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CONFERENCIA DE PRENSA DE MONS. JOZEF TOMKO
PARA LA PRESENTACIÓN DEL TEMA
DE LA V ASAMBLEA GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS:
«MISIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA
EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO»


Sala de Prensa e la Santa Sede
Jueves 18 de septiembre de 1980

 

 

La Iglesia católica se dispone a celebrar su Sínodo de los Obispos sobre el tema: "Misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo". Como es sabido ésta es la V Asamblea General del Sínodo de los Obispos, instituido por Pablo VI como fruto del espíritu del Concilio Vaticano II.

El tema de la familia fue elegido por la gran mayoría de las Conferencias Episcopales y fijado definitivamente por el Papa Juan Pablo I. Juan Pablo II, por su parte, lo aprobó y le dio la última formulación. Este Sínodo se sitúa en la línea de los dos precedentes: en efecto, la familia es uno de los lugares naturales y privilegiados de la evangelización, tema que se trató en 1974, y de la catequesis, objeto del Sínodo 1977. Al mismo tiempo, resulta un tema actualísimo sí es verdad que la familia se encuentra hoy, en muchas partes en el centro de las embestidas. La ponderada elección de un tema tan vital y complejo constituye por sí misma un signo de que en la Iglesia se está profundizando la conciencia del papel pastoral de la familia dentro de la vida eclesial, en el sentido de que la familia cristiana se convierta cada vez más de objeto en el verdadero sujeto de la actividad pastoral. Pero esto supone que la familia cristiana viva en plenitud los valores cristianos, que son, al mismo tiempo, auténticamente humanos, y realice su misión y sus deberes. La reflexión del Sínodo de los Obispos versará precisamente sobre estos valores y sobre esta misión.

La preparación

El Sínodo se ha preparado a través de una amplia consulta a las Iglesias locales de todo el mundo. La consulta fue impulsada por el documento provisional, los "Lineamenta", preparado por el consejo de la Secretaría con la ayuda de algunos expertos, a primeros de 1979, y enviado a todas las Conferencias Episcopales, las cuales, a su vez, han organizado frecuentemente debates y reflexiones a varios niveles de la vida eclesial y de las asociaciones.

Las respuestas y las reacciones que han llegado a la Secretaría, constituyen, ya de por sí, un testimonio importante y recogen la experiencia eclesial en medio de varías civilizaciones y culturas. Sobre la base de esta rica documentación el consejo de la Secretaría y un grupo internacional de expertos han preparado un documento de trabajo, el "Instrumentum laboris" que es una pauta para los debates sinodales: por lo tanto, no se trata de un esquema que se haya de perfeccionar y aprobar, sino de una ordenada y racional colección de material. El documento fue enviado, en la segunda mitad de junio, a los delegados y a los Presidentes de las Conferencias Episcopales y a los otros miembros del Sínodo.

El «Instrumentum laboris»

El documento de trabajo sigue un poco el conocido método: ver - juzgar - actuar, y se articula en una introducción donde se explican la naturaleza y el espíritu del escrito, en tres partes:

1ª parte, descriptiva: la situación de la familia en el mundo, hoy.

2ª parte, doctrinal: el designio de Dios para las familias hoy.

3ª parte, pastoral: misión (munera) de la familia cristiana.

La dinámica interna toma el punto de partida de algunos fenómenos más marcados de la familia de hoy, que interpelan más intensamente al Sínodo de los Obispos; de este esbozo descriptivo se pasa a la exposición del proyecto divino sobre el matrimonio y la familia, para deducir de ahí la misión fundamental de la familia cristiana y llegar a las cuestiones pastorales que esperan una acción o una solución a la luz del mensaje evangélico.

En la primera parte se describen algunos aspectos significativos de la situación en que se halla hoy la familia. El texto se limita necesariamente a algunos relieves de carácter general, dejando a los delegados de cada una de las Conferencias Episcopales difundidas por todas las latitudes geográficas el espacio y la tarea de ilustrar después las situaciones concretas en el aula sinodal.

