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XVII CONFERENCIA DE MINISTROS EUROPEOS
RESPONSABLES DE CUESTIONES FAMILIARES

INTERVENCIÓN DEL ARZOBISPO JOZEF TOMKO,
 JEFE DE LA DELEGACIÓN DE LA SANTA S
EDE

Roma 20 de Mayo de 1981

Por la naturaleza misma de la Santa Sede, la intervención de la Delegación de la misma ha de ser diferente de las intervenciones de las varias Delegaciones nacionales. Mi disertación no abordará directamente los aspectos estrictamente técnicos de la cuestión, estudiados a lo largo de la Conferencia. Si bien mi lenguaje es cristiano y teológico, diferente quizá de las intervenciones precedentes, "los valores esenciales" —citando a Juan Pablo II—, "los valores esenciales en cuestión" de los que nosotros estamos hablando, de los que nos ocupamos, "son los que unen a todos"; son los valores que se refieren al "hombre que es único e irrepetible, que es persona".

* * *

Partiendo de una visión de la sociedad fundada en la persona humana y en las relaciones interpersonales, se comprende que no es posible identificar la sociedad con el Estado y, menos aún, identificar la sociedad y el bien de la persona únicamente con el mundo de la producción y del consumo.

La familia es la primera sociedad de las personas. Es la primera escuela de la humanidad, donde todos sus miembros, tanto los padres como los hijos, conocen los valores fundamentales del ser humano. En este sentido la familia precede al Estado. Tiene un papel autónomo, derechos autónomos y autónoma esfera de actividad, que el Estado debe no solamente respetar, sino que está llamado a ayudar y potenciar. Las enseñanzas sociales cristianas sobre el tema recuerdan el llamado principio de subsidiaridad.

El Papa Juan Pablo II ha subrayado constantemente la misión insustituible de la familia en la sociedad, como afirmó, por ejemplo, el año pasado en Kenia: "La fuerza y vitalidad de una nación será tan grande como lo sean la fuerza y vitalidad de la familia en dicha nación". Es interesante y alentador mencionar las conclusiones, parecidas, de vuestra misma Conferencia expresadas por ejemplo en Bonn en 1977 que, rechazando las críticas hechas a la familia a lo largo de varías décadas, afirmaban: "No hay duda de que también hoy la familia debe ser considerada elemento de base de ta sociedad".

La Delegación de la Santa Sede acaso vuelva a hablar sobre algunas aplicaciones prácticas de este principio, por ejemplo, cuando se trata de "la familia protagonista activa de la sociedad".

Partiendo de una visión "de la sociedad, fundada en el valor de la persona humana y en las relaciones humanas ínterpersonales, se obtendrá una visión diferente de la relación entre familia y mundo del trabajo. Quisiera recordar a este propósito dos principios fundamentales expresados por el Papa en su encuentro con los obreros de la región de Saint Denis de París.

En primer lugar el Papa recalcó que "los derechos de la familia deben estar profundamente inscritos en los cimientos mismos de todo código laboral, ya que el trabajo tiene por objeto propio al hombre y no solamente la producción y la ganancia". .

En segundo lugar afirmó que "existe un lazo estrecho, existe un lazo particular entre el trabajo del hombre y el ambiente fundamental del amor humano que llamamos familia". Esta relación "se pierde cuando se concibe el trabajo ante todo como uno de los elementos de producción, como una mercancía o un instrumento".

A la luz de los modelos de desarrollo industrial que se dan en nuestro tiempo en Europa Occidental, es menester para la promoción de la persona humana adquirir una visión positiva y equilibrada de los derechos y responsabilidades de la persona en los tres ámbitos fundamentales que son objeto de nuestra reflexión: familia, trabajo y tiempo libre.

Ya he puesto de relieve que el objeto de nuestras reflexiones es promoción de la persona humana; nos interesa que el bien auténtico de la persona humana sea el punto de partida y el objetivo final de nuestra reflexión.

La lista con comentarios de los puntos de discusión, menciona en la segunda página la idea de que la familia no debe transformarse en enemiga del progreso económico y tecnológico. Yo quisiera añadir que la familia no debe llegar a ser tampoco víctima de aquél.

El Papa Juan Pablo II. en su Encíclica Redemptor hominis, señaló los efectos de la "explotación de la tierra" y del "desarrollo de la técnica no controlado ni encuadrado en un plan de radio universal y auténticamente humanístico". Estos factores traen consigo —dice el Papa— "amenaza al ambiente natural del hombre, lo alienan en sus relaciones con la naturaleza". Por tanto, según afirma el Concilio Vaticano II, "el conjunto del proceso de la producción debe ajustarse a las necesidades de la persona y a su manera de vivir... Ofrézcase, además, a los trabajadores la posibilidad de desarrollar sus cualidades y su personalidad en el mismo ámbito del trabajo. Al aplicar al trabajo, con la debida responsabilidad, su tiempo y sus fuerzas, disfruten todos de tiempo de reposo y descanso suficiente que les permita cuidar la vida familiar, cultural, social y religiosa" (Gaudium et spes, 67).

La adquisición de una visión equilibrada de este tipo de necesidades fundamentales de la persona humana, ha de ser impulsada por una legislación adecuada y por medidas prácticas relacionadas con los horarios y condiciones de trabajo. Pero si se quiere que obtengan resultados, si se quiere que presten servicio real y duradero al arraigo de los valores humanos, deben acompañarse de un proceso de educación, tanto a nivel de opinión pública como individual y familiar.

