SÍNODO DE LOS OBISPOS
ASAMBLEA ESPECIAL PARA AMÉRICA
ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO,
CAMINO PARA
LA CONVERSIÓN, LA COMUNIÓN
Y LA SOLIDARIDAD
EN AMÉRICA
INSTRUMENTUM LABORIS
CIUDAD DEL VATICANO
1997
© Copyrighy 1997 - Secretaría General del Sínodo de los
Obispos y Libreria Editrice Vaticana.
Este texto puede ser reproducido por las Conferencias Episcopales o bajo su
autorización siempre que su contenido no sea modificado de ningún
modo y que dos copias del mismo sean mandadas a la Secretaría General del
Sínodo de los Obispos, 00120 Ciudad del Ciudad del Vaticano.
PRESENTACIÓN
La iniciativa del Santo Padre, Juan Pablo II, manifestada explícitamente
en la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente, de convocar
una Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos, se
inserta en el contexto de otras asambleas sinodales de carácter
continental en vista de la celebración del Jubileo del año 2000.
La primera de éstas, referida al Continente africano, ha ya tenido lugar
en 1994, mientras las otras, relativas a Asia, Oceanía y Europa, serán
celebradas en los años que restan del segundo milenio. En el presente año
1997, se congrega la Asamblea Especial para América, luego de un período
de preparación caracterizado por diversos hitos significativos: la
consultación para la definición del tema y la aprobación
del mismo por parte del Santo Padre, la publicación de los Lineamenta
con el cuestionario para la reflexión enviado a las partes
interesadas (3 de septiembre de 1996), la indictio del sínodo por
mandato el Sumo Pontifice, (10 de febrero de 1997) , es decir, la comunicación
oficial que establece los días en que se reunirá la asamblea
sinodal y finalmente la publicación del presente documento de trabajo o
Instrumentum laboris, el cual recoge las respuestas al documento de
preparación y se presenta como el orden del día propuesto para el
debate sinodal.
El interés suscitado entre las Iglesias particulares en América
por el anuncio de la celebración de la Asamblea Especial para este
Continente se refleja en el alto porcentaje de respuestas al cuestionario de los
Lineamenta. En efecto, sobre 24 Conferencias Episcopales respondieron 23,
alcanzándose de este modo el 96%, que es el porcentaje más elevado
de respuestas jamás alcanzado en las asambleas sinodales celebradas hasta
el presente. Además, muchas Iglesias locales aprovecharon el documento de
preparación para reflexionar en común sobre los diversos aspectos
planteados por el tema sinodal, aportando luego la propia síntesis al
proceso de preparación del Instrumentum laboris. Con las
respuestas de las Conferencias Episcopales y de las otras partes interesadas, a
las cuales por derecho competía responder, el Consejo pre- sinodal y la
Secretaría General con la ayuda de expertos procedieron luego a la
redacción del presente documento de trabajo, que fue objeto de la cuarta
y quinta reuniones del Consejo pre-sinodal, celebradas en Roma respectivamente
del 6 al 8 de mayo y del 2 al 4 de julio de 1997. En la primera de esta
reuniones se estudió un proyecto inicial del texto, que contenía
una síntesis de las respuestas divididas según los grandes temas
sugeridos por el cuestionario. La segunda reunión fue dedicada al estudio
de un segundo proyecto, en el cual se habían integrado en un único
texto las diversas partes del primer proyecto y las observaciones presentadas
oportunamente por los Miembros del Consejo pre-sinodal.
En el proceso de síntesis de las respuestas se trató
siempre de poner en evidencia tres aspectos, que luego aparecen como constantes
en el texto definitivo, a saber: las convergencias, las divergencias y los
matices de unas y otras, que permiten tener una visión más
objetiva de la realidad. Así por ejemplo, en varias ocasiones se plantean
fuertes diferencias entre América Latina y Estados Unidos y Canadá,
sin embargo, se hace necesario aclarar en seguida que, más allá de
tales diferencias, muchas veces formales y fruto de etiquetas dadas en el
pasado, existen aspectos comunes que son más fuertes y unificantes. Análogamente,
cuando se plantean ciertos problemas generales que afectan a todo el Continente
surge la necesidad de indicar inmediatamente ciertos matices, que permiten tener
una visión menos simplista y más objetiva de la realidad. Además,
cabe señalar que el presente documento presenta no sólo las
convergencias y divergencias con sus propios matices, sino también
aquellos puntos que, según se sugiere en las respuestas, deberían
ser profundizados. En estos casos, aunque tales aspectos no son tratados en modo
completo y exhaustivo, se los ha indicado brevemente, de tal manera que luego
puedan aparecer en la agenda de los temas a tratar en el debate sinodal.
El Instrumentum laboris, presentado en los cuatro idiomas
oficiales definidos para esta Asamblea Especial (español, inglés,
portugués y francés), mantiene, en sus grandes líneas, el
esquema desarrollado por el documento de preparación, el cual, a su vez,
sigue los aspectos propuestos por el tema de la asamblea sinodal: Encuentro
con Jesucristo vivo - camino de conversión - camino de comunión -
camino de solidaridad. De este modo, el documento de trabajo está
compuesto por una introducción, cuatro partes y una breve conclusión.
En la introducción se centra la atención sobre el tema
sinodal y sobre las tres características fundamentales que definen la
identidad religiosa de América: la común raíz cristiana, la
vitalidad de una Iglesia joven y el pluralismo cultural. En la primera parte,
bajo el título "El Encuentro con Jesucristo vivo", se
desarrollan los grandes principios que aseguran el anuncio de la verdad completa
sobre el misterio de Cristo, así como también el tema de la relación
entre Evangelio y cultura (las características dominantes de la cultura
contemporánea, las culturas indígenas y afroamericanas, las
culturas de los pueblos inmigrantes, la piedad popular, la educación y
los medios de comunicación social). En la segunda parte, se desarrolla el
tema de la conversión a Jesucristo y se plantean los aspectos positivos y
negativos de la realidad eclesial y del mundo en el contexto americano. La
tercera parte, desarrolla el tema de la comunión en Jesucristo como
presupuesto y como finalidad de la evangelización, y además
introduce en la temática de la eclesiología de la comunión
en el Concilio Vaticano II, para luego exponer las dificultades para la comunión
intraeclesial y la situación de la Iglesia Católica en el contexto
religioso del Continente (relaciones ecuménicas, diálogo
interreligioso y el problema de las sectas y otros movimientos religiosos). En
la cuarta parte, se enfrenta el tema de la solidaridad, llamando la atención
sobre la conciencia solidaria de la Iglesia en América y sobre el uso
que Ella hace de la Doctrina Social para responder a los grandes desafíos
de la sociedad contemporánea en el Continente (la pobreza, la deuda
externa y la cultura de muerte, entre otros). El documento se cierra con una
breve conclusión, en la cual se retoman las coordenadas del tema sinodal
en relación a la nueva evangelización en los umbrales del tercer
milenio, invocando la protección de la Virgen María, Nuestra Señora
de Guadalupe, para anunciar a Jesucristo vivo, camino de conversión,
comunión y solidaridad en el Continente.
Jan P. Cardenal Schotte, C.I.C.M.
Secretario General
INTRODUCCIÓN
El tema de la Asamblea Especial
1. Mientras todo el Pueblo de Dios se prepara a celebrar con júbilo
el inicio del tercer milenio, y por lo tanto los 2000 años del nacimiento
de Nuestro Señor Jesucristo, los Pastores de la Iglesia que está
en América, respondiendo a la convocación del Santo Padre, se reúnen
por primera vez en una Asamblea Especial para este Continente del Sínodo
de los Obispos, con el objeto de reflexionar sobre el tema: Encuentro con
Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la
solidaridad en América.(1) Este tema ofrece la posibilidad de
constatar cuál es el estado actual de la Iglesia en este Continente y cómo
Ella puede prepararse mejor para enfrentar los nuevos desafíos de la
evangelización en el futuro, dentro del marco de las finalidades
propuestas por el Sumo Pontífice para la asamblea sinodal:(2)
- promover una nueva evangelización en todo el Continente
como expresión de comunión episcopal;
- incrementar la solidaridad entre las diversas Iglesias
particulares en los distintos campos de la acción pastoral;
- iluminar los problemas de la justicia y las relaciones económicas
internacionales entre las naciones de América, considerando las
enormes desigualdades entre el Norte, el Centro y el Sur.
2. Los diversos elementos que componen la temática de la Asamblea
Especial se articulan entre sí, de modo tal que las tres coordenadas
fundamentales - conversión, comunión y solidaridad - se ordenan
directa e intrínsecamente al gran tema del encuentro con Jesucristo, como
a su fuente y raíz. Como la Palabra de Dios claramente lo demuestra, las
tres actitudes básicas enunciadas nacen del encuentro personal con el
Hijo de Dios hecho hombre. Es Jesús quien invita a los hombres y mujeres
de todos los tiempos a aquel cambio de vida (metanoia - cf. Mc
1,15), que es el primer paso para entrar en comunión (koinonia)
con el mismo Señor y con sus discípulos (cf.Hch 2,42). La
comunión de los creyentes en Cristo se orienta, finalmente, según
las huellas del Siervo de Dios, a vivir en solidaridad y servicio (diakonia)
con todos y especialmente con respecto a los más pequeños (cf.
Mt 25,40).
Dado que el encuentro con Jesucristo es el origen de la conversión,
de la comunión y de la solidaridad, cada una de las respectivas partes
del presente texto darán particular importancia a los efectos de ese
encuentro en la vida personal y comunitaria de los creyentes. Además,
estas tres partes están íntimamente relacionadas entre sí:
- sólo a través de la conversión al Evangelio de
Jesucristo son posibles la verdadera comunión y la auténtica
solidaridad;
- la comunión con Cristo y con su Iglesia es, al mismo tiempo, la
base para una continua conversión personal y el fundamento sobre el que
se realiza la solidaridad;
- la solidaridad, en cuanto expresión de los valores esenciales del
Reino de Dios, pone de manifiesto cuál es el fin hacia el que convergen
la conversión y la comunión.
La identidad religiosa de América
3. En una primera aproximación, parecería artificial hablar
simplemente de "América", englobando en este concepto el vasto
territorio que comprende las diversas regiones del Continente (América
del Norte, del Centro, del Sur y el Caribe), pues en ésta denominación
aparentemente predomina el criterio geográfico sobre otros aspectos, en
los que se acentúan las diferencias históricas, étnicas,
culturales y económicas que caracterizan las diversas naciones de ese
mismo territorio. Sin embargo, desde el punto de vista religioso, puede hablarse
de una identidad cristiana de América, la cual tiene su origen en
la proclamación del Evangelio en el Nuevo Mundo después del
descubrimiento del Continente, hace ya más de quinientos años. El
mismo hecho de la cruz que Cristóbal Colón plantó en tierra
americana al llegar a la isla de San Salvador(3) fue un signo profético
que preanunciaba cómo los siglos sucesivos, con sus glorias y sus
fracasos, estarían intrínsecamente ligados al misterio de la
redención de Nuestro Señor Jesucristo.(4)
En efecto, después del descubrimiento arribaron a las nuevas tierras
colonos e inmigrantes provenientes de varios países de Europa y también
llegó un considerable número de africanos, que fueron víctimas
del comercio de esclavos. Éste fue un hecho histórico común
a todo el Continente, aún cuando, dicho acontecimiento se desarrolló
con características propias según las diversas regiones. Este
movimiento migratorio se encontró con las poblaciones indígenas
americanas dando como resultado, en muchos casos, nuevas expresiones culturales
en las cuales cada una de las diversas civilizaciones dejó su sello
característico. Posteriormente, en el siglo pasado, fueron llegando
nuevos inmigrantes provenientes de Europa, y más tarde también de
Asia y de Oceanía, movidos por ideales y esperanzas de una vida mejor. En
muchas áreas del Continente la mayoría de los inmigrantes eran de
religión católica, en otras, en cambio, los católicos eran
una minoría, mientras predominaban los miembros de otras confesiones
religiosas cristianas nacidas con la Reforma Protestante del siglo XVI.
4. Como resultado de todos estos factores, las diversas naciones de América
están compuestas hoy por una rica y variada familia multi-étnica
y pluri-cultural, en la que pueden detectarse, entre otras, las siguientes
características fundamentales:
- Una común raíz cristiana en la cual se reconocen los
diversos pueblos con sus tradiciones y expresiones culturales, más allá
de las diversidades humanas y temporales. Este común denominador se
presenta con diversos matices. En efecto, en América Latina esa raíz
común, además de cristiana, es católica, mientras al resto
del Continente sólo conviene el calificativo de cristiana, sin excluir
por ello, en menor proporción, la nota de catolicidad.
- Una historia, rica en antiguas civilizaciones, pero que ha recibido el
anuncio del Evangelio sólo hace 500 años. Puede decirse entonces
que esa común raíz cristiana tiene una historia relativamente
joven. En consecuencia, la Iglesia en este Continente es una Iglesia joven,
caracterizada por una gran vitalidad y fuerza renovadora, que es fuente de
esperanza y alegría.
- La común raíz cristiana se encarna en una pluralidad de
expresiones culturales, que abarcan un amplio espectro de realidades, tanto
en el aspecto sociopolítico y económico como en el aspecto étnico.
Esta heterogeneidad es una riqueza que se presenta como un fértil campo
para el cultivo de relaciones de comunión y solidaridad, las cuales
pueden ser iluminadas por la Iglesia a través de la nueva evangelización.
Estos rasgos, que caracterizan la identidad americana, implican una gran
responsabilidad para la Iglesia en la medida que Ella está llamada a ser
sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-14), para contribuir con
su testimonio a la construcción de una sociedad más justa y
preparar de este modo la llegada del Reino de los Cielos.
5. La intención del Instrumentum laboris es presentar los
primeros frutos del proceso de preparación, sintetizando las respuestas a
las preguntas planteadas por los Lineamenta, y ofrecer, de este modo, un
documento básico para el debate sinodal en la Asamblea Especial para América
del Sínodo de los Obispos. Por lo tanto, en el presente documento se
ofrecen a la reflexión y discusión las principales convergencias y
divergencias en las respuestas, los aspectos que deben ser profundizados y las
observaciones en relación al tema sinodal, en vista del diálogo
que los Padres Sinodales sostendrán convocados por el Santo Padre.
PRIMERA PARTE
EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO
Capitulo I: el misterio de Cristo
El misterio de Cristo y la persona humana
6. Siguiendo las huellas del Apóstol San Pablo, para quien la vida
fue un anunciar a Cristo muerto y resucitado, evangelizare Jesum Christum
(cf. Gal 1,16), la Iglesia en América desea una vez más
centrar su misión evangelizadora en el anuncio y la presentación
de la persona de Jesucristo vivo. Las respuestas a los Lineamenta,
confirmando la validez del tema sinodal, ponen en evidencia el consenso sobre la
oportunidad de anunciar a Jesucristo desde la categoría del encuentro
interpersonal, en correspondencia con la sensibilidad del hombre contemporáneo
en relación a la dignidad de la persona y al valor del individuo como
sujeto.
Es el Cristo vivo, muerto y resucitado, presente hoy en su Iglesia, quien
desea encontrarse con los que viven en este Continente para ofrecerles su
Palabra de amor y esperanza en este crucial momento histórico, que señala
el pasaje del segundo al tercer milenio. En comunión con el Santo Padre
los Obispos en América afirman que la misión fundamental de la
Iglesia es evangelizar, es decir, orientar la conciencia y los corazones de
todos los hombres y mujeres de buena voluntad hacia un encuentro con Cristo,
ayudándoles a experimentar una familiaridad con la profundidad del
misterio de la Redención, que en el Hijo de Dios se realizó
definitivamente.(5) El anuncio del misterio de Jesucristo está orientado,
por lo tanto, a favorecer el encuentro personal con Él. La Iglesia en América
desea servir a Dios y al hombre cumpliendo con su finalidad principal, que el
Santo Padre definiera al iniciar su pontificado con estas palabras: "que
todo hombre pueda encontrar a Cristo para que Cristo pueda recorrer con cada uno
el camino de la vida, con la potencia de la verdad acerca del hombre y del
mundo, contenida en el misterio de la Encarnación y de la Redención,
con la potencia del amor que irradia de ella".(6) Por consiguiente, cabe
hoy preguntarse cómo anunciar a Jesucristo en el presente contexto geográfico,
histórico y cultural de la realidad americana, en modo tal de provocar
eficazmente el encuentro entre Dios, encarnado en Jesucristo, y el hombre, en
cuyo interior anida un anhelo inextinguible de Dios.(7)
Anunciar la verdad completa sobre el misterio de Jesucristo
7. En este diálogo de salvación, la Iglesia ofrece al hombre
la verdad, que le fue confiada por el mismo Jesucristo, con una "apertura
universal"(8) y misionera. Para cumplir esta misión Ella, siguiendo
la indicación del Papa Juan Pablo II en su Encíclica Redemptor
hominis, vuelve su mirada "hacia Cristo, Redentor del hombre, hacia
Cristo, Redentor del mundo,... porque sólo en Él, Hijo de Dios,
existe la salvación",(9) recordando las palabras del Apóstol
San Pedro"Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú
tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68). En Él
se realiza plenamente el misterio de la redención que tiene una doble
dimensión, divina y humana.(10)
En esta perspectiva las respuestas a los Lineamenta muestran un
especial interés por ofrecer a los fieles la verdad integral sobre el
misterio de Cristo, sobre su persona, su obra y su mensaje. Él es el
Verbo de Dios que se encarnó en el seno de la Virgen María y nació
en Belén, que vivió en la aldea de Nazaret y allí estuvo
sujeto a sus padres, que creció en edad, sabiduría y gracia ante
Dios y los hombres (cf. Lc 2,51-52). Él es el Verbo de Dios hecho
carne que anunció con palabras y signos la buena nueva del Reino de Dios
y que proclamó la gracia de la salvación (cf. Lc 4,
17-21). Él es el Mesías esperado que sanó a los enfermos,
que perdonó a los pecadores y se sentó a la mesa con ellos (cf.
