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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 107 (Suppl.), August 2008

 

 

DOCUMENTO FINAL 

I. El acontecimiento

Del 10 al 13 de septiembre de 2007, se llevó a cabo en Lourdes (Francia) el V Congreso Europeo de Pastoral de Peregrinaciones y Santuarios, una cita que reúne periódicamente a los Directores de las peregrinaciones y a los Rectores de los santuarios de Europa. Estaban representados los siguientes 19 países: Alemania, Andorra, Austria, Bélgica, República Checa, Croacia, España, Francia, Gran Bretaña, Hungría, Irlanda, Italia, Lituania, Polonia, Portugal, Rumanía, Rusia, Suiza y Ucrania. El Congreso fue promovido por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes en colaboración con los Santuarios de Nuestra Señora de Lourdes, y el tema era el siguiente: Peregrinaciones y Santuarios, caminos de paz, espacios de misericordia, inspirado en el llamamiento de la Inmaculada, en las apariciones de Lourdes, a rezar por los pecadores, y en la misma línea del Mensaje del Santo Padre para la Jornada de la Paz 2007, centrado en La persona humana, corazón de la paz. En él, Benedicto XVI ponía de relieve la necesidad de la paz en la sociedad contemporánea, en la que los derechos humanos se ven sometidos a continuos ataques (cf. n. 12). Tantas formas de violencia generan la venganza. La paz puede surgir, por tanto, sólo de la reconciliación, mientras el perdón puede nacer del ejercicio de la misericordia, implorada a Dios y ofrecida a los hermanos: “perdonaos mutuamente como Dios os ha perdonado por medio de Cristo” (Ef 4, 32).

El Congreso se proponía animar a los Directores de las peregrinaciones y a los Rectores de los santuarios a buscar, juntos, los medios para promover y aumentar esa dinámica de la misericordia que nace de la fe, pero que se apoya también en la razón.

Los trabajos fueron formulados y programados para dar espacio e importancia a los temas de la justicia, la solidaridad, la verdad y la libertad, las cuatro columnas que sostienen el edificio de la paz. Además, se procuró ofrecer nuevas motivaciones para la acción, con el fin de ayudar a los creyentes en su anhelo de encontrar el rostro de Dios, y dar valor a la relación profunda entre el fiel y lo sagrado, descubierta de nuevo en el recogimiento y en el silencio. 

La ceremonia de apertura del Congreso comenzó con la lectura del mensaje, que llevaba la firma del Cardenal Tarcisio Bertone, y en el cuál el Santo Padre enviaba su bendición y sus votos a los participantes. El Papa expresaba el deseo de que el encuentro facilitara una contemplación siempre más viva de Cristo, Verbo del Padre, para suscitar un testimonio evangélico creciente y generoso.

El alcalde de Lourdes, señor Jean-Pierre Artiganave, al dar la bienvenida a los presentes, invitó a observar el siempre mayor desarrollo de las peregrinaciones, con miras a una mejor organización.

El Emmo. Cardenal Renato Raffaele Martino, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, introdujo los trabajos del Congreso y se dirigió a los participantes teniendo en cuenta dos características fundamentales del continente europeo: las comunes raíces cristianas y la creciente movilidad de las personas y las ideas. La Iglesia está llamada a interpretarlas ─ dijo ─ promoviendo la fraternidad y la solidaridad.

El Cardenal aprovechó la ocasión de la próxima celebración en Lourdes, a partir del ocho de diciembre próximo, del 150º aniversario de las apariciones de la Virgen a Bernadette, para subrayar la importancia de pedir al Padre el don de un corazón de niño, apto a acoger la Buena Nueva y, por tanto, la conversión, gracia principal de toda peregrinación. El tema pastoral de los Santuarios de Lourdes de este año lleva la siguiente exhortación: “Dejáos reconciliar con Dios”. En el camino espiritual de la peregrinación, cada uno está llamado, pues, a experimentar el amor y especialmente el perdón de Cristo. Es preciso, por consiguiente, ayudar a los peregrinos a hallar el debido recogimiento para que, en el silencio y en la comunión mutua, descubran a Dios que habla de paz a su corazón, siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, que se dejó guiar por la experiencia de Dios-Amor, transformándose en hombre de paz, de tolerancia y de diálogo.

