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INTERVENCIÓN DEL MONS. CELESTINO MIGLIORE,
JEFE DE LA DELEGACIÓN DE LA SANTA SEDE,
EN LA PLENARIA DE LA 60ª  SESIÓN
DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA ONU
SOBRE LAS ESTRATEGIAS CONTRA EL TERRORISMO


Jueves 11 de mayo de 2006


Señor presidente: 

Mi delegación aprueba el debate oportuno del informe que ahora tenemos ante nosotros, en el contexto del actual punto muerto de las consultas acerca de la Convención sobre el terrorismo. Apoyamos todos los esfuerzos encaminados a superar las dificultades que aún impiden avanzar con respecto a este importante instrumento jurídico.

Los apartados 9 y 10 del informe del secretario general contienen con razón una clara condena del terrorismo basada en el supuesto de que ninguna causa, por justa que sea, puede excusar o legitimar el asesinato deliberado o la mutilación de civiles y de no combatientes.

El terrorismo a menudo echa raíces en la fragmentación cultural subyacente en tensiones y divisiones que desgraciadamente hemos visto incluso en la ONU durante las últimas semanas y los últimos meses. Por eso, la Santa Sede está dispuesta a participar en este importante debate con miras a encontrar un terreno común donde las naciones puedan elaborar estrategias eficaces contra el terrorismo. Al inicio de este año, el Papa Benedicto XVI se dirigió a los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, invitándolos a unir sus esfuerzos en la reflexión, la cooperación, el diálogo y la oración, con el fin de superar el terrorismo y construir una coexistencia justa y pacífica en la familia humana.

Por estar convencido de que, al analizar las causas del fenómeno contemporáneo del terrorismo, no sólo se han de considerar sus causas políticas y sociales sino también sus profundas motivaciones culturales, religiosas e ideológicas, la invitación del Papa ya ha provocado una serie de debates, iniciativas y experiencias, tanto a nivel universitario como entre la gente sencilla de todo el mundo.
Así pues, mi delegación se complace en observar que el informe que tenemos ante nosotros incluye un componente cultural y religioso en su estrategia global.

Los representantes recordarán que la ONU dedicó el año 2001 al diálogo entre las civilizaciones, y que, en noviembre del año pasado, el secretario general propuso la Alianza de civilizaciones. No hace mucho, se organizó también un Foro tripartito sobre el diálogo interreligioso y la cooperación para la paz, con el fin de reunir a los Gobiernos, a la organización de la ONU y a la sociedad civil.

Mi delegación espera que se aproveche bien este nuevo interés de la ONU por la cooperación entre las religiones y la construcción de puentes entre las culturas y las civilizaciones. No cabe duda de que la religión tiene un enorme potencial positivo si se le da la oportunidad. La Santa Sede está dispuesta a apoyar iniciativas que impulsen a los creyentes a ser agentes de paz y a unirse a todos los que quieran ser constructores de nuestra coexistencia pacífica. Por otra parte, la religión, cuando se comprende y se vive correctamente su verdadera naturaleza, puede formar parte de la solución más que del problema, porque promoverá el compromiso humanitario y el respeto de la dignidad de los demás, para el bien común de todos.

Por consiguiente, esta Organización debería impulsar a las religiones a dar esta importante contribución en sus propios términos, es decir, las religiones están llamadas a crear, apoyar y promover la condición previa de todo encuentro, de todo diálogo y de toda comprensión de pluralismo y de diferencia cultural. Esta condición previa, señor presidente, es la dignidad de la persona humana. Nuestra común dignidad humana es una verdadera condición previa, porque precede a cualquier otra consideración o principio metodológico, incluso a los de la ley internacional. Lo vemos en la "regla de oro", que se encuentra en todas las religiones del mundo. Otra descripción de este concepto es la reciprocidad.

Promover la conciencia y la experiencia de esta herencia común en el seno de las religiones y entre ellas ayudará seguramente en la aplicación de esta visión positiva a categorías políticas y sociales que, por su parte, plasmarán las categorías jurídicas vinculadas a las relaciones nacionales e internacionales.

A mi delegación le complace ver el modo como se ha afrontado, en el informe que tenemos ante nosotros, la cuestión de la incitación al terrorismo. Todos sabemos que el uso hábil de internet y de los medios de comunicación social hace del terrorismo un fenómeno transnacional, coordinado globalmente, y que, por tanto, requiere una solución igualmente fuerte, globalmente coordinada.

En este contexto, renovamos nuestro apoyo a la resolución 1624 del Consejo de seguridad, que condenó "enérgicamente la incitación a actos terroristas" y a la vez rechazó los "intentos de justificación o apología de actos terroristas que puedan incitar a ulteriores actos terroristas". Las medidas que se han de tomar para afrontar a cualquier protagonista o entidad que apoye económicamente la intolerancia o el odio étnico y religioso son esenciales para una estrategia global.
 
La exclusión política, social y económica de las comunidades de inmigrantes alimenta la frustración de los jóvenes y ha llevado a la alteración del orden en algunos lugares; pero la exigencia de una solución justa para estas cuestiones sigue siendo legítima. Resolviendo estas cuestiones con prontitud y justicia, las naciones pueden quitar a los terroristas el oxígeno del odio y de las reivindicaciones, reales o imaginarias, con las que intentan legitimar sus malas acciones y reclutar a las personas influenciables. Aunque a menudo encontrar el modo de detener el uso diario de informaciones contra objetivos débiles es el problema más difícil de resolver, obviamente prohibir las armas terroristas, incluidas las armas de destrucción de masas (WMD), es parte de la lucha. En este contexto, mi delegación aprueba la resolución 1673 del Consejo de seguridad sobre la no proliferación. También estamos de acuerdo en que los Estados deben tener como objetivo común resguardar, y si fuera posible eliminar, las armas nucleares, biológicas, químicas y radiactivas, y llevar a cabo eficientes controles en su propio territorio y al exportar materiales de doble uso relacionados con armas de destrucción de masas.

Además, el bioterrorismo es una amenaza grave, pero se afronta de modo insuficiente. Como hemos visto en otros escenarios de acción, el coste de no hacer nada podría superar mucho el coste de una mayor iniciativa actual para fortalecer la capacidad de los sistemas de salud pública para afrontar esta terrible eventualidad. Como señala el informe, mientras tanto importantes inversiones ahora en este campo podrían tener efectos positivos indirectos en la calidad general de la asistencia sanitaria disponible. Por último, señor presidente, el contraterrorismo debe caracterizarse por negar un fundamento moral elevado a los terroristas. Esta es precisamente una razón por la que a los terroristas y sospechosos se les debería tratar de acuerdo con las normas humanitarias internacionales en una lucha que, en última instancia, es por los corazones y las mentes.
 
Gracias, señor presidente.

 

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