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Mgr Leonardo SANDRI

Intervention à la 27e session de la Commission économique des Nations Unies pour l’Amérique latine et les Caraïbes (CEPAL)*

Oranjestad (Aruba), 16 mai 1998



Excelentísimo Señor Presidente, Honorables Delegados:

En primer lugar, deseo hacer llegar a cada uno de Ustedes un cordial saludo. Al mismo tiempo agradezco la oportunidad que se brinda al Jefe de la Delegación de la Santa Sede de dirigir estas palabras a tan distinguida asamblea.

Si bien es importante felicitar a las instituciones y a sus gestores cuando celebran aniversarios significativos de su fundación, más lo es saludar a esas mismas instituciones por haber sobrevivido a los tiempos y haber obtenido el privilegio de ser orientadoras de una nueva etapa que debe vivificar las esperanzas hacia una mayor dignificación del existir.

La Santa Sede valora los esfuerzos realizados por la CEPAL para lograr que los criterios económicos y macroeconómicos orientadores de las políticas de desarrollo no desvirtúen los as­pectos humanos y espirituales que componen el concepto de «desarrollo integral» tan caro a la tradición de la CEPAL.

Es con este espíritu que la Santa Sede, por mi intermedio, desea compartir con esta ilustre asamblea las reflexiones que siguen.

No sólo para la Iglesia «es el hombre el camino»; también debe serlo para la Economía, la Cultura y la Política. Cuando esto no sucede, se profundiza la crisis, ascienden la violencia y la inseguridad, se multiplican las violaciones a los derechos humanos, caen los valores y se instalan el miedo, la incertidumbre y el desasosiego.

La Iglesia es experta en humanidad y no ha cesado de motivar a todas las instituciones nacionales, regionales y supranacionales a que – cada una en su área – contribuyan a la humanización de las sociedades. La Comisión Económica para la América Latina es una de esas instituciones que ha consolidado un liderazgo cierto en esa privilegiada y desafiante región.

No deja de llamar la atención el hecho de la «humanización» misma que han experimentado los indicadores del desarrollo. El progreso sólo es tal cuando se convierte en desarrollo de todos los hombres, y la riqueza no puede separarse de la solidaridad, de la participación de los bienes y de la austeri­dad.

La actual situación de Latinoamérica y el Caribe, la pobreza, el desempleo y las ya conocidas estructuras del atraso riñen con su contraria situación de riqueza en exclusivos sectores cuya evi­dencia ha venido a certificar los aciertos de «Puebla de los Ángeles», de «Santo Domingo» en donde la Iglesia constataba la existencia de una brecha entre ricos y pobres cada vez más amplia y profunda, que interroga la supervivencia de muchos y marca la fragilidad de la paz.

El discurso de la globalización

En especial en el terreno de la economía se tiende hoy día a hablar de la globalización; se plantea con una sorprendente facilidad, que es un objetivo a lograr y que todo y todos deben orientarse hacia ese punto de llegada de contornos indefinidos y difusos. La carencia de una reflexión profunda sobre la «globalización» amenaza con convertirla en «uniformidad», realidad ésta que es empobrecedora.

Es preciso, entonces, reflexionar que la globalización (la universalización) sólo es posible en el terreno de la fe y en el campo de los valores, pero ella no es factible en el ámbito de los instru­mentos. Bien puede afirmarse que diversidad sin unidad es anarquía y unidad sin diversidad es tiranía. Por ello se hace necesario afirmar que —por ejemplo— en la economía con la globa­lización entendida como proceso económico caracterizado por la liberalización de los mercados es también «globalizable» la solidaridad, que es expresión del «destino universal de los bienes».

La difusión de los medios de comunicación social e informática debe, entonces, combinarse con la globalización de los valores que permitirá en cada campo pensar de una manera realista en la integración, como lugar donde convergen cada uno de los miembros con la plenitud de su capacidad a enriquecer a otros.

