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DECLARACIÓN DE MONS. ACHILLE SILVESTRINI,
REPRESENTANTE DE LA SANTA SEDE,
EN LA CONFERENCIA SOBRE LA SEGURIDAD Y LA COOPERACIÓN
EN EUROPA CELEBRADA EN BELGRADO*


Jueves 9 de marzo de 1978

 

Señor Presidente:

Cuando está para terminar esta reunión de Belgrado, el primer pensamiento de mi Delegación se dirige agradecido al Gobierno y a la población de Yugoslavia que nos han acogido durante estos meses con gran simpatía y cordial hospitalidad, y sobre todo al señor secretario ejecutivo, a sus distinguidos colaboradores, al personal de los servicios organizadores, intérpretes y auxiliares que han hecho posible con su trabajo el perfecto desarrollo de las reuniones.

Señor Presidente, cuando se trabaja intensa y tenazmente durante cinco meses, como lo han hecho las treinta y cinco Delegaciones mediante debates, propuestas y negociados, es natural la tentación de evaluar los resultados a partir de la confrontación con el esfuerzo realizado. Y los resultados, todos lo reconocemos, son bastante limitados. En efecto, mientras las propuestas presentadas y discutidas han sido un centenar, el documento final registra solamente la decisión de un próximo encuentro en Madrid y de reuniones de expertos que se celebrarán en Montreux, Bonn y La Valletta. Es cierto que dichas reuniones tienen por objeto desarrollos importantes de la seguridad y cooperación. No se puede negar, por ejemplo, que la elaboración de un método para la solución pacífica de las controversias, si se lleva a cabo con eficacia, podría hacer que la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación de Europa constituyese un paso adelante de gran originalidad e importancia.

Igualmente son de gran interés la preparación del "Foro científico" y la reunión de expertos sobre el Mediterráneo dedicada a los problemas que afectan a un área geográfica y humanamente asociada íntimamente a las vicisitudes de Europa.

Pero tenemos que reconocer que en esta reunión de Belgrado muchos esperaban bastante más. Dicha expectativa de por sí no era una utopía, era el signo de la creciente aceptación que el documento final de Helsinki ha ido adquiriendo en la opinión de los pueblos.

También nuestra Delegación atribuye gran importancia a las esperanzas suscitadas por el documento entre la gente sencilla, ya que ello significa que los pueblos desean el encuentro y la colaboración entre sus países en todos los campos posibles, y piden que el documento final de Helsinki, firmado por todos los países grandes y pequeños de Europa, por los Estados Unidos y por Canadá, sirva para encontrar medios y caminos nuevos cada vez más eficaces. Sin duda que el proceso es largo y gradual, y hay asimismo cierta impaciencia. Además, el tiempo transcurrido ha sido poco, y ciertos cambios en cada campo y en cada país necesitan un período de maduración.

 Mas el debate franco y abierto que se ha realizado en estos meses no será inútil.

Pensemos por ejemplo en los problemas de seguridad.

Si la reunión de Belgrado no ha conseguido desarrollar más los compromisos del documento final que desean aumentar la confianza en el sector de la contraposición militar, es lícito esperar, no obstante, que el debate serio y apasionado que aquí se ha llevado a cabo anime en otras sedes —la de los negociados SALT, la de la reducción de las fuerzas militares en Centro Europa, y la de la próxima Asamblea especial de la ONU dedicada al desarme— a una voluntad efectiva de llegar a resultados de gran alcance.

Lo mismo digamos por lo que se refiere a los derechos del hombre. El documento final en el séptimo principio tiene un texto de gran amplitud conceptual y de determinaciones concretas que honra a los treinta y cinco países que lo aprobaron y firmaron después de dos años de difícil elaboración en Ginebra. También en este punto el debate ha sido vivo y caluroso, y se han hecho diversas propuestas para que sea aplicado lo más ampliamente posible.

Aunque el séptimo principio no haya sido aceptado, ninguno de los participantes ha tratado de disminuir su significado y alcance. Y análogamente, la referencia frecuente a la unicidad y globalidad del documento final —que nos ha encontrado a todos unánimes— tiene el mismo valor que los diez principios. A nuestro parecer, en lugar de reducir el significado de los derechos humanos lo revaloriza, y el respeto a la libertad de religión, o de creencia queda igualado a la inviolabilidad de las fronteras.

Nuestra Delegación, fiel al compromiso asumido ya durante las consultas preparatorias de la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa, también en esta sede de Belgrado ha seguido dando una contribución especial respecto a los derechos del hombre y a las libertades fundamentales, y particularmente a la libertad religiosa, indicando con respetuosa franqueza los aspectos más sobresalientes de dicha libertad que esperan todavía ser resueltos positivamente en la medida que corresponde a las exigencias reales de los creyentes y de sus respectivas comunidades. Las propuestas presentadas en favor no sólo de los católicos sino de los creyentes de cualquier confesión, trataban de tutelar en la vida individual y social un valor de alto precio para las conciencias y al mismo tiempo de gran incidencia para la paz, la amistad y la solidaridad entre los pueblos. Esperamos que el documento final, así como ha dado origen a mejoras y desarrollos positivos —sobre todo en lo referente a viajes de las personas y a comunicaciones por motivos religiosos entre los diversos países— que nos hemos sentido obligado a constatar con satisfacción, igualmente pueda actuar de manera cada vez más tangible para que se solucionen las exigencias señaladas.

Se podría hacer un razonamiento análogo a propósito de los problemas que afectan a otras expectativas de personas y grupos. Me refiero a la cooperación en el sector humanitario (reunificación de familias, matrimonios, contactos, viajes, etc.), así como a las condiciones de vida y de trabajo de los emigrantes, y a los problemas de las minorías. Las situaciones son múltiples y complejas, y las dificultades no son leves ni ficticias; sin embargo los resultados obtenidos hasta ahora con el documento final no son insignificantes. Ojalá que el camino recorrido estimule y acelere todavía más para cumplir lo que aún hay que realizar. Pensamos que ninguna de las partes tendrá motivo para temer o arrepentirse de dichos progresos.

Señor Presidente:

El documento final de Helsinki en todas sus partes es una conquista preciosa para todos los pueblos de Europa. Si en este primer encuentro de Belgrado no se ha alcanzado todo lo que se podía esperar, no obstante se ha tenido la confirmación de su plena validez y al mismo tiempo se ha constatado la exigencia de aplicarlo cada vez mejor.

Han resurgido las esperanzas. Los pueblos de los países participantes están más convencidos e implicados cada vez en ello. Al afirmar una vez más la confianza plena en las intactas posibilidades del documento final de Helsinki, manifestamos el deseo de que en el tiempo que media desde Belgrado a Madrid, el compromiso de todos los Gobiernos —de manera unilateral, bilateral o multilateral— haga progresar el proceso de paz y cooperación en proporción correspondiente al deseo creciente de dichas esperanzas.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n.12 p.4.

 

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