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DISCURSO DEL SR. D. EDUARDO FREI MONTALVA,
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CHILE,
AL SANTO PADRE PABLO VI
*

Martes 6 de julio de 1965

 

Santísimo Padre:

Constituye un alto honor para el Presidente de Chile, el haber sido acogido por Vuestra Santidad con motivo de su viaje a varios países de Europa.

Podéis comprender la emoción de quien Os ha conocido por tan largos años y tiene ahora la oportunidad de traeros no solo su propio saludo, sino, también, el de todo el pueblo de Chile, de honda y arraigada tradición cristiana.

Ese pueblo ejemplar, en comicios sucesivos de inmaculada limpieza democrática, se ha dado un Gobierno y un Parlamento que tienen como divisa de su acción la aplicación de profundas y aceleradas transformaciones en el orden político, social y económico. Su objetivo no es servir un grupo, o una clase, sino el bien común de toda la Nación, y al hacerlo piensa que su primer y más grande deber es redimir al proletariado.

En otras palabras, se trata de un Gobierno que por expresa decisión del pueblo busca un nuevo orden social, inspirado en las supremas normas de la justicia, respetuoso de los derechos y de la dignidad de la persona humana.

Este es el contenido preciso de lo que hemos llamado la Revolución en la Libertad, que traduce la exigencia de decisiones rápidas ante el abrumador peso de problemas largamente acumulados, y respetuoso de la libertad y el orden jurídico, que corresponden a nuestro concepto del orden social y a la noble y esclarecida tradición democrática de Chile.

Estamos actuando inspirados en esas ideas que nos recuerda el mandato que se hiciera tan lúcido en la figura de Vuestro Predecesor el Papa Juan XXIII, llamado El Bueno.

Gracias, Santísimo Padre, en nombre del pueblo de Chile y de su Gobierno, por la bondad con que nos habéis recibido. Os puedo asegurar que este Gobierno que presido, y ese pueblo que me eligió, adhieren con entusiasmo y decisión a todas Vuestras iniciativas en favor de la paz, acción Vuestra que todos los pueblos de la tierra miran con gran esperanza.

Esta paz, para ser fecunda y verdadera, como se ha enseñado desde esta Cátedra, presupone un régimen de justicia dentro de cada Nación, para que haya paz primero en el corazón de los hombres, y de justicia en el orden internacional, de tal manera que se reconozcan los derechos que tienen los pueblos al valor de su trabajo, a la disposición de sus recursos, al acceso al comercio mundial, y a escoger sus formas de vida y su libertad para regir sus propios destinos.

El Mensaje Cristiano que se presenta en nuestro tiempo cada vez más límpido y más audaz, orienta a grandes muchedumbres en la búsqueda de esta paz que no será posible sin la buena voluntad.

Este es el sueño de Chile, a quien represento como Presidente, y me atrevería a decir de Latino América, a la que pertenezco como hombre de ese continente.


* Insegnamenti di Paolo VI, vol. III, p.396.

 

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