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 Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People

People on the Move

N° 111, December 2009

 

 

 

SU Excia. Monseñor Renato Ascencio León

Obispo de Ciudad Juárez - México

Miembro del PCPEI

 

Saludo en la alegría del Señor a todos los presentes a este VI Congreso Mundial sobre Migración. Agradezco la invitación para participar en esta Mesa Redonda y hablar de un tema tan importante como es "La cooperación entre las Iglesias de origen y de recepción en el cuidado pastoral de los migrantes y refugiados desde la experiencia de México – Estados Unidos".

Este Congreso representa para mí una valiosa oportunidad de compartir y aprender; compartir lo que la Iglesia de México y Estados Unidos ha realizado para el cuidado pastoral de los migrantes y refugiados, y aprender de las experiencias que se viven en otros países cuya migración puede tener diversos orígenes, pero tienen un mismo resultado: el sufrimiento humano que generan y las luchas diarias para conseguir el sustento y soportar las humillaciones y las lesiones a sus derechos humanos más fundamentales.

Quienes trabajamos en la atención diaria de los migrantes sabemos que el rostro de Cristo se muestra complacido cuando los más pequeños de sus hijos encuentran almas piadosas en su camino. Ponemos nuestra esperanza en que este VI Congreso Mundial sobre Migración renueve en cada uno de nosotros la compasión y la caridad por quienes se han visto obligados a salir de sus lugares de origen en busca de la tierra prometida.  

I. Introducción

La necesidad de comprender la migración de México a Estados Unidos es mayor hoy que en cualquier otro momento de su centenaria historia. Su volumen y complejidad es mayor que lo que cualquier analista hubiera podido esperar hace apenas una década y opera en un contexto cargado de nuevos desafíos humanos, políticos, religiosos y de seguridad.

México y Estados Unidos de América comparten una franja fronteriza de más de 3.000 kilómetros de extensión, pero además están unidos por intereses comunes a sus gobiernos, a sus pueblos y a la Iglesia. La región fronteriza entre los dos países es una de las más dinámicas del mundo y está conformada por diez estados,[1] siendo en cada uno de ellos donde se realiza un acompañamiento pastoral más estrecho, ya que allí es donde, de modo especial, se vive la lucha diaria de quien intenta ingresar en los Estados Unidos, sobre todo de manera indocumentada, y por donde son repatriado quienes son deportados a México con la esperanza quebrantada.

El Instituto Nacional de Migración nos da cifras verdaderamente alarmantes de las masivas deportaciones que se han dado en los últimos años. Sólo como muestra, el año 2008 fueron deportadas de los Estados Unidos a México 559.453 personas, es decir, 8.7% más que en el año anterior, en que lo fueron 514.609. A su vez, según estimaciones hechas por el Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos (DHS, por sus siglas en inglés), hasta el año 2008 el número de migrantes indocumentados residiendo en dicho país era de aproximadamente 7 millones, lo que representa que 6 de cada 10 migrantes que viven en los Estados Unidos no tienen un status migratorio regular.

Observar esta realidad de la migración a la luz de la fe y de los valores y criterios que brotan de la Palabra de Dios y del Magisterio nos ayuda a descubrir la llamada del Espíritu en los signos de los tiempos y nos impulsa a responder a sus desafíos.

Por ello, en el cuidado pastoral de los migrantes participan sacerdotes, religiosos y religiosas que motivados por diversos carismas pero con un solo Espíritu, además de un número considerable de laicos comprometidos que contribuyen en los servicios espirituales y asistenciales. Las experiencias del trabajo pastoral son amplias; existen aquellas específicas que buscan atender las particularidades de alguna región, y otras más que son aplicadas en toda la franja fronteriza como un signo de comunión en la atención a los migrantes. 

Mi intención está encaminada a mostrar el quehacer pastoral de la Iglesia en México y Estados Unidos desde una perspectiva integral, señalando algunas iniciativas en el diálogo entre las Conferencias Episcopales que han compartido experiencias concretas de caridad y amor al prójimo, y en donde las necesidades de las personas han marcado la pauta en los servicios pastorales y sociales que se ofrecen, pues como lo señaló Monseñor William Stephen Skylstad, Obispo de Spokane en Estados Unidos y que participó en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, Brasil: los migrantes “que van buscando caminos de esperanza y vida exigen a sus pastores que estemos en una comunión fraterna y comprometida para tener una respuesta solidaria con ellos”.  