Si bien no aparecen en el proyecto que figura en el cuestionario, no creo que una Conferencia europea sobre el tema "Tiempo para el trabajo y tiempo para la familia" pueda ignorar completamente dos factores importantes de nuestra sociedad que inciden en el mundo del trabajo y de la familia.

El primero es el del paro. A la vez que las condiciones del empleo están determinadas por complicadas cuestiones de naturaleza económica y técnica, el paro y la inseguridad del puesto de trabajo —especialmente cuando éstos se prolongan largo tiempo y sobre todo cuando afectan a toda una región— tienen efectos serios sobre la dignidad y la vida personal del individuo y dan lugar a una serie de problemas sociales.

Unida al paro está la cuestión de la emigración interna o internacional. Esta Conferencia de Ministros de todos los Estados de Europa Occidental contribuirá probablemente a la formación de una política global y conjunta en favor de los emigrantes, ya que en muchos casos nos estamos refiriendo a los europeos y a sus familias. También, a este propósito ha enunciado claros principios el Concilio Vaticano II recordando que "las enormes diferencias económicas que producen discriminación en los derechos individuales y en las condiciones sociales que hoy existen y con frecuencia se agravan, desaparezcan lo más rápidamente posible" y "que todos, y en particular los poderes públicos, deben considerarlos (a los emigrantes) personas y no meramente simples instrumentos de producción;" y deben ayudarles a que traigan junto a sí a sus familiares y consigan una casa decente" (Gaudium et spes, 66).

Uno de los mayores problemas de que debe ocuparse esta Conferencia es estudiar los efectos sobre la vida familiar de los modelos que se van sucediendo de actividad de la mujer, fuera de casa, junto con las demandas justas de una distribución más equitativa de las responsabilidades familiares entre el padre y la madre.

Permítanme que haga algunas consideraciones en nombre de la Delegación de la Santa Sede sobre este tema. En primer lugar, la Iglesia católica se inspira en las Sagradas Escrituras que desde los mismos comienzos, desde los primeros capítulos del libro del Génesis, ponen el acento en el hecho de que la dignidad humana pertenece en la misma medida a la mujer y al hombre, por haberlos creado Dios hombre y mujer (cf. Gén 1, 27).

En la evolución de la mujer de nuestros tiempos, hay que reconocer la igualdad de dignidad entre el papel de la mujer como madre en la familia, por un lado, y por el otro, su papel en la vida pública y profesional.

Esto significa:

— que todas las actividades públicas y profesionales deben estar abiertas por igual al hombre y a la mujer. El hecho de introducirse cada vez más las mujeres en el mundo del trabajo, ofrece de hecho muchas oportunidades interesantes de renovación de la sociedad y, al mismo tiempo, muchas posibilidades de autorrealización de la mujer;

— que la sociedad debe estar estructurada de modo tal que la mujer no se vea obligada a entregarse a actividades profesionales si su deseo es dedicar su tiempo principalmente a la familia. Hay tendencia a identificar con demasiada facilidad y exclusivismo el progreso de la mujer y su realización personal con el trabajo fuera de casa, como si éste fuera automáticamente más satisfactorio que el trabajo en casa.

Para garantizar a la mujer una verdadera libertad de opción, parece necesario que la sociedad tenga presente estos tres principios:

— presentar de modo cada vez más positivo el valor del trabajo en casa, tanto por parte de los hombres como de las mujeres, sobre todo en la educación de los hijos; y también la aportación de este trabajo —incluso en términos económicos— a la estabilidad y progreso de la sociedad;

— eliminar todas las discriminaciones de naturaleza económica, social y cultural contra las mujeres que deciden dedicarse exclusiva o principalmente a la construcción de su familia y a la educación de los hijos;

— garantizar a estas mujeres la formación adecuada para tal tarea, que les lleve a la realización personal y a una comprensión más responsable de su papel.

Una actitud equilibrada que tenga en cuenta los derechos y responsabilidades de todos los sujetos implicados en ello —padres, madres e hijos— requerirá no sólo cambios en la legislación, sino también todo un proceso de educación social.

El problema de la distribución equitativa de las responsabilidades familiares entre el padre y la madre, hará necesario un proceso de educación de los hombres a sus responsabilidades en este campo. Los cambios legislativos contemplarán que los hombres dispongan de más tiempo libre y tranquilidad, pero ellos deberán ser educados a utilizar este tiempo y esta tranquilidad para aportar su contribución al progreso de la familia y al enriquecimiento mutuo de todos sus miembros.

En algunos momentos y ocasiones podría ser preciso incluso que la madre dejase de lado, al menos por un cierto tiempo, sus aspiraciones profesionales por el bien de su familia, necesitada de una presencia que sólo ella le puedo ofrecer.

El objetivo de todas las decisiones sobre el reparto de las responsabilidades familiares, debe ser la consolidación de esa "comunión de amor y vida" que es la familia.

La sociedad europea está en continua evolución y renovación. El futuro parece indicar que crecerá el número de personas ocupadas en actividades profesionales y, a la vez, será mayor también el número de personas que dispondrán de más tiempo libre. En una sociedad tecnológica avanzada, la organización del trabajo y las oportunidades ofrecidas a todos comprenderán un horario de trabajo y una duración de la vida de trabajo más breves.

Acaso es llegado el momento de que una vez más la  "tercera generación" o "tercera edad", en el ocaso de la vida, tengan más posibilidades de aportar ayuda a su familia y a la familia de sus hijos.

Una política constructiva del tiempo libre apenas conseguido, puede contribuir de hecho a valorar más el rico intercambio de aportaciones entre las generaciones, y dar una dimensión personal más profunda a nuestra sociedad occidental moderna y con frecuencia atormentada.

 

 

 

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