tiempos, el así llamado turismo religioso, nos es más presente, por que allí la misma Iglesia sale al encuentro de quien visita, respondiendo a la necesidad humano-espiritual de los creyentes y tambien de los que no creen.

 Para la Iglesia la Pastoral del Turismo es pues un ministerio donde, entre otras cosas, se trata de salvar la autentica cara humana del turismo y establecer el arte de viajar, considerando que se trata de algo más que un negocio o una industria, porqué es un fenómeno socio-cultural. Su Santidad Benedicto XVI, con ocasión de la Jornada Mundial del Turismo de este año, afirmó por tanto que es un “fenómeno social importante en el mundo contemporáneo”(Audiencia General, Miércoles 27 de septiembre 2006).

En este contexto me parece justo reconocer que en España también, en las últimas décadas, se han dado importantes pasos en el servicio pastoral de los turistas, especialmente hacia comportamientos más éticos y responsables en relación al ambiente.

Con este servicio hay que considerar el hecho que el mismo patrimonio cultural-religioso es también un elemento de valor turístico, construido o creado por las personas a lo largo de la historia, en sus ciudades y pueblos, iglesias y monumentos.

Y en España -como todos sabemos- el patrimonio cultural-religioso es vasto y de gran riqueza y, por eso, turismo y cultura pueden asociarse legítimamente y constituir un conjunto de oportunidades de evangelización, al menos implícita, para el turista y el visitante. Por otro lado, el turismo cultural bien gestionado preserva el patrimonio religioso, de la misma manera que la cultura fomenta valores vinculados a la paz, valores del espíritu, con respecto de la legitima diversidad de culturas y opiniones.

De todos modos, en tal contexto evangélico hay que denunciar aquel desarrollo turístico que prescinda de la cultura de la dignidad de la persona humana y no se preocupa de la sustentabilidad del mismo turismo.

Con hincapié en tal aspecto humano vamos en fin -ayudados por una citación- a considerar la importancia de lo que es cristiano, eclesial, en nuestras comunidades, en dirección de un turismo sostenible. El Papa Juan Pablo II decía al respecto: “El creyente encuentra en su fe un impulso eficaz que lo orienta en su relación con el medio ambiente y en su compromiso  de  conservar  su integridad para bien del hombre de hoy y de mañana. Por tanto, me dirijo especialmente a los cristianos, para que aprovechen el turismo también como una ocasión de contemplación y de encuentro con Dios, Creador y Padre de todos, y así se fortalezcan en el servicio a la justicia y a la paz, en fidelidad a Aquel que prometió cielos nuevos y una tierra nueva (cf. Ap 21, 1)”(Mensaje, Jornada Mundial del Turismo, 27 de septiembre 2002).

Puedo añadir, para concluir, que otra dimensión a tener en cuenta es la social ( léase turismo social), que significa hacer lo posible para que el turismo sea accesible a todos, que quiere decir también ampliar la capacidad intercultural del mismo, un aspecto todavía poco desarrollado.

En un mundo, como el nuestro, adonde son constantes los conflictos, una nueva ventana se abre pues en la visión del turismo, la de ser un vector de Paz.

Que el Señor Jesús, Príncipe de la Paz, bendiga las tareas y los frutos de este encuentro en los caminos de la Paz y la Fraternidad entre los Pueblos.                                               

 

Renato Raffaele Cardenal Martino

Presidente

 

 

+Agostino Marchetto 

Arzobispo Secretario

 

 

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