Lc 7,36-50), que experimentó personalmente el valor de la amistad
con Marta, María y Lázaro (cf. Lc 10,38-42). Él es
el Siervo sufriente que padeció angustia en Getsemaní, pero aceptó
libremente beber el cáliz que el Padre le ofrecía (cf. Lc
22,39-44). Él es el Hijo de Dios que murió en la cruz y al tercer
día resucitó de entre los muertos por nuestra salvación. Él
es el Esposo que dio la vida por su Esposa, la Iglesia (cf. Ef 5,25) y
desde el primer Pentecostés la acompaña siempre en sus pruebas y
vicisitudes, santificándola por medio del Espíritu Santo. Él
es el Cristo Resucitado que está sentado a la derecha de Dios Padre,
vencedor del pecado y de la muerte, Sumo Sacerdote que intercede en favor de
toda la humanidad (cf. Hb 4,14 - 5,10). Él es el Señor del
tiempo y de la eternidad que vendrá al final de la historia para juzgar a
vivos y muertos. Él es, en definitiva, la imagen de Dios invisible (cf.
Col 1,15) y al mismo tiempo el hombre perfecto "que ha devuelto a
la descendencia de Adán la semejanza divina deformada por el primer
pecado".(11)
8. La presentación del misterio de Cristo de una manera completa
supone, por lo tanto, no sólo la adecuada valoración del hecho de
la encarnación, a través del cual el Hijo de Dios asumió la
naturaleza humana - haciéndose verdaderamente semejante en todo a
nosotros, excepto en el pecado (cf. Hb 4,15) - sino también la
justa apreciación de la naturaleza divina, según la cual el Verbo
de Dios estaba en el seno de Dios y era Dios (cf. Jn 1,1). Él
existe desde la eternidad como Dios verdadero y en Él habita
corporalmente toda la plenitud de la divinidad (cf. Col 1,17). Sólo
a través de una equilibrada comprensión de las dos naturalezas y
de la perfecta unidad de las mismas en la segunda Persona de la Santísima
Trinidad puede el ser humano aproximarse al misterio de Jesucristo, presente en
el hoy de la historia como Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo (cf. Ef
1,22-23). Sólo en el Verbo encarnado puede esclarecerse el misterio del
hombre, pues el Hijo de Dios hecho hombre es al mismo tiempo, imagen del Dios
invisible y hombre perfecto, revelación definitiva de Dios Padre a la
humanidad y camino para que ésta pueda encontrar el sentido de su
existencia.(12)
Muchas respuestas a los Lineamenta ponen de manifiesto la necesidad
de presentar integralmente el misterio de Jesucristo para poder responder
claramente a las confusiones en que a veces caen algunos miembros del Pueblo de
Dios, al reducir la vida de Cristo a uno u otro aspecto de su existencia, de su
Persona o de su obra salvadora. La nueva evangelizazión supone, en este
sentido, un renovado anuncio a todos los hombres y mujeres de América
que "debe contener siempre - como base, centro y a la vez culmen de su
dinamismo - una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios
hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los
hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios".(13) Cuando el
Santo Padre, Juan Pablo II, invitaba a los Obispos de América Latina, en
Port-au-Prince a iniciar una nueva evangelización de América,
añadía: "nueva en su ardor, nueva en sus métodos,
en su expresión",(14) es decir, aludía a la novedad
en las actitudes de los evangelizadores, pues el Evangelio y su contenido, que
es Jesucristo, no puede envejecer, dado que es fuente de vida, siempre nueva y
actual.
Finalmente, algunas respuestas provenientes de América Latina señalan
que, probablemente debido a la influencia del contexto socio- cultural, en esos
pueblos predomina la imagen sufriente del Señor de la pasión,
quedando en la sombra la imagen del Cristo resucitado. Para anunciar el misterio
de Jesucristo en modo completo se sugiere promover un anuncio más
incisivo de la resurrección que, sin caer en triunfalismos terrenos,
pueda ser verdadero mensaje de esperanza para los hombres y mujeres abatidos por
el dolor y la tristeza.
El misterio de Jesucristo anunciado al hombre y a la cultura
9. Evangelizar al hombre significa también evagelizar su cultura, su ética
y sus valores, sus ideales de justicia y verdad. De ahí que uno de los
objetivos más importantes de la nueva evangelización consiste
precisamente en transformar la cultura desde dentro, enriqueciéndola con
los valores cristianos que derivan de la fe y haciendo que el mensaje de Cristo
penetre en las conciencias de las personas y se proyecte en el ethos de
los pueblos.(15) Siguiendo las orientaciones del Papa Pablo VI en la Exhortación
Apostólica Evangelii nuntiandi, las respuestas al cuestionario de
los Lineamenta reafirman la ruptura entre Evangelio y cultura como "el
drama de nuestro tiempo."(16) Importa, pues, evangelizar a las personas,
individualmente, pero también a las mismas culturas, porque el objetivo
es llegar "a transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de
juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas
de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad,
que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de
salvación".(17) En síntesis, "lo que importa es
evangelizar... la cultura y las culturas del hombre en el sentido rico y amplio
que tienen sus términos en la Gaudium et spes".(18) Así
mismo, por medio de la inculturación, "la Iglesia encarna el
Evangelio en las diversas culturas y, al mismo tiempo, introduce a los pueblos
con sus culturas en su misma comunidad; trasmite a las mismas sus propios
valores asumiendo lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde
dentro".(19)
10. El concepto de cultura implícito en la mencionada constitución
conciliar fue posteriormente profundizado en el documento de la IIIª
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Puebla en estos términos:
la cultura es "el modo particular como, en un pueblo, los hombres cultivan
su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios de modo
que puedan llegar a un nivel verdadera y plenamente humano (Gaudium et spes
53)".(20) La cultura es, por tanto, "el estilo de vida común"que
caracteriza a un pueblo y que comprende la totalidad de su vida: "el
conjunto de valores que lo animan y de desvalores que lo debilitan..., las
formas a través de las cuales aquellos valores o desvalores se expresan y
configuran, es decir, las costumbres, la lengua, las instituciones y estructuras
de convivencia social. En una palabra, la cultura es, pues, la vida de un pueblo".(21)
La síntesis entre cultura y fe no es solamente una exigencia de la
cultura, sino también de la fe, pues una fe que no se hace cultura es una
fe que no es plenamente vivida.(22)
11. Respondiendo a las preguntas de los Lineamenta sobre el tema de
la cultura se describen algunos rasgos de la cultura contemporánea a la
cual la Iglesia desea anunciar el Evangelio de Jesucristo. La cultura moderna ha
alcanzado tantos logros y progresos humanos en el campo científico y técnico,
como también en campo de la libertad y los derechos humanos; pero a su
vez va acompañada de muchos rasgos negativos, como por ejemplo, la
contaminación y el agotamiento de recursos naturales, el traspaso de límites
éticos en campo científico y biogenético, el desarrollo
material con grandes costos sociales, el escepticismo filosófico y el
relativismo moral.(23) En este contexto complejo y desafiante es válido
interrogarse: ¿cómo es accesible el mensaje de la Iglesia a las
nuevas culturas, a las formas actuales de la inteligencia y de la sensibilidad?
¿Cómo puede la Iglesia de Cristo darse a entender al espíritu
moderno, tan orgulloso de sus realizaciones y al mismo tiempo tan inquieto por
el porvenir de la familia humana? ¿Quién es Jesucristo para los
hombres y las mujeres de hoy?. Para responder a estos interrogantes se han de
tener presentes los dos principios fundamentales que supone la inculturación,
es decir: la compatibilidad de las culturas con el Evangelio y la comunión
con la Iglesia universal.(24)
Capitulo II: El anuncio de Jesucristo en el contexto cultural de América
Evangelio y cultura
12. Una síntesis de las respuestas relativas a la evangelización
de la cultura pone en evidencia que en las sociedades contemporáneas de
América existen algunas tendencias generales que son, al mismo tiempo, un
reflejo de corrientes culturales a nivel internacional, a saber:
- El pluralismo se presenta en América bajo diversas formas:
la afirmación de la identidad de los diversos grupos étnicos, lingüísticos
y nacionales; la diversidad de corrientes de pensamiento como manifestación
de la libertad de expresión; la convivencia en un mismo ambiente social
de diversas tradiciones culturales y religiosas; la apertura, a través
del mundo de las comunicaciones, a un caudal de información que extiende
ampliamente los horizontes del conocimiento humano, etc.
- El secularismo propone una visión de la vida en la que están
ausentes los valores trascendentes, pero al mismo tiempo provoca indirectamente
en el hombre de hoy una búsqueda del sentido último a su
existencia.
- El subjetivismo y el relativismo moral producen en el
hombre contemporáneo una gran crisis y confusión de la
conciencia, con la consiguiente desvalorización del orden moral objetivo
y la sobrevaloración de la subjetividad personal. Estas características
llevan a una pérdida del sentido del pecado.
- La globalización de la cultura supone aspectos positivos en
la medida en que ofrece la posibilidad de una enriquecedora intercomunicación,
pero al mismo tiempo orienta las culturas hacia una homogeneidad de contenidos y
valores con la consiguiente pérdida de las propias identidades. Este
efecto puede ser particularmente preocupante cuando lo que está en juego
es el perfil cristiano y católico de las culturas locales.
- La conciencia de la importancia de ciertos valores, algunos de
ellos relacionados con la dignidad de la persona humana, como la libertad, la
vida y la justicia; otros relacionados con el deseo innato al ser humano de
abrirse a las realidades espirituales y trascendentes.
- La urbanización plantea nuevos desafíos para la
evangelización, no sólo porque surgen nuevos problemas que derivan
de la cultura urbana (la pobreza y la indigencia de las clases marginadas, el
desarraigo, el anonimato, la soledad, la inmoralidad y la violencia, etc), sino
también porque la estructura de la ciudad plantea la exigencia de nuevos
métodos pastorales que incorporen el uso de modernos medios y técnicas
de comunicación.
Puede decirse que las características enumeradas
precedentemente son comunes a todo el Continente, aunque se presentan con
diversos matices regionales y locales. Así por ejemplo, el fenómeno
de la urbanización plantea el problema de la marginalidad social, tanto
de los barrios pobres o favelas de América Latina como en las
zonas marginadas de las grandes ciudades de América del Norte. Análogamente,
la conciencia de ciertos valores como la justicia, la libertad y la vida se
traduce en diversas expresiones culturales, según el grado de desarrollo
económico y los problemas políticos de la respectiva sociedad,
pero en realidad se trata de los mismos ideales de fondo.
Evangelio y culturas indígenas y afroamericanas
13. La inquietud por la relación entre Evangelio y cultura se
extiende, en las respuestas a los Lineamenta, al tema de la evangelización
de las culturas indígenas y afroamericanas, las cuales, en
diverso grado, representan una componente que no puede desconocerse en todos los
países de América. Estas culturas son el legado de las
civilizaciones que habitaban en el Continente antes de la llegada de los
primeros evangelizadores, o bien son el fruto de inmigraciones inmediatamente
sucesivas a la llegada de los colonizadores. En uno y otro caso, puede decirse
que ambas culturas desde el comienzo acogieron con simplicidad de corazón
el mensaje de la Buena Nueva. Sin embargo, la tarea de evangelización de
esas culturas no ha terminado con el anuncio del kerygma. Aún hoy
se hace necesario, como lo reflejan las respuestas al cuestionario del documento
de preparación de la Asamblea sinodal, una mayor inserción de la
Iglesia en las culturas indígenas y afroamericanas para lograr una íntima
transformación de los auténticos valores culturales, mediante su
integración en el cristianismo y para iluminar con la fe las diversas
culturas.
14. Entre los grupos indígenas y afroamericanos, hay una creciente
toma de conciencia del derecho a conservar la propia identidad cultural. La
Iglesia en América, en comunión con el Magisterio del Santo Padre,
es consciente de la importancia de tales derechos y se esfuerza por llevar a
esos pueblos el mensaje del Evangelio mientras, se preocupa, al mismo tiempo,
por la promoción de sus legítimas reivindicaciones.(25) Entre los
valores de estas culturas compatibles con la fe cristiana, las respuestas al
cuestionario de los Lineamenta mencionan: el gran amor a la propia
tierra; el respeto a los antepasados y a las tradiciones comunitarias; el
sentido religioso de la vida y de la muerte, que se expresa en celebraciones
rituales animadas con la danza, la música y el canto; así como la
creencia en una vida ultraterrena. Además, las mismas respuestas ponen en
relieve aspectos que necesitan ser purificados, pues todas las culturas son
producto del hombre y, en consecuencia, son marcadas también por el
pecado. Entre las costumbres y comportamientos necesitados de purificación
se indican: el alcoholismo (frecuentemente ligado a la celebración de las
fiestas), el fetichismo, la superstición, la hechicería, el
sincretismo religioso, el fatalismo, la brujería, el curanderismo, y
otras concepciones míticas, que se concretan en prácticas
incompatibles con la fe cristiana.
Evangelio y culturas de pueblos inmigrantes
15. No menos importante que la evangelización de las culturas indígenas
y afroamericanas es la evangelización de las culturas de los inmigrantes,
que constituye una realidad en casi todas las sociedades de América desde
fines del siglo pasado. Las respuestas a los Lineamenta señalan
la presencia de dos grandes fenómenos migratorios: uno proveniente
fundamentalmente de Europa y en menor medida de Asía, y otro movimiento
interno al Continente americano. El primer movimiento migratorio se verificó
con mayor intensidad en algunos países que en otros, pero en general
puede decirse que los inmigrantes aportaron auténticos valores humanos,
como el sentido de la familia y del trabajo, el amor a la patria, la solidaridad
con los más pobres, el valor de la palabra dada, el sentido de la
justicia, así como también valores religiosos, tanto católicos
(predominantemente de rito latino, aunque también de otras iglesias
orientales), como de otras religiones cristianas (diversas ramas protestantes y
también iglesias ortodoxas) e incluso de religiones no cristianas (judaísmo
y en menor medida islamismo). Mientras en algunos países, como Canadá
y sobre todo Estados Unidos de América, el flujo migratorio estuvo
compuesto por muchas corrientes provenientes principalmente de varios países
y culturas de Europa y en menor medida de Asia, en el resto del Continente el
mismo fenómeno muestra la presencia de inmigrantes predominantemente españoles
e italianos.
16. En el segundo movimiento se advierten migraciones masivas del Sur, del
Centro y del Caribe, hacia el Norte del Continente. Muchas respuestas a los Lineamenta
concuerdan en que hace falta una mayor colaboración entre la Iglesia "a
quo" y la Iglesia "ad quem", para promover un
adecuado acompañamiento de los inmigrantes, de modo que ellos puedan
recibir asistencia pastoral de parte de sacerdotes provenientes de su misma región.
Asimismo, se sugiere fomentar las formas de religiosidad popular que los
inmigrantes llevan consigo, como festividades familiares, religiosas y
patronales, celebraciones tradicionales asociadas a Navidad y a Semana Santa, así
como también procesiones y devociones relacionadas con específicas
advocaciones de Cristo, de la Santísima Virgen y de los santos. En
Estados Unidos de América la presencia de inmigrantes latinoamericanos,
cada vez más significativa, es motivo de enriquecimiento para la cultura
de ese país. Muchos inmigrantes, en su mayoría católicos,
han aportado auténticos valores: el sentido de familia, la religiosidad
popular, el folklore y las propias tradiciones. Los Obispos de ese país
reconocen el valor de ese estilo de vida y de esas costumbres expresivas de la
fe católica, aunque, al mismo tiempo, señalan la necesidad
evangelizar continuamente las manifestaciones populares latinoamericanas para
purificarlas e integrarlas adecuadamente, en orden a un mayor enriquecimiento de
las culturas cristianas locales.
Evangelio y piedad popular
17. Otro aspecto que emerge de las respuestas a los Lineamenta en
relación al tema de la evagelización de la cultura es lareligiosidad
popular. En los pueblos de América Latina y en los grupos
latinoamericanos que viven en el Norte, esta manifestación de la cultura
es, fundamentalmente, expresión de la fe católica, mientras que en
las restantes partes del Continente sólo puede decirse que tal
religiosidad asume un matiz genéricamente cristiano. De todos modos, en
uno y otro caso, se constata que en los últimos tiempos la religiosidad
sencilla, pero no menos profunda, del pueblo ha sido especialmente tenida en
cuenta en la acción pastoral de las Iglesia locales en toda América.
Algunos signos que muestran la importancia que asume la cultura popular
religiosa son: la participación siempre mayor de la gente en las
peregrinaciones a los santuarios (especialmente marianos), la tradición
familiar de bautizar a los hijos, el culto a las almas del purgatorio y la
celebración de Misas en sufragio de los difuntos, las fiestas patronales
con sus características procesiones y la celebración de la Santa
Misa (en general con gran concurrencia de pueblo), el culto a los santos no sólo
a los de la Iglesia universal sino también a los propios del Continente
americano,(26) etc. Estas y tantas otras expresiones de la religiosidad popular
ofrecen excelentes ocasiones para que los fieles se encuentren con Jesucristo
vivo. En efecto, la comunidad eclesial, al reunirse para celebrar la Palabra y
para recibir los sacramentos en las memorias de los santos, recuerda en modo
particular a quienes imitaron fielmente con sus vidas al Salvador del mundo, y
entra en comunión con ellos, que forman parte de la Iglesia celeste. Es
por este motivo que la piedad popular, purificada y debidamente catequizada,
puede llegar a ser un elemento decisivo para la nueva evangelización.
Este es un punto en el que convergen la mayoría de las respuestas a los
Lineamenta.
18. Como lo confirman las mismas respuestas al documento de preparación,
dentro de la piedad popular, y no circunscrita a ella exclusivamente, ocupa un
lugar privilegiado la devoción a la Virgen María, que es un claro
signo de la identidad católica. El Pueblo de Dios en América es un
pueblo mariano. Lo atestiguan las numerosas advocaciones con que los creyentes
se dirigen a la Madre de Dios, así como también los innumerables
santuarios marianos sembrados a lo largo y a lo ancho del Continente americano.
