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MENSAJE DE LA SECRETARÍA DE ESTADO,
EN NOMBRE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII,
AL VI CONGRESO INTERNACIONAL DE PRENSA CATÓLICA

 

Al señor Presidente de la Unión Internacional de la Prensa Católica

Señor Presidente:

Reunidos en una bella provincia española de Castilla la Vieja del 6 al 10 de julio próximo, los miembros de la Unión Internacional de la Prensa Católica van a celebrar su VI Congreso en Santander, centrando trabajos en el tema particularmente importante y actual de "La prensa católica, lazo de unión entre los pueblos".

Accediendo gustosamente a la petición que usted le ha dirigido, el Padre Santo hace los mejores votos para la fructífera labor de sus próximas sesiones.

Los pontífices romanos, en el transcurso de los últimos decenios, se han preocupado frecuentemente, no lo ignorará, de las técnicas modernas de difusión y principalmente de todo lo concerniente a la prensa. Bastaría recordar la exposición de prensa promovida en otro tiempo por Pío XI en el Vaticano, así como las muestras de solidaridad dadas por Pío XII a los periodistas en muchas circunstancias. Uno de los primeros gestos de Su Santidad Juan XXIII fue el de recibir en la sala Clementina a los enviados de diversos servicios de información para agradecerles su actividad con motivo de los funerales de su predecesor y en el momento de su propia elevación al supremo pontificado. Comentando la bella resolución de Manzoni de no ser jamás traidor a la verdad, el Pontífice los invitaba entonces a poner más exactitud y más objetividad en el ejercicio de su profesión. Es este un pensamiento que le es querido y sobre el cual desea vivamente que el periodista cristiano medite con frecuencia, a fin de inspirar en él cada vez más sus acciones. "No podemos menos —afirmaba de nuevo el Papa en su primera carta encíclica Ad Petri Cathedram— de exhortar especialmente a la exactitud, a la prudencia y a la discreción en la presentación de la verdad a aquellos que por sus libros, sus revistas, sus periódicos, hoy tan numerosos, ejercen tal influencia sobre el espíritu de sus lectores" (Carta encíclica Ad Petri Cathedram, 29 de julio de 1959, AAS. L., p. 500).

Es, por otra parte. este amor a la verdad el que sostiene el esfuerzo de los publicistas cristianos y le da seguridad, según la rica expresión de San Pablo, de que, "obrando según la verdad y en la caridad" (Eph. 4,15), colaboran al advenimiento del reino de Dios, en el que está llamada la humanidad entera y donde encuentra su unidad profunda. El Padre Santo se hace eco del Apóstol en estos términos, en el documento citado arriba: "De la adquisición de la verdad plena, entera y sincera, debe fluir necesariamente la unión del espíritu de los corazones. Las acciones, las oposiciones, los litigios, los desacuerdos nacen, en primer lugar, del hecho de que la verdad no sea conocida" (Ibídem, pág. 502).

Es evidente que la prensa católica tiene un papel importante en el acercamiento de los hombres para el conocimiento de la verdad. Así, pues, con justa razón, el Congreso de Santander estudiará las responsabilidades de la verdad en este ámbito y precisará en qué medida pueda ser lazo de unión entre los pueblos.

Los progresos actuales en la información permiten al mundo, hoy mejor que ayer, tomar conciencia de su comunidad de destino. Si bien la prensa es capaz de formar una opinión pública común, la experiencia diaria muestra, sin embargo, por desgracia con demasiada frecuencia, que puede también servir para sembrar la desunión entre los hombres. La prensa católica tiene, por tanto, una misión de paz que la encumbra especialmente. La amistad entre los pueblos será la ley del periodista cristiano. Procurará lo que acerca y une con preferencia y que decide y opina. En virtud de este amor de todos los hombres que reciben de Dios igual vocación sobrenatural y semejante dignidad humana, el publicista católico se constituirá gustosamente en defensa de todas las personas humilladas y víctimas de injusticias.

Tendrá particular compasión de sus hermanos perseguidos y se impondrá el deber de dar el más amplio eco a la solicitud angustiosa del Padre Santo por la Iglesia del Silencio.

Esta actitud de comprensión y buena voluntad la prensa católica la tendrá en grado excepcional para con los pueblos que luchan tenazmente contra la miseria, el hambre, las enfermedades o la ignorancia. Estos países esperan, en efecto, con justo derecho, sostén y asistencia de las naciones mejor provistas. Su porvenir está ligado actualmente en gran parte a la opinión pública que se constituye en su seno y que sufre influencias diversas. La prensa de los países ricos no puede permanecer indiferente a esta situación y debe responder sin retraso y generosamente a la invitación apremiante que hace el Padre Santo, a propósito de los territorios de misión, recordando las recomendaciones de su predecesor inmediato, Pío XII, en la Encíclica Fidei Donum, sobre el deber de multiplicar bajo todas sus formas la prensa católica. El añadía: "Es necesario igualmente tener cuidado de poner el máximo esfuerzo para favorecer la técnica moderna de difusión y de cultura, pues bien conocida es en nuestros días la importancia de una opinión pública formada e ilustrada." (Carta Princeps Pastorum, 28 de noviembre de 1959. AAS, 1959. LI. p. 84-5.)

De todas partes, de África negra como de la India, de América del Sur lo mismo que de Corea, llegan llamadas conmovedoras; una asistencia técnica de la prensa en la escala mundial organizada por vuestra unión sería particularmente oportuna y confirma las exhortaciones tantas veces repetidas de Su Santidad. Entre las tareas que encumbran a la Organización Católica Internacional, ¿no es ésta la que de manera evidente corresponde a la Unión Internacional de Prensa Católica?

El Padre Santo conoce y aprecia la campaña de información ya emprendida para preparar la opinión en este sentido. El alimenta la esperanza de que se tomarán en las reuniones de Santander decisiones generosas para crear o desarrollar en esos países una prensa católica activa no solamente proporcionándole los medios materiales y las máquinas que necesitan, sino también enviando personal técnicamente calificado y capaz de formar profesionales y tal vez también favoreciendo la tan importante circulación de una información sana. He aquí verdaderamente la gran misión que la prensa católica debe cumplir al servicio de la Iglesia. Su Santidad no duda que la Unión Internacional de Prensa Católica la asumirá de la manera más oportuna. Con esta confianza Su Santidad invoca sobre usted y todos los congresistas de Santander una larga efusión de las divinas gracias, en prenda de la cual otorga de todo corazón el favor de una particular bendición apostólica. Aceptad, señor Presidente, la seguridad de mi religioso afecto.

Domenico Cardenal Tardini
Secretario de Estado

Vaticano. Secretaría de Estado de Su Santidad. 30 de junio de 1960.

 

 

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