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CARTA DEL CARDENAL JEAN VILLOT,
EN NOMBRE DEL SANTO PADRE PABLO VI,
A LA ASOCIACIÓN NACIONAL DE EDUCADORES CATÓLICOS
QUE SE CELEBRA EN SAINT LOUIS

 

Querido obispo O'Donnell:

El Santo Padre se ha complacido mucho al saber que se celebra en Saint Louis, del 27, al 30 de marzo, la setenta y cinco reunión anual de la Asociación Nacional de Educadores Católicos (NCEA). Con tal motivo desea transmitir a usted, como presidente del comité ejecutivo —y a través de usted a todos los que toman parte en ella—, su gran interés por la reunión, y asimismo algunas reflexiones que nacen de la importancia de dicha reunión y que están inspiradas por la solicitud pastoral del Papa hacia toda la Iglesia de Dios.

Su Santidad se goza al saber que miles de hombres y mujeres se han reunido en nombre de Jesucristo, Hijo de Dios y Maestro de la humanidad, para impulsar la causa de la educación católica. Cifra gran esperanza en esta asamblea que se celebra dentro de la comunión de la Iglesia y se propone poner en práctica los objetivos de la NCEA. En la unión de vuestros deseos de servir a los educandos y a vuestros compañeros cristianos dedicados a dicho apostolado, el Santo Padre ve una expresión del vigor de la Iglesia en cuanto comunidad de fe y amor; ve en vuestra entrega a esta labor una señal de auténticos discípulos del Señor Jesús, de verdadero amor a los hermanos y de servicio eficiente en beneficio de vuestras comunidades locales y de todo el país.

Por estar centrada la reunión en el tema "Educación católica: herencia y horizontes", en vuestra reunión brotan sentimientos de agradecimiento y de desafío, Su Santidad se une a vosotros en la acción de gracias por la asistencia divina que ha sostenido a través de los años a tantos educadores católicos de vuestro país. Incontables hombres y mujeres —sacerdotes, religiosos y laicos— han sido fidelísimos al ideal apostólico de formar a Cristo en los fieles y ayudar a que su vida se desarrolle en los que creen (cf. Gál 4, 19; Ef 4, 13); han sido ejemplo de fidelidad a su personal vocación, de servicio, fidelidad motivada por el amor y el afecto, y realizada en medio de sacrificios.

Sostenidos hoy por los logros del pasado y asistidos por las oraciones de santos que caminaron antes que vosotros bajo el signo de la fe en el campo de la educación —incluyendo a vuestros propios santos Isabel Ana Seton y Juan Nepomuceno Neumann— hacéis bien en poner los ojos en los desafíos del futuro. A este respecto Su Santidad confía en que el Espíritu Santo os dará visión de fe y aguijoneará vuestra generosidad de acción en comunión con la Iglesia universal y en estrecha unión con los obispos que tienen responsabilidades especiales en el cumplimiento del mandato del Señor de predicar el Evangelio de salvación.

En virtud del carisma que le es propio en el servicio del apostolado de la Iglesia, Su Santidad desea reafirmar ante todos los participantes las enseñanzas repetidas por el Concilio Vaticano II acerca de los objetivos principales de la educación católica: "...que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don de la fe recibida, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad (cf. Jn 4, 23) ante todo en la acción litúrgica, formándose para vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad" (Gravissimum educationis, 2).

El Santo Padre tiene esperanza de que los educadores católicos presentes en la reunión de Saint Louis, hondamente convencidos de la entidad auténtica de los objetivos propuestos, recibirán impulso nuevo para comunicar a Cristo con la palabra y el testimonio eficiente de ejemplos de humildad y rectitud. Confiando en el poder del Espíritu Santo, espera que todos los educadores católicos de hoy, con renovado sentido de misión, pongan en evidencia los amplios horizontes de la fe, haciendo resaltar la necesidad de nutrirse de esa fe que brota de la cruz y resurrección del Señor y que sostiene a la humanidad que "no sólo de pan vive, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4). Ora para que las metas de la educación católica se enfoquen siempre en su relación con el Evangelio de Cristo y para que todas las exigencias de la Palabra de Dios se presenten en su integridad total a la juventud de vuestro país. El Papa pide a los educadores que orienten la mente de los estudiantes a entender el amor sacrificado y las exigencias morales de los mandamientos y de las bienaventuranzas tal y como las presenta la enseñanza auténtica de la Iglesia. Pide asimismo a los educadores católicos que exalten con la palabra y el ejemplo los valores evangélicos, que subrayen la necesidad del proceso de conversión interior a lo largo de toda la vida, que proclamen la plena dignidad de la persona humana y la necesidad de servir a los hermanos en nombra y por amor de Cristo, construyendo un mundo de más justicia, libertad y paz.

Para el Santo Padre la escuela católica sigue siendo medio cada vez más importante para conseguir una educación católica. Por esta razón ha instado repetidamente a los obispos americanos a no ahorrar esfuerzo por conseguir que con la gracia de Dios "las escuelas católicas, a pesar de los graves obstáculos, puedan seguir realizando su providencial misión de servicio a la auténtica educación católica y a vuestra patria" (Carta al Episcopado de los Estados Unidos con motivo del bicentenario del país; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 4 de julio de 1976, pág. 9) Para que la escuela católica sea eficiente, es de gran importancia que los educadores transmitan de hecho los valores por los que el Hijo de Dios se hizo hombre, vivió y murió y resucitó, y por los que estableció su Iglesia. Por esta razón Su Santidad no vaciló en afirmar el pasado año: "Los maestros con la acción y el testimonio están entre los protagonistas más importantes que han de mantener el carácter específico de la escuela católica" (La escuela católica, documento de la Sagrada Congregación para la Educación Católica, núm. 78; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 31 de julio de 1977, pág. 7).

Refiriéndose de nuevo a la trascendental doctrina del Concilio Vaticano II, "...y por singular motivo, el deber de la educación corresponde a la Iglesia" (Gravissimum educationis, 3), desea enaltecer el gran rol eclesial de la escuela católica y de los educadores que en elle trabajan. Asimismo recuerda la sublime dignidad que se reconoce a los educa dores católicos en la vida de la Iglesia.

Al manifestar su gran confianza en el futuro de la educación católica en Estados Unidos, gracias a la acción unida de la NCEA, Su Santidad envía su aliento personal a toda la Asociación, y hace oración para que cada uno individual mente y todos juntos logren dar un gran impacto de fe al comunicar a Cristo que es "la luz del mundo" (Jn 8, 12)

Con estos sentimientos el Santo Padre imparte la bendición apostólica a cuantos están reunidos en Saint Louis celebrando la setenta y cinco reunión anual de la NCEA.

Por mi parte deseo agradecerle su colaboración al dar a conocer este mensaje de Su Santidad, y aprovecho la ocasión para expresarle mis mejores votos por el feliz éxito de la reunión.

Fraternalmente suyo en Cristo,

Cardenal Jean VILLOT

 

 

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