Entre las múltiples advocaciones sobresale la de Nuestra Señora de
Guadalupe, que tiene su origen en la aparición de la Virgen en tierra
americana a Juan Diego en el cerro del Tepeyac (México) en el año
1531. Este acontecimiento mariano ha sido siempre considerado como signo de
protección de la Madre del Verbo encarnado en favor de todos los hombres
y mujeres del Continente americano, a partir de las celestiales palabras
dirigidas a Juan Diego y conservadas en la tradición del pueblo creyente:
"¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo
mi sombra y resguardo? .. Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe...".
Algunas respuestas a los Lineamenta señalan cómo en los últimos
tiempos ha crecido el culto a esta advocación mariana que, sin menoscabar
el culto a la Virgen según las advocaciones locales, une a todos los
pueblos católicos de América en la confesión de una misma
fe en la Madre del Redentor. Esto se verifica no sólo en países
latinoamericanos sino también en Estados Unidos de América, donde
la popularidad creciente de esta devoción se explica, entre otras
razones, por la presencia de católicos latinoamericanos en ese país.
El Papa Juan Pablo II, propone la devoción mariana a Santa María
de Guadalupe, como un gran ejemplo de evangelización perfectamente
inculturada, al decir: "En el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac se
resume el gran principio de la inculturación: la íntima
transformación de los auténticos valores culturales mediante la
integración en el cristianismo y el enraizamiento del cristianismo en las
varias culturas".(27) Por este motivo, el Santo Padre ha querido honrar a
la Madre Dios en tierra americana con el título de: "Estrella de la
primera Evangelización y de la Nueva Evangelización".(28)
19. Entre las manifestaciones de la religiosidad popular mariana se
destacan: el rezo del santo rosario, las peregrinaciones y visitas a santuarios
que son frecuentemente momentos oportunos para la recepción de los
sacramentos, los títulos y advocaciones marianas que han dado nombres a
santuarios, capillas y ciudades, el arte religioso que ofrece imágenes
devocionales y que testimonia la fe mariana del pueblo, las fiestas patronales,
el mes dedicado principalmente a la devoción a María, las promesas
y los votos que expresan la dimensión mariana de la fe de los creyentes,
etc. En las Iglesias locales en América, se intenta cultivar y encaminar
constantemente esta devoción hacia un encuentro personal con Cristo, que
integre aspectos afectivos y doctrinales orientando a los fieles hacia la práctica
sacramental y hacia el crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad. En
varias respuestas se señala que la devoción mariana es auténtica
en la medida en que lleva a un compromiso de vida cristiana más
coherente, en el cual la fe se manifiesta en la caridad con los hermanos más
necesitados y en un mayor compromiso en la evangelización, tanto a nivel
personal como en el marco de las estructuras eclesiales.
Evangelio y educación
20. En relación al tema de la evangelización de la cultura,
varias respuestas a los Lineamenta indican la presencia pastoral de la
Iglesia en América en el campo educacional a todos los niveles. Las
motivaciones que inducen a la Iglesia a hacerse presente en este ámbito
son fundamentalmente dos: 1) el interés por la persona, cuya educación
estimula las capacidades específicamente humanas y de este modo prepara
el terreno para la recepción de la Buena Noticia y 2) el interés
por la sociedad, pues a través de la educación se generan
actitudes de comportamiento y valores, que definen el perfil de una cultura en
la cual pueden crecer los valores evangélicos.
Para evangelizar la cultura en el ámbito de la educación, del
pensamiento y de la investigación, la Iglesia en América cuenta
con una considerable red de escuelas, colegios, facultades y universidades, que
desarrollan una eficiente obra evangelizadora y una importante tarea de promoción
humana. Para aprovechar mejor este potencial, las respuestas a los Lineamenta
sugieren tener en cuenta los siguientes aspectos:
- la conservación de una clara y nítida identidad católica
de los centros educativos de la Iglesia en los diversos niveles, sobre todo en
lo que se refiere a la orientación cristiana de fondo de los programas y
de las líneas pastorales. Un centro de educación de la Iglesia ha
de ser, ante todo, una escuela de crecimiento en la fe.
- la elaboración de programas educativos orientados no sólo
a proporcionar una instrucción profesional eficiente, sino también,
y sobre todo, a ofrecer una visión y una cultura inspirada en los valores
del Evangelio, que pueda ser asimilada en términos de actitudes de
comportamiento humano y cristiano. En este sentido, es importante ofrecer a través
de los programas educativos una cosmovisión cristiana, que integre las
distintas disciplinas del saber.
- la coordinación de la pastoral educativa a nivel nacional,
diocesano y local a través de organismos eclesiales, sobre todo en orden
a la elaboración de programas y textos de formación religiosa.
Para ello, puede ser un útil y valioso instrumento el nuevo Catecismo de
la Iglesia Católica.
- la formación de docentes profesionalmente capaces y
cristianamente comprometidos es otro aspecto indispensable de la evangelización
de la cultura en el campo educativo.
- la intensificación de la labor educativa de la Iglesia en los sectores
desfavorecidos, a través de escuelas gratuitas - ya sea en la ciudad
o en el campo - y de escuelas de artes y oficios, es un excelente testimonio que
la Iglesia puede ofrecer en relación a la promoción de la persona
y al desarrollo cultural de una sociedad.
- la presencia de la Iglesia en las universidades y otras entidades
educativas, sean éstas estatales o privadas no confesionales,
por medio de capellanes y de docentes católicos, es también un ámbito
privilegiado para la evangelización de la cultura.
Dado que la tarea evangelizadora en el campo educativo está orientada
principalmente hacia los jóvenes, en las respuestas se indica la
conveniencia de tener presente, además, las categorías de la
cultura juvenil, con sus características expresiones (la canción,
el deporte, el tiempo libre, la amistad, la convivencia comunitaria, etc.), pero
también con sus desafíos específicos (la droga, la
violencia, la sexualidad, la marginalidad, la ruptura generacional, la soledad,
etc.).
Evangelio y medios de comunicación social
21. Todas las respuestas a los Lineamenta coinciden ampliamente en
que uno de los "areópagos modernos"(29) que requiere una
urgente evangelización es el los medios de Comunicación Social. El
motivo fundamental de esta urgencia es la influencia que ejercen estos medios
sobre la casi totalidad de los individuos. Se habla justamente de una "cultura
de masa", que incide sobre las personas cambiando los modos de pensar, los
valores y los estilos de comportamiento. En contraste, muchas respuestas
confirman la escasa presencia - y en algunos casos la ausencia completa - de la
Iglesia en el ámbito de los medios de comunicación social. Un
punto de convergencia es la necesidad de promover el tema en dos niveles:
1)El uso de los medios de comunicación para trasmitir el mensaje del
Evangelio y el Magisterio de la Iglesia. En este nivel, aún cuando la
Iglesia en América dispone de una serie de medios para trasmitir sus
noticias (periódicos, publicaciones varias, emisoras de radio y televisión,
redes de comunicación informática, etc.), se detecta que el uso
que se hace de esos medios no es muchas veces el adecuado por falta de
actualización técnica, de recursos económicos y de personal
suficientemente capacitado.
2)La integración del mensaje del Evangelio en esta "nueva
cultura" creada por la comunicación moderna, porque la evangelización
misma de la cultura actual depende en gran parte del influjo de los media.(30)
En este nivel, se advierte la necesidad de iluminar con los valores del
Evangelio los principios éticos con que se maneja la información,
el contenido de la comunicación que se transmite a las masas y los
objetivos con los cuales se trabaja en el mundo de las comunicaciones. Varias
respuestas indican que frecuentemente la finalidad de los agentes de comunicación
es lograr utilidades económicas y no promover la persona.
SEGUNDA PARTE
EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA CONVERSIÓN
Capitulo I: La conversión a Jesucristo
El encuentro con Jesucristo vivo provoca la conversión
22. Es un hecho que en la Historia de la Salvación, luego del pecado
original, cada vez que Dios sale al encuentro del hombre para dialogar con él,
lo hace para provocar en el mismo ser humano la conversión del corazón.
Ya en el Antiguo Testamento la predicación de la penitencia se orienta
hacia una conversión interior del corazón, es decir, a un rechazo
del pecado y a una adhesión a Dios (cf. Jon 3,4-10; Am
5,15; Ba 1,3-5; Sal 35,13; 51,3-6). En continuidad con la
predicación veterotestamentaria, Jesucristo inició su ministerio
anunciando la Buena Noticia del Reino e invitando a la conversión: "El
tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y
creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). Estas palabras de Cristo
constituyen, en cierto sentido, el compendio de toda la vida cristiana: "Al
Reino anunciado por Cristo no se puede acceder sino sólo mediante la metánoia
o la íntima y total transformación y renovación de todo el
hombre, de todo su sentir, juzgar y disponer."(31) La Iglesia primitiva,
siguió con fidelidad las huellas de su fundador, anunciando su mensaje de
salvación e invitando a todos a convertirse y a hacerse bautizar en
nombre de Jesucristo para obtener el perdón de los pecados (cf. Hch
2,37-38). El Apóstol San Pablo proclama incluso la dimensión cósmica
de la reconciliación, al decir que el Padre tuvo a bien "reconciliar
por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre
de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos" (Col 1,20).
23. La conversión es un concepto complejo que significa un profundo
cambio del corazón bajo el influjo de la Palabra de Dios. Dicha
transformación interior se expresa en las obras y consiguientemente en la
vida entera del cristiano.(32)
El pecado es una realidad que afecta, fundamentalmente y en primer lugar, a
la persona individual. Sin embargo, como ésta vive en constante relación
con otros seres humanos, con los cuales construye la sociedad a través de
instituciones y estructuras, pueden detectarse ciertas realidades sociales
contaminadas por el pecado de las personas, libres y responsables. Es en este
sentido que puede hablarse de una dimensión social del pecado, que incide
en la vida de tantos hombres y mujeres, y más concretamente de "estructuras
de pecado", como llama el Papa Juan Pablo II a esas relaciones de
injusticia que caracterizan la organización social de muchos países
en América.(33)
En esta perspectiva, el presente documento recoge las respuestas al
cuestionario de los Lineamenta, refiriéndose no sólo a la
necesidad de una conversión personal - que encuentra su camino de
realización plena a través del sacramento de la penitencia o de la
reconciliación - sino también a la urgencia de una conversión
de ciertos aspectos de la vida intra-eclesial y de la sociedad humana. Se trata
de realidades complejas que, porque son fruto de las acciones humanas, no
siempre de acuerdo con la voluntad divina, necesitan ser iluminadas por el
Evangelio, para servir al hombre y a su salvación personal. Es en estos
ambientes donde debe entrar Jesucristo para provocar la conversión de los
hombres y consiguientemente la renovación de las relaciones sociales que
ellos viven.
La Iglesia predica la conversión
24. La Iglesia, en cuanto comunidad de los creyentes en camino hacia la
patria celeste, necesita purificarse y mientras predica la conversión al
Evangelio, se siente ella misma llamada a convertirse continuamente a
Jesucristo, para poder cumplir mejor su misión evangelizadora. No es la
Iglesia en cuanto institución divina, asistida por el Espíritu
Santo y por lo tanto infalible en la trasmisión de la Revelación,
que debe convertirse, sino la Iglesia en cuanto comunidad constituida por
hombres pecadores, que necesita convertirse constantemente en sus miembros y en
sus estructuras pastorales, para dar auténtico testimonio de la cercanía
del Reino de los Cielos.(34) Los Pastores de la Iglesia que vive en América,
respondiendo al llamado del Santo Padre en preparación a la celebración
del Gran Jubileo del Año 2000, invitan a todos los miembros del Pueblo de
Dios en el Continente americano a realizar un sincero examen de conciencia, como
primer paso para una verdadera conversión: "A las puertas del nuevo
Milenio los cristianos deben ponerse humildemente ante el Señor para
interrogarse sobre las responsabilidades que ellos tienen en relación a
los males de nuestro tiempo".(35)
Capitulo II: La conversión en la Iglesia y en la sociedad
Signos concretos del despertar religioso en la Iglesia
25. Muchos signos positivos de alegría y esperanza alientan y
consuelan al Pueblo de Dios en América mientras camina entre las
tristezas y las angustias de nuestro tiempo.(36) Por este motivo, al abordar el
tema de la conversión, el cuestionario de los Lineamenta propone
en primer lugar una constatación de los signos de vitalidad religiosa que
caracterizan la situación actual de la Iglesia en el Continente. Tales
aspectos son presentados en las respuestas al documento de preparación
como los frutos más preciados del Concilio Ecuménico Vaticano II y
de los documentos del magisterio episcopal que se esforzaron continuamente por
aplicarlo. Entre los aspectos que reflejan esta realidad merecen citarse los
siguientes:
- Un desarrollado sentido de comunión y participación
en la vida de la Iglesia a diversos niveles: la colegialidad entre los Pastores
dentro de la Conferencia Episcopal, la comunión del Obispo con el
presbiterio, con los religiosos y con los laicos en la vida pastoral de las diócesis,
la planificación pastoral en las parroquias con la activa participación
de religiosos y laicos, etc.
- Un sensible aumento, en algunas regiones, de vocaciones al sacerdocio y
a la vida consagrada se registra en los últimos años. Además,
si bien en muchos casos el crecimiento de las vocaciones no alcanza a cubrir las
propias exigencias, existe en ciertas Iglesias particulares un espíritu
de solidaridad misionera en lo vocacional con respecto a otras diócesis más
necesitadas.
- Una mayor toma de conciencia de la importancia de la formación
del clero, tanto en los seminarios como durante la vida sacerdotal. En
varias respuestas se menciona el aporte positivo que representó en este
sentido la Exhortación Apostólica sinodal Pastores dabo vobis,
abriendo nuevos caminos para la renovación de la espiritualidad
sacerdotal.
- Un testimonio abnegado de vida sacerdotal de parte de muchos
sacerdotes comprometidos con la nueva evangelización y fervorosos en el
ejercicio del ministerio. Ello también va a menudo acompañado de
un significativo interés en experiencias comunitarias de oración,
de apostolado, de convivencia, de retiros espirituales, etc.
- Una creciente participación activa de los fieles en laliturgia(37),
haciendo de ella no sólo un momento de comunión personal con Dios
sino también el centro de la vida pastoral de la comunidad eclesial. La
renovación litúrgica conciliar ha sido bien recibida en todos los
sectores del Pueblo de Dios, cuyos miembros han redescubierto el valor de la
liturgia como encuentro con Dios y con los hermanos, como celebración de
la comunión eclesial.
- Una mayor conciencia en los laicos(38) del don del bautismo, que
los lleva a un compromiso eclesial, apostólico y misionero
más profundo. Asimismo, los laicos, en general, están tomando
conciencia cada vez más de la necesidad de empeñarse en latransformación
de la sociedad según los valores del Evangelio, participando en la
defensa de la vida y de la familia, en la promoción de la solidaridad,
de la justicia, de los derechos humanos y de la ecología, en las causas
por la paz y la reconciliación en zonas donde reina la violencia, en la
ayuda solidaria a los más necesitados a través de obras
asistenciales, etc.
Aspectos urgidos de conversión en la realidad intra-eclesial
26. Precisamente porque la Iglesia es "una realidad compleja que está
integrada por un elemento humano y otro divino",(39) no faltan en Ella
sombras que empañan su imagen de signo e instrumento de salvación
y que tienen su origen en la condición pecadora de los hombres que la
integran. Por lo tanto, la Iglesia en América, siendo al mismo tiempo
santa y necesitada de purificación, desea avanzar continuamente por la
senda de la penitencia y la renovación(40). Así lo demuestran
algunos aspectos puestos en evidencia por las respuestas a los Lineamenta,
a saber:
- Siempre será necesario un testimonio de santidad más
vibrante y transparente por parte de los evangelizadores - obispos, presbíteros,
diáconos, consagrados y consagradas, laicos y laicas - cada uno según
los dones y funciones que le son propios. La santidad de cada uno de los
Miembros del Pueblo de Dios, en las ocupaciones y circunstancias de la vida, es
el medio más eficaz para llevar adelante la tarea de la nueva
evangelización.
- En no pocas ocasiones se verifica una falta de comunión
sobre todo en lo que respecta a la coordinación y colaboración de
los carismas dentro de la Iglesia. En particular, se indica en algunos casos una
carencia de armonía entre el carisma de la vida consagrada y el carisma
de la autoridad del Obispo, entre el carisma del clero diocesano y de los demás
carismas de servicio en la Iglesia. A su vez, el clero diocesano ha de estar más
abierto a establecer relaciones de comunión con los consagrados, así
como con los movimientos eclesiales, los cuales pueden aportar sus respectivos
dones y carismas al servicio de la comunidad eclesial.
- A veces se constata una falta de sintonía de algunos teólogos
con el Magisterio de la Iglesia, sobre todo en relación a
ciertos temas del dogma y la moral. Es fácil comprender que estas
disensiones crean en los miembros del Pueblo de Dios una gran confusión
y, lo que es peor, generan divisiones que atentan contra la comunión
eclesial. Deberían siempre tenerse presentes las palabras del Santo
Padre, Juan Pablo II: in necessariis, unitas, in dubiis, libertas, in
omnibus, caritas.(41)
- No pocas veces se verifica una cierta ineficacia pastoral provocada
por una inadecuación de algunas estructuras pastorales, ya sea porque éstas
no responden a las nuevas situaciones de la sociedad, ya sea por no haber dado
lugar a los laicos en esas mismas estructuras pastorales.
- Una incompleta aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano
II, sobre todo, en ciertas áreas relativas a las estructuras
diocesanas y parroquiales (especialmente en lo que se refiere a la constitución
y el funcionamiento de consejos pastorales y de administración). Una
mayor difusión de las enseñanzas conciliares y pontificias, a través
de programas de formación en los distintos niveles, puede ayudar
eficazmente a poner en práctica estos y otros aspectos del Concilio Ecuménico
Vaticano II.