Es en este aspecto donde la CEPAL debe desarrollar una tarea de liderazgo a fin de que la creciente financiarización de la economía y los «mercados comunes» sean un instrumento eficaz de justicia social, de realización del Bien Común y de establecimiento de una solidaridad que marque el proce­so económico-político que permita espe­rar el nacimiento de una sociedad más justa.

No podemos, sin embargo, desaprovechar la oportunidad para – dentro de la misma lógica expuesta – insistir en que la integración debe desarrollar raíces vitales y profundas a través de «lo local», de la descentralización, de la vida municipal.

No se puede olvidar que hay sociedades macroeconómicamente ricas que son ejemplo evidente de la presencia de una pobreza que avergüenza y desafía.

Los desafíos de la pobreza
La pobreza no demanda hoy soluciones tranquilizadoras sino respuestas que permitan superarla. La «hiperpobreza» es crónica. Se sabe que el 37% de los hogares latinoamericanos vive en pobreza y que a ello se suma el agravante que el 17% de los hogares está en la indigencia; se sabe que estas dos realidades sociales – pobreza e indigencia – son mayores en el campo que en la ciudad, pero debe tenerse en cuenta que estamos hablando de «hogares», lo que conduce a que el porcentaje de pobres ascienda a casi el 45%, si se tiene en cuenta que los «hogares» de los po­bres son más numerosos.

Es dura, además, la constatación de que el flagelo de la pobreza golpea en especial a los niños, a las mujeres y a los indígenas. No es un descubrimiento de «ahora», ya que su constatación dio origen a la «Declaración Mundial y Plan de Acción de la Cumbre en favor de la Infancia» ratificada en septiembre de 1990. Este dato evidente al que podrían vincularse otros tan impresionantes nos indica un interrogante mayor hacia el futuro, ya que la mayoría de los pobres son niños y la mayoría de los niños son pobres. En el campo de la mujer no es menos grave la situación si se tiene en cuenta que son ellas el factor constante del hogar y las protectoras de la unidad familiar, ya que ellas permanecen en tanto que los hombres constituyen el grueso de la población migratoria.

Existe una legítima preocupación con la migración hacia las ciudades, que está conduciendo a la «urbanización de la pobreza» con todas las patologías sociales que esto conlleva no sólo de orden moral, sino también de orden personal, político y ambiental.

«Estas presiones sociales constituyen una grave amenaza para la integridad de las poblaciones indígenas que tienen en sí mismas una rica herencia de sabiduría humana, y la Iglesia, por su parte, afirma abiertamente el derecho al patrimonio cultural, como algo inherente a su dignidad de hombre y de hijo de Dios. En sus genuinos valores de verdad, de bien y de belleza, tal patrimonio debe ser reconocido y respetado. Desgraciadamente hay que decir que no siempre fue debidamente apreciada la riqueza de las culturas indígenas, ni los indígenas fueron respetados en sus derechos como personas y como pueblos... La sombra del pecado se proyectó también en América en la destrucción de no pocas de sus creaciones artísticas y culturales, y en la violencia de la cual tantas veces fueron víctimas» (S.S. Juan Pablo II, A los Representantes de las Comunidades Indígenas de México, Mérida, 11 de agosto de 1993).

La subversión de la pobreza

Es cierto que el objeto de trabajo de la CEPAL se refiere al manejo y orientación de los instrumentos económicos de la región. Para resaltar la dimensión de su propósito y contribuir a la reflexión del cómo procurar que su acción dé resultados de «humanización», no podemos dejar de lado la aparición de una nueva forma de subversión. Es la subversión de la pobreza, que viene manifestándose en la inseguridad ciudadana, en la violencia cotidiana, que acorrala a unos ciudadanos por acción de otros, que desesperadamente buscan sobrevivir. Esta «subversión» se añade a violencias de la delincuencia que ya por sí solas provocan tanta inseguridad y angustia en las ciudades. No puede cerrarse la atención al dato de que en grandes ciudades latinoamericanas mueren 50, 60 o 100 personas por semana y que estos crímenes sean causa­dos a veces no por organizaciones delictivas sino por quienes desean comer; es preciso mirar con detenimiento el fenómeno de los «niños de la calle» y su vinculación actual y futura con la vio­lencia.

