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DECLARACIÓN DE MONS. RENATO RAFFAELE MARTINO,
JEFE DE LA DELEGACIÓN DE LA SANTA SEDE
EN LA CONFERENCIA DE EL CAIRO*

13 de septiembre de 1994



Señor presidente:

Mi delegación le da las gracias por haber dirigido nuestro trabajo y por la acogida que se nos ha dispensado.

Nuestra Conferencia, a la que han asistido personas de diversas tradiciones y culturas, con puntos de vista muy diferentes entre sí, se ha desarrollado en un clima de paz y respeto. La Santa Sede se congratula por el progreso que se ha logrado durante estos días, pero también nota que algunas de sus expectativas no han sido colmadas. Estoy seguro de que la mayoría de las delegaciones comparten estos sentimientos.

La Santa Sede sabe bien que algunas de sus posiciones no son aceptadas por otras personas aquí presentes. Pero hay muchos, creyentes y no creyentes, en todos los países del mundo, que comparten los puntos de vista que hemos manifestado. La Santa Sede aprecia el modo como las delegaciones han escuchado y tomado en cuenta puntos de vista, con los que no siempre estaban de acuerdo. Pero sin esas opiniones la Conferencia hubiera quedado empobrecida. Una Conferencia internacional que no diera cabida a opiniones diferentes no sería una conferencia de consenso.

Como usted bien sabe, la Santa Sede no pudo dar su consenso a las Conferencias de Bucarest y de Ciudad de México, a causa de algunas reservas fundamentales. Pero ahora, en El Cairo, por primera vez, el tema del desarrollo ha sido relacionado con el de la población como uno de los principales temas de reflexión. El actual Programa de acción, sin embargo, abre nuevos caminos para el futuro de la política demográfica. El documento es notable por sus afirmaciones contra todas las formas de coerción en las políticas demográficas. Los Principios, elaborados con claridad y basados en los documentos más importantes de la comunidad internacional, aclaran e iluminan los últimos capítulos. El documento reconoce la protección y el apoyo que necesita la célula fundamental de la sociedad, la familia fundada en el matrimonio. Se pone el acento en el progreso y en la mejora de la condición de la mujer, mediante la educación y una asistencia sanitaria mejor. También se ha prestado atención a la emigración, sector de la política demográfica a menudo olvidado. La Conferencia ha dado indicaciones claras acerca de la preocupación existente en toda la comunidad internacional con respecto a las amenazas contra la salud de la mujer. Se invita a un mayor respeto a las creencias religiosas y culturales de las personas y las comunidades.

Ahora bien, hay otros aspectos del Documento final que la Santa Sede no puede apoyar. Junto con numerosas personas de todo el mundo, la Santa Sede afirma que la vida humana comienza en el momento de la concepción y que debe ser defendida y protegida. Por esa razón, la Santa Sede no puede aceptar nunca el aborto o las políticas que lo favorecen. El Documento final, a diferencia de los anteriores documentos de las Conferencias de Bucarest y Ciudad de México, reconoce el aborto como un aspecto de la política demográfica, e incluso de asistencia sanitaria primaria, aunque indica que el aborto no debería promoverse como método de planificación familiar e invita a las naciones a hallar métodos alternativos. El Preámbulo implica que el documento no contiene la afirmación de un nuevo derecho al aborto, reconocido internacionalmente.

Mi delegación ha podido examinar y valorar el documento en su totalidad. Señor presidente, en esta ocasión la Santa Sede desea, en cierto modo, unirse al consenso, aunque de manera incompleta o parcial.

Ante todo, mi delegación se une al consenso sobre los Principios, como una señal de nuestra solidaridad con la inspiración fundamental que ha guiado, y seguirá guiando, nuestro trabajo. De igual forma, se une al consenso sobre el capítulo V acerca de la familia, célula básica de la sociedad.

La Santa Sede se une al consenso sobre el capítulo III acerca de la población, el crecimiento económico sostenido y el desarrollo sostenible, aunque habría preferido que este tema se hubiera elaborado más detalladamente. Se une al consenso sobre el capítulo IV, acerca de la igualdad sexual, la equidad y la promoción de la mujer, así como sobre los capítulos IX y X acerca de la emigración.

La Santa Sede, por su naturaleza específica, no considera oportuno unirse al consenso sobre los capítulos operativos del documento (capítulos XII-XVI).

Gracias a la aprobación de los capítulos VII y VIII en la Comisión general, ha sido posible valorar el significado de esos capítulos en la totalidad del documento, y también en el ámbito de la política de asistencia sanitaria en general. Las intensas negociaciones de estos días han llevado a la presentación de un texto que, en opinión de todos, ha sido mejorado, pero con respecto al cual la Santa Sede manifiesta aún serias preocupaciones. En el momento de su aceptación por consenso en la Comisión principal, mi delegación expresó sus reparos sobre la cuestión del aborto. Esos capítulos contienen también referencias que podrían ser interpretadas como una aceptación de la actividad sexual extramatrimonial, especialmente entre los adolescentes. Parecerían afirmar que los servicios para abortar forman parte de la asistencia sanitaria primaria como un método de elección.

A pesar de los numerosos aspectos positivos de los capítulos VII y VIII, el texto que se nos ha presentado tiene muchas implicaciones más amplias, que han impulsado a la Santa Sede a tomar la decisión de no dar su consenso a dichos capítulos. Esto no excluye el hecho de que la Santa Sede apoye un concepto de salud reproductiva, como un concepto integral para la promoción de la salud de hombres y mujeres, y que siga trabajando, junto con otros, con vistas a lograr una definición más precisa de este y otros términos.

Por tanto, mi delegación se propone participar con este consenso parcial, compatible con su propia posición, sin entorpecer el consenso entre otras naciones, pero sin perjudicar su propia posición con respecto a algunas secciones.

Nada de lo que la Santa Sede ha hecho para llegar a este consenso ha de entenderse o interpretarse como una aprobación de conceptos que no puede apoyar por razones morales. En especial, no ha de entenderse que la Santa Sede acepta el aborto o que ha cambiado, de algún modo, su posición moral sobre el aborto, los anticonceptivos y la esterilización, o sobre el uso de preservativos en los programas de prevención contra el VIH o el SIDA.

Le ruego, señor presidente, que el texto de esta declaración, así como las Notas anexas, que indican formalmente nuestras reservas, sean incluidas en el informe de la Conferencia.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n°38, p.12.


 

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