El primer relieve cotidiano es el impacto de los rápidos cambios que caracterizan a nuestro tiempo en la familia, que siempre había sido considerada, por su misma naturaleza y estructura, custodia de algunos valores estables. Se trata de cambios socio-económicos, provocados por el progreso tecnológico, que condicionan profundamente la vida de la familia en todas las culturas. El desequilibrio se atribuye sobre todo al hecho de que el progreso técnico frecuentemente no está acompañado por el progreso y la profundización del espíritu.

Muchos fenómenos influyen directa o indirectamente en la vida de la familia: el fenómeno de la urbanización que lleva consigo el problema de la vivienda; la inestabilidad económica, la inflación, la incertidumbre de la ocupación, las migraciones, la droga; en otros países está también la escasez de la alimentación, la insuficiente asistencia médica, etc.

Sin embargo en la evolución de la sociedad hay muchos aspectos positivos que pueden elevar la dignidad de la persona y de la familia humana: la instrucción escolar se difunde y se amplía; el progreso de las ciencias debería llevar a un conocimiento mejor del hombre en su naturaleza y de la sexualidad; el papel de la mujer se ha valorizado.

Luego, el documento menciona algunos hechos que, en los últimos años, se difunden por el mundo en abierta contradicción con la doctrina de la Iglesia: bastaría mencionar: las uniones de hecho, que se describen en sus diversas modalidades de realización, el aborto, el divorcio, etc.

Desde el punto de vista eclesial la familia católica de hoy se halla viviendo ante todo en el seno de una sociedad pluralista, incluso por lo que se refiere al campo religioso; en esta sociedad los católicos son frecuentemente una minoría, obligados a vivir en un ambiente que no se inspira en sus mismos principios. De esto se resiente la familia, que debe defender y debe ser ayudada para vivir los propios valores religiosos frente a las presiones del exterior y de la confusión interna.

Sin embargo, se advierte la maduración de una nueva conciencia pastoral, al considerar la importancia de la familia cristiana, entendida cada vez más como escuela de amor recíproco, hacia Dios y hacia el prójimo. Igualmente se insiste hoy —incluso con iniciativas de grupo— en la vida espiritual propia de la familia (preparación al matrimonio; ayuda espiritual mutua entre familias; defensa de los derechos de la familia; promoción de leyes justas; contactos intensificados con la escuela de los hijos, etc.). En cuanto "iglesia doméstica", la familia cristiana se valoriza hoy también bajo el perfil pastoral, no sólo como objeto, sino también como sujeto de evangelización y de catequesis, antes que nada para los hijos, especialmente los más pequeños.

La segunda parte se titula: El designio de Dios sobre la familia de hoy ("De proposito Dei circa familias hodiernas").

Para dar una respuesta a los problemas, a las dudas, a las cuestiones con que la familia interpela al Sínodo, la Iglesia debe buscar en la fuente divina, en la luz de Cristo. Porque existe el designio de Dios sobre el matrimonio y sobre la familia. Y es un designio del amor divino para el amor de los hombres. Un designio que guía a la mano de Dios en la obra de la creación del hombre y de la mujer, o sea, "desde los orígenes".

El Creador ha coronado su obra, al crear al hombre a su imagen, es decir, inteligente y libre, capaz de amar y de darse, lo creó persona. Dios hizo al hombre "a su imagen, los creó varón y mujer" (Gén 1, 27), en la dualidad, complementándose física y sicológicamente, de los sexos, para servicio de la vida que se prolonga en ja historia de la humanidad y para servicio de la comunión de las personas.

Dios mismo unió al hombre y a la mujer con un pacto de donación, o sea, los ideó como una alianza de amor a imagen del amor de Dios hacia el Pueblo elegido.

La revelación de la Trinidad en el Nuevo Testamento como comunión de personas esclarece con nueva luz la realidad de la familia, de la paternidad, del amor fecundo, de la unidad.