- Una falta de renovación de los métodos catequísticos,
tanto en lo que se refiere a la preparación para recibir los sacramentos
(sobre todo del sacramento de bautismo, de la confirmación y del
matrimonio) como en lo relativo a la formación permanente. En este
sentido se sugiere una mayor aplicación del Catecismo de la Iglesia Católica
y de la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae.(42)
-Una inadecuada aplicación, en algunos casos, de los
principios de la renovación litúrgica propuestos por el
Concilio Ecuménico Vaticano II. En efecto, aún cuando a
veces se ha procedido con buenas intenciones para una mejor adaptación a
la cultura popular, se ha caído en arbitrariedades litúrgicas, que
han ocultado el sentido trascendente de la liturgia.(43)
Aspectos positivos de la sociedad contemporánea en relación
al Evangelio
27. Respondiendo a la invitación del Concilio Ecuménico
Vaticano II de conocer y comprender el mundo con sus esperanzas y
aspiraciones,(44) el cuestionario de los Lineamenta proponía
dirigir la mirada a las realidades temporales para descubrir en ellas algunos
signos positivos, que predisponen al hombre contemporáneo para el
encuentro con Jesucristo. Las respuestas recogen los siguientes elementos:
- Creciente conciencia de la dignidad de la persona humana y de sus
derechos inalienables, así como también, del sentido
de la justicia. Esto se manifiesta, entre otros aspectos, en un el rechazo
de todo tipo de discriminaciones sociales, como consecuencia del respeto por la
persona, y en la búsqueda de una, siempre mayor, trasparencia en la
administración de la justicia.
- Respeto por la naturaleza, que se expresa en una atenta consideración
a los problemas ecológicos. Este es un aspecto positivo
en la medida en que predispone adecuadamente al ser humano a tomar conciencia de
su carácter de creatura y lo invita al respeto por la obra del Creador.
- Existe un marcado interés por los valores espirituales y una
notable inquietud por las realidades trascendentes. Si bien esto se
manifiesta a veces en prácticas pseudo religiosas y sincretistas, no deja
de ser un punto de interés, que puede motivar el diálogo de la
Iglesia con el hombre contemporáneo, siempre sediento de la Palabra de
Vida.
- Se detecta un fuerte sentido de solidaridad y generosidad,que
se manifiesta en una creciente sensibilidad con respecto a las necesidades del
prójimo. Este signo positivo, reflejado en tantas organizaciones con
fines humanitarios, se verifica no sólo dentro de las realidades
nacionales sino también en las relaciones internacionales.
Aspectos de la sociedad contemporánea que necesitan conversión
28. En las sociedades del Continente americano también hay aspectos
que requieren conversión y cambio de actitudes. La Iglesia en América,
atenta a la realidad social, ha manifestado a través de numerosos
documentos de sus Pastores, su constante deseo de contribuir a iluminar las
realidades temporales con la luz del Evangelio. De las respuestas a losLineamenta
surgen los siguientes aspectos sociales que reclaman conversión:
- En el ámbito familiar se detecta frecuentemente una concepción
de la libertad y un ideal de amor humano sin compromisos. Son cada vez más
frecuentes las separaciones y divorcios con la consiguiente destrucción
de las familias. Se verifican prácticas antinatalistas y abortistas que
llevan a la pérdida del valor de la vida y a la difusión de una "cultura
de la muerte". La violencia en las familias es un hecho real en continuo
crecimiento. Se constata también una pérdida de la identidad
femenina y masculina, y al mismo tiempo, se señala una inadecuada formación
en la sexualidad, que se divulga indiscriminadamente en el ámbito de la
educación. La niñez, la mujer, la juventud y la ancianidad, son áreas
que reclaman una mayor atención.
- En el campo económico, falta en muchas sociedades de América
una mayor justicia distributiva: crece el desempleo, los salarios son bajos, la
desigualdad entre ricos y pobres se hace cada vez mayor. En la totalidad del
territorio del Continente americano se verifica aquella diferencia indicada por
el Papa Juan Pablo II en su Carta Encíclica Redemptoris missio: "El
norte del mundo ha construído un modelo de desarrollo y lo difunde en el
sur, donde el espíritu religioso y los valores humanos, allí
presentes, corren el riesgo de ser inundados por la ola del consumismo".(45)
Varias respuestas, además, señalan la urgencia de dar una solución
al problema de la deuda externa en el contexto de la celebración jubilar,
como lo propone el Santo Padre en la Carta Apostólica Tertio millenio
adveniente.(46)
- En el campo social, se verifica un acelerado proceso de urbanización
ligado al desarrollo de la sociedad industrial y al crecimiento demográfico.
Las grandes ciudades, que muchas veces crecen descontrolada y desordenadamente,
llevan consigo serios problemas sociales: pobreza, desarraigo, narcotráfico
y narcoconsumo, prostitución de niños y jóvenes,
alcoholismo, despersonalización, etc.
- En el campo político, a veces predomina una concepción
de la política que pierde de vista el bien común. No es raro que
la clase dirigente viva alejada de las necesidades del pueblo y se guíe
por intereses partidistas. Frecuentemente predomina la demagogia y crece
la corrupción en las estructuras de poder. Esta situación
genera una desconfianza con respecto a las instituciones políticas, sobre
todo en lo que se refiere a la administración de la justicia, no siempre
transparente, igualitaria y eficaz.
- En el campo cultural, el laicismo ateo predomina a veces en
los ambientes intelectuales y culturales. Son pocos los laicos cristianos
comprometidos en las universidades y en los ambientes intelectuales,
profesionales y artísticos. Falta una mayor presencia de los laicos
cristianos en los medios de comunicación social. Existe en
algunos casos una carencia de principios éticos, que lleva a ciertos
agentes de comunicación a una falta de objetividad en la transmisión
de la verdad. Las deficiencias en el campo educativo se hacen evidentes,
sobre todo, en el analfabetismo y en la reducción de la educación
a una mera instrucción, que deja poco espacio a los valores
trascendentes.
TERCERA PARTE
ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA COMUNIÓN
Capitulo I: La comunión en Jesucristo
Jesucristo Evangelizador
29. El origen y el fin de la comunión en la Iglesia es Jesucristo, el
Hijo de Dios hecho hombre, que redimió al genero humano del pecado con
su pasión, muerte y resurrección, y que en su Iglesia, animada por
el Espíritu Santo, desea encontrarse con cada hombre y cada mujer para
ofrecerle la salvación. Los Evangelios son ricos en relatos acerca de
muchas personas que, luego de haberse encontrado con Jesús durante su
vida terrena, se transformaron en sus discípulos: Pedro y los otros apóstoles
(cf. Mt 4,18- 22), María Magdalena (cf. Lc 8,1-3), Zaqueo
(cf. Lc 19,1-10), los ciegos de Jericó (cf. Mt 20,29-34),
la mujer samaritana (cf. Jn 4,4-42), Lázaro y sus hermanas (cf.
Jn 11,1-44) y tantos otros. Aún después de la resurrección,
Jesús se apareció a sus seguidores, como a aquellos abatidos discípulos
de Emaús (cf Lc 24, 13-35) para explicarles el sentido de su
sufrimiento y de su muerte a la luz de las Escrituras y para hacerse reconocer
en el preciso momento en que partían el pan. En todas estas ocasiones
Jesucristo anuncia con su presencia, sus palabras y sus gestos la Buena Noticia
de la salvación, y por lo tanto, puede decirse que Él es el
evangelizador por excelencia, como expresaba el Papa Pablo VI en la Exhortación
Apostólica Evangelii nuntiandi: "Jesús mismo,
Evangelio de Dios, ha sido el primero y el más grande evangelizador".(47)
Del mandato de Jesucristo a sus apóstoles nace luego toda la misión
evangelizadora de la Iglesia.
Al anunciar la Buena Nueva, Jesucristo llama a la conversión,
invitando a vivir en comunión con Él y con sus discípulos.
El fruto que se espera de esa convivencia en la caridad es la solidaridad
fraterna. El concepto de comunión se encuentra, por lo tanto, "en el
corazón del autoconocimiento de la Iglesia, en cuanto misterio de la unión
personal de cada hombre con la Trinidad divina y con los otros hombres, iniciada
por la fe y orientada a la plenitud escatológica en la Iglesia celeste, aún
siendo ya una realidad incoada en la Iglesia sobre la tierra".(48) Las
respuestas a los Lineamenta confirman la necesidad de anunciar a
Jesucristo vivo, siguiendo su ejemplo de Evangelizador perfecto, para hacer
crecer la comunión con Dios y con el prójimo, como una realidad ya
presente en el hoy de la vida de la Iglesia y como un signo escatológico
de la Vida eterna.
La evangelización para la comunión en América
30. La evangelización del Nuevo Mundo, iniciada hace ya más de
500 años, condujo a muchos hombres y mujeres a encontrar a Jesucristo y
floreció en el testimonio de tantos santos que jalonan la historia de la
Iglesia en América. Los santos en esta tierra hacen presente el misterio
de Cristo y lo muestran como un ideal cercano y posible a los hombres y mujeres
del Continente. La vida de ellos no es sólo un testimonio personal de
Jesucristo sino también una expresión de la comunión en su
Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Esta doble dimensión cristológica
y eclesiológica de la santidad ha contribuido, y sigue contribuyendo en
el presente, a que muchos puedan acercarse a Jesucristo y entrar en comunión
con Él en la Iglesia. La mayoría de las respuestas confirman la
importancia, en este sentido, de la devoción a los santos en la piedad de
los pueblos de América.
La nueva evangelización, que ha sido una preocupación de la
Iglesia Católica desde el Concilio Ecuménico Vaticano II y lo
sigue siendo actualmente en modo particular al acercarse la celebración
jubilar del año 2000, es vista en muchas respuestas a los Lineamenta
como una tarea cuyo principal objetivo es orientar a la persona hacia una
experiencia profunda de Dios a través del misterio de Cristo. Para ello,
se indica la necesidad de entrar en diálogo con las personas individuales
y con las culturas en las cuales viven los individuos. La Asamblea Especial para
América ofrece a los Pastores una ocasión especial para constatar
cómo se vive el misterio de la comunión en las Iglesias
particulares, entre ellas dentro de un mismo país, y entre ellas dentro
de todo el Continente americano. Asimismo, será posible verificar en qué
modo la Iglesia en América puede ser un signo e instrumento de la comunión
en todo el Continente.
Capitulo II: La eclesiología de la comunión en el Concilio
Ecuménico Vaticano II
Los fundamentos eclesiológicos: fe, sacramentos y misión
31. La eclesiología de la comunión es un concepto central y
fundamental de los documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II,(49)
hecho fácilmente constatable al leer las cuatro constituciones
conciliares: sobre la Iglesia (Lumen gentium), sobre la Divina revelación
(Dei Verbum), sobre la Sagrada Liturgia (Sacrosanctum concilium)
y sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et spes). La constitución
dogmática Dei Verbum presenta la revelación como la obra
salvadora de Jesús, quien invita a través de las palabras y los
gestos a abrirse a la comunión con Dios y con los otros hombres.(50) La
constitución dogmática Lumen gentium describe la Iglesia
como sacramento universal de salvación, es decir, como signo e
instrumento de comunión con Dios y entre los hombres.(51) La constitución
Sacrosanctum concilium enseña cómo, durante su pere-
grinación terrena hacia la plenitud del Reino, la Iglesia encuentra la
fuente y el culmen de su vida eclesial en la celebración de la Eucaristía,
memorial del misterio pascual de Jesucristo.(52) Finalmente, la constitución
Gaudium et spes describe la contribución específica que la
Iglesia puede ofrecer a la sociedad en favor de la unidad del género
humano, dando testimonio de la comunión en Cristo, que es la razón
última de la unidad en la Iglesia.(53)
32. Hablando del rol especial que tienen los Obispos en la misión
evangelizadora de la Iglesia y en la construcción de la unidad, el
Concilio Ecuménico Vaticano II, puntualiza los elementos esenciales de la
comunión eclesial en los siguientes términos: "Jesucristo
quiere que por medio de los Apóstoles y de sus Sucesores, esto es, los
Obispos con su cabeza, el Sucesor de Pedro, por la fiel predicación del
Evangelio y por la administración de los sacramentos, así como por
el gobierno en el amor, operando el Espíritu Santo, crezca su pueblo; y
perfecciona así la comunión de éste en la unidad: en la
confesión de una sola fe, en la celebración común
del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios".(54)
Por lo tanto, los rasgos esenciales de la comunión en la Iglesia son: la
confesión de una misma fe, la celebración del culto y la concordia
fraterna en la vida de la comunidad eclesial, tanto ad intra, es decir,
en su unidad interna, como ad extra, en el esfuerzo misionero por
evangelizar el mundo.
33. El cuestionario de los Lineamenta no incluía una pregunta
sobre la visión de la Iglesia como misterio de comunión; en cambio
se interrogaba acerca de la situación concreta de la Iglesia en América:
cuáles son los factores que producen divisiones en el ámbito
eclesial (pregunta nº 4) y cómo fue acogida la eclesiología
de la comunión propuesta por el Concilio Vaticano II (pregunta nº
5). Por este motivo, las respuestas tienen un tono más bien informativo,
que describe la situación actual de la Iglesia en América. Sin
embargo, resulta claro que las respuestas presuponen una eclesiología de
comunión en la descripción de los diversos aspectos de la vida
eclesial (catequesis, liturgia, testimonio cristiano, etc.), y que tal concepción
eclesiológica se basa en la fe, los sacramentos y en un espíritu
comunitario, que anima la vida interna y el impulso misionero de la Iglesia.
Teniendo en cuenta este postulado fundamental, emerge también claramente
de las respuestas que la comunión requiere la activa participación
de todos los fieles, según la variedad de los propios carismas y
ministerios. En este sentido, se señala que la participación en
orden a la comunión es uno de los más preciosos frutos de la
recepción del Concilio Ecuménico Vaticano II en América.
La comunión de la Iglesia Católica en América
34. América es un continente en el cual la mayoría de sus
habitantes son de religión católica.(55) Sin embargo, la comunión
en la misma Iglesia Católica en todo el Continente está marcada
por una serie de factores geográficos, históricos y culturales que
la condicionan y la cualifican. Así, muchas respuestas a los Lineamenta
indican diferencias sustanciales entre las realidades eclesiales de América
Latina y del resto del Continente, más por otra parte, advierten que no
sería lógico caracterizar simplemente las grandes áreas
geográficas en base a las diferencias, sin tener en cuenta ciertos
matices que pueden resultar decisivos para comprender la realidad global. Por
ejemplo, la presencia de inmigrantes latinoamericanos en algunas áreas
del Norte crea una cierta similitud entre las comunidades eclesiales de esa zona
y de las del Caribe, del Centro y del Sur del Continente. Además, en cada
país y en cada iglesia local existe una variedad de matices étnicos,
culturales, históricos y sociales que, lejos de impedir la unidad en la
fe, en los sacramentos y en la vida en común, enriquece realmente la
comunión haciéndola más dinámica y vivaz.
35. Muchas respuestas a los Lineamenta señalan que la vida de
las Iglesias particulares en cada uno de los países del Continente está
influenciada no sólo por la diversidad de orígenes étnicos
de los miembros de dichas comunidades, sino también por las específicas
circunstancias históricas, culturales y económicas. En América
Latina la comunión eclesial fue muchas veces influenciada por un contexto
social muy complejo que dio como resultado el nacimiento de las comunidades
eclesiales de base y de la teología de la liberación.(56) En el
resto de América, en cambio, la experiencia de la comunión
eclesial fue influenciada frecuentemente por la tradición civil de la
democracia, provocando en algunos fieles, que con sana intención deseaban
participar en la vida de la Iglesia, la tentación de construir la
comunidad eclesial con los mismos criterios de la comunidad civil (derecho al
disenso, la voluntad de la mayoría como elemento decisivo en las
cuestiones gubernativas y sociales, etc). En respuesta al cuestionario de los
Lineamenta, se señala críticamente que tal concepción
no tiene adecuadamente en cuenta que la Iglesia, en cuanto misterio de comunión,
implica fundamentalmente la dimensión vertical (comunión con
Dios), además de la dimensión horizontal (comunión entre
los hombres). Es precisamente la primera dimensión la que distingue a la
Iglesia de cualquier otra institución humana y la que hace posible la
dimensión de la comunión entre las personas en sentido auténticamente
cristiano. La Iglesia es, en efecto, un pueblo cuya unidad se fundamenta en la
unidad del misterio trinitario: el mismo Espíritu que abraza la única
e indivisa Trinidad, unió indisolublemente la carne humana al Hijo de
Dios y es el inagotable manantial del que brota sin cesar la comunión en
la Iglesia y de la Iglesia.(57)
36. La Asamblea Especial para América del Sínodo de los
Obispos ofrece una oportunidad de incalculable valor pues en ella se encuentran
los Pastores del Pueblo de Dios provenientes de Iglesias que pertenecen a dos
partes del Continente ciertamente significativas: el norte y el sur. En efecto,
en estas dos grandes áreas - no sólo geográficas sino también
socioculturales - se manifiesta la gran división que caracteriza la
situación del mundo en el final del segundo milenio, es decir la tensión
entre los hemisferios norte y sur. A la luz de una eclesiología de la
comunión parece claro que la Asamblea sinodal puede ser un eficaz signo e
instrumento de la unión de todos los miembros del Pueblo de Dios y de las
Iglesias locales del Continente en comunión con el Pastor Universal y, al
mismo tiempo, un válido testimonio de unidad y solidaridad para la
sociedad civil en América y para el mundo entero.
La influencia y la recepción del Concilio Vaticano II
37. Las respuestas a los Lineamenta son unánimes en reconocer
que el Concilio Ecuménico Vaticano II ha profundamente marcado no sólo
la vida litúrgica y comunitaria de las Iglesias particulares sino también
el modo de pensar de los católicos sobre la Iglesia y sobre el rol que
ellos mismos cumplen en Ella. Todos los miembros del Pueblo de Dios fueron
influenciados positivamente por el Concilio:
- Obispos: una de las realidades emergentes de mayor importancia es
la institución de las Conferencias Episcopales, que constituyen un ámbito
privilegiado para vivir ricas experiencias de colegialidad entre los Pastores
de un mismo país. También, la comunión colegial entre los
Obispos de diócesis sufragáneas y el respectivo Arzobispo
Metropolitano ayuda eficazmente a una adecuada coordinación y una
uniformidad de los criterios pastorales, que es un signo positivo de unidad
eclesial.
