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CARTA DEL SECRETARIO DE ESTADO CARD. TARDINI,
EN NOMBRE DEL PAPA JUAN XXIII,
A LA VII SEMANA SOCIAL DE ARGENTINA

 

Excelentísimo y reverendísimo señor:

Continuando con la VII Semana Social, que próximamente tendrá lugar en Rosario, la serie de las celebradas anteriormente en esa nación, ha querido muy oportunamente la Junta Central de la Acción Católica Argentina que el tema a ella asignado verse sobre los problemas de la vida rural en el país. Al tener noticia de esta prometedora reunión, Su Santidad, accediendo gustosamente a los filiales deseos de sus organizadores, me ha dado el encargo de hacerles llegar, junto con sus fervientes votos por el mejor éxito de la misma, una palabra de aliento, que sea al mismo tiempo expresión del particular afecto que él siente por los pobladores del campo.

La. seriedad y envergadura de tales problemas en medio de la complejidad. y variedad que presentan en Argentina por las características diversas que los mismos asumen en cada región, dan una especial importancia a la materia escogida, cuyos aspectos más interesantes —curso demográfico de la población campesina, su posición económica, función de la propiedad agraria, bienestar de la población rural y vida religiosa de los hombres del campo— van a ser sometidos a estudio simultaneándolos con el examen de la realidad rural según las distintas zonas sociográficas del país.

Sucede por desgracia en muchas naciones que grandes masas de campesinos dejan las tierras y afluyen a las ciudades, atraídos por el señuelo de un trabajo más permanente y menos fatigoso, por la aspiración a mayores y más fáciles ganancias y por el deseo de gozar las comodidades y diversiones que ofrecen los grandes aglomerados humanos.

A este doloroso y peligroso fenómeno no se podrá poner adecuado remedio mientras, sobre todo, los campesinos no adquieran conciencia de la dignidad y la utilidad social de su misión y hasta tanto que, por otra parte, no se les garanticen convenientes y decorosas condiciones de vida. Por esto es necesario que se ponga todo el empeño en asegurar a quienes trabajan la tierra una participación, lo más amplia posible, en aquellas ventajas y servicios que la organización social procura a las demás categorías de ciudadanos.

"A este propósito —decía el Santo Padre— cualquier esfuerzo realizado en favor de una mayor aplicación de la justicia y de la caridad no sólo ha de ser aprobado, sino también alentado y bendecido". (Disc. a los Agricultores, 18 nov. 1959).

Además se ha de tener presente que responde a una exigencia del bien común el que los trabajadores de la tierra saquen del propio trabajo una renta que les consienta un tenor de vida proporcionado al nivel de cuantos aplican sus energías al sector industrial o al de los servicios. Esto pide el que la agricultura se modernice, y se modernice en proporción, por cuanto sea posible, al progreso que se viene actuando en los demás campos de la vida laboral.

Como es obvio, a esta meta deben tender los propietarios y cuantos en la agricultura desarrollan las propias actividades productivas. Mas a tal fin es asimismo indispensable que los Poderes públicos realicen una política económica apropiada en favor de la agricultura por lo que se refiere, sobre todo, a la imposición tributaria, a la concesión de créditos, a la aplicación de los seguros sociales, al precio de los productos agrícolas.

El estudio de la realidad concreta en Argentina, país de tanta extensión y con ambientes rurales tan variados, podrá dar la fórmula justa para determinar cuál sea en cada zona la estructura mejor y cuáles las dimensiones más convenientes para la empresa agrícola. En cualquier caso no se han de echar al olvido los siguientes criterios fundamentales: Han de tenerse en la máxima consideración la dignidad personal de cuantos trabajan en la empresa agrícola; hágase la distribución de la renta obtenida según criterios de justicia y de equidad entre cuantos contribuyen a producirla; procúrese la conciliación de los intereses de cada una de las empresas con las exigencias del bien común y la coordinación de la agricultura con la artesanía y la industria. Tales providencias han de tener como denominador común "el asegurar doquier a los habitantes de las campiñas su propio carácter, su propia dignidad, su propio valor en la economía y en la sociedad" (Pío XII: Disc. al I Congr. Cat. Intern. de la Vida Rural, 2 julio 1951).

Un cuidado particular se ha de poner en que los trabajadores de la tierra adquieran una adecuada formación técnico-profesional y una buena educación religiosa y moral. Hoy, gracias a Dios, se va cayendo en la cuenta de que, incluso en el sector económico, los problemas que tienen mayor importancia son los que se refieren al hombre. Es necesario el que los trabajadores sean personas instruidas en la forma y medida que actualmente exige la profesión agrícola, y que sean continuamente puestos al día en los adelantos y avances que se vayan realizando en la materia; mas es, sobre todo, indispensable el que entre los mismos se cultive y robustezca el sentido de la solidaridad y que, cuantas veces sea necesario o conveniente, tal solidaridad se exprese en formas asociativas enderezadas a promover la modernización de la agricultura, aptas para influir positivamente sobre el mercado, para hacer sentir con eficacia la propia voz en las administraciones locales o en los organismos del Estado.

"La fidelidad a Cristo y a la Iglesia —decía Su Santidad a los agricultores de Italia—... aliente vuestro seguro camino hacia un progreso siempre más en consonancia con vuestra dignidad de hombres y de trabajadores; lo preserve de los peligros del materialismo teórico y práctico; os sostenga en las tribulaciones y en las pruebas, en la esperanza paciente de tiempos mejores" (Discurso a los Cultivadores Directos de Italia, 27 de abril de 1960).

Ojalá los esfuerzos de esta Semana contribuyan a hacer que los trabajadores de la tierra sean cada día más conscientes —como antes queda dicho— de la dignidad de su trabajo. Que de él saquen cuanto es suficiente para un decoroso sustento y para hacer frente dignamente a sus propias responsabilidades familiares Y, sobre todo, que, más que una fuente de riqueza vean en él el cumplimiento de un deber, un servicio prestado al prójimo, una colaboración a la actividad creadora de Dios y como una continuación a la fatiga de Jesús Redentor del género humano.

"Amad la tierra —inculcaba el Santo Padre a los rurales—, madre generosa y severa que encierra en su seno los tesoros de la Providencia. Amadla porque especialmente hoy, cuando se difunde una peligrosa mentalidad que pone asechanzas a los más sagrados valores del hombre, vosotros encontráis en ella el marco sereno para el desarrollo y para la salvaguardia de vuestra completa personalidad; amadla porque, en contacto con ella y a través de vuestro noble trabajo, más fácilmente vuestra alma puede ser mejorada y elevarse hasta Dios" (Disc. a los Cultivadores Directos de Italia, 22 abril 1959).

Con estos deseos Su Santidad invita a los participantes en las sesiones de estos días a poner todo su esfuerzo, su esclarecida inteligencia y su buena voluntad en favorecer las soluciones más justas de los múltiples problemas de la agricultura argentina, aportando así una eficaz contribución a la prosperidad cristiana de tan noble país. En prenda de las divinas luces, el Augusto Pontífice de todo corazón envía a los semanistas de Rosario una particular bendición apostólica.

En esta oportunidad me es grato reiterarle el testimonio de mi más distinguida consideración, con que soy de vuestra excelencia reverendísima devotísimo,

Domenico. Card. TARDINI
Secretario de Estado

 

El Vaticano, 11 de marzo de 1961.

 

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