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DISCURSO DEL MARISCAL JOSIP BROZ TITO,
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE YUGOSLAVIA,
AL SANTO PADRE PABLO VI
*

Lunes 29 de marzo de 1971

 

Santidad:

Me siento muy feliz por la oportunidad que se me ofrece de encontrar a Vuestra Santidad y de transmitiros los sentimientos de profundo respeto de los pueblos y del gobierno de Yugoslavia.

Me alegra poder mantener hoy un intercambio directo de opiniones con Vuestra Santidad acerca ele las relaciones entre Yugoslavia y la Santa Sede y también acerca de los problemas de actualidad internacional, sobre los que ya os hemos expuesto en diversos momentos nuestras opiniones y puntos de vista en mensajes personales.

En Yugoslavia, como en todo el mundo, se aprecian mucho los esfuerzos que realiza Vuestra Santidad en favor de una solución pacífica de las diferencias internacionales y de los problemas sociales y económicos que más inquietan a la humanidad. Se conoce muy bien el apoyo que Vuestra Santidad presta a los pueblos sometidos a una dominación colonial en su justa lucha por la independencia y la supresión de toda forma de discriminación racial. El mensaje que dirigió Vuestra Santidad a la Conferencia de los países no alineados de Lusaka, encontró una acogida muy calurosa en todos los participantes.

Vuestra Santidad no ignora que los pueblos de Yugoslavia han pasado por pruebas muy difíciles a través de su historia por defender la libertad, la independencia y las conquistas de su cultura y civilización. Nuestros pueblos, con esa experiencia de un pasado difícil, han realizado su aspiración secular de vivir en una comunidad libre, independiente y basada sobre la igualdad, y de asegurar su progreso económico y social mediante la unión de sus esfuerzos.

Para poder avanzar sin trabas por este camino, para que los pueblos de todos los países puedan consagrarse al trabajo creador con vistas a su propio bien y al progreso general, nos hemos interesado vivamente por mantener la, paz y fomentar la cooperación internacional dentro de la igualdad. Creemos que estos nobles ideales sólo pueden alcanzarse si se asegura el respeto pleno a la independencia y a la soberanía de todos los pueblos y naciones, acelerando la supresión de todos los vestigios del colonialismo y de todas las formas de subordinación y discriminación, e intensificando los esfuerzos con vistas a reducir el profundo abismo que separa a los países desarrollados de los países en vías de desarrollo. Estos son los objetivos fundamentales de la política de no alineamiento que Yugoslavia mantiene de forma consecuente.

Por ser un país europeo y mediterráneo, Yugoslavia tiene un interés vital en la realización de una paz estable en Europa y en el Mediterráneo, y desea la superación de los conflictos y divisiones que separan los pueblos y los Estados. Resulta, pues, comprensible que prestemos especial atención a la crisis del Próximo Oriente y a los graves peligros que comporta. Yugoslavia realiza los mayores esfuerzos para contribuir, en el límite de sus posibilidades, a una solución pacífica de esta crisis, para que desaparezcan las consecuencias de la guerra de agresión de junio de 1967 y para que todos los pueblos y países de esa zona puedan vivir en paz y seguridad.

También nos preocupan seriamente los últimos acontecimientos de otras partes del mundo, especialmente del Sud-Este asiático y África, porque en ellas pueblos enteros se encuentran expuestos a grandes sufrimientos y carecen de los derechos elementales a causa del uso brutal de la fuerza. Esto implica consecuencias negativas de gran importancia para, el conjunto de las relaciones internacionales.

Me agrada constatar que los puntos de vista de la Santa Sede y de Yugoslavia acerca de los mayores problemas internacionales y de la necesidad de resolverlos sobre la base de los principios de la coexistencia pacífica están cercanos o son idénticos. Los esfuerzos que realiza Vuestra Santidad, comprometiendo su gran autoridad y su influencia en la implantación de la paz en el mundo y la prosperidad para todos los hombres, encuentran la simpatía y gozan del apoyo de los pueblos y del gobierno de Yugoslavia.

Santidad:

El reciente restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Yugoslavia y la Santa Sede testimonia con elocuencia la evolución positiva, de nuestras relaciones durante los últimos años. Deseamos sinceramente que estas relaciones se desarrollen de forma continua sobre la base del mutuo respeto y consideración.

Permitidme desear a Vuestra Santidad una buena salud y nuevos éxitos en vuestros nobles esfuerzos por la paz y por la comprensión internacional.


*L' Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n°14, p.7.

 

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