II. Diálogo binacional

En enero de 1999, el Papa Juan Pablo II entregó la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America, donde señaló con respecto a nuestros hermanos migrantes, que “es necesaria una actitud hospitalaria y acogedora, que los aliente a integrarse en la vida eclesial, salvaguardando siempre su libertad y su peculiar identidad cultural. A este fin es muy importante la colaboración entre las diócesis de las que proceden y aquellas en las que son acogidos, también mediante las específicas estructuras pastorales previstas en la legislación y en la praxis de la Iglesia” (65).

El diálogo y la colaboración han estado presentes en la praxis binacional de nuestras Iglesias, tanto en el ámbito regional como de sus Conferencias Episcopales en pleno. El propósito es contribuir en el entendimiento mutuo del fenómeno migratorio, inspirar desde nuestro ministerio una actitud hospitalaria y de servicio al migrante. La Iglesia Católica, desde siempre, ha mantenido un especial interés por el fenómeno de la migración inspirada en la Sagrada Escritura y en la Doctrina Social de la Iglesia, así como en su propia experiencia como Iglesia inmigrante. La Iglesia Católica ha elevado su voz y acompañado a quienes han debido abandonar sus lugares de origen y emigrar a otros en donde, en ocasiones, han vivido marginados y en donde sus derechos fundamentales han sido lesionados.

Lamentablemente, la persona del migrante se percibe en algunos sectores como amenaza para la convivencia social y la seguridad del país de acogida; la discriminación se presenta en todas sus formas. Aún cuando los migrantes conocen el peligro al que se deben enfrentar en su tránsito y arribo. Una sola frase concretiza su apreciación al respecto: “los dolores que sufro hoy, mañana se convertirán en dólares”.

La xenofobia forma parte del contexto de las migraciones, lo que impide que se pueda exigir justicia ante la lesión de los derechos de los migrantes y más aún cuando la gran mayoría de ellos viven bajo el anonimato por ser indocumentados. Es entonces cuando la voz de la Iglesia, por sus pastores, se hace presente como Palabra vivificante del amor de Dios, mostrando al mundo que Él nos hizo a su imagen y semejanza, iguales en dignidad y en derechos.

Esto, entre otras razones, es lo que ha impulsado a Obispos de México (Iglesia emisora) y Estados Unidos (Iglesia receptora) a reunirse en diversos momentos y entablar un diálogo que ayude al establecimiento de iniciativas que favorezcan prácticas pastorales a favor de los migrantes, y así contribuir en la generación de apoyos más efectivos ante el incremento de los flujos migratorios. Al compartir una frontera tan extensa, las reuniones ordinarias se han dividido en tres grupos conocidos como: 1. Obispos de la Alta y de la Baja California, 2. Diócesis sin Fronteras y 3. Obispos Tex-Mex.

Obispos de la Alta y Baja California

Los Obispos de la Alta y de la Baja California son quienes desempeñan su Ministerio en tres estados: California, Estados Unidos; Baja California Norte y Baja California Sur en México. Fueron los primeros que sintieron la necesidad de reunirse. Sin embargo, por el cambio de algunos de los Obispos iniciadores de esta experiencia, esta reunión ha caído en un receso. Los frutos que se tuvieron de esos encuentros fueron significativos, ojalá y pronto se reinicie el diálogo entre los Obispos limítrofes de las Californias.

Diócesis Sin Fronteras

Diócesis sin Fronteras es una red de colaboración pastoral conformada por la Arquidiócesis de Hermosillo en el estado mexicano de Sonora y por las Diócesis de Tucson y de Phoenix, en el estado americano de Arizona.

Desde hace 6 años esta red actúa con la participación de los Señores Obispos y los integrantes de la Pastoral de Migrantes: sacerdotes, religiosos y laicos. Las sesiones de trabajo se realizan cada tres meses y en ellas se comparten las experiencias más recientes a las que se han enfrentado tanto los migrantes como los agentes en este quehacer pastoral.

En respuesta a cada situación se diseña una estrategia, por ejemplo, cada verano se inicia la campaña para la prevención de riesgos y muertes en el cruce de indocumentados que transitan por el desierto de Arizona; la campaña se lleva a cabo en ambos lados de la frontera y se entrega información a los migrantes sobre las dificultades a las que se enfrentarán y los medios a su alcance para reducir estos riesgos.