Jesucristo restituye al proyecto originario de Dios sobre el matrimonio y sobre la familia, su pureza, unidad, indisolubilidad y lo eleva para los bautizados incluso a instrumento de la permanente energía santificadora para los esposos, o sea, a la dignidad de sacramento. No sólo en el momento de la boda, sino durante toda la vida, el marido y la mujer se administran la gracia especial y la santidad conyugal, participando en el amor oblativo de Cristo-Esposo a su Esposa-Iglesia.

El documento insiste, luego, sobre el verdadero significado cristiano del amor conyugal que está puesto a prueba por cierta mentalidad moderna.

Como sacramento de la Iglesia también el sacramento del matrimonio supone y exige la fe. Por esto se plantean particulares problemas doctrínales y pastorales en el caso de bautizados no practicantes o que dicen haber perdido, la fe, y sin embargo piden el matrimonio religioso. El apartado sobre sacramento y fe alude a esta problemática.

Se afronta, después el aspecto social, institucional del matrimonio, cuyas altas finalidades superan los limites de una experiencia pasajera de dos individuos y se abren al servicio para el bien de la humanidad. El aspecto personal, pues, no se separa del social que se desarrolla sobre todo en la responsabilidad de los esposos frente a la familia, frente a la vida y frente a la sociedad.

Considerando el matrimonio desde el punto de vista estrictamente religioso, el documento ilustra cómo debe ser, para los cónyuges v para la familia, escuela de gracia y de santidad, al edificar incesantemente la pequeña "iglesia doméstica", cuya irradiación espiritual no se reduce a la sola familia. Entre las virtudes particulares que los cónyuges están llamados a ejercitar, se recuerda la fidelidad conyugal, que supone amor, auto-dominio, ascesis positiva que comprende los actos de mutua y amorosa donación, pero ayuda a la persona a completarse, integrarse, ser más humana en el recto ejercicio de la propia sexualidad.

Se subraya de nuevo la nota esencial de la indisolubilidad, querida por Dios en el acto mismo de la creación de la pareja; querida por Cristo, como participación en la unión indisoluble de El con la Iglesia; exigida por el bien de los hijos, en particular, y de la familia, para tutela de la familia misma y de sus finalidades. En la concepción cristiana de la familia aparece también la verdadera dignidad de la mujer.

Las consideraciones de esta parte concluyen con un apartado sobre la misión de la familia en la evangelización, en cuanto está llamada a dar testimonio de la fe con la palabra y con la vida y a ser la primera catequista de los propios hijos. Es provechoso el diálogo con los pastores y con los teólogos sobre los problemas propios de la familia, pero la norma última y obligatoria, en todo lo que concierne a los problemas de la familia, es siempre la Palabra de Dios interpretada por el Magisterio auténtico y responsable de la Iglesia.

La tercera parte, pastoral, desciende al examen de la misión concreta de la familia cristiana hoy. Esta parte constituye poco menos de la mitad del documento de trabajo. Ante los graves problemas (parte I) que se reflejan en la vida pastoral, los obispos tratan de profundizar, a la luz del mensaje cristiano (parte II), en la reflexión sobre el papel, sobre la misión, sobre los deberes (todo esto puede estar comprendido en la densa palabra latina "munera") de la familia cristiana.

1. El deber de formar la comunidad de las personas se coloca en el primer puesto porque se refiere al ser de la familia y a su papel de comunidad de amor, antes que al lugar donde se duerme y se come. El documento indica los modos y los momentos en los que se realiza la colaboración, la responsabilidad, la comunión entre los miembros, deteniéndose en particular sobre la ayuda que se debe dar a los nuevos esposos y sobre los peligros de la mentalidad de consumo para la vida comunitaria de la familia.

2. La familia está llamada también a santificarse a sí misma y al mundo que la rodea. El camino principal es el del amor que Cristo nos ha dejado como su testamento y que está en la raíz de todas las demás virtudes: un amor tanto más humano cuanto más cristiano. La familia es escuela de la fe, que forja los caracteres, educa en la integridad, en el respeto a los demás, en la convivencia honesta, en la sana obediencia, en el perdón, en el sentido de responsabilidad. La familia es realmente "escuela del humanismo más completo y rico" (Gaudium et spes, 52), cuando vive profundamente su fe y profundiza en la propia espiritualidad familiar.

