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DISCURSO DE S. E. FRANZ JONAS,
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE AUSTRIA,
A SU SANTIDAD
PABLO VI
*

Jueves 18 de noviembre de 1971

 

Es un gran honor para mí y para mi séquito ser recibidos en audiencia por Vuestra Santidad. Valoro especialmente este hecho porque represento a un país cuya población profesa, en su gran mayoría., la fe católica y en cuyo desarrollo histórico ha ejercido un enorme influjo la Iglesia católica.

En la República austríaca de hoy, el Estado y la Iglesia intentan cumplir sus propias tareas por caminos separados. Sin embargo, en muchos aspectos persiguen fines comunes. Esto permite a los organismos estatales apoyar ampliamente a la Iglesia católica en muchos sectores a la hora de cumplir su misión. En este contexto puedo referirme al acuerdo firmado en 1960 entre la Santa Sede y la República de Austria sobre la regulación de los problemas jurídicos de la propiedad, y al acuerdo de 1962 sobre la regulación de los problemas concernientes a la educación.

Austria participa vivamente de la gran preocupación que Vuestra Santidad manifiesta de continuo en numerosos mensajes y alocuciones por mantener y asegurar la paz en el mundo, ya que recuerda todavía claramente los terrores vividos durante la guerra y sus consecuencias. También han encontrado gran eco en mi país los esfuerzos de Vuestra Santidad por ayudar a implantar los principios de la justicia, de la dignidad inviolable y de la igualdad de los hombres entre sí. Por este motivo, el Gobierno de Austria se vio impulsado en diciembre de 1970 a tomar en cuenta con profunda simpatía estos esfuerzos de Vuestra Santidad y a manifestar que deseaba apoyarlos con todas sus fuerzas. En el mismo sentido me he manifestado en un escrito dirigido al señor Nuncio Pontificio en Viena.

Otro punto muy feliz de contacto entre ambas concepciones lo veo en las incansables intervenciones de Vuestra Santidad, llenas de autentico humanismo, en favor de los pobres, los oprimidos y los que sufren necesidades, con el fin de suavizar su destino. Mi país siempre está dispuesto, en la medida de sus posibilidades, a prestar esta ayuda humanitaria sobre base bilateral y multilateral, y se esfuerza por aliviar las necesidades humanas dondequiera y en cualquier forma que surjan.

La Iglesia tiene una gran tarea que cumplir en la democracia de hoy en favor del progreso de la sociedad, y desde el Concilio Vaticano II la cumple en gran medida. Por consiguiente, la colaboración entre la iglesia y el Estado, en las formas especiales que ofrece la sociedad pluralista, no sólo es provechosa, sino necesaria.

En este sentido saludo a Vuestra Santidad, cabeza suprema de una comunidad de fe, no sólo eminentemente espiritual, sino también de suma importancia Mundial y político-social, y le manifiesto, al mismo tiempo, también en nombre del pueblo austriaco, los mejores deseos por el bienestar personal de Vuestra Santidad y por la feliz actividad de la Iglesia católica al servicio de la humanidad.


*L' Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 49,  p.2.

 

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