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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI,
FIRMADO POR EL CARDENAL TARCISIO BERTONE,
AL CAPÍTULO GENERAL DE LOS PASIONISTAS

 

Al padre Ottaviano D'Egidio,
 prepósito general de la Congregación de la Pasión de Jesús

Reverendo padre: 

Su Santidad ha sabido con agrado que la Congregación de la Pasión de Jesucristo se dispone a celebrar el capítulo general en Roma del 1 al 21 de octubre. En esta ocasión especial, le dirige a usted y a los participantes un cordial saludo, que extiende a toda esa familia religiosa, a la que conoce desde hace mucho tiempo, pues, ya desde los años de su actividad académica en Alemania, tuvo ocasión de admirar la personalidad de san Pablo de la Cruz. Desea que sean fructuosos los trabajos capitulares, dedicados en especial a la "reestructuración" y la "revitalización" de la presencia de los Pasionistas en la Iglesia y en el mundo, para traducir en obras adaptadas a los tiempos las enseñanzas siempre actuales del fundador.

San Pablo de la Cruz concebía la Pasión de Jesús como la manifestación más grande del amor de Dios, capaz de convertir los corazones más de lo que puede hacer cualquier otro argumento. En efecto, sólo a la luz de la cruz podemos acercarnos al misterio del Amor de Dios. "En la muerte de Jesús en la cruz afirma al respecto Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est― se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo:  esto es amor en su forma más radical" (n. 12).

Este es el mensaje que vosotros estáis llamados a anunciar también en nuestro tiempo; este es el núcleo de vuestro carisma, la luz de la contemplación a la que debéis dedicaros en la soledad de vuestros retiros, como san Pablo de la Cruz llamaba a sus casas religiosas, o creando un espacio análogo de contemplación en las diversas situaciones en las que se desarrolla hoy vuestra misión.
Se trata de una misión siempre actual:  mostrar que la cruz es amor y que el amor es Dios.

Como repetía a menudo vuestro fundador, del mar de amor del Padre procede el mar de dolor de la Pasión de Jesús; del corazón del Padre deriva la Pasión del corazón de Jesús y de su Cuerpo, que es la Iglesia. Vuestro fundador estaba íntimamente convencido de que los males del mundo son consecuencia del olvido de la Pasión de Jesús:  por eso, su anhelo incesante fue recordar e invitar a recordar la Pasión.

La unión con Cristo crucificado se transformaba para él en estímulo a la comunión con todos los hombres, y en celo por la justicia y por la caridad. En el misterio de la cruz encontraba la fuerza para actuar y para valorar las renuncias y los sufrimientos, siempre deseoso de compartir el dolor del Redentor por los males de la humanidad.

El Sumo Pontífice, a la vez que da gracias al Señor por vuestro testimonio religioso y por las numerosas obras de apostolado que realizáis, os anima a llevar a cabo el esfuerzo de "reestructuración" que habéis emprendido con el fin de responder mejor a los desafíos de nuestro tiempo, teniendo en cuenta los diversos contextos culturales en los que estáis presentes.

En este esfuerzo espiritual y pastoral os han de guiar las orientaciones expresadas en los diferentes documentos del Magisterio pontificio, entre ellos la exhortación apostólica Vita consecrata, en la que se lee:  "Se invita, pues, a los institutos a reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad de sus fundadores y fundadoras como respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy. Esta invitación es sobre todo una llamada a perseverar en el camino de santidad a través de las dificultades materiales y espirituales que marcan la vida cotidiana. Pero es también llamada a buscar la competencia en el propio trabajo y a cultivar una fidelidad dinámica a la propia misión, adaptando sus formas, cuando es necesario, a las nuevas situaciones y a las diversas necesidades, en plena docilidad a la inspiración divina y al discernimiento eclesial" (n. 37).

En vuestro trabajo de "reestructuración" tened presentes la solicitud por la unidad de la Congregación y la responsabilidad de cada uno por todas sus partes; la búsqueda de una formación cada vez más unitaria y profunda; el intercambio de personal y de medios de sustento, sobre todo con vistas a un recíproco apoyo entre países económicamente fuertes y países en vías de desarrollo; la apertura a la colaboración con las Iglesias locales, con los institutos agregados a vosotros y con los fieles laicos; y la sensibilidad ante las nuevas formas de pobreza y ante los "crucificados" de nuestro tiempo.

Tratad de manifestar con formas nuevas el mismo amor a la Iglesia y el mismo celo apostólico por las almas que caracterizaron a vuestro fundador. Además, la implicación de todos los miembros de vuestra congregación en la reflexión sobre el carisma de la Pasión, así como en la búsqueda de una vida y de un apostolado más auténticos y fieles al estilo originario, no podrá por menos de suscitar en vosotros el deseo de una intimidad profunda con Cristo, que os preserve del peligro de ceder ante los influjos del espíritu del mundo y de la cultura secularizada, que trata de penetrar también en la mente y en el corazón de los consagrados.

El Santo Padre exhorta, en particular, a las religiosas de vida contemplativa fundadas por san Pablo de la Cruz a renovar su fervor de oración, de entrega de sí mismas y de testimonio, acogiendo con dócil confianza las indicaciones de los organismos competentes de la Santa Sede para una adecuación de sus estructuras a las necesidades actuales.

Su Santidad Benedicto XVI, asegurando un recuerdo especial en la oración, invoca sobre el capítulo general la protección maternal de María, a la que desde el inicio veneráis en su Presentación en el templo y que luego habéis elegido como patrona bajo la advocación de Virgen de los Dolores, así como la celestial intercesión del fundador y de los santos y beatos de vuestra congregación.

Con estos sentimientos le imparte a usted, reverendo padre, y a toda la familia pasionista, la bendición apostólica.
Uno de buen grado mi cordial saludo y aprovecho la ocasión para confirmarme suyo afectísimo en el Señor.

Vaticano, 29 de septiembre de 2006

Cardenal Tarcisio BERTONE, s.d.b.
Secretario de Estado

 

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