La superación de la «subversión de la pobreza» sólo será posible si hay una acción decidida por la justicia social; la «mesa de diálogo» frente a la pobreza no es otra que la de la inversión social urgente y permanente y capaz de enfrentar problemas gravísimos como la falta de trabajo, de vivienda, de servicios, de instrucción, de oportunidades.

Las tareas del presente y del porvenir

A. Redefinir el modelo de desarrollo

Lo que ya hemos comentado es ratificado con los datos disponibles sobre la desigualdad del ingreso que en América Latina y el Caribe es escandalosa: la parte más rica de la población recibe 11.7 veces más que la parte más pobre, mientras que en Europa Oriental es de 4.2 veces, en Asia y el Norte de África es de 6.5 veces y en los países africanos al sur del Sahara esa relación es de 10.2 veces. Esta constatación muestra la urgencia de repensar el análisis regional y las decisiones en torno a la estrategia de desarrollo que debe diseñarse para superar la crisis. En esta tarea puede y debe la CEPAL actuar con inteligencia y con la urgencia que el destino concreto de los seres humanos de hoy y del mañana demanda.

Hay quienes opinan que los «modelos de desarrollo» están agotados. Habrá entonces que generar nuevos dinamismos en la producción, en el mercado, en la solidaridad internacional.

De la misma manera será preciso reconocer que debe hacerse énfasis principal en la Educación y Capacitación de las personas cuyo descuido está afectando la generación de empleo, el ingreso promedio, la productividad y en general la posibilidad de encontrar formas eficientes de distribución del ingreso.

A nadie se le oculta que aparejadas a las condiciones anteriores deben crecer nuevas formas de Cultura Política y la creación de un Capital Social que haga que la «participación de todos en la solución» sea una demostración cierta de que la solidaridad ha ingresado como fundamento de la solución.

B. Refundir las tareas dé1 Estado y de la Sociedad Civil

Se hace urgente que el Estado se dedique a lo que debe dedicarse, a orientar procesos de desarrollo político, económico, social y cultural; a diseñar normas claras y estables; a regular mercados; a propiciar el crecimiento de una cultura de la solidaridad.

Y al lado de esta urgencia hay que insistir en la participación de la «Sociedad Civil», que no es otra cosa que la comunidad organizada, para participar solidariamente en la construcción del desarrollo.

Es preciso aprender a crecer con equidad y ese es un extraordinario de­safío para todas las instituciones, en especial para la CEPAL, quienes deben también enseñar a crecer con equidad.

La Santa Sede «ha rechazado siempre, y todavía hoy rechaza, que se haga del mercado el supremo regulador y casi el modelo o la síntesis de la vida socia. Existe algo que se le debe al hombre porque es hombre, a causa de su dignidad y semejanza con Dios, independientemente de su presencia o no en el mercado, de lo que posee y, por tanto, puede vender, y de los medios de adquisición de los que dispone. Existen necesidades humanas que no encuentran acceso en el mercado, por causa de impedimentos naturales o sociales, pero que de la misma manera tienen que ser satisfechos. En efecto, es deber de la comunidad nacional e internacional, ofrecer una respuesta a estas necesidades, ya sea proveyendo directamente a ellas cuando, por ejemplo, un impedimento sea insuperable, o bien creando los caminos para un correcto acceso al mercado, al mundo de la producción y del consumo, cuando esto sea posible. La Libertad económica es un aspecto de la Libertad humana que no puede ser separado de los otros aspectos» (S.S. Juan Pablo II, Audiencia General, 1 de mayo de 1991).