3. El deber de la familia en relación con la vida, que es uno de los principales, se considera en toda su amplitud como respeto a la vida humana, desde su concepción hasta la muerte. La familia es el lugar privilegiado de la defensa de la vida y de la dignidad de la persona humana; es el lugar donde la vida humana es más fácilmente aceptada y amada por lo que es, y no por lo que produce. En este contexto se considera la procreación; otras formas de fecundidad no sólo biológica, como la acogida a los huérfanos y a los "minusválidos"; el cuidado de la familia a los enfermos y a la "tercera edad". En este apartado, al tratar de la procreación, después de haber mencionado la doctrina de la Iglesia y especialmente del Concilio Vaticano II sobre la paternidad responsable, se recuerda la llamada de la Encíclica Humanae vitae a la investigación científica en el campo de la genética y se renuevan las exhortaciones de Pablo VI a la comprensión pastoral, respetando los principios, para los fieles que tienen dificultades.

4. Al papel educativo de la familia se dedican bastantes páginas del documento. El don de la vida a los hijos se completa con el de la educación para un conveniente desarrollo físico y espiritual de la misma. El ambiente familiar, con la presencia asidua y constante de los padres y de los parientes, es muy propicio a fin de asegurar al niño cierta educación universal para la vida en sus diversos aspectos, comprendido el religioso. El Estado y la Iglesia están llamados a completar la obra de la familia, a la que siempre le queda firme el derecho a elegir para sus hijos el tipo de escuela que juzguen más conveniente.

También para la educación religiosa es la familia el sujeto primero de evangelización, ayudada después por la comunidad cristiana. Es importante la educación sexual de los jóvenes que debe ir acompañada por la formación en el autocontrol, en el respeto a los demás, en el dominio de la voluntad y de los afectos, en la concepción recta del amor, etc.

Obstáculos para la acción educadora de la familia son hoy: la crisis de las instituciones escolares, la divergencia entre las generaciones; para cada una de estas realidades el documento sugiere modos de corregirlas. En cambio, son elementos positivos: la sentida exigencia de una educación permanente, el recto uso de los medios de comunicación social, la sensibilidad por los valores culturales que precisamente en el seno de la familia encuentran el primer vehículo de transmisión.

5. Al hablar de los deberes sociales de la familia, base de la sociedad y primera escuela de virtudes sociales, el documento alude ante todo a las relaciones entre familia y Estado, cuyo bien recíproco está íntimamente unido. La difusión de la socialización lleva consigo el peligro de una injusta restricción de la familia en su ámbito vital y de la persona humana. Se defiende a la familia contra las injustificadas usurpaciones de sus derechos por parte del Estado, que no debe entrometerse en esa función que la familia está en disposición de desarrollar (principio de subsidiaridad). Ciertamente, el Estado, debe hacer que la familia pueda recibir la ayuda de toda la sociedad para desarrollar adecuadamente su propia tarea específica. Se protege a la familia y al matrimonio. Los cónyuges, los jóvenes, los pobres deben poder gozar de las condiciones de vida (alimento, trabajo, casa) que les sitúan en disposición de formarse una familia propia. En la sociedad civil y en la convivencia humana universal la familia cristiana está llamada a infundir en las leyes y en las instituciones esos valores de los que es maestra y custodia, desarrollando el sentido crítico, la función directiva en la sociedad y la función social.

Puesto que también hoy estos problemas se sienten y se viven a escala mundial, la familia está llamada a prestar, en su ámbito, una atención totalmente particular a los problemas de la paz, de la justicia internacional, de la liberación de los pueblos. Así también en el seno de la Iglesia se sentirá responsable de la difusión de la fe en el mundo y de la animación cristiana de las realidades temporales.

