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CARTA DEL CARDENAL AGOSTINO CASAROLI,
SECRETARIO DE ESTADO, A LA SEMANA LITÚRGICA ITALIANA

 

Excelentísimo señor:

El Santo Padre se ha complacido mucho al saber que la XXX Semana Litúrgica nacional Italiana, que se celebrará en Casale Monferrato, diócesis rica en antiguas tradiciones cristianas, versará este año sobre el tema de la Liturgia de las Horas.

Su Santidad ve con satisfacción que de este modo prosigue el estudio de los distintos documentos de la reforma litúrgica, promovida por el Concilio Vaticano II, con vistas a ahondar en ellos, a fin de que ayude a los numerosos participantes a penetrar cada vez más a fondo en el espíritu de la reforma litúrgica y a traducirlo con todas sus modalidades y expresiones en la vida de toda la comunidad eclesial y de cada uno de sus miembros.

En efecto, después de que en el afán por poner en práctica la reforma conciliar se han reestructurado ampliamente los textos y los ritos para hacer más accesible, más sencilla y, al mismo tiempo, más rica y variada la liturgia, no hay quien no perciba la necesidad de tal reflexión y de casi como una pausa de meditación, tanto para los Pastores como para los fieles.

Los Pastores deben ahondar en el significado auténtico de la liturgia para salvaguardar su carácter de "acción sacra por excelencia", como la llama el Concilio (Sacrosanctum Concilium, 7), del riesgo de desacralización que todo lo ataca, contamina y envilece; y asimismo del ritualismo que podría apagar la vitalidad dinámica que ha suscitado en la Iglesia el paso del Espíritu Creador (cf. ib., 43).

En cuanto a los fieles, éstos desean que se les dé oportunidad de participar cada vez con más plenitud y responsabilidad serena en la liturgia renovada, y de encontrar en ella un punto sólido de apoyo sobre el que poder revitalizar cada vez más fuertemente la sustancia de su fe, y una fuente auténtica de donde sacar fervor y sosiego para la oración de cada día.

Bajo este aspecto y con este título, el tema del Congreso, presentado con tanto acierto en el lema programático "La Iglesia que ora en el tiempo", el Santo Padre lo juzga de interés particular. Y ello por dos motivos; ante todo por la llamada de atención sobre la importancia fundamental del Oficio divino en cuanto expresión primaria de la "oración pública y en común" (Inst. gen. de Lit. Hor., 1), no sólo del clero o de quien tiene mandato especial, sino de la Iglesia entera; en segundo lugar, por la reafirmación implícita del valor insustituible del encuentro de oración con Dios en todo momento y situación de la vida diaria.

No por azar la reciente Instrucción de la Sagrada Congregación para la Educación Católica sobre la formación litúrgica en los seminarios dice que "a través de la renovación de la Liturgia de las Horas, se han abierto a la Iglesia fuentes copiosísimas de la Iglesia orante... para todo el pueblo cristiano, que está invitado cordialmente a participar" (cf. 28), y desea que los jóvenes seminaristas se acostumbren a "comprender, amar y saborear cada vez más las riquezas del Oficio, y a sacar de éste el alimento de la vida espiritual y de la contemplación" (cf. 29), para llegar a ser maestros en su campo concreto de apostolado.

Comprender, amar, saborear. Sobre estos tres conceptos Su Santidad desea atraer la atención de todos los participantes en la Semana.

1. Ante todo, comprender; porque no siempre ni todos tienen conocimiento verdadero del Oficio tal y como lo presenta sucintamente la Constitución Apostólica "Laudis canticum" del Papa Pablo VI, y de forma más amplia la "Institutio generalis" de la Liturgia de las Horas. Entender el Oficio como oración eclesial de adoración y alabanza al Padre con Cristo y, por medio de Cristo, en el Espíritu Santo. Entenderlo como ampliación y prolongación del misterio eucarístico en los grandes temas de anámnesis, acción de gracias, ofrecimiento y reconciliación con Dios que caracterizan y marcan el ritmo de la celebración. Y según sugiere el lema de la Semana comprender el Oficio como consagración del tiempo, de este elemento fundamental en el que se desenvuelve nuestra existencia y en el que reviven y se renuevan de algún modo para cada uno de nosotros en la meditación y la oración, las "maravillas" realizadas por Dios en el cumplimiento histórico de la salvación: maravillas polarizadas intencionadamente en la hora matutina de laudes —Dios creando el mundo y volviéndolo a crear en Cristo resucitado— y en la vespertina de vísperas —Dios redimiendo al mundo del pecado en la "dichosa Pasión" de Cristo Señor "sol de justicia" (Ml 4, 2), "esplendor de la gloria del Padre" (Heb 1, 3).

2. Amar el Oficio. La "Institutio generalis" (29) recuerda la obligación diaria de cuantos han recibido el mandato; reafirma el deber de rezarlo a coro los capítulos de catedrales y colegiatas; reitera la recomendación a religiosos y laicos en cuanto momento gozoso de encuentro con Dios, canto del amor del que El mismo dicta las palabras y en cierto modo sugiere el ritmo. Amar el Oficio porque hace de los que oran "cor unum et anima una" al rezar o cantar los mismos salmos, escuchar y meditar las mismas lecturas bíblicas y patrísticas, y elevar las mismas súplicas.

3. Y después, saborear el Oficio. Ante todo conviene fomentar el gusto por los salmos, por estos cantos maravillosos y siempre actuales que expresan sentimientos concretos y ricos a un mismo tiempo; sentimientos de admiración, alabanza, penitencia y abandono confiado. Saborear el rezo comunitario del Oficio, gustar del canto de las varias posibilidades de ejecución que aquel ofrece. Y paladear la "veritas temporis" que inserta realmente el Oficio en la vida y santifica los ritmos y cadencias, persuadidos cada vez más hondamente de que esa oración que se desgrana a lo largo de las horas del día, no es evasión del mundo en que se vive, sino colaboración con Dios en la actuación de la salvación. Y entra precisamente en la lógica de estas orientaciones, la causa de que muchas comunidades de jóvenes se reúnen espontáneamente a celebrar juntos las principales Horas del Oficio, obteniendo ayuda no pequeña, pues el encuentro con Dios enriquece y fecundiza también el encuentro con los hermanos.

La Semana litúrgica de Casale alcanzará su objetivo principal si contribuye eficazmente a comprender, amar y saborear la Liturgia de las Horas, así como a que se recen de nuevo las Vísperas los días de fiesta en las comunidades parroquiales y a que se vayan introduciendo poco a poco los Laudes, sobre todo en fechas especiales.

Con estos votos y sugerencias ofrecidas a la reflexión y a la responsabilidad de todos los participantes el Santo Padre felicita de nuevo por esta iniciativa tan oportuna, y confía el éxito a la Virgen Santa, venerada en el antiguo santuario de Crea erigido en la colina que preside la ciudad y domina el Monferrato.

Y como signo de su afecto especial imparte de corazón la bendición apostólica que han pedido, prenda de luces abundantes y consuelos celestiales, a los eminentísimos cardenales y obispos presentes en la Semana y, en particular, al Excmo. mons. Carlo Cavalla, obispo de Casale, y a Vuestra Excelencia; a los responsables del Centro de Acción Litúrgica; a los relatores y a todos los participantes.

Aprovecho gustoso la ocasión para reiterarme de V. E. afectísimo en el Señor, 23 de agosto de 1979

Cardenal Agostino CASAROLI
Secretario de Estado

 

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