Además de esta campaña, existen eventos anuales que se realizan para impulsar una actitud hospitalaria hacia los migrantes, tales como:

  • La Asamblea Juvenil (50 jóvenes por cada Diócesis). Durante tres días comparten un trabajo de reflexión en mesas redondas, contando para ello con testimonios de migrantes.
  • Caminata por el sendero del migrante. Es convocada por organismos civiles a los que se suma la participación de la Iglesia, destacando la aportación de los fieles laicos. Esta caminata se realiza por la ruta del desierto del Sásabe, en el estado mexicano de Sonora, que es la más utilizada para el ingreso de los migrantes indocumentados a Arizona.

La celebración del Día del Migrante se desarrolla de forma binacional al igual que la Posada del Migrante en el mes de diciembre, donde se cuenta con la presencia de los Obispos quienes, como Pastores, estimulan el amor a Jesucristo en el rostro del hermano migrante, con motivo de la Navidad.

Obispos Texas-México (Tex-Mex)

A mediados de la década de los 90 surgió la propuesta de establecer reuniones periódicas entre los Obispos del estado americano de Texas y de los cuatro estados mexicanos que colindan con el mismo (Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas), teniendo en cuenta nuestra preocupación por las problemas comunes a la región sur de Estados Unidos y el norte de México, sobresaliendo naturalmente el tema de la migración.

Las reuniones se realizan dos veces al año, dándole un especial realce a aquella que se hace coincidir con la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado. Los Obispos presidimos una procesión en cada lado fronterizo con nuestros agentes de pastoral de Movilidad Humana y concluimos con la Celebración Eucarística en la línea divisoria de las diócesis en donde estamos realizando el encuentro. Compartimos con los feligreses la Palabra de Dios y el mensaje del Papa con motivo de la Jornada y pedimos al Señor para que este signo de unidad sea luz para los  migrantes, pues al pisar el suelo que ellos cruzan, queremos que sientan el apoyo de los pastores y fieles interesados en ellos, y la protección de nuestra Madre la Iglesia, atenta a sus necesidades y orante por su dignidad.

Estos encuentros nos dan también la oportunidad de facilitar y unificar, en cuanto es posible, la pastoral para la administración de los sacramentos, o disposiciones que sean comunes para las diócesis limítrofes en ambos lados de la frontera, para manifestar la unidad y universalidad de la Iglesia. Se ha tratado también la necesidad de una mejor coordinación en la preparación de sacerdotes, religiosos y laicos para el acompañamiento de los migrantes. Hemos tomado conciencia de la necesidad que se tiene, por parte de las Iglesias particulares, de ayudar a los inmigrantes a integrarse en ellas por medios respetuosos, para que valoren sus culturas y respondan a sus necesidades sociales y religiosas que garanticen que, cuando los feligreses mexicanos emigren a los Estados Unidos, tengan una fe sólida que les permita sortear los peligros que encontrarán con el acoso de sectas y otras denominaciones religiosas y que su fe, alimentada con la Palabra de Dios y la preocupación de las comunidades receptoras, les den un espacio pastoral que les ayude a superar los momentos de soledad y desesperanza que viven con su llegada a un nuevo país.

Cada vez se extiende en las Diócesis de Tex-Mex la práctica de encontrarnos para conmemorar el día 2 de noviembre, día de los fieles difuntos, recordando a los migrantes fallecidos a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos durante el año. Las Diócesis de El Paso y las Cruces en Estados Unidos y Ciudad Juárez en México llevamos 13 años realizando esta conmemoración. Cada nación coloca su Altar en el propio territorio en torno al cual se reúnen los Obispos con un número significativo de sacerdotes, religiosas y fieles y teniendo la malla divisoria en medio, para compartir el mismo Pan y el mismo Vino, Cuerpo y Sangre de Jesús, y así significar que para Cristo no hay fronteras y que los muros debemos transformarlos en puentes fundamentales de amor. 

III. Carta Pastoral “Juntos en el camino de la esperanza. Ya no somos extranjeros”

Impulsados por el Sínodo de las Américas celebrado a finales del año 1997, el espíritu de solidaridad fue acrecentándose por la gracia de Dios. Los Obispos buscamos despertar en el pueblo mexicano y americano la presencia de Cristo en la persona del migrante y renovar los valores del Reino de Dios en la tierra. Inspirados en él, las Conferencias Episcopales de México y Estados Unidos iniciamos un proceso de diálogo intenso, que nos llevó a la elaboración de una Carta Pastoral conjunta sobre la migración firmada por todos los Obispos de las dos Conferencias, pero como miembros de una misma Iglesia. Fue interesante el haber escuchado a migrantes, servidores públicos, funcionarios, autoridades migratorias, promotores de la justicia social, párrocos, feligreses y líderes de las comunidades que nos dieron una visión más completa de la realidad de la migración en estas dos naciones y que nos permitió también adentrarnos en la realidad migratoria de los países de Centroamérica.