En un mundo ─ siguió el Cardenal Martino ─ que pone la enfermedad y la debilidad al margen de la sociedad, los Directores de las peregrinaciones y los Rectores de los santuarios testimonian que el corazón de Dios es ante todo misericordia. Pero el ejercicio de esta última debe ir más allá de los laboratorios de espiritualidad constituidos por los Santuarios y las Peregrinaciones, para que la dignidad de toda persona humana esté en el centro de nuestras preocupaciones, como todos los problemas de la sociedad de nuestro tiempo.

El Obispo de Lourdes, S.E. Mons. Jacques Perrier, dirigió luego un saludo a los participantes, centrando su discurso en el 150º aniversario de las apariciones de la Virgen, al que se está preparando el Santuario. En 2008, Lourdes celebrará ese jubileo. Según la Biblia, un jubileo es un “año de gracia”, de alegría, de liberación y un nuevo punto de partida. La Iglesia ha adoptado esa tradición bíblica y los Pontífices han proclamado periódicamente un año santo, pero también jubileos extraordinarios. Las apariciones tuvieron lugar en 1858, precisamente en un año jubilar extraordinario. En ellas encontramos los elementos que el Papa y el Obispo de entonces deseaban para ese acontecimiento: catequesis, oración y penitencia. La joven Bernadette, aunque no gozara de una buena salud ni de un bienestar económico, transmitía una gran alegría. Desde entonces, cada día se cumple en Lourdes, en cierto sentido, la gracia del jubileo: “anunciar la buena noticia a los pobres,... proclamar la liberación a los cautivos y dar la vista a los ciegos” (Lc 4, 18-19). Lourdes es un “jubileo permanente”.

El teólogo Prof. José da Silva Lima, de la Universidad Católica Portuguesa en la sede de Braga, fue el primero que profundizó el tema: Peregrinaciones y Santuarios como espacios de misericordia, y explicó que la gracia es otorgada al que entra en el Santuario y se deja sorprender por Dios, como sucedió a Zacarías cuando entró en el “Santuario” y escuchó la voz de la promesa. El Relator continuó afirmando que en el Evangelio el Santuario no está solamente en Jerusalén, sino también en Nazareth, por estar María llena de gracia y el Verbo hecho carne en Ella. Además, desde que María se puso en camino, el amor definitivo, la Misericordia, no está sólo en Nazareth, en un único lugar: habita en toda la humanidad.

Subrayó, luego, que la misericordia no tiene patria, pero está presente en todas partes; no tiene casa, pero está en todas las casas que escuchan la Voz y dejan “entrar la salvación”. La misericordia es para siempre, y se dirige a todas las categorías de la sociedad. No excluye a nadie, pero está sobre todo en favor de los más pobres y de los afligidos. El Prof. da Silva terminó afirmando que experimenta la misericordia sólo aquél que ama mucho, que escucha, que llora, por ejemplo, la agonía de un inocente, enjuga la sangre que él ha derramado y se apresura a ir a aspirar, en la tumba, el perfume nuevo de la Resurrección.

Siguió la intervención del Prof. Jean-Yves Baziou, de la Universidad católica de Lille (Francia), quien habló sobre las Peregrinaciones y los Santuarios como caminos de paz. Para la Biblia, la paz es una cualidad y una finalidad del hombre, la condición que permite vivir la unidad humana dentro del respeto de las diferencias de cada uno. La peregrinación a Jerusalén se proponía la unidad del pueblo de Israel y además la unidad de las Naciones, llegando a ser un camino de reconocimiento mutuo. Jesús se presentará como portador de paz y responderá a la violencia con la mansedumbre. Con él, el Santuario en el que Dios reside es su pueblo, es decir, una humanidad reconciliada en la paz.

