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DICASTERIO PARA EL SERVICIO DEL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL

 

MENSAJE
DEL DICASTERIO PARA EL SERVICIO DEL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL TURISMO 2020


27 de septiembre de 2020

Turismo y desarrollo rural

 

La 41ª Jornada mundial del turismo se celebra este año en el contexto incierto marcado por los desarrollos de la pandemia Covid-19, de la que todavía no se ve el final. Deriva de ello una drástica reducción de la movilidad humana y del turismo, tanto internacional como nacional, el cierre de los aeropuertos y de las fronteras, la adopción de las severas restricciones a los viajes, también internos, está causando una crisis sin precedentes en muchos sectores conectados a la industria turística. Se teme que en la peor de las hipótesis, a finales de 2020 se asista a una disminución de aproximadamente mil millones de turistas internacionales, con una pérdida económica global de unos 1.200 billones de dólares. Esto daría lugar a una enorme pérdida de puestos de trabajo en todo el sector turístico. Según el secretario general de la Organización Mundial del Turismo, Zurab Pololikashvili, «el turismo ha sido el sector más afectado por el confinamiento global, con millones de puestos de trabajo en riesgo en uno de los sectores de más intensidad de trabajo de la economía»[1].

Este escenario inquietante, impensable hace algunos meses, no debe paralizarnos y privarnos de una visión positiva del futuro. En este sentido, el Papa Francisco ha afirmado: «Peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla […] Y así, en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes»[2].

Turismo y desarrollo rural —el tema elegido por la omt antes de la emergencia del Covid-19 para la presente Jornada— indica providencialmente uno de los caminos hacia una posible recuperación del sector turístico. Este empieza con la invitación a tomarse en serio y poner en práctica el desarrollo sostenible que, en el ámbito del turismo, significa un interés mayor dirigido a metas turísticas extra-urbanas, pequeños pueblos, aldeas, caminos y lugares poco conocidos y menos frecuentados: esos lugares más escondidos para descubrir y redescubrir precisamente porque son encantadores y no contaminados. La ruralidad vive en estos lugares, lejos de los caminos del turismo de las multitudes. Se trata, por tanto, de la promoción del turismo sostenible y responsable que, implementado según principios de justicia social y económica y en el pleno respeto del ambiente y de las culturas, reconoce la centralidad de la comunidad local que acoge su derecho a ser protagonista en el desarrollo sostenible y socialmente responsable del propio territorio; un turismo por tanto que favorece la positiva interacción entre la industria turística, la comunidad local y los viajeros [3].

Tal tipología de turismo se puede convertir en un motor de apoyo para sostener la economía rural, que está hecha de agricultura y, a menudo, de empresas familiares, pequeñas dimensiones, áreas marginales y bajos ingresos procedentes de la cadena alimentaria. Turismo y agricultura rural pueden así convertirse en dos componentes esenciales de un mundo nuevo que se espera construir. Un turismo realizado por las personas y a través de las personas. Los pequeños agricultores, además, son los primeros custodios de la creación a través de su paciente y fatigoso trabajo de la tierra. Los turistas son los visitantes que pueden convertirse en defensores de un ecosistema, si viajan de forma consciente y sobria. Viajar hacia metas rurales, por tanto, puede querer decir, concretamente, sostener las producciones locales, de pequeñas realidades empresariales agrícolas, realizadas de forma compatible con las leyes de la naturaleza. Así, un viaje podrá tener el sabor de la historia y abrir el corazón hacia el amplio horizonte de la fraternidad y de la solidaridad.

El turismo que sabe guardar y compartir los dones de la tierra en ámbito rural se convierte también en la forma de aprender nuevos estilos de vida, de forma concreta. La sabiduría de quien cultiva la tierra, hecha de observación y espera, puede ciertamente ayudar el frenético mundo moderno a armonizar los tiempos de la vida cotidiana con los naturales. Acercar turismo y desarrollo rural es una buena forma de aprender nuevas culturas, dejarse contaminar por los valores de la custodia de la creación y de la tutela de la creación que, hoy, representa no solo un deber moral sino una urgencia de acción colectiva.

