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CARTA DE LA SECRETARÍA DE ESTADO,
EN NOMBRE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II,
AL MOVIMIENTO MUNDIAL DE LOS TRABAJADORES CRISTIANOS

 

Señor Presidente:

Desde hace muchos años el Movimiento mundial de trabajadores cristianos mantiene con la Santa Sede un diálogo, confiado, abierto y perseverante, sobre todo a través del Pontificio Consejo para los Laicos. Estas relaciones han encontrado su expresión más alta y significativa en el encuentro que tuvisteis vosotros y vuestros colaboradores de la Oficina mundial cesante, con el Santo Padre el 12 de marzo pasado cuando visitasteis Roma. Pudisteis darle a conocer vuestras inquietudes de apostolado, asegurarle vuestra fidelidad y vuestro compromiso eclesial, y recibir de él el estímulo y orientaciones que necesitáis. Ojalá prosigan estas relaciones y se desarrollen a través de una colaboración cada vez más estrecha entre los Movimientos y asociaciones católicas de trabajadores y sus pastores a nivel diocesano y nacional, y a través de su participación en los organismos de coordinación pastoral. Los Movimientos y asociaciones que tienen vínculos institucionales con el MMTC vivirán más intensamente esta colaboración y participación.

El Santo Padre se complace en dirigirse ahora a los obreros católicos reunidos estos días en Estrasburgo para celebrar las "Conversaciones internacionales" y la asamblea mundial del MMTC; y saludarles fraternalmente y también alentarles y confirmarles en la fe. Con sumo gusto transmito estas palabras que brotan del corazón del Pastor universal de la Iglesia y están dictadas por la responsabilidad que le confiere el ministerio pastoral de Sucesor de Pedro y Vicario de Jesucristo.

En esta ocasión, ¿cómo no recordar en primer lugar el encuentro que tuvo el Soberano Pontífice el 30 de enero pasado en Monterrey con una muchedumbre innumerable, fiel y entusiasta de trabajadores, los cuales constituyen parte integral y muy significativa del Pueblo de Dios en México? Quisieron seguir y escuchar al Siervo de los siervos de Dios cuando visitó su país. La sustancia del mensaje pronunciado por el Papa en aquella ocasión concierne a todos los obreros y, en particular, a los que estáis reunidos en Estrasburgo cumpliendo una tarea de Iglesia. Acogiendo este mensaje como lo acogieron vuestros compañeros mexicanos estoy cierto de que respondéis a un profundo deseo del Santo Padre. Por otra parte, ¿cómo no ver un signo y un símbolo en aquella multitud inmensa de obreros reunidos alrededor del Papa en Monterrey? Signo y símbolo de esperanza, signo y símbolo de encuentro de la Iglesia con las grandes masas de trabajadores del mundo entero.

Este encuentro o, mejor, la implantación plena de la Iglesia en el ambiente obrero, exige aún muchos esfuerzos de ambas partes. Para ello es preciso ahondar, en Iglesia, la conciencia de varias convicciones que os deben ser familiares,

Claro está que se ha de tener estima justa del papel de los trabajadores «artífices principales de las transformaciones prodigiosas que el mundo conoce hoy» (Concilio Vaticano II, Mensaje a los trabajadores). Hay que inspirarse en el valor de la dignidad del trabajo, del trabajador y del mundo del trabajo, para tratar de superar las distintas situaciones de injusticia, o sea, de discriminación y opresión que todavía padecen frecuentemente los obreros en los varios tipos de sociedad, sean cuales fueren la tendencia ideológica y el grado de desarrollo. Si es importante apoyar las manifestaciones mejores y más legítimas de los valores de solidaridad, fraternidad y amistad vividas en el seno del Inundo obrero, es necesario asimismo dar pruebas de discernimiento respecto de las ideologías que afirmando asumir los problemas de los trabajadores y representar sus aspiraciones, al mismo tiempo se revelan incapaces de abrirles el camino de la liberación integral.

La Iglesia reconoce el derecho de organización y participación de los trabajadores. En consecuencia, invita al Movimiento obrero a renovarse según las líneas que acabamos de recordar. Pero sobre todo proclama en alta voz que sólo Jesucristo garantiza la liberación integral sin fronteras de tiempo, espacio, cultura, ni condición social, y ello por la Buena Nueva de salvación de la que la Iglesia es el sacramento.

Por este motivo es urgente que las comunidades cristianas no cesen en dedicarse a la evangelización del mundo obrero; y que surjan cada vez más vocaciones auténticas de apóstoles de obreros entre los obreros, que den testimonio evangélico y evangelizador en el interior mismo del mundo obrero. Para asumir esta responsabilidad la Iglesia espera y exige mucho del MMTC que, en cuanto movimiento de laicos, obreros y católicos, debe desempeñar el papel de puente y fermento.

Entre la clausura de vuestras "Conversaciones internacionales" y el comienzo de vuestra Asamblea mundial, se celebrará el 1 de mayo, jornada marcada por la fiesta y a la vez por la llamada a la solidaridad obrera y, en la Iglesia, por la celebración de San José Obrero y, por tanto, por el recuerdo del "hijo del carpintero"; que dicha fecha sea para vosotros ocasión de renovar con Cristo y en su Iglesia vuestro compromiso en la evangelización de la clase obrera. Que el pan compartido en el trabajo y la solidaridad con vistas a nuevas formas de participación y distribución justa de bienes, alcance su dimensión plena en la Eucaristía, Pan que da la vida eterna, en el Cuerpo de Cristo que la Iglesia prolonga en la historia hasta el Reino definitivo donde el obrero fiel entrará en el gozo de su Señor.

Que la bendición apostólica que el Santo Padre envía a todos vosotros. a vuestros colaboradores, a los nuevos responsables del MMTC y a todos los participantes en las "Conversaciones internacionales" y en la Asamblea mundial, sea prenda de nuevas gracias del Señor.

Acepte, Señor Presidente, la expresión de mi estima y profundo respeto.

Vaticano, 26 de abril de 1979.

Giuseppe CAPRIO
Substituto

 

 

 

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