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CARTA DEL CARDENAL SECRETARIO DE ESTATO,
EN NOMBRE DEL SANTO PADRE JUAN XXIII,
A LA
ASOCIACIÓN SCOUTISTA CATÓLICA ITALIANA

 

El afecto del Augusto Pontífice se dirige con particular predilección a los innumerables grupos de jóvenes que llegarán de todas partes de Italia guiados por sus celosos consiliarios y por sus respectivos jefes; y se alegra íntimamente pensando en el espectáculo de abierta fe, de serena fraternidad, de edificante buen ejemplo, que aquellos ofrecerán en tales días, templando sus ánimos para las nuevas afirmaciones de su querida organización según el feliz lema escogido para el Campamento: “Gozosamente juntos para nuevas conquistas”.

El Vicario de Cristo acoge muy gustoso el devoto deseo, expresado por vuestra excelencia, de dirigirle por mi conducto sus palabras de augurio y de aliento al VI Campamento Nacional y de estar así presente entre esa florida juventud llena de promesas para la Iglesia y para la sociedad.

El Santo Padre se complace ante todo por el espíritu sobrenatural que, penetrando las actividades de la vida del Campamento, quiere concretamente traducirse en las jornadas de oración por el Papa y por el Concilio Ecuménico Vaticano II; y, a la vez que agradece a vuestra excelencia la santa misa que ofrecerá por sus generales intenciones, quiere destacar cómo estos queridos hijos han secundado con generosa prontitud su invitación para una más intensa preparación mediante la oración y la penitencia por el feliz éxito del fausto acontecimiento.

Su Santidad formula cordiales augurios a fin de que estos jóvenes obtengan de las próximas Jornadas un profundo y duradero propósito en orden a su formación religiosa y moral, además de una bienhechora restauración de sus energías físicas. Que cultiven con incansable aplicación el gran deber de la recíproca lealtad, de la fidelidad absoluta al deber y especialmente de la caridad fraterna que a diario quiere concretarse en la “buena acción”. Que cada vez sean más conscientes de la confianza que la Iglesia pone en ellos para la difusión del reino de Cristo entre sus coetáneos; que sepan arrastrar a los demás con la fuerza del ejemplo, con la firmeza de las convicciones, con la alegre serenidad del trato que nace de una conciencia pura y en paz con Dios, a fin de, que en el mundo juvenil, expuesto a diversas solicitaciones menos nobles, se multipliquen los apóstoles generosos y ardientes que mediante una profunda participación en la vida de la Iglesia y de los sacramentos obtengan alimento para su actividad de espiritual irradiación.

Estas son las esperanzas que el Augusto Pontífice confía a la maternal intercesión de la Virgen, que desde lo alto del Monte Amiata junta las manos en gesto de súplica y de protección afectuosa; y en confirmación de su particular benevolencia imparte de todo corazón a vuestra excelencia, a esos queridos exploradores, a los reverendísimos consiliarios eclesiásticos y a los jefes, a la vez que a todos los presentes, la implorada y propiciatoria bendición apostólica.

 

 

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