La Generación de Empleo

En un subcontinente donde todo es urgente hay que aprender a graduar esas mismas urgencias. Que el desempleo sea una de las urgencias más delicadas. Si se atiende a la preocupación básica de la política en los países desarrollados y en los no desarrollados, comparten prioridad los temas de la Paz y los del Empleo; ellos legitiman gobiernos, ganan elecciones, mueven multitudes, concitan procesos de diálogo.

Pero, al mismo tiempo, sobre todo en el campo del Empleo, han tenido que padecer las consecuencias de los cambios de modelos de desarrollo, de innovaciones, como aquellas de «la apertura», que sacrificaron empleos y golpearon iniciativas empresariales nacientes.

El desempleo, el subempleo, el empleo de mala calidad son grandes enemigos de la paz y de la convivencia y al mismo tiempo el Empleo y el lugar de trabajo son sus grandes aliados, más aun cuando otorgan respetabilidad social al pobre, le hacen consciente de su dignidad creadora, le dan sentido de protagonismo en el propio y en el común desarrollo y le ponen en comunicación con la acción solidaria que demanda de él hacerse participe de esa sabia estrategia de la «ayuda para la autoayuda». El empleo es hoy día la mayor expresión de la «cuestión social» latinoamericana, es el desafío hacia el futuro.

La clave de los Desafíos

Para lograr esto personas e instituciones deben recobrar y enriquecer el convencimiento que el desarrollo ha de estar concebido a escala humana, que cuando se habla de desarrollo se está pensando en personas; que quienes producen, trabajan y consumen son hijos de Dios.

Ante el «Umbral del Tercer Milenio» hay que tener la voluntad de enriquecer el discernimiento.

S.S. Juan Pablo II nos urge a todos a recuperar «el sentido trascendente de la existencia humana», a recuperar la ética y los valores fundamentales (cf. TMA, 36) y por qué no repetir aquí en este Foro de la CEPAL aquella palabra sabia del Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, 30) cuando afirma que «la profunda y rápida transformación de la vida exige con suprema urgencia que no haya nadie que, por despreocupación frente a la realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente individualista. El deber de justicia y caridad se cumple cada vez más contribuyendo cada uno al Bien Común según la propia capacidad y la necesidad ajena, promoviendo y ayudando a las instituciones, así públicas como privadas, que sirven para mejorar las condiciones de vida del Hombre».

Ustedes desde la CEPAL hacen parte de esas instituciones, son actores privilegiados de una Solidaridad que es aquella que orienta procesos de humanización y los potencia en la integración y – además – dan cauce a la única globalización posible y cierta que es aquella de la Solidaridad en la que crecen la paz, la convivencia, los sentidos de libertad y de justicia y abren caminos para fundar la auténtica comunidad humana, que desafía nuestros compromisos y testimonios.

No se hizo el Hombre para la Economía sino la Economía para el Hombre. «Si el desarrollo tiene una necesaria dimensión económica, puesto que debe procurar al mayor número posible de habitantes del mundo la disponibilidad de bienes indispensables para ser, sin embargo, no se agota con esta dimensión. En cambio, si se limita a ésta, el desarrollo se vuelve contra aquellos mismos a quienes se desea beneficiar» (S.S. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis).

Nosotros creemos que la CEPAL debe tener esto en cuenta, porque en esa precaución y en lograr ese propósito del «Desarrollo Humano Sostenible» nos encontramos todos los hombres de buena voluntad que procuramos que el Tercer Milenio que amanece lleve el sello de la justicia, de la verdad y de la paz.



*L'Osservatore Romano 24.5.1998 p.2.

 

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XXVII SESSIONE DELLA COMMISSIONE ECONOMICA DELLE
NAZIONI UNITE PER L'AMERICA LATINA E I CARAIBI (CEPAL)

INTERVENTO DI MONS. LEONARDO SANDRI,
OSSERVATORE PERMANENTE DELLA SANTA SEDE
PRESSO L'UFFICIO DELLE NAZIONI UNITE

 Oranjestad (Aruba), 16 maggio 1998



In primo luogo desidero porgere a ognuno di voi un cordiale saluto. Allo stesso tempo ringrazio per l’opportunità offerta al Capo della Delegazione della Santa Sede di rivolgere queste parole a un’assemblea tanto distinta.

