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DISCURSO DEL SR. D. GUSTAVE HEINEMANN,
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA,
A SU SANTI
DAD PABLO VI*

Lunes 26 de marzo de 1973

 

Santidad:

Como Presidente de la República Federal Alemana es para mí un gran honor poder hacerle una visita oficial. Esta visita es signo de las buenas relaciones existentes entre mi país y la Santa Sede. Al mismo tiempo, quisiera expresarle mi reconocimiento por las incansables y valientes intervenciones de Vuestra Santidad en favor de la paz, de la justicia y de la humanidad en este mundo tan lacerado.

Entre la paz y la justicia existe una estrecha relación. Una paz que no provoca un equilibrio de intereses, o no abre al menos un camino hacia él, no será duradera. Esto se aplica tanto a la paz externa como a la interna.

Vuestra Santidad ha destacado en numerosas ocasiones que para conservar la paz en el mundo debe haber también una relación justa, un equilibrio entre ricos y pobres. Esto es válido tanto para las relaciones entre las naciones como para las relaciones dentro de nuestras comunidades. Por eso, la República Federal Alemana concibe sus ayudas al desarrollo como un signo de solidaridad con los hombres de todos los continentes, como un medio de suavizar los conflictos que surgen a causa de la desigual distribución de los bienes económicos entre las naciones. En esto coincide con los esfuerzos de la Iglesia, cuyo sentido ha destacado tan claramente Vuestra Santidad mediante la fundación del Consejo Cor Unum.

A propósito de las reformas sociales, tal como las entendemos en nuestro país no pretenden solamente vencer la pobreza, material y hacer triunfar la justicia. También tienden a ampliar la libertad del ciudadano. En nuestra sociedad, que ha conseguido ya un elevado nivel de bienestar, esto no resulta nada fácil, sino bastante difícil. Tenemos los problemas de las sociedades industriales, que buscan una nueva visión de la sociedad y del individuo.

A este propósito quisiera dirigir unas palabras de agradecimiento a la Iglesia católica, que junto con las otras Iglesias presta una ayuda ejemplar y desinteresada al bienestar corporal y espiritual de los hombres. Mi agradecimiento va en especial a la Iglesia católica de la República Federal Alemana, que lleva a cabo un fructuoso diálogo con todos los que tienen la responsabilidad política. Esto lo ha subrayado también expresamente el Canciller Federal Brandt en su última declaración gubernamental.

Hoy día, la juventud tiene especial necesidad de asistencia y consejo en su búsqueda incansable de un camino hacia el futuro y cuando se plantea el problema del sentido de la vida. En este terreno, el mensaje cristiano debe ofrecer al hombre, que no sólo vive de pan, otras cosas además de la política. Pero, al servir al hombre, la Iglesia se une a los esfuerzos de los que tienen la responsabilidad política.

Deseo y espero que todos nosotros conseguiremos cumplir la misión de nuestro tiempo con el espíritu de un ecumenismo práctico.

Ojalá la palabra de Vuestra Santidad, que se dirige a todos los hombres sin distinción, llegue a muchos corazones. Mi deseo es que también en el futuro se os concedan las fuerzas para continuar vuestra obra de paz y de justicia en beneficio de toda la humanidad.

Los cristianos evangélicos de Alemania han elegido como lema para 1973 unas palabras de la Sagrada Escritura – esta vez del profeta Ageo – que desearía comunicar a Vuestra Santidad: «Mi Espíritu habita con vosotros. No temáis» (Ag 2, 5).


*L' Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n°13 p.11.

 

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