- Sacerdotes y diáconos: en diversas diócesis se
constatan positivas iniciativas de comunión de los sacerdotes y diáconos
con el Obispo y entre sí, para servir mejor al Pueblo de Dios a ellos
confiado (Consejos Diocesanos de Pastoral, Decanatos Pastorales, reuniones de
clero, etc.)
- Laicos: actualmente muchos laicos conciben la comunión
eclesial como un gran don del Espíritu Santo, que ellos están
llamados a acoger con gratitud y a vivir con profundo sentido de
responsabilidad.(58) Muchos son los modos, señalados por las respuestas a
los Lineamenta, a través de los cuales se pone en acto la comunión
de los laicos en las Iglesias locales en América: participación en
diversas comisiones y organismos a nivel diocesano y parroquial, colaboración
en la planificación de la liturgia, en la enseñaza del catecismo,
en las actividades misioneras, en la elaboración de programas
parroquiales y diocesanos de pastoral, etc.
- La vida consagrada: a través de las respuestas a los Lineamenta
se detecta una activa y creciente participación de los consagrados en la
vida de las Iglesias particulares dando testimonio de comunión y
servicio.(59) Como fruto de la IXª Asamblea General Ordinaria del Sínodo
de los Obispos, sobre el tema de la vida consagrada, en muchas partes del
continente se están poniendo en práctica nuevas estructuras de diálogo
y colaboración para incentivar la cooperación entre los institutos
de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica entre sí y
con el Obispo diocesano.
Además de las diversas vocaciones dentro del Pueblo de Dios
mencionadas precedentemente, en las respuestas a los Lineamenta se
subraya la influencia positiva del Concilio Ecuménico Vaticano II y del
Magisterio post-conciliar en otros grupos que desempeñan un papel activo
en la construcción de la comunión eclesial: a) las mujeres, cuyo
rol es cada vez más importante en la vida de la Iglesia cubriendo
necesidades pastorales;(60) b) los jóvenes, cuya atención pastoral
asume el carácter de una verdadera prioridad, que puede ser el objeto de
colaboración entre los Pastores de todo el Continente; c) la familia,
como iglesia doméstica y la primera escuela de fe y de comunión
cristiana.
Capitulo III: Dificultades en la comunión intraeclesial
Factores de división
38. Ante todo, es necesario indicar que muchas respuestas a losLineamenta
señalan que existe un sentido de unidad y colaboración entre
Obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, movimientos eclesiales y laicos,
que prevalece como rasgo característico de las Iglesias locales y que es
más fuerte que los elementos que causan tensiones.(61) De todos modos,
esto no significa que no existan factores de división, por ejemplo:
- una falta de conversión, que se manifiesta en actitudes como:
autoritarismo, clericalismo, anticlericalismo, rechazo de la autoridad en la
Iglesia, individualismo;
- una falta de diálogo, como consecuencia de una incapacidad, por
parte de ciertos miembros del Pueblo de Dios, para trabajar en equipo;
- una escasez de planes pastorales de conjunto, que se traducen en una falta
de uniformidad en los criterios a seguir en la acción evangelizadora;
- una escasa participación efectiva de los laicos en algunos ámbitos
de la vida eclesial;
- la existencia de algunos modos de concebir la vida de la Iglesia que no
aceptan plenamente la eclesiología de comunión del Concilio
Vaticano II;
- una falta de formación en la teología de la comunión y
de la solidaridad pastoral entre los diversos miembros del Pueblo de Dios:
Obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, movimientos eclesiales y laicos;
- insuficiente colaboración de parte de ciertos movimientos eclesiales
para trabajar en comunión con las estructuras pastorales diocesanas.
- diversidad de posiciones en el aspecto económico, tanto en lo que se
refiere a los estipendios que se cobran en ocasión de la administración
de los sacramentos, como en cuanto a las diferencias creadas por una desigualdad
de criterios sobre la sustentación del clero,
- polarización ideológica de algunos miembros de la Iglesia,
frecuentemente etiquetada en términos de tradicionalismo o progresivismo,
que encuentra muchos puntos de conflicto en temas como la justicia social, la
teología moral, la liturgia, etc.
- actitudes contestatarias con respecto a ciertos temas sobre los cuales el
Magisterio se ha ya definido expresamente, y sin embargo algunos miembros del
Pueblo de Dios insisten sobre las propias ideas creando fuertes contrastes: la
ordenación sacerdotal de la mujer, el celibato sacerdotal, la
indisolubilidad del vínculo matrimonial, etc.
Finalmente, se percibe en las respuestas que, detrás de las tensiones
precedentemente enumeradas y en la base de las mismas, existen implícitas
concepciones del misterio de Jesucristo, que se traducen en otros tantos
enfoques del misterio de la Iglesia y de la programación de la acción
pastoral. En efecto, dada la íntima relación que existe entre el
misterio de Cristo y la naturaleza de la Iglesia,(62) no es difícil
comprender que un desequilibrio en la cristología se traduce fácilmente
en una eclesiología incompleta, la cual, a su vez, se refleja en unapraxis
pastoral, cuyos criterios de fondo tienden a identificarse no tanto con el
Evangelio sino más bien con corrientes ideológicas ajenas al
mismo. De ahí la importancia de un anuncio completo del misterio de
Cristo, basado en los criterios objetivos de la revelación y la fidelidad
al Magisterio de la Iglesia.
Pasos para a superar las divisiones
39. Las respuestas a los Lineamenta indican la necesidad de promover
estructuras eclesiales y actitudes personales, que faciliten el diálogo,
para poder superar los obstáculos que impiden la comunión en la
Iglesia. Muchas son las sugerencias acerca de fomentar la programación de
una pastoral de conjunto a través de planes nacionales, diocesanos y
parroquiales. Para ello, se señala la conveniencia de crear una
mentalidad abierta para aceptar la colaboración de todos los miembros del
Pueblo de Dios, especialmente de los laicos que, con sus propios carismas y
ministerios, pueden enriquecer el diálogo y la refléxión
pastoral.
Frecuentemente se observa que, en la base de las divisiones dentro de la
Iglesia, existe el problema de la conducta personal de los miembros involucrados
en esas tensiones. En este sentido, se menciona el papel importante que pueden
jugar en la construcción de la unidad ciertas actitudes, como por
ejemplo: la oración personal y comunitaria para pedir los dones del Espíritu
Santo, la disposición interior para una conversión continua
orientada hacia la búsqueda de la verdad y hacia la vivencia de la
caridad, la disponibilidad para participar en actividades comunitarias a todos
los niveles, el respeto y la paciencia para comprender las posiciones de los demás,
la honestidad para exponer claramente las propias ideas y aceptar las críticas
que reflejan otros puntos de vista, etc.
40. Otra sugerencia, que se detecta, como opinión común en las
respuestas al cuestionario, para superar las tensiones a nivel global de toda la
Iglesia en América, consiste en la promoción de mayor contacto,
comunicación y colaboración entre las Iglesias particulares del
Continente, que se encuentran en distintas regiones y países. En esta línea
de acción ya se han realizado, por ejemplo, diversos Encuentros
Internacionales de Obispos, en los cuales participaron representantes de las
Conferencias Episcopales de América Latina, del C.E.L.AM. (Consejo
Episcopal Latinoamericano), de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos
de Estados Unidos de América y de la Conferencia Canadiense de Obispos
Católicos. Tales reuniones, así como las Conferencias Generales
del Episcopado Latinoamericano, constituyen óptimas ocasiones para vivir
una experiencia de colegialidad episcopal. Estos acontecimientos ciertamente
contribuyen a reforzar los lazos de comunión en la Iglesia que está
en América. Otro ejemplo que pone de manifiesto la comunión
intraeclesial es el envío de sacerdotes de algunas diócesis como
misioneros a otras iglesias locales, con carencia de vocaciones o bien para
acompañar pastoralmente a los inmigrantes (especialmente latinoamericanos
en Estados Unidos de América y Canadá).
Capitulo IV: La Iglesia Católica en el contexto religioso de América
Generalidades
41. Las respuestas al cuestionario de los Lineamenta relativas a
este tema distinguen tres tipos de comunidades religiosas con las cuales la
Iglesia Católica en América entra en contacto: a) las comunidades
cristianas, con las cuales se lleva a cabo una relación de colaboración
ecuménica en camino hacia una comunión que se va realizando
lentamente, b) comunidades no cristianas, con las cuales es posible sólo
un diálogo interreligioso y c) diversos grupos conocidos genéricamente
con el nombre de movimientos religiosos y "sectas".(63) No es
exagerado decir que existe, en relación a este aspecto, una significativa
diferencia entre los países en que tradicionalmente la mayoría de
sus habitantes pertenece a la Iglesia Católica y aquellos en que los católicos
son una minoría. Las respuestas de los países de este último
grupo, como Estados Unidos de América y Canadá, en general se
caracterizan por una presentación positiva de los contactos ecuménicos
e interreligiosos. En contraste, las respuestas del primer grupo, es decir de
los países mayoritariamente católicos como los de América
Latina, presentan menos contactos ecuménicos e interreligiosos. La
diferencia entre ambas realidades encuentra una evidente explicación en
la diversidad de los contextos históricos de cada una de las zonas en
relación a la respectiva tradición religiosa. Sin embargo, tampoco
aquí las diferencias deben ser exageradas pues, por ejemplo, la actividad
de los movimientos religiosos y sectas parece alcanzar proporciones alarmantes
en todo el territorio americano, al punto que muchos católicos dejan la
Iglesia, para pasarse a las filas de dichas denominaciones religiosas y sectas o
para seguir los pasos de la corriente sincretista llamada comúnmente New
Age.
Ecumenismo
42. La realización de significativos esfuerzos en favor del
ecumenismo esta ligada, en cada Iglesia particular, a la presencia histórica
de comunidades cristianas que no están en plena comunión con la
Iglesia Católica, como por ejemplo los Ortodoxos, los Luteranos, los
Reformados, los Metodistas y otras religiones similares, que buscan activamente
superar las divisiones. La regla general es que en aquellas regiones donde estas
comunidades no son numéricamente importantes, tampoco se mantienen
activos contactos ecuménicos con la Iglesia Católica. Esto se
verifica precisamente en muchas diócesis y Conferencias Episcopales del
Sur del Continente, aunque esto no significa que no tengan lugar allí
iniciativas ecuménicas incluso con positivos resultados: participación
en consejos de iglesias a nivel continental y nacional, diálogo teológico,
colaboración en el tema de los derechos humanos, oración en común
con los hermanos separados para pedir la unidad, cooperación en el uso de
algunos medios de comunicación y también en actividades de
caridad. A estas iniciativas se une la inclusión del tema del ecumenismo
en los programas de formación en los seminarios y centros catequísticos.
A pesar de estos resultados positivos, se detecta la necesidad de hacer crecer
la conciencia ecuménica en los fieles católicos en las regiones
donde la Iglesia Católica es mayoría. Por otra parte, se menciona
en las respuestas que muchos cristianos no católicos en estas regiones
pertenecen a comunidades fundamentalistas y militantes, que son agresivas con
respecto a la Iglesia Católica y parecen no tener interés en la
unidad.
43. En los países donde los católicos son tradicionalmente una
minoría, se observa una actividad ecuménica más intensa,
tanto a nivel diocesano como parroquial. La sensibilidad ecuménica es
promovida desde las universidades y facultades católicas, así como
también desde la catequesis. Los miembros del Pueblo de Dios en estas
regiones de América, clero y laicos, frecuentemente participan en
Consejos de Iglesias y en organizaciones ecuménicas. La Iglesia Católica
"co-patrocina" diálogos bilaterales a nivel nacional, regional
y local. Se observa que los contactos con las comunidades cristianas no católicas
más conservadoras y fundamentalistas son más fluidos cuando se
trata de colaborar en el campo de las actividades en favor de la vida que cuando
se intenta el diálogo a nivel teológico. No obstante, en los últimos
tiempos algunos temas relacionados con la moral sexual y con el rol de la mujer
han sido fuente de conflictos entre la Iglesia Católica y otras
comunidades cristianas.
En general, en todo el Continente la actividad ecuménica más
universalmente puesta en práctica es la semana de oración por la
unidad de los cristianos. A través de estos encuentros crece y madura el
movimiento ecuménico cuya alma se nutre, ante todo, de la oración
y la conversión. Otras formas de colaboración social y caritativa
así como el diálogo teológico también se llevan a
cabo, pero sin oscurecer el aspecto fundamental de la oración.(64)
Diálogo interreligioso
44. En cuanto a las relaciones con las religiones no cristianas, algunas de
las respuestas provenientes del Sur del Continente mencionan las comunidades judías,
y en menor proporción la comunidad islámica, como las más
relevantes en esta categoría, aunque la presencia de ambas no deja de ser
minoritaria. Otras religiones de origen asiático como el Budismo o el
Hinduismo están menos difundidas aún; sin embargo estas
espiritualidades orientales ejercen cada vez más atractivo, aún
ciertos ambientes cristianos en los que se imponen como una especie de "moda
cultural". Al abordar este tema en algunas respuestas se alude también
a la propensión a sobrevalorar ciertos elementos de las religiones indígenas
de América. Estas tendencias han dado origen a la llamada teología
pluralista de las religiones, que conecta las intuiciones filosóficas y
religiosas de Asia con las del mundo indígena americano.(65)
Las respuestas, que reflejan el estado de la situación en el Norte
del Continente, indican una mayor proporción de adherentes a religiones
no cristianas, especialmente al judaísmo, y en menor escala al islamismo.
En esta región la Iglesia Católica ha mantenido varios contactos
con estas comunidades y las Conferencias Episcopales han establecido estructuras
para promover encuentros interreligiosos. Asimismo, algunas diócesis
mantienen buenos diálogos con judíos y musulmanes. Una de las
mayores áreas de colaboración es el campo de la educación
universitaria. Se detecta que en el presente, la Iglesia Católica y
algunas comunidades judías, en cuanto aliadas en ciertos valores comunes,
tienen un considerable peso en la sociedad, a pesar de no ser numéricamente
mayoritarias.
Nuevos movimientos religiosos y sectas
45. La situación relativa a los nuevos movimientos religiosos y las
sectas es muy compleja y se presenta con acentuadas variantes según los
diversos contextos culturales.(66) Entre las características más
sobresalientes de tales movimientos y sectas merecen citarse el proselitismo y
el fanatismo religioso. Este problema fue abordado por muchas de las respuestas
a la pregunta nº 8 del cuestionario de los Lineamenta, en las
cuales se afirma que esas dos notas distintivas se oponen a todo tipo de diálogo.
En efecto, con tales actitudes se intenta inducir a las personas a cambiar las
propias convicciones religiosas a través de ciertos medios como, por
ejemplo: (67)
- la crítica y la ridiculización injusta de las iglesias y de
sus prácticas religiosas;
- el empleo de la violencia, sobre todo la compulsión moral y la presión
psicológica, con el uso de ciertas técnicas publicitarias en los
medios de comunicación social;
- la manipulación indiscriminada del poder político y económico
como medio para ganar nuevos miembros para la propia secta o movimiento
religioso;
- el ofrecimiento explícito o implícito de ayuda en los campos
de la educación, de la salud y de la asistencia material y financiera,
como medios para obtener adeptos;
- las actitudes y prácticas que explotan las necesidades de la gente,
la debilidad psicológica o la carencia de educación, especialmente
en las situaciones de agotamiento y desesperación, sin respetar la
libertad y la dignidad humana.
46. Existe un consenso general en todo el Continente acerca del serio
problema que representan los nuevos movimientos religiosos y las sectas a raíz,
precisamente, del proselitismo y del fanatismo que los caracteriza. Tan
extensivo es su crecimiento que, en América Central, el Caribe y Sudamérica,
se habla de una "invasión", aludiendo con esta expresión
al hecho que muchos de estos grupos vienen principalmente de los Estados Unidos
de América con abundantes recursos económicos para el desarrollo
de sus propias campañas. Se habla además de la existencia de un "plan
coordinado" de parte de todas las sectas para alterar la actual identidad
religiosa de América Latina que, como se dice en la introducción
del presente documento, es esencialmente católica y no sólo
cristiana. En general, los movimientos religiosos y las sectas predican
agresivamente contra la Iglesia Católica. Además orientan sus
campañas proselitistas hacia los marginados de la sociedad, hacia los
inmigrantes, hacia los presos en las cárceles, hacia los enfermos en los
hospitales y en general hacia todos los que viven en las zonas periféricas
de las grandes ciudades, donde la presencia de la Iglesia Católica, a
veces, no es consistente. Algunos propagadores de estas sectas interpretan la
Biblia en modo fundamentalista, dando concisas respuestas a gente que se
encuentra en situaciones de gran incertidumbre, organizan grupos para el estudio
de las Escrituras y también pronuncian discursos en las plazas e invitan
a participar en los propios lugares de culto. Frecuentemente, las sectas apelan
a la emotividad y a la sensibilidad superficial para desarrollar su acción
propagandística. En muchos grupos coordinados por estos movimientos se
reza por la curación física de los enfermos y se distribuyen
limosnas para conquistar a la gente. Atraídos por estas motivaciones
muchos católicos han abandonado la práctica de la propia fe para
pasar a nuevos movimientos religiosos y sectas en estos últimos años.
47. Además de los grupos identificados genéricamente como
nuevos movimientos religiosos y sectas, se señala en las respuestas la
existencia de una corriente de pensamiento conocida bajo el nombre de "New
Age", que se extiende aceleradamente en todo el ámbito geográfico
del Continente y que tiene, además, proporciones de fenómeno
mundial. Esta corriente partiendo de un relativismo propone la superación
de la problemática de la persona como sujeto, a través del
retorno extático a una suerte de la danza cósmica, mientras ofrece
al mismo tiempo un modelo totalmente antiracionalista de la religión, una
mística moderna, según la cual Dios no es una persona que está
frente al mundo, sino la energía espiritual que invade el Todo.(68) En
esta perspectiva, es simplemente inconcebible un encuentro personal con Dios y,
mucho más incomprensible aún, el misterio de la encarnación
del Hijo de Dios. De ahí que las respuestas expresen una seria preocupación
frente al fenómeno de la "New Age", que afecta
negativamente la identidad religiosa de América, y más específicamente
la fe cristiana y católica. No se trata de un "enemigo" cuyo
rostro puede verse con claridad, pues no es un movimiento religioso o una secta
que se presenta con un perfil nítido y delineado, sino que se trata de
una modalidad de pensamiento que se difunde como corriente intelectual y
espiritual, que impregna silenciosamente la cultura contemporánea en
muchas de sus expresiones.