El proceso de intercambio fue sumamente enriquecedor, pues si bien encontramos historias desgarradoras de dolor e incluso de muerte, de migrantes abandonados en zonas inhóspitas y de familias separadas a causa de las deportaciones, también constatamos la existencia de  abundantes servicios de apoyo humanitario en ambos lados de la frontera, defensores de los derechos humanos y personas de buena voluntad que por medio de su quehacer político buscan incidir en las reformas migratorias.

Como lo hemos señalado en nuestra Carta, “desde una visión de fe estas luces y sombras son parte de la dinámica de la creación y la gracia, así como del pecado y la muerte, que conforman el escenario de la historia de la salvación”.[2]

El diálogo de colaboración para la elaboración de la Carta nos permitió redescubrir a la luz del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, el valor humano y sociocultural que traen consigo las migraciones y así mismo dictar cinco principios básicos que sugerimos sean retomados tanto por los Gobiernos, como por nuestra comunidad católica y la sociedad en general:

I. Toda persona tiene el derecho de encontrar en su propio país oportunidades económicas, políticas y sociales, que le permitan alcanzar una vida digna y plena mediante el uso de sus dones. Es en este contexto cuando un trabajo que proporcione un salario justo, suficiente para vivir, constituye una necesidad básica de todo ser humano (n. 34).

II. Las personas tienen el derecho de emigrar para mantenerse a sí mismas y a sus familias. La Iglesia reconoce que todos los bienes de la tierra pertenecen a todos los pueblos.  Por lo tanto, cuando una persona no consiga encontrar un empleo que le permita obtener la manutención propia y de su familia en su país de origen, ésta tiene el derecho de buscar trabajo fuera de él para lograr sobrevivir. Los Estados soberanos deben buscar formas de adaptarse a este derecho (n. 35).

III. Los Estados soberanos poseen el derecho de controlar sus fronteras. La Iglesia reconoce que todo Estado soberano posee el derecho de salvaguardar su territorio; sin embargo, rechaza que tal derecho se ejerza sólo con el objetivo de adquirir mayor riqueza. Las naciones cuyo poderío económico sea mayor, y tengan la capacidad de proteger y alimentar a sus habitantes, cuentan con una obligación mayor de adaptarse a los flujos migratorios (n. 36).

IV. Debe protegerse a quienes busquen refugio y asilo. La comunidad global debe proteger a quienes huyen de la guerra y la persecución. Lo anterior requiere, como mínimo, que los migrantes cuenten con el derecho de solicitar la calidad de refugiado o asilado sin permanecer detenidos, y que dicha solicitud sea plenamente considerada por la autoridad competente (n. 37).

V. Debe respetarse la dignidad y los derechos humanos de los migrantes indocumentados. Independientemente de su situación legal, los migrantes, como toda persona, poseen una dignidad humana intrínseca que debe ser respetada. Es común que sean sujetos a leyes punitivas y al maltrato por parte de las autoridades, tanto en países de origen como de tránsito y destino. Es necesaria la adopción de políticas gubernamentales que respeten los Derechos Humanos básicos de los migrantes indocumentados (n. 38).

Los Obispos asumimos la responsabilidad de favorecer un espíritu de hospitalidad en nuestros países, por ello instamos a los párrocos y a los laicos a tender redes de apoyo y felicitamos a quienes habían establecido Casas para Migrantes en los puntos estratégicos de mayor tránsito, aspectos que aún continúan siendo imprescindibles en el contexto migratorio y que por ello se han extendido.

Hablamos también de forma específica de los niños, adolescentes y jóvenes que se enfrentan a la disyuntiva de vivir la cultura de origen o la de acogida, por lo que instamos, como lo seguimos haciendo, a buscar una verdadera integración, sobre todo dándoles a los migrantes la oportunidad de desarrollar su liderazgo y su vocación de servicio.