Se è importante congratularsi con le istituzioni e con i loro amministratori quando celebrano anniversari significativi della loro fondazione, ancora più importante è rendere omaggio a queste stesse istituzioni per essere sopravvissute ai tempi e aver ottenuto il privilegio di orientare una nuova fase che deve vivificare le speranze verso una sempre maggiore dignità dell’esistenza.

La Santa Sede apprezza gli sforzi compiuti dalla CEPAL per far si che i criteri economici e macroeconomici che orientano le politiche di sviluppo non svigoriscano gli aspetti umani e spirituali che formano il concetto di « sviluppo integrale » tanto caro alla tradizione della CEPAL.

E in questo spirito che la Santa Sede, per mio tramite desidera condividere con questa illustre assemblea le riflessioni riportate di seguito.

« L’uomo è il cammino » non solo per la Chiesa, ma deve esserlo anche per l’Economia, la Cultura e la Politica. Quando ciò non avviene, la crisi si acuisce, la violenza e l’insicurezza aumentano, le violazioni dei diritti umani si moltiplicano, i valori vengono meno e la paura, l’incertezza e l’inquietudine s’impongono.

La Chiesa è esperta in umanità e non ha mai smesso di motivare tutte le istituzioni nazionali, regionali, soprannazionali – ognuna nella sua area – a contribuire all’umanizzazione delle società. La Commissione Economica per l’America Latina è una di quelle istituzioni che ha consolidato una guida sicura in questa regione privilegiata e piena di sfide.

L’« umanizzazione » stessa che gli indicatori di sviluppo hanno sperimentato non cessa di richiamare l’attenzione. Il progresso è tale solo quando si trasforma in sviluppo di tutti gli uomini e la ricchezza non si può separare dalla solidarietà, dalla condivisione dei beni e dall’austerità.

L’attuale situazione dell’America Latina e dei Caraibi, la povertà, la disoccupazione e le già note strutture del ritardo contrastano con la situazione di ricchezza di alcuni settori privilegiati la cui evidenza ha certificato la giustezza delle affermazioni di « Puebla de los Angeles » e di « Santo Domingo », dove la Chiesa constatava l’esistenza di una divario fra ricchi e poveri sempre più ampio e profondo che interroga la sopravvivenza di molti e denota la fragilità della pace.


Oggi si tende, soprattutto nel campo dell’economia, a parlare della globalizzazione. Con sorprendente facilità si afferma che è un obiettivo da raggiungere e che tutto e tutti devono orientarsi verso questo punto di arrivo dai contorni ampi e indefiniti. La carenza di una riflessione profonda sulla « globalizzazione » minaccia di trasformarla in « uniformità », una realtà questa che impoverisce.

E allora necessario riflettere sul fatto che la globalizzazione (l’universalizzazione) è possibile solo nel terreno della fede e nel campo dei valori, ma non è attuabile nell’ambito degli strumenti. Si può giustamente affermare che diversità senza unità è anarchia e unità senza diversità è tirannia. Per questo diviene necessario affermare che – ad esempio – nell’economia, con la globalizzazione intesa come processo economico caratterizzato dalla liberalizzazione dei mercati, è « globalizzazione » anche la solidarietà che è espressione del « destino universale dei beni ».

La diffusione dei mezzi di comunicazione sociale e informatici deve allora combinarsi con la globalizzazione dei valori che permetterà di pensare, in ogni campo e in modo realistico, all’integrazione, come ambito dove converge ogni membro con la pienezza delle sue capacità per arricchire gli altri.