Hoy como ayer, todo peregrino deja su tierra natal para hallar la paz interior y vivir una experiencia de fraternidad. En el Santuario encuentra nuevas y amplias relaciones humanas, además de cristianas, y puede compartir un sentimiento común de humanidad. El Santuario prefigura y anticipa también la paz que se espera en el otro mundo: es un espacio de alegría en un mundo a menudo conflictivo, y despierta la conciencia de la unidad de la Iglesia y de su universalidad. Peregrinaciones y Santuarios contribuyen, en todo caso, a tres situaciones de paz: la paz consigo mismo, con los demás y con Dios.

Se dio enseguida a los participantes un tiempo para hacer preguntas a los relatores y reunirse en grupos de estudio; estos últimos se desarrollaron en tres sesiones, introducidas por el Rvdo. Padre Raymond Zambelli, Rector de los Santuarios de Lourdes.

Una primera mesa redonda, cuyo moderador fue el Rvdo. Padre Francis Goossens, S.M., capellán de las peregrinaciones en Bélgica, tenía el objeto de dar sugerencias sobre cómo preparar a los fieles peregrinos al Sacramento de la Penitencia o Reconciliación. Tomaron parte en ella los siguientes cuatro relatores, procedentes, respectivamente, de Francia, Portugal, Suiza francófona y Ucrania.

El Rvdo. Padre Michel Bravais, Presidente de la Asociación Nacional de Directores Diocesanos de las Peregrinaciones de Francia, explicó que la peregrinación es una iniciación a la vida cristiana como camino de conversión y de preparación al Sacramento de la Penitencia o Reconciliación. Luego desarrolló algunos aspectos de esa iniciación, que implica la partida, necesaria para hallar lo esencial: la aceptación del otro, el encuentro con culturas o también con religiones diferentes, hasta el amor a los propios enemigos. Lo que permite que los fieles se dejen realmente convertir por Dios es la escucha de la Sagrada Escritura, como nos recuerda el Concilio Ecuménico Vaticano II. Los rituales de la peregrinación ayudan a que el fiel descubra a Cristo.

El Rvdo. Virgilio do Nascimento Antunes, Director del Servicio de Peregrinaciones del Santuario de Nuestra Señora de Fátima (Portugal), recordó que el Santuario abre al peregrino a la reconciliación, al reiterarle el llamamiento de la Virgen a la conversión, en el contexto de la escucha del Evangelio y de la celebración de la Liturgia. Por ser un lugar de numerosos retiros espirituales, de formación catequética y teológica, de peregrinaciones individuales, familiares y de grupo, el Santuario da a todas las actividades que en él se desarrollan una dimensión de reconciliación. El punto culminante de la pastoral de la reconciliación es la celebración del Sacramento de la Penitencia, expresión del poder de reconciliación de la Iglesia. El Santuario, como lugar privilegiado de oración litúrgica y personal, facilita la comunión con Dios, fuente de todo momento de conversión y reconciliación. El sacrificio reparador de los propios pecados y de aquellos de los hermanos es un aspecto central del mensaje de Fátima. Las penitencias que los fieles se imponen, las largas caminatas y los pequeños sacrificios diarios por los “pobres pecadores”, dan a toda la peregrinación un aspecto penitencial. El Santuario es un lugar de confesión de la fe católica, esto implica el reconocimiento del ser humano como hijo de Dios Creador, y el reconocimiento, por parte del hombre, de la santidad de Dios.

El Rvdo. Michel-Ambroise Rey, Canónigo de la Abadía de San Mauricio, Delegado de la Pastoral del Turismo y del Tiempo Libre en la Suiza francófona, señaló que en su Abadía existe siempre la posibilidad de llamar a un sacerdote al confesionario, como en muchos conventos de los Padres Capuchinos. Además, hay un cierto número de sacerdotes disponibles para las celebraciones penitenciales con absolución individual. La peregrinación continua en el Santuario de Notre-Dame du Scex, a veinte minutos, a pie del monasterio, es una ocasión especial para celebrar el Sacramento de la Reconciliación. En las diócesis de habla francesa se organizan peregrinaciones alpinas al Gran San Bernardo, retiros en la montaña, y semanas de camino y espiritualidad, promovidas por los Canónigos del Gran San Bernardo, por los Padres Jesuitas, por la comunidad “Eucharistein”, por las “Béatitudes” y por el “Verbe de Vie”: son otras tantas ocasiones en las que los discípulos de Cristo pueden recibir el Sacramento de la Reconciliación en el contexto sugestivo de la montaña. Los Santuarios de Notre-Dame des Marches, Bourguillon y Vorbourg acogen siempre a numerosos penitentes y, con el espíritu de la peregrinación, reconcilian a hombres y mujeres entre sí y con el Señor.

