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CARTA DEL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO,
EN NOMBRE EL SANTO PADRE,
A LA ASAMBLEA GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL
DEL TURISMO CELEBRADA EN ROMA*

 

Señor Presidente:

Con ocasión de la IV sesión de la Asamblea general de la Organización mundial del Turismo –que terminará la víspera de la Jornada mundial del Turismo– el Santo Padre se complace en expresar a Don Robert Lonati, Secretario general, y a cuantos toman parte en esta reunión importante, sus deseos mejores de que los complejos problemas a tratar se aborden y analicen con profundidad, de modo que la atención prestada a dicho estudio se traduzca en servicio a la humanidad; ésta debe ver en el turismo un bien social, un derecho y una conquista del hombre (cf. ONU Declaración universal de los Derechos del Hombre, art, 24; cf. Gaudium et spes, 9, 67; Actas del “Congrés mondial sur les valeurs spirituelles du tourisme”, conclusiones, Roma 1967).

1. Las tareas de su Asamblea general se basan en particular en el documento oficial llamado en octubre de 1980 Declaración de Manila, que clausuró felizmente el Congreso mundial del Turismo (Manila 1980), presidido con gran competencia por Don José Aspiras, Ministro de Turismo de la República de Filipinas. En aquellas sesiones se declaró abiertamente a nivel de Gobiernos que el fenómeno en cuestión, si se vive de modo humano, fomenta la paz entre los hombres, presuponiéndola condición indispensable para la implantación del turismo, Además, este fenómeno reviste indudable importancia no sólo por sus aspectos económicos, sino sobre todo por las posibilidades que ofrece desde el punto de vista espiritual, cultural y social.

2. Por su repercusión social, son igualmente dignos de atención los acuerdos de cooperación entre las Organizaciones internacionales varias ya previstos, que serán objeto de estudio en vuestra Asamblea, al igual que los problemas de financiación –especialmente para los países donde el turismo es un fenómeno reciente al que se están abriendo con esperanza– y también las dificultades actuales, no obstante los esfuerzos laudables ya realizados por las comisiones regionales competentes, a fin de escalonar las vacaciones a lo largo del año. Todo esto se suma a cuestiones más generales pero no menos importantes, del encuentro entre hombres, civilizaciones, culturas y religiones que este fenómeno llamado proféticamente .. acontecimiento social" por Pablo VI (L'Osservatore Romano, 17-18 de agosto de 1963), fomenta y desarrolla produciendo una visión más unitaria de la familia humana.

El aumento del bienestar, las vacaciones pagadas de los trabajadores en numerosos países y, sobre todo, la necesidad legítima de sana libertad, coartada con frecuencia durante la mayor parte del año por la pesadez de un trabajo monótono y hasta deshumanizante a veces, son causa de que el turismo dé muestras de gran vitalidad, a pesar de la crisis de energía. Hay que recordar que siempre entraña un "nuevo humanismo" en la medida en que contribuye a desarrollar los valores constitutivos de la persona y a facilitar entre los hombres la vida social auténtica y verdadera. Por el turismo, entre otros medios, los hombres tratan de obtener aquello de que sienten necesidad para "ser más". Es la experiencia del "todavía no" la que lleva al ser dotado de razón a viajar para alcanzar su perfeccionamiento integral. En esta sentida precisamente, el Concilio Vaticano II exhorta a los hombres a emplear el tiempo libre "para distracción del ánimo y consolidar la salud del espíritu y del cuerpo... entregándose a viajes por otras regiones (turismo) con los que se afina el espíritu y los hombres se enriquecen con el conocimiento mutuo" (Gaudium et spes, 61).

3. Ello exige seriedad y rectitud de intención. Si falta la formación espiritual adecuada -que la Santa Sede ha recomendado expresamente (cf. Directorio de la pastoral del Turismo, Peregrinans in terra Ecclesiae, 18), en lugar de ser el turismo un medio privilegiado de desarrollo del sentido social, puede quedar reducido a una alienación de la persona, al abuso de la hospitalidad brindada y a la pérdida de tiempo y dinero ocasionados por una especie de manía del movimiento.

Considerando después el valor de las sanas tradiciones y de cada cultura, y para evitar inconvenientes graves, resulta indispensable que los educadores de todo nivel enseñen a quienes viajan por países en vías de desarrollo, a purificar posibles prejuicios y abolir sentimientos de superioridad respecto del pueblo que les acoge, sobre todo si es pobre y menos avanzado culturalmente. Pero por otra parte, los países del Tercer Mundo deben procurar librar a su pueblo de la humillación sicológica y moral que pueden producir el turismo y su impacto financiero, y defender el sentido de su dignidad personal y nacional.

Igualmente debe intensificarse lo que llamamos "turismo social" para los menos favorecidos, los jóvenes y los ancianos; pero organizándolo de modo que sea provechoso y sano, y se transforme en medio de educación y profundización de la cultura, y contribuya al desarrollo sicológico de la persona y a una mejor comprensión humana, incluso cuando sea dentro de los límites de un mismo país. Pues" el turismo está hecho para el hombre y no el hombre para el turismo" (Juan Pablo II al II Congreso mundial del Turismo; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 23 de diciembre de 1979, pág. 9).

4. Por esto precisamente, a la vez que se felicita por los resultados positivos a , que ha llegado esta Organización, el Santo Padre espera que con los trabajos de esta Asamblea, aunque sean en gran parte de orden técnico y funcional, los poderes públicos y las personas todas que actúan en el mundo del turismo se hagan cada vez más hondamente conscientes de sus responsabilidades en cuanto a la prioridad de la vida del espíritu y, al mismo tiempo, de la seriedad y responsabilidad de su tarea. Ello llevará a la humanización inteligente y benéfica de este fenómeno mundial que puede catalogarse entre los "signos de los tiempos" y que modifica profundamente la mentalidad y costumbres –si bien no pueden todos disfrutar de él a causa del coste elevado– a la vez que proporciona trabajo conveniente a un gran número de personas.

En fin, Su Santidad desea que el tiempo dedicado al turismo no impida al hombre comprender que está destinado a una vida que trasciende la contingencia y movilidad terrenas. Por el contrario, debe ayudarle a descubrir cómo el deseo natural que le impulsa a buscar fuera de sí, en definitiva tiene por objeto fundamental a alguien que está por encima de él y presente, al mismo tiempo, y actuando en él: Dios, Señor de la Creación y Padre de todos, de quien dice San Agustín "alejarse de él es caer, dirigirse a él es resucitar, estar en él es mantenerse firme, volver a él es renacer, habitar en él es vivir" (San Agustín, Soliloquios 1, 1, 3; PL 32, 870).

Complacido en transmitirle este mensaje, me reitero de usted, Señor Presidente cordialmente afectísimo.

4 de septiembre de 1981

Cardenal Agostino CASAROLI
Secretario de Estado

 


*L'Osservatore Romano, Edición semanal en lengua española, 18 de octubre de 1981, p.11.

 

 

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