E in tal senso che la CEPAL deve sviluppare un ruolo guida affinché la crescente preponderanza delle finanze nell’economia e i « mercati comuni » siano efficaci strumenti di giustizia sociale, di realizzazione del Bene Comune e d’istituzione di una solidarietà che contraddistingua il processo politico economico e che permetta di sperare nella nascita di una società più giusta.

Non possiamo tuttavia non cogliere l’occasione per insistere – all’interno di questa logica – sul fatto che l’integrazione deve sviluppare radici vitali e profonde attraverso « il locale », la decentralizzazione, la vita municipale.

Non si può dimenticare che vi sono società ricche dal punto di vista macroeconomico che sono pero un esempio evidente della presenza di una povertà che suscita vergogna e pone sfide.

La povertà non richiede oggi soluzioni si che tranquillizzino, ma risposte che permettano di superarla. « L’iperpovertà » è cronica. Si sa che il 37% delle famiglie latinoamericane vive in povertà e che a ciò si aggiunge l’aggravante del 17% delle famiglie che è nell’indigenza. Si sa che queste due realtà sociali – povertà  e indigenza – sono più accentuate in campagna che in città, ma occorre tener presente che stiamo parlando di « famiglie», il che porta a una percentuale di poveri di quasi il 45%, se si tiene conto che le dei poveri sono più numerose.

E inoltre penoso constatare che il flagello della povertà colpisce soprattutto i bambini, le donne e gli indigeni. Non è una scoperta di, visto che la sua constatazione ha dato origine alla « Dichiarazione Mondiale e al Piano di Azione del vertice a favore dell’Infanzia », ratificata nel settembre del 1990. Questo dato evidente, al quale potrebbero aggiungersene altri non meno impressionanti, pone un interrogativo ancora più grande rispetto al futuro, poiché la maggior parte dei poveri sono bambini e la maggior parte dei bambini sono poveri. La situazione delle donne non è meno grave se si tiene conto che sono l’elemento costante del focolare domestico e le protettrici dell’unità familiare, e che sono esse a rimanere mentre gli uomini costituiscono il grosso della popolazione migratoria.

Esiste una legittima preoccupazione riguardo alla migrazione verso le città che sta portando all’ « urbanizzazione della povertà »ali che questo comporta non solo di ordine morale, ma anche di ordine personale, politico e ambientale.

Queste pressioni sociali costituiscono una grave minaccia per l’integrità delle popolazioni indigene che portano in sé « una ricca eredità di saggezza umana... La Chiesa, da parte sua, afferma apertamente il diritto di ogni cristiano al suo patrimonio culturale, come qualcosa di inerente alla sua dignità di uomo e di figlio di Dio. Nei suoi genuini valori di verità, di bene e di bellezza, tale patrimonio deve essere riconosciuto e rispettato. Sfortunatamente bisogna dire che non sempre è stata debitamente apprezzata la ricchezza delle vostre culture, né sono stati rispettati i vostri diritti come persone e come popoli. L’ombra del peccato si è proiettata anche in America nella distruzione di non poche delle vostre creazioni artistiche e culturali, e nella violenza di cui tante volte siete stati oggetto». (S.S. Giovanni Paolo II, Ai rappresentanti delle Comunità Indigene del Messico, Mérida, 11 agosto 1993).

E indubbio che l’oggetto di lavoro della CEPAL si riferisce all’uso e all’orientamento degli strumenti economici della regione. Per sottolineare la dimensione del suo proposito e per contribuire alla riflessione su come far si che l’azione dia risultati di  « umanizzazione », non possiamo trascurare la comparsa di una nuova forma di sovversione. E la sovversione causata dalla povertà che si manifesta nell’insicurezza cittadina, nella violenza quotidiana, che minaccia alcuni cittadini per l’azione di altri che disperatamente cercano di sopravvivere. Questa « sovversione » si unisce ad altre violenze della delinquenza che di per sé provocano tanta insicurezza e angoscia nelle città. Non si può non prestare attenzione al fatto che nelle grandi città latinoamericane muoiono 50, 60 o 100 persone a settimana e che questi crimini sono a volte perpetrati non da organizzazioni criminali, ma da quanti desiderano mangiare. E necessario esaminare attentamente il fenomeno dei « bambini di strada » e la sua connessione attuale e futura con la violenza.

