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VISITA DEL CARDENAL TARCISIO BERTONE A CUBA
CON OCASIÓN DEL X ANIVERSARIO DEL VIAJE DE JUAN PABLO II

PALABRAS AL FINAL DEL CONCIERTO
DE MÚSICA TRADICIONAL CUBANA EN SANTA CLARA

Sábado 23 de febrero de 2008

 

Señor Cardenal,
querido Señor Obispo de Santa Clara,
queridos hermanos en el Episcopado,
honorables Autoridades,
señoras y señores.

Hemos asistido a una hermosa velada musical con piezas de la tradición cubana que, al final de esta jornada de mi visita a esta tierra, deja un buen gusto en el corazón.

Agradezco muy cordialmente a los organizadores de este acto, así como a los intérpretes y maestros que, con su arte y profesionalidad, nos han ofrecido, por decirlo así, una dulce canción de buenas noches.

Con su lenguaje universal, la música tiene el don de llegar directamente al corazón, porque consigue expresar sentimientos y estados de ánimo que difícilmente pueden describirse con palabras. La alegría o la esperanza, la melancolía o la nostalgia, manifiestan su naturaleza más pura a través de la cadencia armónica de los sonidos.

La música acompaña y enaltece la vida y la actividad humana en todo momento. Nos habla del ser que es capaz de elevarse por encima de la materialidad de sus quehaceres, no para rehusar el esfuerzo, sino para alentarlo y darle sentido.

Aplicando un símil para la vida cristiana, san Agustín decía que no era necesario detenerse para cantar. «Canta como suelen cantar los viandantes –explicaba–, canta pero camina; consuela con el canto el trabajo... ¿Qué significa "camina"? Avanza, avanza en el bien, en la recta fe, en las buenas obras: canta y camina» (Serm. 256, 3).

Los cantos tradicionales de un pueblo expresan su alma más genuina, que perdura en el tiempo y rebasa los confines concretos de situaciones externas. Así mantiene su identidad y sus raíces. Así se siente unido en lo más íntimo. Así se manifiesta a los demás de manera diáfana.

Esta alma cubana se nos ha abierto hoy con su música, como acogiéndonos en su intimidad, en el hogar de su corazón, y doy gracias a Dios por haberme concedido disfrutar de un cobijo tan entrañable.

Muchas gracias, y buenas noches.

 

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