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DISCURSO DEL SR. D. SANGOULÉ LAMIZANA,
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL ALTO VOLTA,
A SU SANTIDAD PABLO VI*

Lunes 18 de junio de 1973

 

Santísimo Padre:

Mis primeras palabras quieren ser de sincero agradecimiento a Vuestra Santidad que ha hecho posible este nuestro encuentro. Os agradezco también las elogiosas y alentadoras palabras que habéis tenido para conmigo y para con el pueblo del Alto Volta. La estima que tenéis hacia mi país me conmueve profundamente y me da la medida de las numerosas pruebas de confianza que Vuestra Santidad ha manifestado a algunos de sus hijos. El Alto Volta, lo digo aquí con particular alegría, se siente orgulloso y profundamente honrado de contar entre vuestros colaboradores a uno de sus hijos en la persona del cardenal Paul Zoungrana.

Verdaderamente es para nosotros un motivo de regocijo el hecho de que todas las comunidades religiosas existentes en el Alto Volta convivan en perfecta comprensión y fraternidad, libres en sus creencias y en la práctica de su religión. Para nosotros la persona humana es sagrada y la eminente dignidad de que es portadora debe poder desarrollarse espiritual y materialmente en la libertad, la disciplina y la dignidad. Por este motivo, el Alto Volta sigue con vivo interés y auténtica simpatía vuestros constantes afanes por un diálogo abierto con los hombres de buena voluntad no cristianos. Independientemente de la noble función que como Pastor desempeñáis para la unidad de todos los cristianos, este esfuerzo demuestra a las claras vuestro paciente trabajo en pro del acercamiento de todos los hombres sin distinción, para el advenimiento de una humanidad de amor y de fraternidad universal. Os sean rendidas gracias por el cumplimiento de esta bella obra.

Pasando a los problemas humanos que diariamente se le presentan a nuestro mundo alborotado, dolorido y víctima de la guerra, el Alto Volta aprecia lo mucho que trabajáis en la búsqueda de la' paz. Compartimos con Vuestra Santidad las altas lecciones de sabiduría que se desprenden de los mensajes y de los conmovedores llamamientos que continuamente hacéis al mundo en favor de la paz y de la concordia fraterna. En vuestros históricos viajes a Nueva York, en 1965, para asistir a la Asamblea general de las Naciones Unidas, y, luego, a Fátima, a Bombay, a Kampala, habéis puesto siempre el acento en la comunidad de destino de los hombres y en la necesidad de regular sus diferencias por medios pacíficos y justos. En efecto, la paz no puede estar garantizada más que si traducimos en hechos la justicia y la solidaridad entre los pueblos y entre los hombres que los componen. Por esta razón, los países del Tercer Mundo han acogido con reconocimiento vuestra Encíclica Populorum progressio del 26 de marzo de 1967, en la que, con autoridad y sinceridad notables, habéis sabido atraer la atención de los dirigentes del mundo sobre el peligro que constituye el foso que separa a los pueblos con recursos de los pueblos carentes de ellos. Como muy bien habéis dicho, el nuevo nombre de la paz es el desarrollo Y así, en el Alto Volta, los objetivos de los responsables tienden a la participación equitativa de todos los estratos sociales en el esfuerzo de desarrollo y en las ventajas que procura el progreso económico y social. Ciertamente, los resultados obtenidos son todavía modestos, pero estamos persuadidos que con el esfuerzo y la perseverancia en el trabajo podremos mirar el porvenir con fe y confianza.

No puedo terminar sin manifestaros la alegría y el consuelo que los países afectados por la sequía sienten ante la contribución tan importante que las organizaciones caritativas católicas aportan a las poblaciones siniestradas gracias a vuestro apremiante y benévolo llamamiento. Permítaseme aprovechar esta ocasión propicia para agradecer a Vuestra Santidad el haber sensibilizado a la opinión pública sobre las graves amenazas que pesan sobre los Estados de la zona sudano-saheliana.

Santísimo Padre, me siento orgulloso de poder atestiguar que el pueblo del Alto Volta comparte profundamente los ideales de paz, de justicia, de libertad y de fraternidad humana, ideales de los que Vuestra Santidad es un defensor intrépido y particularmente entusiasta.

Que Vuestra Santidad se digne acoger los votos más fervientes que en nombre del Alto Volta y en el mío personal formulo por la salud de su persona y por el pleno éxito de su pontificado.


*L' Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 25, p.9.

 

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