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INTERVENCIÓN DE MONS. AGOSTINO FERRARI TONIOLO
EN LA XIX SESIÓN DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA FAO*


Martes 15 de noviembre de 1977

 

Señor Presidente:

Le expreso agradecimiento por haberme concedido la palabra en esta distinguida asamblea de delegados de los Estados miembros de la FAO, reunidos para ejercer su poder de decisión en lo que concierne a las opciones ejecutivas dentro de la FAO y a nivel internacional.

La Conferencia debe establecer, ante todo, líneas de acción conjunta en la perspectiva inmediata del próximo bienio, pero también a largo plazo para los años 80 dentro del Plan Internacional de Desarrollo establecido por las Naciones Unidas para su tercer decenio.

Como es natural, esta Delegación examina las decisiones a tomar y lo que hay que realizar, teniendo en cuenta las exigencias morales implicadas en las finalidades constitutivas de la FAO. Tenemos la satisfacción de constatar que, junto al análisis del plan económico y técnico y la ejecución de los proyectos, se ponen cada vez más en evidencia los aspectos más específicamente humanos; y que, desde los puntos de vista materiales estrictamente económicos, se elevan hacia aquellos más directamente culturales y sociales: los problemas de la alimentación, salud y vivienda, participación activa y consciente de la comunidad civil a todos los niveles, educación y formación; en una palabra, el desarrollo integral total de todos los hombres.

Según la visión ética que inspira la presencia de la Santa Sede, dirigimos la atención a conseguir la satisfacción efectiva de las necesidades fundamentales del ser humano en su integridad.

Nos complace constatar por tanto, que en sus programas y en sus actividades, la FAO asume siempre su papel con gran sentido de responsabilidad, no sólo en orden a favorecer todo esfuerzo en pro de una mayor funcionalidad y de actuaciones más concretas y realistas, sino también explícitamente para alcanzar de manera más incisiva los objetivos humanos. En efecto, se puede notar también en los documentos preparatorios de esta Conferencia una referencia más amplia que va desde la actividad agrícola al "mundo rural", llamando con insistencia la atención hacia los sectores más pobres, especialmente hacia aquellos privados de tierra o a los pequeños agricultores, subrayando con realismo los problemas de las comunidades locales y de las pequeñas poblaciones donde el nivel agrícola es de pequeños propietarios. De todo esto han dado testimonio muchas de las declaraciones expresadas en las distintas Conferencias regionales de la FAO, durante el año pasado.

La Santa Sede es tan sensible a estos problemas, que comparte la convicción de que la agricultura sigue siendo todavía infravalorada, como lo ha afirmado el Papa Pablo VI en la Conferencia mundial sobre la Alimentación, el 9 de noviembre de 1974 (cf. AAS 66, 1974, pág. 650; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 17 de noviembre de 1974, pág. 1). En efecto, la agricultura es aún en muchos ambientes un sector poco desarrollado. Por eso es importante continuar la rehabilitación de la agricultura en los países industrializados donde hay disminución de tierras cultivadas y del número de agricultores; y todavía más en los países en vías de desarrollo, donde la agricultura representa el más subdesarrollado de los sectores económicos. Es necesario estimular la voluntad política de los Gobiernos para que den a la agricultura el lugar que le corresponde, para que garanticen a los trabajadores la posibilidad de capacitarse y ventajas semejantes a las de los trabajadores que pasan a la industria, a fin de evitar que en la agricultura repercutan las cargas del desarrollo de los otros sectores económicos.

Pero una auténtica visión moral exige una concepción universal de la vida abierta a la visión global del mundo también cuando se tornan decisiones que tienden a potenciar las características y la autonomía de iniciativa de los grupos, de las naciones y de los continentes.

Aun cuando se resalte la importancia de la autosuficiencia colectiva de las formas de solidaridad regional o de zona, es necesario conservar y educar la capacidad de juzgarlos a escala mundial, basándolos en los valores fundamentales comunes a todos.

Los programas y los fondos relacionados con los proyectos regionales deben ser concebidos, actuados y utilizados de modo que aceleren concretamente el desarrollo de tos países más atrasados, pero sin perder nunca la visión de conjunto, para que no se favorezca el resurgir de nuevas segregaciones debidas a nacionalismos que pueden surgir en los Estados y que pueden llevar a nuevas formas de egoísmo colectivo y a rígidas exclusiones o discriminaciones de un grupo de países.