Preocupados también por aquellos migrantes que se encontran privados de su libertad, consideramos que es deber de la Iglesia tener una presencia constante en los centros de detención y en las cárceles, fungiendo así como vigías de sus derechos, además de contar con servicios jurídicos a bajo costo o gratuitos para su defensa.

Concientes de la urgente necesidad de transformar las estructuras sociales que generan las migraciones, llamamos a los agentes de pastoral a promover la paz y la justicia entre los órganos legislativos y las autoridades en ambos países.

En lo que a respuestas pastorales conjuntas se refiere, acordamos que es de suma importancia desarrollar y establecer acuerdos para la preparación de sacerdotes, religiosos y religiosas que puedan ser enviados a las diócesis receptoras de migrantes, de manera tal que la preparación catequética y los servicios religiosos sean culturalmente apropiados para ellos.

Junto con estas actividades que invitamos a desarrollar a los sacerdotes, religiosas y fieles laicos, los Obispos nos comprometimos en nuestra Carta Pastoral a continuar la colaboración entre los Obispos de México y Estados Unidos como pastores de una misma Iglesia y refrendamos el acuerdo de reunirnos periódicamente con nuestros agentes de la Pastoral Migratoria. Así celebramos la Primera Conferencia Binacional Católica sobre Migración México–Estados Unidos en el Paso, Tex. en enero de 2005. De allí salieron interesantes conclusiones como la de reforzar los compromisos de colaboración entre las Comisiones de Movilidad Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano y el Comité para Asuntos Migratorios de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos e incrementar el desarrollo y la atención pastoral para los migrantes en ambos países, inspirados en el llamado de la Exhortación Apostólica Ecclesia en América, expresado en el apartado que invita a la conversión, a la comunión y a la solidaridad. De manera explícita se señala:

“El Continente americano ha conocido en su historia muchos movimientos de inmigración, que llevaron multitud de hombres y mujeres a las diversas regiones con la esperanza de un futuro mejor. El fenómeno continúa también hoy y afecta concretamente a numerosas personas y familias procedentes de Naciones latinoamericanas del Continente, que se han instalado en las regiones del Norte, constituyendo en algunos casos una parte considerable de la población. A menudo llevan consigo un patrimonio cultural y religioso, rico de significativos elementos cristianos. La Iglesia es consciente de los problemas provocados por esta situación y se esfuerza en desarrollar una verdadera atención pastoral entre dichos inmigrados, para favorecer su asentamiento en el territorio y para suscitar, al mismo tiempo, una actitud de acogida por parte de las poblaciones locales, convencida de que la mutua apertura será un enriquecimiento para todos.

Las comunidades eclesiales procurarán ver en este fenómeno un llamado específico a vivir el valor evangélico de la fraternidad y a la vez una invitación a dar un renovado impulso a la propia religiosidad para una acción evangelizadora más incisiva. En este sentido, los Padres sinodales consideran que ‘la Iglesia en América debe ser abogada vigilante que proteja, contra todas las restricciones injustas, el derecho natural de cada persona a moverse libremente dentro de su propia nación y de una nación a otra. Hay que estar atentos a los derechos de los emigrantes y de sus familias, y al respeto de su dignidad humana, también en los casos de inmigraciones no legales’” (65). 

IV. Primer Encuentro de Conferencias Episcopales

Desde el año 2000 hasta el 2007, las reuniones bilaterales entre los Servicios de Migración y Refugio de la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos y la entonces Comisión Episcopal para la Pastoral de la Movilidad Humana, hoy Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana, se realizaban cada año alternando los países.

En la reunión del mes de junio de 2007 celebrada en San Bernardino, California, los Obispos asistentes manifestaron que no era posible continuar reflexionando y atendiendo las migraciones de forma binacional cuando éstas nuestras dos naciones están íntimamente relacionadas, en lo que a migración se refiere, con otros países del Continente, en especial con Centro América, por lo cual señalaron que debía hacerse extensiva la participación al resto de los Obispos responsables de la Migración en sus Conferencias Episcopales, invitando a Canadá y a América Latina y el Caribe.

En el año 2008, la Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana en México concretó la propuesta, convocando junto a la Conferencia de Estados Unidos a la celebración del Primer Encuentro Interconferencias en la ciudad de Tijuana, al norte de México, bajo el lema “Sumando esfuerzos para una mejor atención a los migrantes”, los Obispos representantes de seis Conferencias,[3] con la presencia de Mons. Christopher Pierre, Nuncio Apostólico en México, dialogamos acerca de las problemáticas enfrentadas por los migrantes y de las respuestas pastorales que estamos desplegando.