Il superamento della « sovversione causata dalla povertà » sarà possibile solo se vi sarà un’azione decisa a favore della giustizia sociale; il « tavolo del dialogo » dinanzi alla povertà non è altro che investimento sociale urgente e permanente, capace di far fronte a problemi gravissimi come la mancanza di lavoro, di abitazioni, di servizi, di istruzione, di opportunità.

A. Ridefinire il modello di sviluppo.

Ciò che abbiamo commentato in precedenza è confermato dai dati disponibili sulla disparità delle entrate che in America Latina e nei Caraibi è scandalosa: la parte più ricca della popolazione riceve 11.7 volte in più della parte più povera; in Europa Orientale il 4.2 in più, in Asia e nel Nord Africa il 6.5, nei Paesi africani a sud del Sahara il 10.2. Questa constatazione mostra l’urgenza di riflettere sulla realtà regionale e sulle decisioni relative alla strategia dello sviluppo che si deve elaborare per superare la crisi. In questo compito la CEPAL può e deve agire con intelligenza e con l’urgenza che il destino concreto degli esseri umani di oggi e di domani esige.

Alcuni ritengono che i si siano esauriti. Bisognerà pertanto generare nuovi dinamismi nella produzione, nel mercato, nella solidarietà internazionale.

Allo stesso modo, sarà necessario riconoscere che si deve porre l’enfasi in primo luogo sull’Educazione e sull’Abilitazione delle persone. La negligenza in tal senso sta condizionando la creazione di posti di lavoro, il reddito medio, la produttività e in generale la possibilità di trovare forme efficienti di distribuzione delle entrate.

A nessuno sfugge che, unitamente alle condizioni anteriori, devono nascere nuove forme di Cultura Politica e deve essere creato un Capitale Sociale che faccia si che sia una sicura dimostrazione del fatto che la solidarietà è diventata fondamento della soluzione.

B. Ridefinire i compiti dello Stato e della Società Civile.

È urgente che lo Stato si dedichi a ciò a cui deve dedicarsi, a orientare il processo di sviluppo politico, economico, sociale e culturale, a delineare norme chiare e stabili, a regolare i mercati, a promuovere la crescita di una cultura della solidarietà.

Accanto a questa urgenza, bisogna insistere sulla partecipazione della, che non è altro che la comunità organizzata per partecipare in modo solidale alla costruzione dello sviluppo.

E necessario imparare a crescere con equità; ciò costituisce una sfida straordinaria per tutte le istituzioni, soprattutto per la CEPAL, che devono insegnare anche a crescere con equità.

La Santa Sede « si è sempre rifiutata ed ancora oggi si rifiuta di fare del mercato il supremo regolatore e quasi il modello, o la sintesi della vita sociale. Esiste qualcosa che è dovuto all’uomo perché è uomo, a causa della sua dignità a somiglianza di Dio, indipendentemente dalla sua presenza o meno sul mercato da ciò che possiede e, quindi, può vendere e dai mezzi di acquisto di cui dispone... Esistono bisogni umani che non trovano accesso al mercato, a causa di impedimenti naturali e sociali, ma che devono al pari essere soddisfatti. E, infatti, dovere della comunità nazionale e internazionale offrire una risposta a questi bisogni o sovvenendo direttamente ad essi quando, ad esempio, un impedimento sia insuperabile, o creando le vie per un corretto accesso al mercato, al mondo della produzione e del consumo quando ciò è possibile. La libertà economica è un aspetto della libertà umana che non può essere separato da altri aspetti» (Giovanni Paolo II, Udienza Generale, I maggio 1991).

