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 CARTA DEL CARDENAL AMLETO GIOVANNI CICOGNANI,
EN NOMBRE DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A MONSEÑOR JOSEPH GERALD BERRY, ARZOBISPO DE HALIFAX,
PRESIDENTE DE LAS SEMANAS SOCIALES DEL CANADÁ

 

Excelencia:

El Santo Padre me ha confiado graciosamente el honroso deber de transmitir su paternal estímulo y más sentidos buenos deseos a la Muy Reverenda Jerarquía y al clero, religiosos y fieles reunidos en Halifax para la Semana Social Canadiense de este año.

Como Su Santidad expuso recientemente en la gran encíclica Mater et Magistra, se han producido cambios de gran alcance en este período de la postguerra en los campos económico y social; y estos cambios han tenido su repercusión en los medios de producción y a través de éstos en las relaciones entre trabajadores y patronos.

De aquí que sea oportuno hoy que estas relaciones sean reexaminadas y reorganizadas; pero también que que esta reorganización sea hecha de acuerdo con los principios y criterios de justicia y sabiduría, como han sido desarrollados en la enseñanza de la Iglesia, especialmente en los documentos de los Papas León XIII (Rerum Novarum), Pío X (Quadragesimo Anno), Pío XII (Mensaje de Pentecostés, 1941 y Mensaje de Navidad, 1942) y del Papa Juan XXIII (Mater et Magistra).

Los procesos productivos deben ser determinados de manera racional. De otro modo desperdician la energía humana y los medios de producción. Esta constituye una infracción de las leyes de la economía; pero también hiere el orden moral, ya que no es lícito malgastar inútilmente las riquezas. Sin embargo, los índices de productividad y producción no pueden ser tomados como criterios supremos en la organización de los procesos productivos; tales índices deben ser perseguidos de acuerdo con las necesidades del orden moral, salvaguardando la dignidad humana de todos los que están dedicados a la producción.

De ahí se sigue que en el estudio de los procesos de producción y al reorganizar las relaciones entre los trabajadores y los patronos, han de ser observados los siguientes y principios y criterios:

Salud física e integridad moral

1. Las condiciones de trabajo han de ser tales que salvaguarden la salud física de los trabajadores y su integridad moral. En otras palabras, debe practicarse la higiene, evitarse accidentes y enfermedades ocupacionales, mantener dentro de límites razonables las horas de trabajo, las mujeres, y especialmente las mujeres casadas, han de ser tratadas con el debido respeto, los jóvenes sólo deberán ser empleados cuando sean suficientemente maduros y nunca para trabajos que puedan comprometer su desarrollo natural, y habrán de evitarse todos los peligros a la buena moral o a los sentimientos religiosos. En este aspecto las reglas expuestas por el Papa León XIII en la Rerum Novarum tienen todavía actualidad y, en efecto, han servido de guías en la legislación social de aquellas comunidades políticas más interesadas en el progreso humano.

2. La retribución del trabajo no debe ser abandonada completamente a las leyes del mercado ni fijada de manera arbitraria. Más bien habrá de estar determinada de acuerdo con los principios de justicia y equidad propuestos por el Papa Pío XI en la Quadragesimo Anno y expuestos con mayor detalle por el Soberano Pontífice reinante en su reciente encíclica Mater et Magistra con estas palabras: «A los trabajadores les corresponde una retribución tal que les permita un nivel de vida verdaderamente humano y hacer frente con dignidad a sus responsabilidades familiares; pero exige que al determinar la retribución se mire a su efectiva aportación en la producción y a las condiciones económicas de la empresa; a las exigencias del bien común de las respectivas comunidades políticas, particularmente por lo que toca a las repercusiones sobre el empleo total de las fuerzas laborales de toda la nación; así como también a las exigencias del bien común universal, o sea de las comunidades internacionales de diferente naturaleza y amplitud.. Claro está que los criterios arriba expuestos valen siempre y en todas partes; pero el grado en el cual se aplican los casos concretos no se puede determinar sino respecto a la riqueza disponible; riqueza que puede variar tanto en calidad como en cantidad, que puede variar, y de hecho varía, de nación a nación y dentro de la misma nación de un tiempo a otro».