Como fruto del encuentro, los Secretarios Ejecutivos responsables de la Pastoral de Migrantes en cada Conferencia, conformaron una red de trabajo permanente para la atención de casos de apoyo humanitario y seguimiento de denuncias por violaciones a los derechos humanos, entre otros aspectos.

En junio de este año la sede del Segundo Encuentro fue Tecún Umán, Guatemala; se contó con el apoyo de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM) y se amplió a diez el número de Conferencias Episcopales representadas,[4] habiendo contado con la valiosa presencia de S.E. Mons. Agostino Marchetto, Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.

Con este encuentro hemos querido hacer nuestro el espíritu de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida, Brasil, que indica:

“La Iglesia, como Madre, debe sentirse a sí misma como Iglesia sin fronteras, Iglesia familiar, atenta al fenómeno creciente de la movilidad humana en sus diversos sectores. Considera indispensable el desarrollo de una mentalidad y una espiritualidad al servicio pastoral de los hermanos en movilidad, estableciendo estructuras nacionales y diocesanas apropiadas, que faciliten el encuentro del extranjero con la Iglesia particular de acogida” (n. 412).

“Para lograr este objetivo, se hace necesario reforzar el diálogo y la cooperación entre las iglesias de salida y acogida, en orden a dar una atención humanitaria y pastoral a los que se han movilizado, ayudándolos en su religiosidad y valorando sus expresiones culturales en todo aquello que se refiera al Evangelio” (n. 413). 

V. Respuestas pastorales específicas

Esto que señala Aparecida se ha ido logrando, no sin grandes esfuerzos, ya desde hace tiempo con experiencias que se han tenido y que por falta de tiempo no podré mencionar en su totalidad, todas ellas han contribuido en la cooperación binacional y regional de nuestra Iglesia.

Las Casas del Migrante

Las Casas del Migrante en México surgieron por iniciativa de los Misioneros Scalabrinianos, primero en la ciudad de Tijuana, y posteriormente en Ciudad Juárez y Nuevo Laredo, las tres en la frontera norte, en los límites con los Estados Unidos. Actualmente sólo en la franja fronteriza norte contamos con 20 Casas del Migrante[5] y algunas son atendidas por sacerdotes diocesanos o religiosos, religiosas y personas de buena voluntad que colaboran en la prestación de servicios. Estas Casas son hogares para los migrantes y en ellas encuentran los servicios básicos de asistencia, apoyo espiritual y promoción humana.

La experiencia en estas Casas resulta reveladora por el sinnúmero de voluntarios y colaboradores que participan tanto de México como de los Estados Unidos y de otros países. Comunidades parroquiales integradas por latinos y estadounidenses han cooperado con donativos en especie como ropa y mobiliario, pero además realizan colectas para contribuir en algunos de los gastos que se generan para mantener el servicio de asistencia. Unificado a este espíritu de servicio, hijos de padres mexicanos nacidos en Estados Unidos se han integrado al Programa de Voluntariado Scalabriniano, por medio del cual se comprometen por el lapso de un año o más para servir a Cristo en el rostro del migrante.

“La acogida al extranjero, que caracteriza a la Iglesia naciente, nos dice la Instrucción Erga migrantes caritas Christi, es, pues, sello perenne de la Iglesia de Dios. Por otro lado está marcada por una vocación al exilio, a la diáspora, a la dispersión entre las culturas y las etnias, sin identificarse nunca completamente con ninguna de ellas; de lo contrario, dejaría de ser, precisamente, primicia y signo, fermento y profecía del Reino universal, y comunidad que acoge a todo ser humano sin preferencias de personas ni de pueblos. La acogida al extranjero es inherente, por tanto, a la naturaleza misma de la Iglesia y testimonia su fidelidad al Evangelio”.[6]

La misión emprendida por el Beato Juan Bautista Scalabrini ha continuado y se ha extendido mundialmente. La tarea que en un inicio se consideró exclusiva de los Misioneros y las Misioneras Scalabrinianos, hoy ha llegado a acariciar el carismas de otras Órdenes y Congregaciones religiosas, p. e. los Jesuitas y la Orden de los Predicadores. Los Padres Dominicos, al inicio del 2006, asumieron la dirección de la Casa del Migrante en Ciudad Juárez y del Centro de Derechos Humanos del Migrante. En agosto de 2008 convocaron a un Seminario Continental[7] sobre Justicia y Paz con la participación de Hermanas, Frailes y Laicos de trece países, haciendo un llamado a la solidaridad con el pueblo de Dios en movimiento y reconociendo que los migrantes son los mártires de hoy en día.