Después de la reflexión pastoral sobre los varios deberes, el documento de trabajo añade importantes orientaciones sobre la preparación de las jóvenes parejas al matrimonio y a la vida de familia, sobre la preparación especial para los matrimonios de religión mixta y sobre la de los que trabajan en la pastoral familiar: seminaristas, sacerdotes, religiosos, religiosas, catequistas, laicos.

El documento se cierra con algunas consideraciones sobre el modo de comportarse pastoralmente con cuantos se hallan en situaciones "matrimoniales" anormales (convivencias de hecho, divorciados que se han vuelto a casar) y con una llamada de la Ley de Dios frente al creciente número de abortos que señalan muchos Episcopados.

Como se ve, la materia del Sínodo es más bien compleja. Es importante ver los problemas particulares en el marco total, global de la familia y de su misión, para no dejar escapar aspectos esenciales y problemas fundamentales de todas las familias; los problemas que constituyen la vida que llevan las familias llamadas "normales".

Este Sínodo presenta, en relación con las precedentes asambleas, algunas novedades. Ante todo, es el primer Sínodo General que se celebra bajo este pontificado. Esto no quiere decir que el Sínodo resulte una institución desconocida para Juan Pablo II. Más aún, lo conoce a fondo, por haber participado en casi todas las asambleas y en todos los consejos de la Secretaría general, que se renueva en la clausura de cada Sínodo General. La Secretaría general ha creído útil hacer conocer el pensamiento del cardenal Karol Wojtyla y sus intervenciones sinodales, precedido de algunos breves estudios, en un libro que saldrá en los próximos días, editado por la Librería "Editrice Vaticana", precisamente bajo el título "Karol Wojtyla y el Sínodo de los Obispos".

Una novedad es la presencia de varias parejas de esposos como "auditores" en el Sínodo, juntamente con otras personas, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. El Santo Padre ha aprobado esta presencia y ha querido nombrar a una pareja de esposos también entre los "ayudantes del secretario especial", o sea, como expertos oficiales en el Sínodo. Sus nombres se encuentran en el elenco de las respectivas clases.

El Sínodo comenzará el viernes, 26 de septiembre, por la mañana, en la Capilla Sixtina con la concelebración de la "Misa por el Sínodo", presidida por el Santo Padre, que tendrá la homilía de apertura. Por la tarde, en el Aula Sinodal, situada sobre el Aula Pablo VI, el Secretario General del Sínodo hará una relación sobre la actividad de la Secretaría y de su consejo en el trienio pasado. Después de lo cual, el cardenal Joseph Ratzinger, nombrado relator, presentará su relación.

Se prevé que toda la primera semana de los trabajos sinodales estará dedicada a las intervenciones en el aula, en presencia de todos. Después de este intercambio de noticias, opiniones, sugerencias, está prevista una relación de síntesis que servirá de introducción al trabajo en los grupos lingüísticos ("circuli minores") que, de ordinario, son doce.

La praxis experimentada es que, en una fase sucesiva, se relata de nuevo el fruto de cada uno de los grupos a todos en la asamblea y se formulan las propuestas que llevan, a través de ulteriores debates y votaciones, a las conclusiones.

El Sínodo durará cerca de un mes. Hacia la mitad de los trabajos, para el domingo 12 de octubre, con la colaboración del Comité para la Familia, se está preparando la "jornada de la familia" con una celebración litúrgica, por la mañana, en presencia del Santo Padre, de los padres sinodales y de los Movimientos, peregrinaciones y grupos familiares, y con un encuentro, por la tarde, de cerca de 8.000 representantes de las familias cristianas con el Santo Padre y los padres sinodales, en el Aula Pablo VI.

Como conclusión, he aquí algunos datos: El número total de los miembros del próximo Sínodo es de 216, el número de auditores 43, de los cuales hay 16 parejas, o sea, 32 personas, además otros; los expertos, oficiales son 10. A estas cifras se añaden los datos referentes al elenco de los padres sinodales y los cargos del Sínodo, que publicamos aparte.

 

 

 

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