El Rvdo. Padre Roman Dutchak, delegado de la Eparquía de Ternopil-Zboriv (Ucrania), presentó algunos datos históricos sobre el Santuario de Zarvanyzia, a partir del siglo XII, hasta llegar a su mayor desarrollo registrado en los años 1990-1996. Luego explicó cómo se preparan los fieles a la peregrinación y también al Sacramento de la Penitencia, y cómo la Iglesia en Ucrania pudo salir de las “catacumbas” y reconstruir el santuario destruido. En 2004 se realizó en él una inmensa peregrinación ucranio-polaca de amor y de perdón, en la que participaron 200 mil peregrinos de esos dos pueblos vecinos. Se ha programado para julio del año próximo una peregrinación de las familias de toda la Iglesia Greco-Católica ucraniana.

En la segunda mesa redonda, de la que era moderador el Rvdo. Sebastián Taltavull, Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Pastoral de España, se discutió sobre cuál es la pastoral de acogida más indicada en los Santuarios para animar a los peregrinos a recibir el Sacramento de la Penitencia o Reconciliación. Intervinieron los siguientes tres expertos, procedentes, respectivamente, de Austria, Francia y España:

El Rvdo. Padre Robert Bösner, OSB, portavoz del Grupo de Trabajo austriaco para la Pastoral de las Peregrinaciones, indicó en su aportación, dividida en tres partes, cómo es de importante María, la Virgen Inmaculada y Madre de Dios, en el contexto de esta segunda mesa redonda. Esto se realiza a través del mensaje de Fátima, que se ha de considerar como un estímulo para que en la Iglesia haya una actitud de penitencia, y como una invitación a un mayor esfuerzo para no pecar y arrepentirse. Además, la siguiente invocación para la remisión de los pecados, formulada por María misma: “Oh Jesús, perdona nuestras culpas, sálvanos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas de tu misericordia”, que se agrega al final de cada decena del Rosario, ayuda a fortalecer la actitud de fe. El P. Bösner transmitió luego las sugerencias que los agentes de pastoral de las peregrinaciones de Austria le habían enviado con ocasión del Congreso.

Mons. Patrick Jacquin, Rector-Arcipreste de Notre-Dame de París y Presidente de la Asociación de Rectores de los Santuarios de Francia (ARS), destacó, en su intervención, la importancia de los 140 santuarios de Francia para los peregrinos. El clima que se respira en esos lugares, las huellas de la vida de los Santos, las reliquias, la presencia de María y su actitud materna, animan a los visitantes a ser peregrinos, y a los peregrinos a adelantar por el camino de la santidad, de la conversión o de la curación. Personas que habitualmente permanecen lejos de los Sacramentos, en los Santuarios se acercan a la Eucaristía y a la Reconciliación. Los jóvenes descubren en ellos ritos y tradiciones vivas, que les invitan a acercarse a la fe. En los últimos años, el número de visitantes ha ido aumentando hasta un millón, llegando, hoy, a los 43 millones en toda Francia. Los Santuarios son uno de los pulmones de la vida eclesial, el otro pulmón son las parroquias. Los visitantes y peregrinos implicados en la movilidad humana tienen necesidad de estos lugares estables, siempre abiertos y acogedores. Los Santuarios son como el buen corazón del hombre, llenos de gracia, de amor y de misericordia en Jesucristo, a través de María.