El «turismo rural» se convierte así en el lugar en el que aprender una nueva forma de entrar en relación con el otro y la naturaleza. Y todo cambio personal debe empezar por comportamientos realmente transformadores; para hacer esto es necesario ponerse en camino; y para ponerse en camino es necesario una meta: el mundo rural puede ser todo esto. El turismo encuentra el desarrollo si se realiza de forma atenta y tranquila, sostenible; esto significa respetar las prácticas agrícolas, los ritmos de vida de las poblaciones rurales, apreciando la genuinidad todavía conservada por enteras áreas internas, haciéndose sorprender por las miles de pequeñas cosas que se pueden ver, eligiendo productos agrícolas locales. De esta manera se pueden captar las diferencias, sean pequeñas o grandes, entre tradiciones, lugares y comunidades encontradas. ¿Por qué no recurrir a un turismo que valore las áreas rurales y marginales encontrándolas caminando? Esto nos permitirá reducir la velocidad y evitar los riesgos del frenesí [4].

El turismo se puede convertir, precisamente en este periodo, en un instrumento de proximidad. Si, nuestro mundo posmoderno necesita de proximidad, es decir de cercanía en las relaciones, y, por tanto, de los corazones. Y el turismo, que en cualquier caso prevé el movimiento de personas y bienes, debe ahora mostrar su rostro transformador, como actividad recreativa que haga crecer el espíritu de fraternidad entre los pueblos.

En un periodo de incertidumbre de los movimientos de las personas, de las que el turismo sufre las mayores consecuencias de forma inmediata y directa, consideramos que se debe actuar para el apoyo de las rentas de los trabajadores de este sector, como también por el cuidado y la defensa de las comunidades rurales más frágiles en cada territorio. De esta forma, la economía del turismo podrá retomar su curso, aunque con niveles de circulación más bajos; la circulación de personas, bienes y dinero será el signo tangible de una proximidad que comenzó en el corazón. El turismo responsable y sostenible, valorando los recursos y las actividades locales, es deseable como uno de los puntos de inflexión en la lucha contra la pobreza, que la pandemia Covid-19 ha hecho aumentar de forma exponencial.

Concluyendo, queremos asegurar nuestra cercanía y nuestro apoyo a todos aquellos que están comprometidos en contrarrestar el impacto de la pandemia sobre la vida de los individuos y de las sociedades que viven del turismo.

Hacemos un llamamiento a los gobernantes y a los responsables de las políticas económicas nacionales, para que promuevan e incentiven el turismo responsable, implementado de acuerdo los principios de justicia social y económica y en el pleno respeto del ambiente y de las culturas. Los gobernantes dirijan la mirada a las áreas marginales, dando a estos territorios ocasiones concretas de desarrollo, valorizando las vocaciones peculiares, la participación de las comunidades locales en los procesos de decisión, la mejora de la renta de quien trabaja la tierra.

Nos dirigimos de forma particular a los movimientos ecologistas y a todos aquellos que están comprometidos en la defensa del ambiente para que contribuyan con el propio trabajo en la conversión de los corazones hacia una sana y correcta ecología integral, en la que el valor de la persona humana se combine con la tutela de las condiciones de vida de las comunidades rurales asentadas en las áreas marginales. La programación económica tenga como referencia la defensa de los pobres y de los sujetos más débiles del ciclo económico; los trabajadores de la agricultura de las zonas rurales sean considerados destinatarios directos de significativas ayudas económico-financieras y de proyectos de recuperación y de promoción de la agricultura rural familiar.

A los obispos y a los responsables para la pastoral del turismo pedimos un compromiso coral, para que cada uno, en el propio territorio, asuma concretas iniciativas de apoyo de las actividades turísticas. Los fieles y las parroquias respondan con preocupación y generosidad a las exigencias y a las necesidades de los trabajadores del turismo, hoy en dificultad, y juntos desarrollen redes de proximidad en las relaciones y en la ayuda al apoyo de la renta perdida. Se construyan nuevos recorridos de uso turístico de las áreas rurales, en las que combinar respeto del ambiente y ocasiones de sustento de los trabajadores turísticos locales.

Finalmente, expresamos nuestro más cordial agradecimiento a todos aquellos que, en estos tiempos de prueba, han mostrado solidaridad y apoyo a quien vive del turismo, en particular en las zonas rurales. Con la ayuda de Dios, pongámonos todos en el mismo camino hacia un futuro mejor.

Peter K. A. Cardenal TURKSON
Prefecto

 

Desde el Vaticano, 6 de agosto de 2020, en la fiesta de la Transfiguración del Señor

 


Notas

[1] https://www.unwto.org/news/covid-19-world-tourism-remains-at-a-standstill-as-100-of-countries-impose-restrictions-on-travel

[2] Francisco, Homilía durante la Santa Misa en la Solemnidad de Pentecostés, 31 de mayo de 2020.

[3] Definición adoptada por la asamblea de la Asociación Italiana del Turismo Responsable, 9 de octubre de 2005.

[4] Cf. Francisco, Carta encíclica Laudato si’, 18.