La creazione di Lavoro

In un subcontinente dove tutto è urgente occorre imparare a dare un ordine a queste urgenze. Forse l’occupazione è una delle urgenze più delicate. Di fatto fra le preoccupazioni principali della politica nei Paesi industrializzati e in quelli in via di sviluppo i temi della Pace e dell’Occupazione hanno la priorità; essi legittimano i governi, permettono di vincere le elezioni, mobilitano le folle, promuovono processi di dialogo.

Allo stesso tempo – soprattutto nel campo dell’Occupazione – hanno subito le conseguenze dei cambiamenti dei modelli di sviluppo e di innovazioni, come quella dell’« Apertura » che hanno sacrificato posti di lavoro e hanno colpito iniziative imprenditoriali nascenti.

La disoccupazione, la sottoccupazione, l’occupazione di cattiva qualità sono grandi nemici della pace e della convivenza e al contempo l’occupazione e il posto di lavoro sono suoi grandi alleati ancor più quando conferiscono rispettabilità sociale al povero, lo rendono consapevole della sua dignità creatrice, lo fanno sentire protagonista nel suo sviluppo personale e di quello comune e lo mettono in comunicazione con l’azione solidale che esige da lui che partecipi a questa saggia strategia di. L’occupazione è oggi la maggiore espressione della « questione sociale » latinoamericana, è la sfida verso il futuro.

La chiave delle Sfide

Per ottenere tutto ciò, le persone e le istituzioni devono recuperare e approfondire la convinzione che lo sviluppo deve essere concepito su scala umana che quando si parla di sviluppo, si sta pensando alle persone, che coloro che producono, lavorano e consumano sono figli di Dio.

Alle «Soglie del Terzo Millennio» occorre avere la volontà di arricchire il discernimento.

S.S. Giovanni Paolo II ci esorta a recuperare il «senso trascendente dell’esistenza umana», a recuperare l’etica e i valori fondamentali ( Tertio Millennio adveniente, n. 36). Perché non ripetere qui in questo Forum della CEPAL le parole del Concilio Vaticano II (Gaudium et spes, n. 30), quando afferma che « la profonda e rapida trasformazione delle cose esige, con più urgenza, che non vi sia alcuno che, non prestando attenzione al corso delle cose e intorpidito dall’inerzia, indulga a un’etica puramente individualistica. Il dovere della giustizia e dell’amore viene sempre più assolto per il fatto che ognuno, contribuendo al bene comune secondo le proprie capacità e le necessità degli altri, promuove e aiuta anche le istituzioni pubbliche e private che servono a migliorare le condizioni di vita degli uomini».

Voi della CEPAL fate parte di queste istituzioni, siete attori privilegiati di una solidarietà che è quella che orienta i processi di umanizzazione e li potenzia nell’integrazione. Inoltre realizzate l’unica globalizzazione possibile e sicura che è quella della solidarietà nella quale la pace, la convivenza il senso della libertà e della giustizia crescono e aprono vie per fondare l’autentica comunità umana che sfida i nostri impegni e le nostre testimonianze.

L’uomo non è stato fatto per l’Economia, ma l’Economia per l’Uomo. « Se lo sviluppo ha una necessaria dimensione economica, porche deve fornire al maggior numero possibile degli abitanti del mondo la disponibilità di beni indispensabili per ‘essere’, tuttavia non si esaurisce in tale dimensione. Se viene limitato a questa, esso si ritorce contro quelli che si vorrebbero favorire» (Giovanni Paolo II, Sollicitudo rei socialis, n. 28). Noi crediamo che la CEPAL debba tenerlo presente, poiché in questa sollecitudine e nel conseguimento di questo proposito dello c’incontriamo noi uomini di buona volontà che cerchiamo di far si che il Terzo Millennio che sta sorgendo rechi il suggello della giustizia, della verità e dalla pace.

 


*L'Osservatore Romano 24.5.1998.

 

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