The Holy See
back up
Search
riga

CARTA DE LA SECRETARIA DE ESTADO,
EN NOMBRE DEL PAPA JUAN XXIII,
A LA XXXIII SEMANA SOCIAL ITALIANA

 

Eminentísimo y Reverendísimo Cardenal Siri,
Presidente de las Semanas Sociales.

Su Santidad ha recibido el anuncio de la XXXIII Semana Social de los Católicos de Italia, que dedicará este año sus trabajos a los problemas relativos a "Las migraciones interiores e internacionales en el mundo contemporáneo" y con particular complacencia ha recorrido su interesante programa.

Durante esas jornadas de estudio —cuya sede, en la hospitalaria y generosa tierra de Calabria, que conoce bien el fenómeno de la migración, es muy oportuna y significativa— se, tratará un tema que por muchos motivos atrae la atención del Sumo Pontífice. En efecto, él vivió desde su primera juventud la experiencia de su diócesis de Bérgamo, región rica en brazos vigorosos, pero afectada también por los problemas de sobreabundante mano de obra, a pesar de la laboriosa iniciativa local agrícola e industrial. Junto a Mons. Radini Tedeschi compartió después las ansias y las preocupaciones de aquel digno pastor hacia tantos hijos de su tierra que se alejaban hacia otros países. Y él mismo repetidamente, en su misión de representante de la Santa Sede, refrendó el mandato de llevar el auxilio de la caridad operante de la Iglesia a sus hijos prófugos o emigrantes y tuvo así ocasión de conocer de cerca los múltiples problemas que nacen de estos cambios de ambiente.

Por ello Su Santidad ve con gran complacencia el examen profundo de tales temas cuya importancia quiso subrayar desde los comienzos de su pontificado: "Saludamos con viva complacencia —decía en su primera encíclica hablando de los prófugos— los esfuerzos generosos realizados por varias naciones, así como las iniciativas emprendidas también recientemente en el ámbito internacional, para llevar hacia más rápida solución este gravísimo problema. Esto debería conducir no sólo a abrir nuevas posibilidades para la emigración sino también a facilitar la reconstrucción de los núcleos familiares porque sólo así se podrá eficientemente tutelar el bien religioso, moral y económico de los mismos emigrados, no sin provecho de los países que los acogen" (Ad Petri Cathedram).

Es indudable que las migraciones han alcanzado en nuestra época proporciones vastísimas porque a causa de los acontecimientos bélicos y de los cambios políticos, han de tenerse presentes nuevos y graves aspectos, entre ellos el problema de los deportados, de los refugiados políticos, de los prófugos o de muchos emigrados, constreñidos a volver a su patria.

Considerando además las migraciones debidas a motivos económicos que constituyen el objeto de estudio de la próxima Semana Social es de notar también que, junto a las tradicionales corrientes migratorias transoceánicas, se van acentuando cada vez más en nuestros días los movimientos internos con desplazamientos de población de una región a otra de la misma nación, e incluso dentro de la misma zona, de modo particular desde el campo a la ciudad y desde las zonas montañosas a las colinas abandonadas por otros. A esto se añade la previsión de nuevos desplazamientos en el continente europeo como consecuencia del proclamado principio de la libre circulación de la mano de obra en el área de instituciones internacionales europeas que a su vez tienden a extender el alcance de su colaboración a nuevos países de la misma Europa. Esto implica no sólo una modificación en las condiciones de vida de los trabajadores, sino también amplias repercusiones humanas y espirituales que los pastores de almas no pueden ignorar.

Ahora bien, teniendo presente que las diversas formas de desplazamiento migratorio están determinadas en gran parte por la búsqueda de trabajo en las zonas económicamente más desarrolladas, cualquiera puede comprende la importancia de cuanto ha afirmado recientemente el Pontífice reinante en un mensaje a los trabajadores: "Por nuestra parte no dejaremos vasar ocasión para invitar a cuantos tienen responsabilidad de poder y de medios para que se apliquen a mejorar las condiciones de vida y de trabajo y especialmente para que se asegure a todos el derecho a una estable y digna ocupación" (Radiomensaje del 1 de mayo de 1960). El Santo Padre reafirma así el fundamento del justo derecho a la emigración e inmigración, tantas veces proclamado por los Sumos Pontífices. Este se apoya no sólo en el derecho de encontrar ocupación y recibir suficientes garantías con miras al perfeccionamiento de la persona y del desarrollo de la vida familiar sino también "sobre la naturaleza de la misma tierra habitada por los hombres", como ha declarado la Constitución Apostólica Exsul Familia. En efecto —prosigue el mismo documento con las palabras de la carta de Pío XII al Episcopado Americano de 24 de diciembre de 1948—, el Creador del universo ha creado todas las cosas primeramente para utilidad de todos; por ello el dominio de cada una de las naciones, aunque haya de ser respetado no puede exagerarse tanto que, mientras la tierra ofrece en muchos sitios y para muchos abundancia de alimentos, por motivos no suficientes y por causas no justas, se impida el acceso a extranjeros necesitados y honestos, salvo el caso de utilidad pública que ha de ponderare con el mayor escrúpulo". Por otra parte se trata de hacer aplicación concreta —tanto en el ámbito de cada uno de los países como en el de las relaciones internacionales— de aquel principio de solidaridad entre poblaciones de diverso nivel de vida que el mismo Pontífice reinante ha recordado en su discurso a la FAO, afirmando que: "somos todos solidariamente responsables a las poblaciones infraalimentadas... Es preciso educar las conciencias en el sentido de la responsabilidad que pesa sobre todos y sobre cada uno, especialmente sobre los más favorecidos" (Discurso a la FAO, 3 de mayo de 1960).