Centros de Atención, Asesoría Migratoria y Derechos Humanos

Se ha visto la necesidad de acompañar el apoyo humanitario con la denuncia profética cuando se constata que los derechos humanos de los migrantes son violados.

Funcionan al menos cuatro Centros en donde se da orientación a las personas repatriadas o deportadas de los Estados Unidos[8] en la frontera norte. El Centro de Recursos para Migrantes ubicado en Agua Prieta, Sonora, es un proyecto ecuménico binacional apoyado por la organización No More Deaths (No más muertes) de la Iglesia Católica y la Iglesia Metodista en Tucson, Arizona, donde se ofrece la asistencia básica a las personas una vez que han retornado a México.

También se cuenta con cuatro Centros de Derechos Humanos[9] en la misma zona norte, los cuales ofrecen asesoría migratoria y defensa legal por violaciones a los derechos humanos.[10] Cabe destacar que el Centro de Derechos Humanos dirigido por la Orden de Predicadores cuenta con el apoyo de la Sociedad Católica de Estados Unidos para las Misiones Extranjeras – Maryknoll, por medio de un donativo anual y el acompañamiento de un sacerdote que realiza trabajo misionero en ambos lados de la frontera, visitando también a los migrantes indocumentados recluidos en el centro de detención migratoria de El Paso, Texas.

Los diversos Centros en México tienen alianzas con despachos legales y organizaciones cívicas en los Estados Unidos que apoyan de una manera efectiva muchos casos que necesitan de la asesoría legal.

La Exhortación Postsinodal Ecclesia in America nos dice:  “la Iglesia en América debe ser abogada vigilante que proteja, contra todas las restricciones injustas, el derecho natural de cada persona a moverse libremente dentro de su propia nación y de una nación a otra. Hay que estar atentos a los derechos de los emigrantes y de sus familias, y al respeto de su dignidad humana, también en los casos de inmigraciones no legales”.[11]

El Rincón de Malinalco

El Rincón de Malinalco es otra muestra concreta de cooperación entre las Iglesias, específicamente entre la Diócesis de Toluca, en México, y algunas Diócesis de Estados Unidos como la de San José en California, Georgia, Missouri y Virginia.

El Rincón de Malinalco cuenta con tres vertientes de apoyo:

  • Programa para hijos de migrantes. Se realizan cursos de verano donde se organizan diversas actividades: se enseñan artesanías y se estimula la “conexión social”, es decir, se busca que los niños que han sido dejados a cargo de los familiares cuando sus padres emigran, no se aíslen del medio social y fortalezcan relaciones de confianza con la comunidad.
  • Atención a familias en crisis. Se ofrece comunicación telefónica vía Internet para la búsqueda de familiares desaparecidos o detenidos en los Estados Unidos, a través de la cooperación con los Consulados Mexicanos y algunas Diócesis de los Estados Unidos. Además, dos días a la semana se permite la comunicación abierta, donde las personas platican con sus familiares en los Estados Unidos para mantener sus relaciones.
  • Creación de empleo / generación de ingresos. Esta vertiente está enfocada a proporcionar alternativas a la migración. Los residentes del barrio de Malinalco ejecutan actividades de sensibilización y enseñanza con grupos de estudiantes universitarios de los Estados Unidos. Una valiosísima anécdota de esta vertiente es que Roger Myerson, quien es uno de los ganadores del Premio Nobel de Economía 2007, recibió un curso de contaduría campesina impartido por miembros del barrio de Malinalco.

Iniciativa Kino para la Frontera

En junio del año 2006, la Provincia de la Compañía de Jesús en California, Estados Unidos, tuvo su reunión anual donde establecieron algunas proyecciones de trabajo pastoral, entre ellas, la de un ministerio migratorio en la frontera con México. La Compañía de Jesús realizó una visita al sur de Arizona, Estados Unidos y el norte de Sonora en México, lo que los llevó a constatar que la ciudad de Nogales ocupaba el primer lugar de deportación en el Estado; que las personas deportadas no contaban con programas de apoyo y que las mujeres migrantes estaban sufriendo explotación sexual.