48. Varias son las sugerencias para responder al desafío que
constituyen los movimientos religiosos, las sectas y demás tendencias
como la New Age. En la IV Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano se propusieron una serie de medidas concretas, que ya
comenzaron, de algún modo, a ponerse en práctica en varias partes
del Continente: mejoramiento de la formación a través de la
catequesis; mayor atención a las celebraciones litúrgicas sobre
todo en la preparación de la homilía; más colaboración
entre sacerdotes y laicos para una evangelización más
personalizada (especialmente en el ámbito de la familia y de la
juventud); purificación y promoción de la piedad popular;
afianzamiento de la identidad de la Iglesia cultivando aspectos que le son
característicos (devoción a la Eucaristía y a la Virgen,
comunión con el Romano Pontífice y con el propio Obispo), etc.(69)
En general, se constata que existe un consenso unánime acerca de la
oportunidad de fortalecer las comunidades católicas en todos los niveles
renovando las estructuras de comunión y misión, así como
también manteniendo viva la fe en Jesucristo a través de la
meditación y reflexión de la Palabra de Dios, de la oración
(personal y comunitaria), de la práctica de los sacramentos (sobre todo
de la Eucaristía) y de la renovación de la piedad popular. Un
eficaz instrumento en la superación de estos desafíos es la
colaboración de los Pastores entre sí (a nivel de Conferencias
Episcopales y de encuentros regionales de los Arzobispos Metropolitanos con los
respectivos Obispos sufragáneos) para poder desarrollar una pastoral orgánica
sobre el tema, que se traduzca en acciones conjuntas efectivas.
La Iglesia Católica como una comunidad evangelizadora
49. El misterio de la comunión en la Iglesia está íntimamente
relacionado con su misión evangelizadora. Jesucristo mismo se refirió
a la unidad de la Iglesia como un aspecto que impulsa y refuerza la misión:
"Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que
ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú
me has enviado" (Jn 17,21). El tema de la relación entre
comunión y misión puede ser abordado en dos contextos: el de la
Iglesia en América y el de la Iglesia Universal. En referencia al primer
contexto, el Papa Juan Pablo II presentó como objetivos de la Asamblea
sinodal: promover una nueva evangelización en todo el Continente como
expresión de comunión episcopal; incrementar la solidaridad entre
las diversas Iglesias particulares en los distintos campos de la acción
pastoral; iluminar los problemas de la justicia y las relaciones económicas
internacionales entre las naciones de América.(70) En esta tercera parte
del presente documento surgieron diversos elementos orientados a lograr una
mayor cooperación en la actividad pastoral entre las diversas Iglesias
locales de América, que serán objeto del debate sinodal. Sin
embargo, más allá de esta perspectiva continental, la relación
entre comunión y misión puede ser considerada en un horizonte más
amplio. En efecto, la Iglesia Católica que está en el Continente
puede ofrecer a la evangelización del mundo entero un testimonio evangélico
de comunión de incalculable valor. Así por ejemplo, si se
considera que casi la mitad de los católicos de todo el mundo viven en América,
puede ser conveniente reflexionar - como lo sugieren las mismas respuestas a los
Lineamenta - acerca del rol que este continente puede jugar en la
evangelización de otras regiones continentales. Análogamente, si
se considera que este Continente se extiende desde el hemisferio Norte al Sur,
resulta evidente que todos los esfuerzos que la Iglesia en América podrá
realizar para vivir más intensamente la comunión a nivel eclesial,
contribuirán eficazmente a encontrar caminos para superar las tensiones a
nivel internacional entre el norte y el sur.
CUARTA PARTE
ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA SOLIDARIDAD
Capitulo I: La revelación en Jesucristo y la solidaridad divina
La solidaridad en la Alianza del Antiguo Testamento
50. El concepto cristiano de una solidaridad universal, como expresión
del mandamiento del amor, tiene su fundamento en la fe en Dios creador del
universo, el cual se revela siempre como un Dios solidario con respecto al
hombre en medio de sus tribulaciones en la historia. Las mismas narraciones de
la creación revelan la solidaridad divina del Creador con su creatura:
cuando el hombre cae en el pecado, Dios no lo abandona sino que mantiene su amor
prometiéndole la salvación (cf. Gn 3,15). La amor divino
es solidario en el sentido que se manifiesta como un vínculo a través
del cual Dios se compromete con el hombre en la realización de su
aspiración a la felicidad. La solidaridad de Dios se hace presente en las
diversas alianzas que Él celebra con los hombres a lo largo de la
Historia de la salvación, pero sobre todo, a través de la Alianza
con el pueblo elegido, al cual, durante el éxodo, da el decálogo
en el Sinaí (cf. Ex 20,1-17). El éxodo de Egipto es, por
lo tanto, el modelo y el punto de referencia de todas las intervenciones
liberadoras de Dios.(71) Él se compromete con la salvación de su
pueblo y exige de parte de éste la fidelidad exclusiva a Él mismo,
como Señor de la Alianza. La fidelidad al Dios de la Alianza supone, de
parte del pueblo fiel, un compromiso religioso y ético, que se manifiesta
en la santidad del culto y en el respeto a la vida.
51. En la Ley divina se proclama la lealtad fundamental al Dios de la
Alianza a través del mandamiento del amor divino (cf. Dt 6,5) y
en ella se anuncia el compromiso del amor al prójimo (cf. Lev
19,18). Esta vinculación entre religión y ética es característica
del Antiguo Testamento. Los profetas la suponen y por eso con la predicación
tratan de mantener viva la preocupación por los pobres, criticando los
abusos derivados de la riqueza y el poder (cf. Am 5,7-11; Mi
3,1-4). Ellos no se contentan con criticar el mal, sino que invitan a la
conversión a Dios y a observar las exigencias de la justicia y del
derecho (cf. Ez 18,21). Denuncian abiertamente la injusticia cometida
con los humildes, que es un pecado en cuanto viola la alianza y rompe la comunión
con Dios, subrayando la responsabilidad personal en los problemas de la
comunidad (cf. Jr 31,29- 30). Los profetas también anuncian, como
presencia del reino de Dios en la historia, una Alianza Nueva en la que la
sociedad humana será renovada y purificada de la injusticia (cf. Jr
31,31-34). La liturgia supone la vinculación entre culto divino y
solidaridad fraterna (cf. Sal 15,1-5; 24,3- 5). El pueblo de Israel
espera la redención de los oprimidos como manifestación del amor y
de la solidaridad de Dios (cf. Sal 18,3).
La solidaridad en la Nueva Alianza
52. En el Nuevo Testamento, la encarnación del Hijo de Dios es la
expresión más grande de la solidaridad del Dios de Alianza con la
humanidad pecadora (cf. Jn 1,14). La Buena Nueva predicada por
Jesucristo no anula la Ley y los Profetas en ninguna de sus partes y, sobre
todo, conserva intacto el imperativo del amor a Dios y al prójimo (cf.
Mt 5,17; Mc 12,28-34). En efecto, Jesús predica la Buena
Nueva, llamando a la conversión. Sus bienaventuranzas se refieren a pacíficos,
pobres, puros de corazón y perseguidos por causa de la justicia (cf. Mt
5,3-11). La exaltación de formas concretas del ejercicio de la
misericordia adquiere relevancia escatológica: en la parbola del juicio
final el interrogatorio del Juez se centra sobre la amor a los más pequeños
(cf. Mt 25,31-46). En la enseñanza de Jesús, el buen
samaritano es propuesto como modelo de comportamiento solidario, por su caridad
en relación al prójimo (cf. Lc 10,29-37). En la naciente
comunidad cristiana se insiste en la fraternidad y se promueven formas concretas
de solidaridad y comunión de bienes (cf. Hch 2,42-45; 2 Cor
8,7-15). El cristianismo primitivo concibe la unidad del amor de Dios y del prójimo
como una exigencia fundamental de la fe (cf.1 Jn 4,20) y, al mismo
tiempo, considera tal mandamiento como la plenitud de la ley (cf. Rm
13,8-10).
Capitulo II: Iglesia y Solidaridad
La conciencia solidaria de la Iglesia en América
53. Según revelan las respuestas a los Lineamenta, en las
Iglesias particulares de América existe una profunda convicción,
a la luz de la revelación divina, de la necesidad de una solidaridad
global que abarque las distintas regiones y realidades humanas y espirituales de
todo el Continente. La Asamblea Especial para América del Sínodo
de los Obispos ofrece una ocasión providencial para promover la nueva
evangelización en las tierras del Continente americano; para incrementar
la solidaridad entre sus Iglesias particulares y para iluminar los problemas de
la justicia en las relaciones entre Norte y Sur del mismo Continente(72).
El Magisterio Pontificio, sobre todo durante este siglo, ha abordado en
numerosas ocasiones el tema de la cuestión social(73) y, específicamente,
el Papa Juan Pablo II ha manifestado su preocupación por una mayor
solidaridad universal como expresión del respeto a la dignidad de la
persona y de la vocación cristiana del seguimiento de Jesucristo.(74) La
Iglesia en América, junto con la Iglesia extendida por toda la tierra,
mientras peregrina hacia el gran Jubileo del año 2000, procura, contemporáneamente,
escrutar los signos de los tiempos en el Continente americano, que esperan una
respuesta desde el Evangelio.(75) De ahí que, sobre todo últimamente,
los Pastores del Pueblo de Dios en comunión con el Vicario de Cristo se
han preocupado con particular empeño por iluminar, a través de sus
enseñanzas y de una serie de iniciativas, la realidad humana en la
multiplicidad de sus facetas.
54. Las respuestas al cuestionario de los Lineameta revelan una
conciencia clara de la relación existente entre evangelización y
promoción humana. Viendo la tribulación de muchas familias, que
constituyen las células fundamentales de la "ecología humana"
y son los verdaderos "santuarios de la vida",(76) de múltiples
modos, los Pastores del Pueblo de Dios en América se esfuerzan por
promover iniciativas de solidaridad, tanto en la propia Iglesia diocesana como a
nivel de la Conferencia Episcopal: a través de campañas que
ilustran los principios de la Doctrina social de la Iglesia; procurando poner
esos principios en práctica a través de estructuras eclesiales
(como las Comisiones Nacionales y Diocesanas de Iustitia et Pax y de
Caritas) u otras organizaciones de pastoral social especializada; mitigando los
sufrimientos presentes en la sociedad humana a través de colectas
diocesanas y nacionales, fondos de solidaridad y campañas de comunicación
de bienes; solicitando incluso la ayuda generosa de entidades católicas
o de otras instituciones internacionales o nacionales; procurando asesoramiento
jurídico gratuito para los que no pueden hacer frente a los honorarios de
profesionales privados, etc. Las respuestas confirman la generosidad espontánea
de todo el Pueblo de Dios ante estas iniciativas de los Pastores. Además,
en muchos casos, son los mismos laicos quienes, con la creatividad propia que
los caracteriza por estar inmersos en el mundo, sugieren y proponen proyectos
para salir al encuentro de las urgencias de los más necesitados.
55. La conciencia solidaria se manifiesta también en la caridad, como
genuina y profunda expresión de la fe de los creyentes. La institución
de las Caritas diocesanas y nacionales es un hecho en casi todas las diócesis
de los países americanos. Muchas respuestas a los Lineamenta señalan
la generosidad del pueblo fiel en responder, no sólo con las limosnas a
las necesidades de los más pobres sino también con el servicio
personal desinteresado y comprometido, ya sea en circunstancias normales o bien
ante catástrofes extraordinarias, que afligen a muchos imprevistamente.
Incluso en muchas regiones se han organizado estructuras de cooperación
solidaria en las que intervienen comunidades a nivel diocesano o parroquial, que
ayudan a otras comunidades de menos recursos, manifestando de este modo la
solidaridad entre las iglesias. No obstante esta positiva actitud, que nace
espontáneamente en la gente de fe, las mismas respuestas indican la
necesidad de una formación sistemática orientada hacia una mayor
concientización de la importancia de la solidaridad social, como expresión
de una fraternidad, que no sea sólo una unión humana sino,
fundamentalmente, una comunión espiritual en Cristo.
La ayuda solidaria que recibe la Iglesia en América
56. La ayuda solidaria recibida por la Iglesia que está en el
Continente puede ser clasificada, según la procedencia, en: solidaridad
eclesial y solidaridad extra-eclesial. Al responder a la pregunta sobre el
primer tipo de colaboración, se menciona la ayuda solidaria, que desde
hace varias décadas las diversas Iglesias particulares en el Continente
reciben de instituciones eclesiales de otros continentes, especialmente de
Europa. Entre estas organizaciones se nombran: Misereor, Adveniat,
Kindermissionwerk, Kirche in not, la Conferenza Episcopale Italiana
y varias otras contribuciones enviadas por diócesis y parroquias
europeas, que actúan como "madrinas" de entidades del mismo
nivel en América. Muchas son las obras de promoción social y las
estructuras de evangelización que fueron posibles gracias a esta acción
solidaria concretada en diversos campos: educación, sanidad, vivienda,
construcción de templos, formación catequística y teológica,
pastoral vocacional, acción misionera, etc. En referencia a la
solidaridad extra- eclesial, se menciona en las respuestas la colaboración
de algunos organismos civiles a nivel municipal, provincial y nacional, que ven
en la Iglesia una institución confiable y, al mismo tiempo, una
colaboración subsidiaria con respecto a sus programas de promoción
social. Se constata, sin embargo, que este tipo de colaboración sólo
es posible cuando las relaciones de la Iglesia con el Estado son cordiales.
La solidaridad eclesial se ha concretado también en los últimos
años en ayudas provenientes, no ya de instituciones de la Iglesia fuera
del Continente sino, de las mismas Iglesias particulares en América. Así
algunas respuestas señalan, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos
de América y la Conferencia Canadiense de Obispos Católicos como
organismos elclesiales que colaboran con los programas de desarrollo en muchas
diócesis carenciadas de América Latina. Estas manifestaciones
concretas de solidaridad inter-eclesial en el Continente no sólo
demuestran la clara conciencia de la fraternidad solidaria en la Iglesia que
vive en América, sino que además, constituyen un testimonio evangélico
de comunión para toda la sociedad humana.
La Doctrina Social de la Iglesia
57. La experiencia cristiana es compleja, pues en ella confluyen la ética
de la justicia y las exigencias de la solidaridad fraterna. La fe cristiana
supone una ética social del cristianismo, que la Doctrina Social de la
Iglesia propone sistemáticamente como orientaciones para el discípulo
de Cristo en la vida personal y familiar, cultural y social. De las respuestas
al cuestionario de los Lineamenta emerge, como convicción general
en el Episcopado de las Iglesias particulares de América, que la Doctrina
Social de la Iglesia es un instrumento útil y necesario para llevar
adelante una pastoral de la solidaridad cristiana. En ella se formulan los
principios de reflexión para observar la realidad, los criterios de
juicio moral para evaluar el conflicto social entre realidad humana e ideal
cristiano y las reglas capaces de iluminar la acción concreta del
individuo y de la comunidad para promover el bien común y superar el
desorden moral y la injusticia social.(77) A su vez, los principios
fundamentales de la Doctrina social de la Iglesia, que se basan en la dignidad
del hombre, son el principio de la solidaridad y el principio de la
subsidiaridad. En virtud del primer principio, cada hombre está llamado a
contribuir al bien común de la sociedad. En virtud del segundo principio,
el Estado no puede substituir las libres iniciativas ni las responsabilidades de
las personas y de los grupos sociales intermedios en los niveles en que ellos
pueden actuar.(78)
58. En cuanto a la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia,
muchas respuestas a los Lineamenta informan acerca de varias iniciativas
de parte de Iglesias locales y Conferencias Episcopales: organización de
cursos, talleres, conferencias y semanas sociales; publicación de artículos
y ensayos en periódicos locales, revistas y boletines eclesiales; enseñanza
en seminarios, universidades y escuelas católicas; etc. Se señalan,
además, las numerosas instituciones eclesiales que se interesan en la
Doctrina Social de la Iglesia, ya sea en lo que se refiere al estudio y
profundización de la misma, como a la puesta en práctica de sus
principios. En muchas Conferencias Episcopales existe una Comisión
destinada a promover la Pastoral Social, cuya intervención en los
problemas sociales del país suele ser muy positiva, en la medida en que
contribuye a iluminar con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia el
diálogo entre obreros y empresarios, entre gobierno y sindicatos. La acción
de mediación de la Iglesia en estos casos es, en general, bien aceptada
por las partes.
No obstante esta amplia tarea de divulgación, las mismas respuestas
reconocen que todavía hay mucho por hacer en la Iglesia en América,
en cuanto a promover el conocimiento y la aplicación de la Doctrina
Social de la Iglesia. Esta situación es vista, en las respuestas a losLineamenta,
como la expresión de una escasa sensibilidad hacia la dimensión
social de la fe, la cual, a su vez, refleja de algún modo una incompleta
formación, tanto en los laicos como en clero. El tema de la esencial
unidad entre la fe y las obras (cf. St 2,14), entre el culto y la vida
cristiana (cf. Mt 5,23-24), entre la vida espiritual y la práctica
del principio evangélico del amor al prójimo, aún debe
encarnarse más profundamente en la conciencia de muchos miembros del
Pueblo de Dios.