Es además evidente que el principio de solidaridad, tan altamente proclamado, exige en el plano de la práctica que se realice en armonía con las características del actual desarrollo económico en los diversos países. Lo que quiere decir que será preciso utilizar los más exactos conocimientos estadísticos, económicos y sociológicos para colegir las actuales necesidades y asegurar los mayores provechos evitando aquellos desequilibrios que la experiencia ha demostrado profundamente lesivos para aspectos esenciales de la dignidad humana y de la vida moral y religiosa. Y en este sentido responde también a las exigencias de la conciencia cristiana la oportunidad de favorecer aquellos desarrollos económicos que permitan alcanzar una mejor relación entre una población que crece y una disponibilidad de bienes y de posibilidades de trabajo a ella correspondiente.

Otros problemas responden más directamente a la misión educativa de la Iglesia. Ante todo los que miran a la adecuada preparación de quienes deben desplazarse por necesidades del trabajo ya dentro del país, ya al extranjero. Puesto que las migraciones se van determinando cada vez más a la vista de las efectivas ofertas de trabajo, es claro que asume particular importancia la formación profesional. En realidad no pocos inconvenientes que derivan de la nueva situación que ha de afrontar el emigrante podrían evitarse siempre que una efectiva calificación practicada de modo adecuado a los recientes desarrollos de la técnica permitiese afirmarle más segura y dignamente. De otra parte, los mismos valores espirituales de una vida cristianamente inspirada podrán, como enseña la experiencia, ser mucho más apreciados si una sólida formación moral y religiosa en el emigrado va acompañada de una efectiva competencia en el campo profesional.

No hay que olvidar aquella formación general que elevando el nivel cultural hace capaces de asimilar usos y costumbres diversos y valorar sus aspectos positivos.

Por lo que respecta a la formación religiosa en estos desplazamientos, las características del nuevo ambiente no sólo económico sino cultural sobre todo, espiritual y religioso, hacen surgir graves dificultades para garantizar la continuidad de una sólida y coherente moralidad y religiosidad en un momento en que llega a faltar el apoyo o sostén de la tradición y del ambiente nativo. La preparación religiosa, por ello, se realizará confiándola cada vez más a las convicciones personales y a la fidelidad de las prácticas religiosas más bien que al factor tradicional y exigirá una particular educación en defensa de las personas más expuestas, como los jóvenes y las mujeres.

Además de la adecuada preparación, surgen otros problemas no menos importantes de la necesidad de adaptación del emigrante en el nuevo ambiente. Tanto más cuanto que van gradualmente imponiéndose las migraciones por las que las trabajadores se estabilizan allí donde se les garantiza un puesto de trabajo y una remuneración suficiente, individual y familiar. Esto lleva consigo la tendencia legítima a insertarse cada vez más activamente en la nueva localidad de asentamiento. Cambia, sin embargo, la disposición psicológica de quien se desplaza en cuanto se le sostiene en su confianza y en su moralidad no por la idea del retorno al país de origen, sino más bien por el deseo de esta efectiva inserción en su nuevo asiento. A tal fin el emigrante —en el interior o en el exterior— debe esforzarse por superar la tentación de un aislamiento que le impediría reconocer los valores existentes en el lugar que le acoge. Debe, por el contrario, aceptar del nuevo país sus características particulares, proponiéndose además contribuir con las propias condiciones y costumbres de vida al desarrollo ordenado de la vida de todos.

Naturalmente, a tal cambio debe también corresponder una actitud de cordial acogida y comprensión por parte de los que ya residen en aquella localidad, sin egoístas pretensiones o injustificadas desconfianzas, sino reconociendo explícitamente la igual dignidad e iguales derechos fundamentales de la persona humana.

Adquiere especial importancia en el plano religioso la integración del que llega de nuevo a la comunidad parroquial. Las extraordinarias formas de asistencia incluso en el plano moral y religioso deben ser concebidas precisamente como una fase transitoria para favorecer esta plena participación en la comunidad de los fieles, en la caridad y en la comprensión recíproca. En este sentida ganará no poco valor el encuentro con la acción litúrgica si el emigrado ha sido anteriormente educado para conocer y vivir los auténticos valores de la vida religiosa, individual y asociada.

Como se ve, se van perfilando nuevos aspectos de la pastoral moderna y de las actividades de asociaciones de apostolado en las zonas sujetas a este profundo y continuo desplazamiento de grupos humanos. Consiguientemente se hace cada vez más urgente la necesidad de una documentación al día sobre la situación de hecho de la población en las diócesis y en las parroquias para conocer las características efectivas y para decidir las formas adecuadas de asistencia espiritual, tanto a la población de nuevo asentamiento estable colmo a los trabajadores estacionales y fluctuantes.

Se abre, pues, un gran campo de investigaciones y de iniciativas a esa nobilísima reunión de estudiosos serios y experimentados. Bajo la clarividente guía de vuestra eminencia reverendísima, no dejarán de prestar una valiosa contribución no sólo para un estudio actualísimo de los fenómenos migratorios sino, sobre todo, para una más eficaz afirmación y defensa de los valores humanos y religiosos.

El Santo Padre se alegra vivamente de ello y a la vez que formula los mejores votos por el éxito de la XXXIII Semana Social, envía de corazón a Vuestra Eminencia, a los miembros del Comité Permanente, a los profesores y participantes todos, el consuelo de su Bendición. Apostólica.

Me honro en aprovechar gustoso la ocasión para besarle humildísimamente la mano y reiterarme con profunda veneración de Vuestra Eminencia Reverendísima seguro servidor

Domenico Cardenal TARDINI
Secretario de Estado

 

top