Ante dicho contexto se diseñó una propuesta de trabajo pastoral, la cual fue aprobada en enero de 2008 y puesta en marcha desde mayo del mismo año, participando en la iniciativa las Misioneras de la Eucaristía, la Provincia de la Compañía de Jesús en México, el Servicio Jesuita a Refugiados de los Estados Unidos, la Arquidiócesis de Hermosillo en México y la Diócesis de Tucson, en el estado americano de Arizona.

La Iniciativa Kino estableció tres líneas de trabajo:

  • Humanitaria. Por medio de la cual se ofrece apoyo a las personas deportadas (principalmente alimentación) y de manera especial a las mujeres se les brinda protección por medio de hospedaje gratuito.
  • Educativa. Con la Iglesia local se realizan talleres de sensibilización en parroquias de ambos lados de la frontera para dar a conocer el proyecto, además de promover las visitas de grupos de inserción, provenientes principalmente de los Estados Unidos.
  • De incidencia e investigación. Esta vertiente promueve reuniones con Ministerios Sociales de la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos, y realiza  cabildeo con congresistas y senadores norteamericanos para presionar en la elaboración de leyes que sean más humanas para los migrantes. Además, la Iniciativa Kino se ofrece como un espacio para el desarrollo de trabajos de investigación de cuerpos académicos de diversas universidades. 

VI. Conclusiones

Si en un inicio los Misioneros de San Carlos – Scalabrinianos –  iniciaron en México el ministerio de acogida a los migrantes, en los últimos años se ha unido la Sociedad Católica de Estados Unidos para las Misiones Extranjeras, la Familia Dominicana y la Compañía de Jesús, además de un sinnúmero de comunidades diocesanas que participan desde sus parroquias y grupos de base, esto es muestra de “la siempre actual importancia de una pastoral específica para los migrantes, el empeño dialógico-misionero de todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y el consiguiente deber de una cultura de acogida y de solidaridad en relación con los migrantes”.[12]

Por su parte, la Iglesia en los Estados Unidos ha estado atenta a las necesidades de sus nuevos feligreses: ha ampliado el número de servicios religiosos en español, apoyando para ello el Seminario Hispano de Santa María de Guadalupe que el Card. de la Arquidiócesis de México, Norberto Rivera Carrera, ha fundado para apoyar a los Seminaristas de las Diócesis de Estados Unidos para que aprendan mejor la lengua y la cultura de aquellos a quienes deberán pastorear a su regreso a las diócesis de procedencia. Han emprendido también  la campaña católica para la reforma migratoria denominada Justicia para los Inmigrantes y ofrecen servicios migratorios por medio de despachos legales en todo el país.

El Papa Juan Pablo II en su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado del año 2003, al referirse al fenómeno migratorio dice: “Afecta a millones de seres humanos y plantea desafíos que la Iglesia peregrina, al servicio de la familia humana, no puede dejar de asumir y afrontar con espíritu evangélico de caridad universal” (n. 1).

Se ha trabajado, nos falta mucho por hacer. Termino con las palabras del Evangelio: “De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que les fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lc. 17, 7-10).

 

[1] Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas del lado méxicano; California, Arizona, Nuevo Mexico y Texas del lado americano.

[2] Carta Pastoral Juntos en el Camino de la Esperanza, Ya no somos extranjeros, n. 23.

[3] Guatemala, Honduras, El Salvador, Cuba, Estados Unidos y México.

4 Guatemala, Honduras, Panamá, Estados Unidos, Canadá, Costa Rica, Nicaragua, México, Ecuador y Colombia.

5 Las Casas cuentan con un promedio anual de atención aproximado de 40.000 personas. 

[6] Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Instrucción Erga migrantes caritas Christi, n. 22.

[7] Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Chile, Honduras, Italia, Estados Unidos, México, Perú, Puerto Rico y República Dominicana.

[8] Tijuana, Mexicali, Nogales y Ciudad Juárez.

[9] Tijuana, Ciudad Juárez, Saltillo y Nuevo Laredo.

[10] La documentación de casos se realiza por abusos cometidos en territorio mexicano en contra de transmigrantes internacionales (centroamericanos, principalmente) y en territorio estadounidense, sobre todo aquellos cometidos en redadas o durantes los periodos de detención.

[11] Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America, n. 65.

[12] Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Presentación de la Instrucción Erga migrantes caritas Christi.

 

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