El Rvdo. Padre Josep-Enric Parellada, OSB, Director del Departamento de Pastoral de Turismo, Santuarios y Peregrinaciones de la Comisión Episcopal de Pastoral de la Conferencia Episcopal Española, dijo que, hoy como siempre, los Santuarios son lugares o momentos en los que es posible el encuentro con Dios. Eso hace que el peregrino y el visitante puedan mirar hacia su vida pasada, hacia el presente y sobre todo hacia el futuro, desde la perspectiva de Dios. Éste es el significado de la conversión: no seguir mirando con los propios ojos, sino con los de Dios. Es preciso, desde luego, decir que en el Santuario no sólo el hombre busca a Dios, sino que Dios viene directamente a hablar al hombre y a mostrarle el camino para llegar hasta Él. Él mismo le indica el camino de la conversión, que pasa por la celebración sacramental de ese encuentro. Los responsables de la acogida en los Santuarios deben esmerarse por encontrar formas y actitudes que ayuden a los que van al Santuario a sentirse llamados a la conversión. Eso significa comprender, explicar, dialogar y orar. El Padre Parellada subrayó, además, la importancia de la experiencia de fe que viven los peregrinos y los visitantes que van al Santuario y habló de su comportamiento o actitud cuando se acercan al confesionario. La meta es, nuevamente, el hombre que va a encontrarse con Dios y descubre que Él lo esperaba, y Él era el peregrino que, día tras día, caminaba por el mismo sendero de su vida.

En el programa estaban previstas también tres conferencias de expertos. Estos afrontaron el tema desde la perspectiva de la justicia; la libertad y la verdad; la solidaridad y el amor. El moderador fue el Rvdo. P. Caesar Atuire, Administrador Delegado de la Opera Romana Pellegrinaggi (Italia).

Mons. Richard Mohan, Prior del St. Patrick’s Purgatory (Irlanda), recordó que los Romanos Pontífices, en particular Juan Pablo II y Benedicto XVI, han subrayado constantemente que los dos valores fundamentales que definen la justicia son la persona y la comunidad. Por tanto, la tarea de las Peregrinaciones y de los Santuarios debe consistir en promover el respeto de las personas y construir relaciones de justicia y de solidaridad. El tema del desierto es fundamental en la peregrinación y en los retiros. En Lough Derg, en el Santuario de St. Patrick, los peregrinos están aislados y a la merced de los elementos atmosféricos. Experimentan la pobreza, la igualdad, el hambre, la fatiga y la impotencia ante fuerzas que no pueden controlar. Todo esto los lleva a interrogarse sobre la tolerancia, la libertad y el respeto a los demás. En el Sacramento de la Reconciliación y en la Eucaristía, ellos celebran su fraternidad en Cristo y son interpelados por la Buena Nueva. Esta peregrinación al santuario, que puede acoger sólo algunos centenares de peregrinos, es una experiencia intensa, personal, estimulante, y un compromiso a seguir a Cristo. Los peregrinos terminan curados y fortalecidos.

Mons. Carlo Mazza, Director de la Oficina Nacional para la Pastoral del Tiempo Libre, Turismo y Peregrinaciones (Italia), dijo que la relación entre peregrinación y santuario es profunda, y se ha hecho, en el tiempo, intrínseca y estructural, delineando la característica peculiar de un camino de fe y de una “historia” propia que sigue las huellas de la “Historia de la Salvación”, mucho más grande que ella. Desde esta perspectiva, Mons. Mazza se proponía, con su aportación, verificar la posibilidad de incluir, entre la peregrinación y el santuario, auténticos “caminos de paz”, ya experimentados y posibles de experimentar, en función de la persona y de las relaciones entre pueblos, etnias, culturas y religiones.

En el marco de referencia definido, el Dios de la revelación bíblico-cristiana se presenta como aquél que se auto-comunica durante la peregrinación del hombre histórico, mostrándole el rostro auténtico de la verdad y de la libertad. De aquí la importancia de la experiencia de “caminar” en la verdad de Dios, para comprender más radicalmente la verdad del hombre, recordando las palabras de Jesús: “Aquél que actúa conforme a la verdad, se acerca a la luz” (Jn 3, 21). Además, el Dios de la revelación bíblico-cristiana se manifiesta como absoluta e incondicionada libertad, a diferencia del hombre atormentado por inquietudes aparentemente insuperables. Así pues, si Dios es libre en su identidad más profunda, el hombre es libre en su deseo de libertad, satisfecha sólo con la acogida al Otro como necesario. En la peregrinación, la libertad del hombre dispone del espacio de la decisión. Iluminado por la fe, pasa del mero deseo a la realidad, liberándose del pecado gracias a la fe y a los Sacramentos de la fe. Por esto se trata de crear, en el Santuario, las condiciones de una acogida adecuada y lugares de disponibilidad para el coloquio espiritual, como signos de una libertad que respeta y de una escucha profunda de las exigencias del peregrino.