Es también oportuno recordar la siguiente exhortación de Su Santidad: «En muchas economías de hoy, las empresas de proporciones medianas y grandes realizan no pocas veces rápidos e ingentes aumentos productivos a través del autofinanciamiento. En tales casos creemos poder afirmar que a los obreros se les ha de reconocer un título de crédito respecto a las empresas en que trabajan, especialmente cuando se les da una retribución no superior al salario mínimo. Sobre esto recordemos el principio expuesto en la encíclica Quadragesimo Anno por Nuestro Predecesor Pío XI "es totalmente falso atribuir sólo al capital o sólo al trabajo lo que ha resultado de la eficaz cooperación de ambos, y es totalmente injusto que el uno o el otro niegue la eficacia de la otra parte y se alce con todo el fruto". La exigencia de justicia citada puede ser cumplida de muchas maneras sugeridas por la experiencia. Una de ellas y de las más deseables consiste en procurar que los obreros, en las formas y los grados más oportunos, puedan llegar a participar en la propiedad de la misma empresa; ya que hoy, aún más que en los tiempos de Nuestro Predecesor "se ha de procurar con todo esfuerzo que, al menos para el futuro, sólo una parte justa de las riquezas adquiridas se acumulen en manos de los ricos y se distribuyan en bastante profusión entre los obreros"».

3. Sin embargo, es imposible crear una atmósfera de serenidad en las organizaciones de la producción a menos que la intranquilidad de los obreros, producida por la incertidumbre de su futuro, pueda ser eliminada o reducida lo más posible. Esto se puede hacer implantando sistemas oportunos de seguro social o seguridad social; capaces de protegerlos en aquellos acontecimientos que o bien desequilibran su habilidad de trabajo (accidentes, enfermedad, vejez), o aumentan sus responsabilidades (matrimonio, paternidad), o los obligan a involuntaria ociosidad (paro).

«Pero la justicia social no se puede decir satisfecha, afirma el Papa Pío XI en la encíclica Divini Redemptoris, ... mientras los obreros y sus familias... no pueden tener adecuada previsión a través de seguros públicos o privados para la vejez, para peligros de enfermedad y de paro».

4. Incluso los servicios sociales concedidos dentro de la empresa misma pueden contribuir eficazmente al desarrollo de las buenas relaciones entre los obreros y la dirección. Para conseguir este fin, sin embargo, es esencial que los obreros sociales empleados sean competentes, humanos y libres de presión de las partes interesadas.

5. En cuanto sea posible, cada trabajador deberá ocupar el puesto que mejor corresponda a su habilidad, su celo y sus méritos. La promoción a puestos más altos dentro de la empresa y aumento de salarios deben ser concedidos con criterios objetivos que sean iguales para todos y estén inspirados en la justicia y la equidad.

6. Siempre que el principio de unidad y eficiencia de dirección esté asegurado el deseo de los obreros de participar activamente en la vida de la empresa donde trabajan es legítimo, y debe ser satisfecho en el grado y la manera permitidos por la situación real.