La Delegación de la Santa Sede mira con complacencia los programas de cooperación técnica, precisamente porque también los problemas técnicos y de organización implican necesariamente problemas humanos. Estas realizaciones concretas constituyen la base para resolver muchas necesidades fundamentales de los pueblos y pueden contribuir a la reducción efectiva de distancias entre naciones ricas y naciones pobres que, lamentablemente, se manifiestan todavía con tendencia a aumentar; mientras que, en cambio, esta distancia se indica en el programa de trabajo como un "foso moralmente inaceptable", juicio que es necesario compartir plenamente.

Por tanto, la cooperación técnica y la renovación de las estructuras deben ser realizadas con fines humanos en los aspectos socio-económicos e institucionales. Por ello nos alegra saber que la Conferencia prevista para 1979 tiene por objeto estudiar conjuntamente el doble aspecto de la "reforma agraria" y del "desarrollo rural" en término más amplio, refiriéndose claramente a las poblaciones de los países predominantemente agrícolas, y en especial a los pequeños agricultores y a los trabajadores no propietarios.

Complace subrayar que la tercera línea de orientación de la reorganización agrícola se refiere a la reducción de las diferencias sociales y a la mejor integración de las poblaciones rurales en la propia economía nacional, cuando habla de adaptar las estructuras y las técnicas a fin de aumentar la producción agrícola.

Además, la cuarta directriz indica explícitamente la igualdad de consumo alimenticio para todos los grupos socio-económicos, a la que es necesario agregar el llamado a la limitación del consumo y del despilfarro de los países más avanzados, como consecuencia de las formas de vida costosas e irracionales de algunos grupos privilegiados. Una vez más quisiéramos invitar a no despilfarrar los fondos necesarios para las inversiones, empleándolos en la carrera de los armamentos, puesto que los mismos capitales podrían consentir a la comunidad mundial un uso más vasto de los recursos de la tierra y de los mares.

La quinta línea directriz hace hincapié en la necesidad urgente de mejor nivel de nutrición de los grupos pobres y subalimentados y ele los llamados negables".

En lo que se refiere a la seguridad alimenticia, esta Delegación estima que la reconstrucción —que hoy parece fácil— del nivel mínimo de reservas mundiales de cereales debe ser efectuada según los criterios de una solidaridad verdadera. No se trata solamente de almacenar reservas nacionales sobre el propio territorio, sino también de ponerlas a disposición de la comunidad internacional.

En cuanto a la ayuda alimenticia, esta Delegación constata con satisfacción el sensible aumento de la cantidad de cereales donados en estos dos últimos años para ayuda alimenticia.

Esperamos que se utilicen en manera creciente los medios multilaterales de las Organizaciones intergubernamentales, confiando en su capacidad de colaboración para definir los proyectos y los programas internos e internacionales, como también en su capacidad de ser agencias eficaces de ejecución.

La acción propia de la FAO debe ser defendida, pero también debe ser considerada y llevada a cabo en estrecha relación cada vez mayor con las otras entidades de la comunidad mundial y con sus distintas Organizaciones internacionales.

La Delegación de la Santa Sede quiere llamar particularmente la atención sobre la armonía que debe existir entre la FAO y el Consejo mundial de la Alimentación, instituido como órgano de las Naciones Unidas a nivel ministerial. Así también entre la FAO y el Fondo Internacional para el Desarrollo de la Agricultura, que entrará en función próximamente con autonomía propia como nuevo órgano especializado en el cuadro las Naciones Unidas.

Toda cooperación internacional eficaz requiere ciertamente coordinación entre las distintas especializaciones, pero deben evitarse repeticiones inútiles o también por el contrario, centralizaciones que obstaculicen la multiplicidad de iniciativas vitales.

Pero eso presupone una nueva relación de cordial buena voluntad que evite posturas rígidas u opuestas, y favorezca una convergencia constructiva entre países desarrollados y países en vías de desarrollo. Solamente a través de una abierta solidaridad y buena voluntad hacia todos, podrán ser satisfechas las necesidades humanas fundamentales y más urgentes.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española 1978 n.3 p.10.

 

 

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