Es urgente, pues, construir al hombre “a la medida de Cristo”, que fue enviado por el Padre para realizar la alianza eterna y establecer la “paz mesiánica”. Es evidente que, para establecer la verdadera paz, es necesario seguir al “Príncipe de la paz”, superando, con una auténtica “conversión”, los múltiples prejuicios que invalidan la mente y el corazón. En esta “circunstancia” de gracia, surge la “paz” como acontecimiento realmente pascual, según las palabras de saludo del Resucitado: “¡La paz esté con vosotros!” (Jn 20, 19). Es una paz que queda grabada en la conciencia y es ratificada, por decirlo así, en el Santuario, donde se constituyen específicas y nuevas coordenadas de la existencia personal y nuevas relaciones con los demás, para ser “verdaderamente libres en Cristo” (cf. Gal 5, 1ss.).

El Prof. Antoni Jackowski y la Dra. Izabela Soljan, del Instituto de Geografía y Administración del Territorio, en la Universidad Jaghellonica de Cracovia (Polonia), Cátedra de Geografía de las Religiones, redactaron una relación sobre Las peregrinaciones como manifestación de la solidaridad entre los seres humanos. Las peregrinaciones que se originan en la religión y en las creencias acompañan al hombre en todas las etapas del desarrollo de las culturas y de las civilizaciones. Poseen casi una naturaleza supraconfesional y supratemporal. La peregrinación es un tipo de camino realizado con objetivos religiosos, que termina con la visita a los lugares sagrados.

En la tradición cristiana, la peregrinación constituye una de las expresiones públicas y comunitarias de la piedad. Es necesario buscar su origen en la Biblia. Se trata, por tanto, de un fenómeno religioso, pero también social y cultural, que ha dado lugar a una “cultura” particular. Las peregrinaciones a pie han creado siempre un sentido comunitario entre los peregrinos, tejiendo entre ellos un hilo invisible de paz, dando vida a un sentimiento particular de comunidad y solidaridad, tanto religiosa como social y nacional, y llegando a constituir un amplio espacio de solidaridad entre los hombres.

La cuestión fue ilustrada fundándose en el ejemplo de Polonia. Este país ocupa a nivel mundial un lugar importante y tiene una función de primer plano en las peregrinaciones. Podemos considerarlo entre las pocas naciones en las que, desde el principio, existe una gran actividad en el campo de las peregrinaciones. En fin, en los momentos difíciles de su historia, las peregrinaciones han representado un factor esencial para despertar y formar la conciencia nacional polaca.

Durante el último día, fue bastante animada la sesión en la que el relator, S.E. Mons. Gérard Defois, Arzobispo-Obispo de Lille (Francia), dialogó con los participantes respondiendo a sus preguntas. El Prelado subrayó cómo los Santuarios y los lugares de peregrinación son, en nuestras sociedades, lugares simbólicos de reconciliación y de paz, donde se acoge a todas las personas y se otorga un puesto privilegiado a los pobres y a los enfermos. Todo esto, mientras la sociedad da valor únicamente a la fuerza e incluso a la violencia de los potentes. Muchos interrogaron al Señor Arzobispo sobre el Sacramento de la Reconciliación.

S.E. Mons. Defois puso de relieve la dificultad, para el hombre actual, de “vencer el mal con el bien”, según la expresión de San Pablo, pues, si no existen puntos de referencia cristianos, las respuestas ante el mal son la represión, la exclusión o incluso la depresión que a veces lleva al suicidio. Citó también a Benedicto XVI en su último libro “Jesús de Nazaret”: Sólo el hombre reconciliado con Dios y consigo mismo puede realizar una obra de paz a su alrededor. La Liturgia de la Reconciliación abre perspectivas propiamente cristianas, es decir, las de la salvación a través de la Cruz de Cristo y no sólo con esfuerzos morales por parte nuestra. Por esto es importante, para la sociedad misma, que en esos espacios de misericordia constituidos por los Santuarios se ofrezca a todos la Liturgia de la Reconciliación. Esto se puede realizar gracias a un ministerio ordenado que dé el significado objetivo del perdón recibido de Dios mediante el ministerio de la Iglesia.