Capítulo III: Campos de solidaridad en América
El desafío del Evangelio
59. El destinatario del designio de comunión y salvación en
Cristo es el hombre, "camino primero y fundamental de la Iglesia, camino
trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente pasa a través del
misterio de la Encarnación y de la Redención".(79) No puede
haber anuncio del Evangelio separado de los problemas de la condición
humana, en el orden espiritual y temporal.(80) La comunidad de los discípulos
de Jesucristo sigue siendo la Iglesia del buen samaritano, que busca siempre
socorrer a los afligidos en sus necesidades (cf. Lc 10,29-37). La
promoción humana, por lo tanto, está íntimamente ligada a
la evangelización, pues el hombre al que hay que llevar los valores del
Evangelio no es un concepto abstracto, sino que es un sujeto afectado por
problemas económicos y sociales concretos.(81)
60. Las respuestas provenientes de los países de América
Latina señalan diversas situaciones angustiantes por las que atraviesan
tantos pueblos en esa área geográfica y cultural: la diferencias
cada vez mayores entre ricos y pobres; la compleja situación creada por
la deuda internacional;(82) la falta de trabajo y el salario insuficiente, que
no será posible superar si un estremecimiento de la conciencia humana no
provoca un movimiento general de solidaridad;(83) la recesión económica
y la inflación; la especulación financiera y la fuga de capitales;
el comercio de armamentos y las tensiones bélicas; el problema del
narcotráfico; la corrupción en la administración pública
y el desinterés por el bien común;(84) las condiciones de
indigencia en que viven muchas familias (hambre y enfermedades, carencias en el
plano de la asistencia sanitaria y social, falta de una vivienda digna y de una
educación). Todas estas realidades son percibidas como graves desórdenes
éticos que piden un cambio de mentalidad e invitan a un empeño de
toda la Iglesia, que en su misión evangelizadora tiene como horizonte al
hombre en su realidad concreta e integral.
61. En otros países del Continente, principalmente en Canadá y
Estados Unidos de América existen situaciones sociales, de algún
modo análogas a las descritas precedentemente, que provocan preocupación
de parte de la Iglesia, principalmente en dos ámbitos culturales: el de
los inmigrantes y el de las áreas marginadas de las grandes ciudades.
También en estos ambientes se hacen presentes complejos problemas
sociales como: desocupación, indigentes condiciones de vida (hambre,
carencia de vivienda y falta de higiene), drogadicción y violencia,
incapacidad de adaptación social de parte de muchos inmigrantes,
delincuencia juvenil, etc. En casos como éstos, las comunidades
cristianas viven los mencionados problemas como exigencias evangélicas de
servicio al prójimo e intentan dar una respuesta adecuada desde el punto
de vista de la asistencia material, que es, al mismo tiempo, mensaje y
testimonio de caridad cristiana. En estas actividades sociales se advierte un
buen espíritu de colaboración entre la Iglesia Católica y
otras confesiones cristianas, e incluso otras religiones. No sucede lo mismo con
las sectas y otros movimientos religiosos similares.
Solidaridad y amor a los pobres
62. Mantiene siempre su validez, sobre todo para América, la palabra
del Papa Juan XXIII, quien declaraba que la Iglesia, siendo Iglesia de todos,
quiere ser especialmente Iglesia de los pobres.(85) Significativo fue el debate
conciliar sobre la Iglesia y los pobres: Ella contempla en los pobres, como en
un espejo moral, la imagen de su divino Fundador, pobre y humilde, procurando
con solicitud aliviar sus sufrimientos, como servicio a Cristo.(86) La llamada
de atención sobre el drama de la pobreza continuó con insistencia:
Pablo VI, dirigiéndose a los campesinos en Colombia, habló del
pobre como "sacramento de Cristo";(87) y en la Exhortación
Apostólica Evangelii nuntiandi confirmó la vinculación
entre el Evangelio de Cristo y la cuestión de la liberación de la
miseria, como exigencia de la justicia y la caridad cristiana.(88)
63. Los Pastores de las Iglesias particulares en el Continente americano,
confirmados por las orientaciones del Magisterio Pontificio, exhortan al mejor
cumplimiento de los deberes cristianos para vencer el flagelo humillante de la
miseria, ante estructuras de pecado que producen ricos siempre más ricos
y pobres siempre más pobres. El Papa Juan Pablo II, hablando en el
Continente americano, invitó al compromiso social en favor de la justicia
y de una justa distribución de bienes.(89) Las Iglesias particulares en
América, siguiendo esta invitación del Sucesor de Pedro,
desarrollan una intensa pastoral de la solidaridad cristiana en favor de la
infancia y de la mujer, de los campesinos y los obreros, de los enfermos y los
prisioneros, de los emigrantes y los inmigrantes, los indigentes y los
abandonados. En varias ocasiones los Obispos en América Latina han
invitado a todo el Pueblo de Dios a ocuparse en modo particular del problema de
la pobreza: proclamando que la autenticidad de la evangelización se
manifiesta en el amor a los necesitados, llamando a un compromiso en el servicio
a los hermanos que sufren y asumiendo una clara opción preferencial y
solidaria por los pobres.(90)
Comunidades eclesiales y solidaridad
64. La IIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín,
definió la comunidad eclesial de base como la célula primera de la
estructura eclesial, que en su propio nivel, es responsable de la riqueza y
expansión de la fe, así como también de la promoción
humana y del desarrollo.(91) El concepto de comunidad eclesial de base, volvió
a ser nuevamente tema de la IIIª Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, que distinguió en ella tres notas características:
la dimensión comunitaria, a través de la cual sus miembros entran
en íntima relación interpersonal en la fe; la dimensión
eclesial, según la cual la comunidad, que celebra los sacramentos,
intenta vivir en la solidaridad fraterna y el compromiso de vida las
implicaciones del mandamiento nuevo; la dimensión estructural, según
la cual la comunidad, formada en modo estable por pocos miembros, es concebida
como una célula viva y básica de una gran comunidad.(92) A estos
elementos fundamentales el Papa Pablo VI, explicitando la dimensión
eclesial que hace a la esencia de estas comunidades, agregó dos características
fundamentales: la comunión con la Iglesia (local y universal) y la comunión
con los Pastores y con el magisterio de la Iglesia.(93)
En muchas Iglesias locales en América Latina, estas pequeñas
comunidades cristianas han sido consideradas como una opción pastoral
decisiva para la renovación de la vida eclesial, dadas las enormes
dimensiones y exigencias de la estructura diocesana y parroquial. Sin embargo,
los mismos documentos del magisterio episcopal latinoamericano reconocen que en
algunos lugares las comunidades de base han sido manipuladas por intereses políticos
y apartadas de la comunión de los Obispos, perdiendo de este modo su
sentido eclesial. (94) De todos modos, en las respuestas a los Lineamenta,
se elogian las pequeñas comunidades eclesiales, como núcleos
donde muchos cristianos pueden realizar una experiencia eclesial de comunión
y solidaridad fraterna.
La deuda externa y el equilibrio de la economía global
65. La Iglesia que vive en América, mientras anuncia el Evangelio
intenta siempre iluminar a los hombres y mujeres del Continente en la construcción
de una fraternidad solidaria, donde reine la justicia y la paz. Los vínculos
de solidaridad adquieren una importancia particular cuando se trata de la relación
entre el Norte y el Sur, sobre todo en lo que se refiere al problema de la deuda
externa. Las respuestas a los Lineamenta sugieren que los caminos de
solución a una situación tan compleja, en el marco de la
globalización de la economía internacional, sólo pueden
encontrarse a partir de principios éticos básicos sobre los cuales
cada una de las partes asuma solidariamente las responsabilidades en la
construcción del futuro.(95)
Aún cuando la deuda externa no es la causa exclusiva de la pobreza de
muchos países en vías de desarrollo, no puede desconocerse que
ella ha contribuido a crear condiciones de extrema indigencia, que hoy se
presentan como desafío urgente interpelando la conciencia de todos los
miembros del Pueblo de Dios. Muchas son las características enumeradas en
las respuestas al documento de preparación: carestía y miseria,
carencia de lo necesario para la sobrevivencia, para la salud y la alimentación,
desocupación, falta de una habitación digna y de educación,
etc. Esta situación de sufrimiento en la que se encuentran tantas
familias pobres de América, se hace presente en la población
campesina y en los obreros de las ciudades, entre afroamericanos y amerindios.
Un cristianismo comprometido en favor de la justicia, tiene delante de sí
un amplio campo de acción. Muchas de las respuestas a los Lineamenta
reafirman el llamado del Papa Juan Pablo II a encontrar una solución al
problema de la deuda internacional "proponiendo el Jubileo como un tiempo
oportuno para pensar entre otras cosas en una notable reducción, si no en
una total condonación" de la misma.(96) Además, se sugiere
tratar el tema en el contexto más amplio de la globalización de la
economía mundial, buscando siempre un adecuado restablecimiento del orden
de la justicia social.
Solidaridad y promoción de la cultura de la vida
66. El ser humano, llamado a una plenitud de vida que consiste en la
participación en la vida divina, es el sujeto al cual la Iglesia anuncia
la salvación realizada por Cristo a través de su misterio pascual.
El Magisterio Pontificio de estos últimos tiempos revela la especial
preocupación de los Papas por el tema de la familia y de la tutela de la
vida humana en todas las fases de su existencia.(97) También la Iglesia
en América ha manifestado a través de muchas iniciativas
pastorales su adhesión a la preocupación del Sumo Pontífice
por la promoción de la vida humana, quién recuerda en su Carta Encíclica
Evangelium Vitae la responsabilidad que todo ser humano tiene delante de
Dios en relación a la propia vida y a la del prójimo.(98) Entre
las principales áreas de promoción de la vida, que señalan
las respuestas a los Lineamenta, merecen citarse las siguientes:
- La familia como lugar privilegiado donde nace la vida y se
desarrolla la persona.(99) En esta área existen a nivel diocesano y
nacional diversos institutos y organizaciones eclesiales para favorecer en las
familias el sentido de la fidelidad conyugal, la paternidad responsable, la
educación cristiana de los hijos, la solidaridad con las otras familias
y, en general, el desarrollo del núcleo familiar como "iglesia doméstica"
bajo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret. Una particular atención
se da a la divulgación de los métodos naturales de planificación
familiar, a la ayuda a las madres solteras y a los ancianos que no están
integrados en las familias.
- La asistencia sanitaria orientada a cubrir todas las etapas de la
vida humana. En esta área la Iglesia desempeña una actividad no sólo
de acompañamiento espiritual de los enfermos sino también, en
algunos casos, de verdadera atención sanitaria colaborando con las
iniciativas civiles en hospitales y centros de salud. Entre tantos campos de
acción se indican: las enfermedades más graves como el cáncer
y el SIDA, la drogadición, el alcoholismo, las discapacidades físicas
y mentales, etc.
- La bioética cristiana como conjunto de principios éticos
en relación a la vida humana. En este campo se trata de iluminar, desde
los valores del Evangelio, los nuevos problemas que la ciencia suscita con sus
descubrimientos y novedades. Se señalan iniciativas como la creación
de institutos de bioética, la preparación de agentes pastorales
especializados, la inclusión de la temática en los programas de
universidades católicas y seminarios, etc. Sin embargo las respuestas
reconocen que aún queda mucho por hacer ante ese gran desafío del
tiempo presente.
- La promoción de una cultura de la vida ante el crecimiento
de "una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se
configura como verdadera cultura de muerte".(100) Muchos son los signos
negativos que manifiestan una especie de "conjura contra la vida" en
las sociedades de América: la violación de los derechos humanos,
la legalización del aborto, la aceptación de la eutanasia, los
programas de esterilización, etc. En reiteradas ocasiones los Obispos,
individual y colegialmente, a través de la propia predicación y de
documentos emanados por las Conferencias Episcopales, han alzado su voces de
Pastores dirigiéndose al Pueblo de Dios y a todos los hombres de buena
voluntad para hacer tomar conciencia de la responsabilidad individual y social
en relación al don divino de la vida.
CONCLUSIÓN
67. La Asamblea Especial para América del Sínodo de los
Obispos, además de inserirse en el proceso de preparación de la
celebración jubilar del Tercer Milenio, representa para la historia de la
Iglesia en América un acontecimiento de singular importancia. En efecto,
la asamblea sinodal manifiesta la solicitud pastoral del Vicario de Cristo y de
todos los Pastores del Pueblo de Dios que está en América, por
congregar a la diversidad de pueblos y naciones en la confesión de una
misma fe en Jesucristo vivo, camino de conversión, de comunión y
de solidaridad. De este modo la celebración sinodal intenta dar una
respuesta a los grandes desafíos del contexto socio-cultural americano,
meditando a la luz del misterio de Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre (cf.
Hb 13,8), sobre los temas de la nueva evangelización, la promoción
humana y la cultura cristiana en el Nuevo Mundo.
El Instrumentum laboris ofrece a la reflexión de los Padres
sinodales la síntesis de las respuestas al cuestionario del documento de
preparación. La exposición de los temas intenta reflejar la
compleja realidad del Continente americano y ofrecer las bases para el debate
sinodal, que constituye un momento de discernimento y diálogo fraterno de
gran importancia. A través de la reflexión colegial sobre los
temas planteados en el documento de trabajo podrán aflorar los problemas
comunes y las enriquecedoras particularidades locales, los dones del Espíritu
bajo formas de carismas y ministerios, así como los desafíos y las
posibilidades que plantea la cultura contemporánea americana. Todo ello
ayudará a la Iglesia que vive en el Continente a descubrir la propia
identidad, mientras se empeña con renovado impulso en la tarea de la
nueva evangelización.
68. Ante la desafiante tarea evangelizadora que representa el complejo
panorama de la realidad del Continente americano, la Asamblea Especial para América
del Sínodo de los Obispos desea proclamar con nueva fuerza el misterio de
Jesucristo vivo, muerto y resucitado, viviente en el hoy de la historia y
presente en modo particular en su Iglesia, para que todos descubran en Él:
- el verdadero camino que conduce a la auténtica conversión
personal y a la renovación de las estructuras sociales, para que la vida
humana y la convivencia social puedan recibir la semilla del Reino de Dios y
producir frutos de vida nueva, de paz, de justicia y de misericordia;
- el verdadero camino que conduce a la comunión en la caridad, que
hace visible a Aquel que por amor se hizo carne y puso su morada entre los
hombres, para que todos puedan contemplar su gloria (cf. Jn 1,14) y
participar del don divino de la civilización de amor;
- el verdadero camino que conduce a la solidaridad, para que este ideal, que
es una exigencia del bien común, sea respetado por todos los integrantes
de la familia humana y prevalezca frente a la caduca voluntad de dominio.(101)
69. Así como los Apóstoles junto a María perseveraron
en la oración y recibieron la fuerza del Espíritu Santo para dar
comienzo a la proclamación de la Buena Noticia (cf. Hch 2,1-13),
así también los Pastores del Pueblo de Dios en América,
congregados en la fe junto al Sucesor de Pedro y bajo la protección de
la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, invocan la efusión del Espíritu
Santo para continuar con renovadas fuerzas la misión de anunciar el
mensaje de la salvación en medio de los gozos y la esperanzas, las
tristezas y las angustias de los hombres y mujeres americanos de nuestro
tiempo.(102) María Santísima de Guadalupe, Estrella de la Primera
y de la Nueva Evangelización guíe los pasos de quienes peregrinan
en el Continente americano hacia el encuentro con Jesucristo vivo, Señor
del tiempo y de la eternidad: "el Alfa y la Omega, el Primero y el Último,
el Principio y el Fin" (Ap 22,13).
I N D I C E
Presentación III
Introducción 1
El tema de la Asamblea Especial 1
La identidad religiosa de América 2
Primera Parte: ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO
Capítulo I: El misterio de Cristo 5
El misterio de Cristo y la persona humana 5
Anunciar la verdad completa sobre el misterio de Jesucristo 6
El misterio de Jesucristo anunciado al hombre y a la cultura 8
Capítulo II:
El anuncio de Jesucristo en el contexto cultural de América
11
Evangelio y cultura 11
Evangelio y culturas indígenas y afroamericanas 12
Evangelio y culturas de pueblos inmigrantes 14
Evangelio y piedad popular 15
Evangelio y educación 18
Evangelio y medios de comunicación social 21
Segunda Parte:
JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA CONVERSIÓN
Capítulo I: La conversión a Jesucristo 21
El encuentro con Jesucristo
vivo provoca la conversión 21
La Iglesia predica la conversión 22
Capítulo II: La conversión en la Iglesia y en la sociedad
23
Signos concretos del despertar religioso en la Iglesia 23
Aspectos urgidos de conversión en la realidad intraeclesial 25
Aspectos positivos de la sociedad contemporánea
en relación al Evangelio 27
Aspectos de la sociedad contemporánea
que necesitan conversión 28
Tercera Parte:
ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA COMUNIÓN
Capítulo I: La Comunión en Jesucristo 31
Jesucristo el Evangelizador 31
La evangelización para la comunión en América 32
Capítulo II:
La Eclesiología de la comunión en el Conc. Vaticano II
33
Los fundamentos eclesiológicos: fe, sacramentos y misión 33
La Comunión de la Iglesia Católica en América 35
La influencia y la recepción del Concilio Vaticano II 37
Capítulo III: Dificultades para la comunión intraeclesial
39
Factores de división 39
Pasos en orden a superar las divisiones 41
Capítulo IV:
La Iglesia Católica en el contexto religioso de América
42
Generalidades 42
Ecumenismo 43
Diálogo interreligioso 44
Nuevos movimientos religiosos y sectas 45
La Iglesia Católica como una comunidad evangelizadora 49
Cuarta Parte:
ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA SOLIDARIDAD
Capítulo I:
La revelación en Jesucristo y la solidaridad divina 50
La solidaridad en la Alianza del Antiguo Testamento 50
La solidaridad en la Nueva Alianza 51
Capítulo II: Iglesia y solidaridad 52
La conciencia solidaria de la Iglesia en América 52
La ayuda solidaria que recibe la Iglesia en América 54
La Doctrina Social de la Iglesia 55
Capítulo III: Campos de solidaridad en América 56
El desafío del Evangelio 56
Solidaridad y amor a los Pobres 58
Comunidades eclesiales y solidaridad 60
La deuda externa y el equilibrio de la economía global 61
Solidaridad y promoción de la cultura de la vida 62
Conclusión 65
Índice 67
N O T A S
(1) Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millennio
adveniente (10 de noviembre de 1994), 38: AAS 87 (1995), 30. Cf. también,
como antecedente: Discurso inaugural, IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano (12 de octubre de 1992), 17: L'Osservatore Romano,
Supl., 16 de octubre de 1992, p. IX;
(2) Cf. Asamblea Especial para América, Lineamenta 2.