7. «También consideramos justificable, declara el Santo Padre en su encíclica Mater et Magistra, el deseo de los empleados de participar en la actividad de las empresas a las que pertenecen como trabajadores. No es posible definir a priori el modo y los grados de esta participación ya que éstos dependen de las condiciones específicas que existen en cada empresa —condiciones que pueden variar de una a otra, e incluso dentro de la misma empresa están con frecuencia sujetas a cambios rápidos y sustanciales. Pero creemos conveniente llamar la atención sobre el hecho de que el problema de la participación de los obreros es un problema siempre presente, ya sea la empresa privada o pública; de todos modos, debiera realizarse todo esfuerzo para que la empresa llegue a ser una comunidad de personas en el proceder, en las actividades y en el puesto de todos sus miembros. Esto exige que las relaciones entre los patronos y directores por un lado, y los empleados por otro, estén marcadas por el aprecio, la comprensión, una leal y activa cooperación y una devoción a la empresa común a los dos, y que el trabajo sea considerado y realizado por todos las miembros de la empresa, no sólo como una fuente de ingresos, sino también como el cumplimiento de un deber y un acto de servicio Esto también significa que los obreros puedan tener voto y puedan contribuir al funcionamiento eficiente y al desarrolla de la empresa. Nuestro Predecesor Pío XII puso de relieve que la función económica y social que todo hombre aspira a desempeñar exige que el desarrollo de la actividad de cada uno no esté completamente sujeto a la voluntad de otros. Una visión humana si la empresa ha de salvaguardar ciertamente la autoridad y la necesaria eficiencia de la unidad de dirección, pero no debe reducir a sus co-trabajadores diarios al nivel de simples y silenciosos ejecutantes sin ninguna posibilidad de demostrar su experiencia, enteramente pasivos en relación con las decisiones que regulan su actividad".

Estabilidad en el empleo

8. Finalmente hay que prestar atención al hecho de que, como consecuencia de la aplicación cada vez más amplia de los procesos de mecanización, automatización, los medios de producción, particularmente en ciertos sectores de la industria y el servicio personal, están sujetos a rápidos cambios de largo alcance. Esto, a su vez, puede tener repercusiones negativas inmediatas sobre los obreros, especialmente a lo que afecta a la estabilidad de su empleo.

Es, por lo tanto, una exigencia de la justicia social que se hagan las aplicaciones de tal manera que los resultados negativos inmediatos de la automatización no sean sobrellevados exclusivamente por los obreros o por ciertos grupos de obreros. Tales resultados negativos debieran pesar más bien de modo equitativo o incluso con más fuerza sobre los capitalistas y, cuando sea oportuno, incluso sobre todos los miembros de la comunidad política, ya que todos, en último término, se benefician por estos cambios de automatización. Esto se podrá obtener con tanta más seguridad cuanto que los obreros estén presentes y tengan voto a través de sus uniones y organizaciones, en la realización de los procesos de automatización.

Educación social

Está claro que los obreros podrán asumir responsabilidades en los procesos de producción cuando estén convenientemente preparados para hacerlo, es decir, cuando ellos estén instruidos profesionalmente y educados socialmente. Las escuelas pueden y deben contribuir a esto; pero, una contribución igualmente importante pueden aportarla los obreros mismos a través de una inteligente utilización de su tiempo libre; y las instituciones apropiadas promovidas de común acuerdo entre obreros y sus organizaciones de una parte, y los patronos y la dirección por otra, pueden también contribuir válida y útilmente. A este respecto, la exhortación del Pontífice en Mater et Magistra debiera ser tenida en cuenta: «En la educación social las Asociaciones y las Organizaciones del Apostolado Seglar desempeñan un importante papel especialmente aquellas que tienen como objetivo específico la cristianización de los sectores económico y social del orden temporal. En efecto, muchos miembros de estas Asociaciones pueden sacar provecho de sus experiencias diarias para formarse a sí mismos mas completamente y contribuir también a la educación social de la juventud».

Con estos pensamientos tomados de las enseñanzas del Santo Padre y de sus Predecesores, los participantes en la Semana Social Canadiense tendrán ayuda para orientar sus deliberaciones y motivar sus discusiones; y Su Santidad ruega que la Divina Providencia los ilumine y los guíe en sus esfuerzos por aplicar cada vez más completamente las enseñanzas de la Iglesia en este importante campo. En prenda de las copiosas gracias celestiales y un nuevo testimonio de Su Paternal Benevolencia, amorosamente imparte a Vuestra Excelencia, a los organizadores, dirigentes, conferenciantes y a todos los que toman parte en las sesiones, Su particular Bendición Apostólica.

Con sentimientos de alta veneración y cordial estima, quedo devotamente suyo en Cristo,

 

A. G. Cardenal CICOGNANI
Secretario de Estado

 

 

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