Al terminar las intervenciones arriba mencionadas, los Participantes en el Congreso aprobaron las Conclusiones y Recomendaciones siguientes: 

II. Conclusiones

1. Cuando el hombre se hace peregrino para buscar y encontrar a Dios, debe recordar también que «Dios viene en Persona a hablar de sí al hombre»[1]. Dios viene hacia nosotros por nuestros caminos de humanidad. El Santuario es, por tanto, un lugar privilegiado donde Dios visita al hombre. Dios peregrina por el mundo para atender al deseo profundo de la humanidad que es la Paz y trazarle el camino de la misma. Nuestra convicción fundamental es que «el Señor es compasivo con su tierra, perdona la culpa de su pueblo y entierra todos sus pecados» (Sal 85, 2-3). Él «quiere misericordia, no sacrificios» (cf. Os 6, 6; Mt 9, 13 y 12, 7).

2. Cuando Dios visita durante las peregrinaciones y en los Santuarios, la misericordia se pone en marcha. El visitante del Santuario, peregrino o turista, pide que se le reciba, que se le acoja tal como es, pues «la paz se debe construir en los corazones»[2].

3. Los Santuarios, cada uno con su propia historia, constituyen el fin provisorio de un viaje en el que todo peregrino debe poder encontrar su pozo de Jacob (cf. Jn 4, 19-20). La Misericordia tiene necesidad de ‘entrañas de humanidad’ para acoger a tantos caminantes llenos de preguntas, cansados y en busca de puntos de referencia y de reconocimiento. En el Santuario hay misericordia (cf. Os 11, 8), pero él no puede dar amor sin ese rostro afectuoso que lo identifica. Todo hombre debe recordar que está sujeto a la gracia de Dios (cf. Rom 8, 34), no hay hombre condenado mientras haya vida.

4. Peregrinaciones y Santuarios favorecen, a la luz de Dios, la paz con uno mismo. Eso implica un esfuerzo de cambio personal y la posibilidad de integrar lo negativo de nuestras existencias para llegar a la tranquilidad del alma, hasta admitir serenamente que somos sólo hombres y mujeres, y que en nuestras vidas la oscuridad está siempre cercana a la luz.

5. En Europa, la conciencia del bien y del mal disminuye, pero, en cambio, aumentan los “complejos de culpa”[3] que minan las conciencias, en momentos en que los puntos de referencia y los valores reciben la influencia de las corrientes de opinión. En la peregrinación y en el Santuario el hombre puede descubrir que la Misericordia lo visita, cada vez que la invita a permanecer con él. El efecto puede ser imprevisto y, al final, ella es capaz de transformar a aquél que ya llevaba en su corazón ese deseo indecible.

6. La calidad de la acogida tiene un papel importante, y se expresa mediante la belleza de los lugares (arreglo, símbolos, lenguajes...), la atención que se presta al seguimiento de las personas y de los grupos, la manifestación de las exigencias peculiares de la vida en los Santuarios y la experiencia de la profundidad del silencio que favorece la comunión con Dios y con los demás. De hecho, cuando acogemos a los visitantes, ellos también tienen la posibilidad de acoger a la Iglesia y, por la mediación de la misma, de acoger la Palabra de Dios. Sería deseable, por tanto, ejercer con ellos la virtud de la hospitalidad, respetándolos en sus ritmos y en su tiempo de maduración.

7. Los Santuarios y las Peregrinaciones, con la red que forman, tienen también un cometido social porque favorecen las relaciones de paz entre los hombres, el conocimiento recíproco de su historia, su comunicación mutua, en lo profundo y en lo interior. En el pasado, las Peregrinaciones y los Santuarios contribuyeron a la edificación de un espíritu de paz, estableciendo garantías jurídicas de protección para los peregrinos.