(3) Esta pequeña isla, llamada Guanahani, fue rebautizada por
Cristóbal Colón con el nombre de San Salvador, sin embargo hoy se
la conoce como isla Watling y se encuentra en Las Bahamas.
(4) Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica a los Religiosos y
Religiosas de América Latina con motivo del V Centenario de la
Evangelización del Nuevo Mundo, 29 de junio de 1990, 1: AAS 83(1991),
22.
(5) Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptor hominis (4
de marzo de 1979), 10: AAS 71 (1979), 275.
(6) Juan Pablo II, Ibidem, 13: AAS 71 (1979), 282.
(7) Cf. San Agustín, Confesiones I,1: CCL 27,1.
(8) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptor hominis (4 de
marzo de 1979), 4: AAS 71 (1979), 261.
(9) Cfr. Ibidem, 7: AAS 71 (1979), 268.
(10) Cf. Ibidem, 9-10: AAS 71 (1979), 272-275.
(11) Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral
sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 22.
(12) Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptor hominis 11:
AAS 71 (1979), 277.
(13) Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi
(8 de diciembre de 1975) 27: AAS 68 (1976), 23.
(14) Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea del Consejo Episcopal
Latinoamericano, Port-au-Prince, Haití (9 de marzo de 1983) III: AAS
75 (1983), 778.
(15) Juan Pablo II, Discurso inaugural, IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano (12 de octubre de 1992), 20: L'Osservatore Romano,
Supl., 16 de octubre de 1992, XIII.
(16) Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi
(8 de diciembre de 1975), 20: AAS 68 (1976), 19.
(17) Ibidem, 19: AAS 68 (1976), 18.
(18) Ibidem, 20; AAS 68 (1976), 18; Cf. Concilio Ecuménico
Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
Gaudium et Spes, 53.
(19) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redmptoris missio (7 de
diciembre de 1990) 52: AAS 83 (1991), 300.
(20) Documento de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
de Puebla (1979), 386.
(21) Juan Pablo II, Discurso a los representantes del mundo de la
cultura en la Universidad Católica de Santiago de Chile, (3 de abril
de 1987), 2: AAS 80 (1988), 158.
(22) Juan Pablo II, Carta fundacional al Pontificio Consejo de la
Cultura (20 de mayo de 1982): texto original italiano en L'Osservatore
Romano, 21-22 de mayo de 1982, 3.
(23) Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución
Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, 4-9.
(24) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de
diciembre de 1990) 54: AAS 83 (1991), 301.
(25) Los documentos del Magisterio del Santo Padre Juan Pablo II sobre esta
temática son abundantes: Discurso a los indígenas del
Amazonas, Manaos, 10 de julio de 1980; Discurso a los indígenas
de Guatemala, Quetzaltenango, 7 de marzo de 1983; Discurso a los indígenas
de Ecuador, Latacunga, 31 de enero de 1985; Discurso a los indígenas
del Perú, Iquitos, 14 de febrero de 1985; Discurso a los indios
de América del Norte, Phoenix, 14 de septiembre de 1987; Discurso
a los pueblos indígenas de Canadá, Fort simpson, 20 de
septiembre de 1987; Discurso a los poblaciones autóctonas del
Paraguay, Misión de "Santa Teresita", 17 de mayo de 1988;
Carta Apostólica a los Religiosos y Religiosas de América Latina
con motivo del V Centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo, 29 de
junio de 1990, 7: AAS 83 (1991), 26-27; Mensaje a los indígenas
del continente americano, Santo Domingo 12 de octubre de 1992; Mensaje a
los afroamericanos del Continente americano, Santo Domingo, 12 de octubre de
1992; Discurso a las comunidades autóctonas de México y de
otros países latinoamericanos, Izamal 11 de agosto de 1993. También
han hablado abundantemente sobre los indígenas las Conferencias Generales
del Episcopado Latinoamericano de: Río de Janeiro, 84; Medellín
1,14; 4,3; 12,11; Santo Domingo, 20, 107, 110, 245, 248; y sobre los
afroamericanos: Puebla 365, 410, 415; Santo Domingo 107, 110, 167, 244 y 249.
(26) Entre los santos más populares merecen citarse, entre otros: los
mártires Juan de Brebeuf, Isaac Jogues y sus compañeros, Roque
González; los santos: Rosa de Lima, Toribio de Mogrovejo, Francisca
Xavier Cabrini, Martín de Porres, Elizabeth Ann Seton, Juan Macías,
Rose Philippine Duchesne, Ezequiel Moreno, Pedro Claver, Francisco Solano,
Teresa de Los Andes, Francisco Febres Cordero, María Ana de Jesús
Paredes y Flores; los beatos: Kateri Tekawitha, Junipero Serra, Katherine
Drexel, Juan Diego, María de la Encarnación, Miguel Pro y Rafael
Guizar y Valencia, María de San José, José de Anchieta y
tantos otros santos y beatos que han dado testimonio del Evangelio en América.
(27) Juan Pablo II, Discurso inaugural, IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano (12 de octubre de 1992), 24: L'Osservatore
Romano, Supl., 16 de octubre de 1992, XIV; Cfr. Documento de la III
Conferencia General del Episopado Latinoamericano de Puebla, 446; Documento de
la IV Conferencia General del Episopado Latinoamericano de Santo Domingo, 15.
(28) Juan Pablo II, Ibidem, 31: L'Osservatore Romano,
Supl., 16 de octubre de 1992, XV; Cf. Carta Apostólica a los
Religiosos y Religiosas de América Latina con motivo del V Centenario de
la Evangelización del Nuevo Mundo, 29 de junio de 1990, 31: AAS
83(1991), 45.
(29) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de
diciembre de 1990) 37: AAS 83 (1991), 284.
(30) Cf. Idem.
(31) Pablo VI, Constitución Apostólica Paenitemini (17
de febrero de 1966), I: AAS 58 (1966), 179.
(32) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal
Reconciliatio et paenitentia (2 de diciembre de 1984), 4: AAS 77
(1985) 189-19
(33) Juan Pablo II, Homilía en el Santuario Mariano de Zapopan
(México - 30 de enero de 1979), 3: AAS 71 (1979), 230. Cfr.
también: Documento de la III Conferencia General del Episopado
Latinoamericano de Puebla, 452.
(34) Cf. Documento de la IV Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano de Santo Domingo, 30.
(35) Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millennio adveniente
(10 de noviembre de 1994) 36: AAS 87(1995), 27.
(36) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución
Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 1.
(37) Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la
Sagrada liturgia Sacrosanctum concilium, 14.
(38) Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática
sobre la Iglesia Lumen gentium, 33-34.
(39) Ibidem, 8.
(40) Cf. Idem.
(41) Juan Pablo II, Discurso al Consejo Permanente de la Conferencia
Episocpal Italiana (23 de enero de 1979) 3: AAS 71 (1979), 366.
(42) Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Catechesi
tradendae (16 de octubre de 1979), 35-50: AAS 71 (1979), 1307-1317.
(43) Cf. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Puebla,
940: "Celebrar la liturgia con expresiones culturales, según una
sana creatividad. Promover adaptaciones adecuadas, de manera particular a los
grupos étnicos y al pueblo sencillo; pero con el cuidado de que la
Liturgia no sea instrumentalizada para fines ajenos a su naturaleza, se guarden
fielmente las normas de la Santa Sede y se eviten las arbitrariedades en las
celebraciones litúrgicas".
(44) Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral
sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 4.
(45) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de
diciembre de 1990), 59: AAS 83 (1991), 307.
(46) Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millenio adveniente
(5 de noviembre de 1994), 51: AAS 87 (1995), 36.
(47) Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi
(8 de diciembre de 1975), 7: AAS 68 (1976), 9.
(48) Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos
de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada
como comunión (28 de mayo de 1992) 3: AAS 85 (1993), 839.
(49) Cf. IIª Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los
Obispos, Vigésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico
Vaticano II, Mensaje al Pueblo de Dios (7 de diciembre de 1985).
(50) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática
sobre la Divina Revelación, Dei Verbum, 2, 4, 17.
(51) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática
sobre la Iglesia Lumen gentium, 1, 3, 48.
(52) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre
la Sagrada Liturgia Sacrosanctum concilium, 5-10, 47-48.
(53) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral
sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 42.
(54) Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis
redintegratio, 2.
(55) Cf. Secretaría de Estado, Annuarium Statisticum Ecclesiae,
Typis Vaticanis 1995, 16.
(56) Sobre las comunidades eclesiales de base: cf. Pablo VI, Exhortación
Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 58: AAS
68 (1976), 46-49; Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio
(7 de diciembre de 1990), 51: AAS 83 (1991), 298-299; Exhortación
Apostólica post-sinodal Ecclesia in Africa (14 de septiembre de
1995), 89: AAS 88 (1996), 56. Sobre la teología de la liberación:
cf. Congregación para la Doctrina de la fe, Instrucción sobre la
libertad cristiana y la liberación, Libertatis conscientia (22
Marzo 1986), AAS 79 (1987), 554-599.
(57) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal
Christifideles laici (30 de diciembre de 1988), 19: AAS 81
(1989), 424.
(58) Cf. Ibidem, 20: AAS 81 (1989), 426.
(59) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal
Vita consecrata (25 de marzo de 1996), 14-16, 41-58, 72-74: AAS
88 (1996) 387-390, 414-431, 447-450.
(60) Cf. Asamblea Especial para América, Lineamenta, 39.
(61) Juan Pablo II clarificó el rol específico de los laicos,
del clero y de los religiosos en el contexto de una visión de la Iglesia
como comunión en las Exhortaciones Apostólicas post-sinodales:
Christifideles laici (30 de diciembre de 1988), 18-31: AAS 81
(1989), 421-448.; Pastores dabo vobis (25 de marzo de 1992),11-18: AAS
84 (1992), 673-686; y Vita consecrata (25 de marzo de 1996) 41-58: AAS
88(1996), 414-431.
(62) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática
sobre la Iglesia Lumen gentium, 8.
(63) Una distinción similar es hecha por los Obispos de las
Comisiones Ecuménicas y de Asuntos Hispánicos de la Conferencia de
Obispos Católicos de Estados Unidos de América y de la Sección
Ecuménica del C.E.L.AM., en la relación titulada Fostering
Ecumenism in the U.S. Hispanic Community, Origins 24, 1994-1995,
659: "Reco- nocemos que existe una diferencia entre aquellas iglesias
cristianas históricas y las comunidades de iglesias, que están
abiertas al diálogo y a la búsqueda de una mayor unidad, y
aquellos grupos cristianos que no están abiertos al diálogo,
algunos de los cuales asumen una actitud negativa respecto al Catolicismo y
también esos movimientos agresivos, que están fuera de la
comunidad cristiana. Somos conscientes que tenemos relaciones diferentes con
todos estos grupos" (texto original en inglés).
(64) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre el Ecumenismo
Unitatis redintegratio, 8a; Juan Pablo II, Carta Encíclica Ut
Unum Sint (25 de mayo de 1995), 21-27: AAS 87 (1995) 934-938.
(65) Cf. Card. Joseph Ratzinger, Conferencia en el Encuentro de
Presidentes de las Comisiones Episcopales de América Latina para Doctrina
de la Fe, (mayo 1996, Guadalajara, México): L'Osservatore Romano,
edición semanal española (1º de noviembre de 1996), 4-6.
(66) Cf. Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos, Directorio para la aplicación de los principios y normas
sobre el ecumenismo (25 de marzo de 1993), 36: AAS 85 (1993), 1052.
Este documento distingue claramente entre actividades ecuménicas y la
respuesta al desafío que representan las sectas y los nuevos movimientos
religiosos, estableciendo como criterio para esta distinción el mutuo
reconocimiento de las partes que intervienen en la relación y una cierta
comunión ya existente, aunque imperfecta, entre las mismas. Para una
profundización sobre el tema véase el documento del mismo
Pontificio Consejo titulado Sects or New Religious Movements: A Pastoral
Challenge, en "Information Service", N. 61, 1986, 144-154 (texto
original en inglés).
(67) Cf. Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos, Documento de estudio del grupo mixto de trabajo entre la Iglesia Católica
y el Consejo Ecuménico de las Iglesias, Le defí du prosélytisme
et l'appel au témoignage commun (25 de septiembre de 1995), 19: Service
d'Information, 91 (1996), 80 (texto original en francés).
(68) Cf. Card. Joseph Ratzinger, Conferencia en el Encuentro de Presidentes
de las Comisiones Episcopales de América Latina para Doctrina de la Fe
(mayo 1996, Guadalajara, México): L'Osservatore Romano, edición
semanal española (1º de noviembre de 1996), 5.
(69) Cf. Documento de la IV Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano de Santo Domingo (1992), 139-152.
(70) Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millennio
adveniente (10 de noviembre de 1994), 38: AAS 87 (1995), 30; Discurso
inaugural, IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Santo Domingo - 12
de octubre de 1992), 17: L'Osservatore Romano, Supl., 16 de octubre de
1992, IX; Asamblea Especial para América, Lineamenta 2.
(71) Cf. CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre la
libertad cristiana y la liberación, Libertatis conscientia (22 de
marzo de 1986),44-45: AAS 79 (1987), 571-573 .
(72) Cf. Asamblea Especial para América, Lineamenta, 65.
(73) Cf. PIO XI, Encíclica Quadragesimo anno (15 de mayo de
1931): AAS 23 (1931), 177-228; JUAN XXIII, Encíclica Mater et
magistra (15 de mayo de 1961): AAS 53 (1961), 401-464; Encíclica
Pacem in terris (11 de abril de1963): AAS 55 (1963), 257- 304;
PABLO VI, Encíclica Populorum progressio (26 de marzo de 1967):
AAS 59 (1967), 257-299; Carta Apostólica Octogesima adveniens
(15 de mayo de1971): AAS 63 (1971), 401-441; JUAN PABLO II, Encíclica
Laborem exercens (14 de septiembre de 1981): AAS 73 (1981),
577-647; Encíclica Sollicitudo rei socialis (30 de diciembre
de1987): AAS 80 (1988), 513-586.
(74) Cf. JUAN PABLO II, Discurso a los participantes de la primera reunión
conjunta sobre la cooperación internacional para el desarrollo africano,
La solidaridad humana es respeto de la dignidad (22 de noviembre de
1984), 3: Insegnamenti VII (1984), 1266 (texto original en inglés).
(75) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral
sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 4.
(76) Cf. JUAN PABLO II, Encíclica Centesimus annus (1º
de mayo de 1991), 39: AAS 83(1991), 841-843; Concilio Ecuménico
Vaticano II, Decreto sobre el apostolado de los seglares Apostolicam
actuositatem, 11.
(77) Cf. PABLO VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens (15
de mayo de1971) 4: AAS 63 (1971), 403-404; JUAN PABLO II, Encíclica
Sollicitudo rei socialis (30 de diciembre de1987), 8: AAS 80
(1988): 520; Discurso inaugural de la Conferencia de Puebla (28 de enero
de 1979) III, 7: AAS 71 (1979), 203.
(78) Cf. Congregacion para la Doctrina de da Fe, Instrucción sobre
la libertad cristiana y la liberación, Libertatis conscientia (22
de marzo de 1986), 73: AAS 79 (1987), 586.
(79) Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis, (4 de marzo
de 1979),14: AAS 71(1979), 284-286.
(80) Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio (7
de diciembre de 1990), 59: AAS 83 (1991), 307-308.
(81) Cf. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii
nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 31:AAS 68 (1979), 26-27.
(82) Cf. Pontificia Comisión "Justicia y Paz", Al
servicio de la comunidad humana: Una consideración ética de la
deuda internacional (27 de diciembre de 1986).
(83) Cf. Pablo VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens (15
de mayo de1971) 18- 19: AAS 63 (1971), 414-415; Juan Pablo II, Encíclica
Laborem exercens (14 de septiembre de 1981),18: AAS 73 (1981),
622-625.
(84) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral
sobre la iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 26.
(85) Cf. JUAN XXIII, Radiomensaje (11 de septiembre de 1962): AAS
54 (1962), 682.
(86) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática
sobre la Iglesia, Lumen gentium, 8.
(87) Cf. Pablo VI, Discurso a los campesinos de Colombia (23
de agosto de 1968): AAS 60 (1968) 620.
(88) Cf. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii
nuntiandi (8 de diciembre de 1975) 38: AAS 68 (1976), 30.
(89) Cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural de la IIIª Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano (28 de enero de 1979 - Puebla) III, 1-7:
AAS 71 (1979), 198-204.
(90) Cf. IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1979
- Puebla) 382, 707, 1134.
(91) Cf. IIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1968 -
Medellín) XV, 10.
(92) Cf. IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1979
- Puebla) 641.
(93) Cf. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii
nuntiandi (8 de diciembre de 1975) 58: AAS 68 (1976), 46-49.
(94) Cf. IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1979-
Puebla) 98, 630.
(95) Cf. Pontificia Comisión "Iustitia et Pax", Al
servicio de la comunidad humana: una consideración ética de la
deuda internacional (27 de diciembre de 1986).
(96) Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millennio
adveniente (10 de noviembre de 1994), 51: AAS 87 (1995), 36.
(97) Cf. Pablo VI, Encíclica Humanae vitae (25 julio 1968):
AAS 60 (1968) 481-503; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica
Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981): AAS 74 (1982)
81-191, Encíclica Evangelium vitae (25 marzo 1995): AAS
87 (1995) 401-522.
(98) Cf. Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitae (25 marzo
1995) 75-77: AAS 87 (1995) 488-490.
(99) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris
consortio (22 de noviembre de 1981) 18-64: AAS 74 (1982) 100-158.
(100) Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae (25
marzo 1995) 12: AAS 87 (1995) 414.
(101) Cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural de la IVª Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano, III, 15: L'Osservatore Romano,
Supl., 16 de octubre de 1992, XII.
(102) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución
pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, 1.
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