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DISCURSO DEL DECANO
DEL CUERPO DIPLOMÁTICO ANTE LA SANTA SEDE,
S.E. LUIS VALLADARES Y AYCINENA,
EMBAJADOR DE GUATEMALA
*  

Sabado 16 de enero de 1982  

 

Santísimo Padre:

El Cuerpo Diplomático ante Vos acreditado cumple gustoso con la tradicional ceremonia solemne de la presentación del respetuoso saludo augural con ocasión de iniciarse el nuevo año.

En mi calidad de Decano, una placentera vez más, cábeme el altísimo -honor aparejada del peso de gravísima responsabilidad como portavoz de cuantos integramos "la gran familia", cariñosamente así llamada por vuestro ilustre antecesor, el siempre muy querido y admirado Pablo VI, de tan grata y venerada memoria.

Soy pues, Santísimo Padre, el vocero del Cuerpo Diplomático aquí reunido en su totalidad, no obstante que buen número de sus integrantes reside habitualmente en países lejanos. Pero ellos, ardientemente deseosos de participar en tan feliz evento, no han querido faltar a la cita y exprofesamente han acá llegado.

Así, compláceme sobremanera deciros, sin reservas mentales, que nuestros más caros e íntimos sentimientos son los de manifestaros, estrictamente apegados a la verdad, que, desde el inicio de vuestro apostolado universal para hoy, nuestra admiración hacia Vos ha venido agigantándose, y, con ella, nuestra cabal identificación con vuestros ideales y propósitos. ¿Cómo no admiraros, Padre Santo, en vuestro diario y permanente empeño porque triunfe el bien sobre el mal? ¿Porque cesen la violencia colectiva y la violencia individual? ¿Porque haya paz, paz entre los pueblos y los Gobiernos, paz en todos los corazones?

Beatísimo Padre, ¿cómo no sentimos a Vos ligados, con Vos identificados en que doquiera haya hombres, en ellos sean integralmente respetados los derechos humanos, para que puedan trabajar, descansar, vivir y desenvolverse con entera tranquilidad, libres de hambre y sed, libres de desnudez e intemperie, fundamentalmente libres de temor? Pues que la inseguridad y el temor son enemigos mortales de la alegría de vivir.

Pasando por alto – porque lo exige la premura del tiempo –, el substancioso contenido de vuestras maravillosas alocuciones en las audiencias generales de los días miércoles – todas ellas concebidas y desarrolladas magistralmente, pletóricas de útiles y sabias enseñanzas –, aludiremos hoy, Beatísimo Padre, valiéndonos de tan propicia oportunidad, a vuestra más reciente Encíclica, la titulada Laborent exercens, dirigida a los venerables hermanos en el Episcopado, a los sacerdotes, a las familias religiosas, a los hijos e hijas de la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad, Encíclica que en cortísimo tiempo ha fuertemente sacudido las conciencias. Hállase bien centrada, estupendamente en línea, línea recta, con las anteriores Encíclicas de los eximios Papas León XIII, Pío XI, Juan XXIII y Pablo VI, publicadas y desarrolladas, respectivamente, con los títulos de Rerum novarum, Quadragesimo anno, Mater et Magistra y Populorum progressio, todas ellas de universal impacto, honda y mantenida repercusión, y, podríamos decir, oportunísimas, o sea, llegadas al tiempo justo, en los momentos en que hacíanse necesarias para la más cabal y mejor convivencia social.

Séame permitido expresar, Santísimo Padre, que leyendo en L'Osservatore Romano la publicación de Laborem exercens, hallamos dentro de la inmensa riqueza de sus muchas gemas, la muy bella que encierra incontrovertible verdad afirmando: "El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas, cuya actividad, relacionada con el mantenimiento de la vida, no puede llamarse trabajo; solamente el hombre puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra. De este modo el trabajo lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en medio de una comunidad de personas; este signo determina su característica interior y constituye en cierto sentido su misma naturaleza".

Ciertamente incontables son las referidas gemas. Comentarlas quisiéramos una a una, así fuera tan sólo someramente; pero el tiempo apremia y aconsejable es la brevedad. Lo dijo Gracián y lo dijo bien. De ahí que pasamos a vuestro Mensaje para la celebración de la Jornada de la Paz, dirigido "en el alba del año 1982 a los jóvenes que, el día de mañana, tomarán las grandes decisiones en el mundo, a los hombres y mujeres que hoy llevan el peso de la responsabilidad de la vida social, a las familias y educadores, a los individuos y comunidades, a los Jefes de naciones y Gobiernos", todos, toditos invitados a reflexionar con Vos sobre el tema de la nueva Jornada mundial.

Sabemos, Santo Padre, que el Mensaje ha sacudido, de inmediato, las conciencias de gobernantes y gobernados, merecido el elogio de cuantos lo han leído o conocido en sus detalles, despertado saludables inquietudes e iluminado con luces de optimismo a las ánimas y mentes abatidas por el pesimismo. Escabrosa la senda, innumerables los escollos; pero día llegará, día vendrá – quizás antes del imaginado – cuando la paz sea real y efectiva. Asienta y afirma el Mensaje pontificio que la paz en don divino, que la paz es don de Dios confiado a los hombres. Así es y cada quien o cada cual de nosotros, todos obligados estamos a contribuir, de alguna manera, á la' efectividad de la paz. ¡Quiéralo así Dios!

Santo Padre; Deseamos aseguraros que nos solidarizamos, de una sola pieza, con Vos, en estos tiempos de dura, durísima prueba para Polonia; participamos en verdad de vuestros sufrimientos e inquietudes y fervorosos anhelamos la pronta y fructífera reanudación del interrumpido diálogo.

Vamos tocando fin. Queremos deciros, Santo Padre, que el atentado que sufristeis en la tarde del miércoles, día 13 de mayo últimos puso de manifiesto, entre otras claras evidencias, que Dios Nuestro Señor todavía os quiere en la tierra, para seguramente continuar iluminándonos con la potente luz de vuestras enseñanzas, enseñanzas teóricas y enseñanzas prácticas. Por de pronto, ¿quién no sabe que aquella misma tarde, de vuestro corazón y vuestros labios brotó y público se hizo que perdonabas, "al hermano" que disparó? El mundo entero llegó a saber que el Padrenuestro de vuestras diarias oraciones no es vacua expresión, que si para Vos pedís perdón, Vos también sabéis perdonar y perdonáis.

De aquella fecha para hoy corridos van ocho meses. Testigos somos de vuestra espléndida salud. 'Quiera Dios sobre Vos continuar sus bienhechoras bendiciones a lo largo de luengos muchos años más. Quiera El, también, que 1982 sea un año en todo y por todo mejor - que el recientemente despedido; que cese el fuego de la metralla en los diversos continentes ensangrentados fratricidamente; no más invasiones territoriales, no más abusos de los prepotentes; en fin, que mejoren las estropeadas economías que convulso traen al mundo, y que desaparezcan o cuando menos se suavicen el hambre y la miseria. Hambre, sed y miseria materiales. Hambre y sed de justicia.

Padre Santo: Tened de nuestros pueblos y Gobiernos y de todos nosotros en lo personal la expresión de los mejores y más cálidos augurios por vuestra augusta persona.


*L' Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n°5 p.15, 19.

 

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