Aún hoy, nuestros Santuarios, en particular en lo que concierne a nuestro Continente, pueden ser un «lugar de encuentro para varios pueblos de Europa»[4]. En ellos se adquiere conciencia de que «Europa no puede y no debe renegar de sus raíces cristianas, que representan un componente dinámico de nuestra civilización, mientras avanzamos por el tercer milenio»[5]. Ellos pueden contribuir, a su manera, al camino de unidad emprendido por Europa, camino que «está aún, en gran parte, por realizar en la mente y en el corazón de las personas»[6].

8. Las Peregrinaciones y los Santuarios son lugares de renovación en la fidelidad y de comprensión de la fe.

9. Las obras de misericordia (cf. Mt 25) y el Sacramento de la Reconciliación son caminos para liberarse del peso de la culpa, acceder a la libertad de los hijos de Dios y llegar a la Salvación, que tiene su fuente y su cumplimiento en la Eucaristía, celebrada y compartida. 

III. Recomendaciones

1. Ayudar a que el Sacramento de la Reconciliación sea accesible, mediante la presencia visible de ministros de la Reconciliación, que acompañen en el camino para vivir y celebrar la experiencia de la Misericordia; respetar el carácter confidencial, la serenidad y la dignidad de este paso en el lugar de su celebración; proponer ocasiones especiales para sensibilizar y preparar a la celebración del perdón.

2. Invitar a todos los bautizados ─ laicos, religiosos, religiosas y ministros ordenados ─ a esa renovación espiritual permanente durante toda la vida.

3. Trabajar para una revitalización del Sacramento de la Reconciliación, con los medios y los estilos específicos de los Santuarios y de las parroquias, hoy.

4. Apoyar una renovación de la reflexión antropológica, teológica, litúrgica, catequética... sobre la Reconciliación, teniendo en cuenta el nuevo estado de conciencia del hombre europeo.

5. Crear las condiciones para que el silencio deje acoger la Paz, don de Dios, y favorezca un clima de oración.

6. Estimular una colaboración entre los «organismos» religiosos y las agencias de turismo, para ayudar a los visitantes a comprender la misión de las peregrinaciones y los Santuarios.

7. Seguir un camino de armonía entre las peregrinaciones y los Santuarios, y todas las componentes de la vida diocesana.

8. Promover la solidaridad espiritual y material de las peregrinaciones y los Santuarios con las comunidades católicas minoritarias, tanto en Europa como en sus propios países.

9. Alegrarse de que las Conferencias Episcopales tengan en cuenta la importancia de las peregrinaciones y de los Santuarios en un mundo en continuo movimiento, y solicitar nuevas formas de colaboración entre Directores de peregrinaciones y Rectores de Santuarios para brindar un mejor servicio pastoral. 

*    *    *

Confiamos el fruto de nuestros trabajos y su realización concreta al amor materno de la Virgen María, la Inmaculada Concepción, Madre de la Iglesia, y a todos los Santos Patronos de nuestros Santuarios y lugares de peregrinación en Europa.


 

[1]  Juan Pablo II, Carta apostólica Tertio Millennio Adveniente, 10.11.1994, n. 6.

[2]  Benedicto XVI, Mensaje a S.E Mons. Domenico Sorrentino, con ocasión del XX aniversario del Encuentro Interreligioso por la Paz en Asís, 2 de septiembre 06: L’Osservatore Romano, ed. en lengua española, n. 37 (463), del 15.09.2006, p. 3.

[3]  Cf. Benedicto XVI, Discurso a los participantes en un curso sobre el fuero interno organizado por la Penitenciaría Apostólica, 16 de marzo, 2007: L’Osservatore Romano, ed. en lengua española, n. 12 (155) del 23.03.2007, p. 3.

[4]  Benedicto XVI, Discurso a las autoridades de Austria y al Cuerpo diplomático, con ocasión de la visita apostólica a Austria, 7 de septiembre, 2007: L’Osservatore Romano, ed. en lengua española, n. 37 (498), del 14.09.2007, pp. 6-7.

[5]  Ibidem.

[6]  Ibidem.

 

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