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CONFERENCIA DE PRENSA DE PRESENTACIÓN
DE LOS LINEAMENTA
DE LA ASAMBLEA ESPECIAL PARA ORIENTE MEDIO
DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS:
«LA IGLESIA CATÓLICA EN ORIENTE MEDIO:
COMUNIÓN Y TESTIMONIO. "LA MULTITUD
DE CREYENTES NO TENÍA SINO UN SOLO CORAZÓN
Y UNA SOLA ALMA " (HCH 4, 32)»
(CIUDAD DEL VATICANO, 10-24 DE OCTUBRE DE 2010)

Sala Juan Pablo II de la Oficina de prensa de la Santa Sede
Martes 19 de enero de 2010

 

  • INTERVENCIÓN DE MONS. NIKOLA ETEROVIC
  • INTERVENCIÓN DE MONS. FORTUNATO FREZZA

    INTERVENCIÓN DE  MONSEÑOR NIKOLA ETEROVIC
    SECRETARIO GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

     

    Introducción

    "Sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada" (Lc 2, 6-7).

    Estas palabras del evangelista san Lucas, proclamadas y meditadas especialmente en el período litúrgico de Navidad, nos llevan espiritualmente al pesebre de Belén, ciudad de David donde nació el Señor Jesús (cf. Mt 2, 1; Lc 2, 4). Según la profecía de Isaías, el Mesías llevaría por nombre "Maravilla de Consejero, Dios fuerte, siempre Padre, Príncipe de paz" (Is 9, 5). La tradición cristiana atribuye esos títulos a la persona de Jesús, declarándolo el verdadero Emmanuel, Dios con nosotros (cf. Mt 1, 23). Entre ellos, el de la paz ocupa un lugar privilegiado. De hecho, el Mesías "será él mismo la paz" (Mi 5, 4). Por lo tanto, Belén, como ha recordado el Santo Padre Benedicto XVI, "también es una ciudad-símbolo de la paz, en Tierra Santa y en el mundo entero. Por desgracia, en nuestros días, no se trata de una paz lograda y estable, sino una paz fatigosamente buscada y esperada" (Ángelus del 20 de diciembre de 2009L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de diciembre de 2009, p. 13),

    Belén, Nazaret, Jerusalén, nombres conocidos y muy queridos para los cristianos y para todos los hombres de buena voluntad, resultan actuales también en la preparación de la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos. Acogiendo la petición de numerosos obispos de la región que se extiende desde Egipto hasta Irán, el Santo Padre Benedicto XVI convocó esa Asamblea sinodal, que tendrá lugar del 10 al 24 de octubre de 2010, sobre el tema:  "La Iglesia católica en Oriente Medio:  comunión y testimonio:  "La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32)".

    Para preparar este importante acontecimiento, de acuerdo con la voluntad del Sumo Pontífice, se formó un Consejo presinodal compuesto por siete Patriarcas de las seis Iglesias orientales católicas sui iuris y por el Patriarca latino de Jerusalén. También son miembros de dicho Consejo cuatro responsables de los dicasterios de la Curia romana más directamente relacionados con el tema de la Asamblea sinodal. A ellos se unen los presidentes de las Conferencias episcopales de Turquía e Irán.

    Con la ayuda de algunos expertos, los miembros del Consejo presinodal han redactado los Lineamenta que se presentan hoy en cuatro lenguas:  árabe, francés, inglés e italiano.

    Estructura de los Lineamenta

    Los Lineamenta constan de tres capítulos, precedidos de una Introducción en la que se indica la finalidad eminentemente pastoral de la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos, es decir:  "Confirmar y fortalecer a los cristianos en su identidad mediante la Palabra de Dios y los sacramentos" y "reavivar la comunión eclesial entre las Iglesias particulares, para que puedan dar un testimonio de vida cristiana auténtica, gozosa y atractiva".

    Como es costumbre, cada parte de los Lineamenta va acompañada de algunas preguntas —en este caso treinta y dos— que ayudarán a los destinatarios institucionales —Sínodos de los obispos de las Iglesias orientales católicas, Conferencias episcopales, dicasterios de la Curia romana, Unión de superiores mayores— a debatir sobre el contenido del documento, aplicando sus afirmaciones a la realidad de las respectivas comunidades eclesiales. Las respuestas, como se menciona en el Prólogo, deberían llegar antes de la solemnidad de Pascua de 2010, que este año todos los cristianos celebraremos juntos. A continuación, la síntesis de esas respuestas formará el Instrumentum laboris, documento de trabajo de la Asamblea sinodal que el Santo Padre Benedicto XVI entregará a los representantes de las Iglesias orientales católicas durante su visita apostólica a Chipre, del 4 al 6 de junio próximo. Considerando la gran importancia de Tierra Santa para todos los cristianos, no se excluyen observaciones de otras instituciones y de personas de todo el mundo, relativas de modo especial al apoyo espiritual y material a los cristianos y a las Iglesias particulares de Oriente Medio.

    Capítulo primero:  La Iglesia católica en Oriente Medio.

    El documento alude brevemente a la historia gloriosa de las Iglesias de Oriente que, más que las demás Iglesias particulares del mundo, se remontan a la primera Iglesia cristiana de Jerusalén. Desde esta se difundieron en la región, manteniendo la unidad esencial dentro de la pluralidad de expresiones. Estas Iglesias se caracterizan por la apostolicidad y por una fuerte índole misionera. De hecho, además de la Iglesia de rito latino, están las Iglesias orientales católicas de cinco tradiciones:  alejandrina (Iglesia copta e Iglesia etiópica); antioquena (Iglesia siro-malankar, Iglesia maronita e Iglesia siria); armenia (Iglesia armenia); caldea o siro-oriental (Iglesia caldea e Iglesia siro-malabar); bizantina o constantinopolitana (entre las cuales está la Iglesia grecomelquita).

    Los Lineamenta, agradeciendo a la divina Providencia que quiso que estas Iglesias permanecieran en los distintos países a lo largo de casi dos mil años de historia del cristianismo, a pesar de no pocas dificultades, se detienen en algunos desafíos actuales:  conflictos políticos en la región, mencionando algunos (Israel-Palestina, Irak, Líbano); libertad de religión y de conciencia, lamentando no pocos obstáculos al ejercicio de ese derecho fundamental de la persona humana y de toda comunidad religiosa.

    Se menciona la evolución del islam contemporáneo, en el que no faltan corrientes extremistas que son una amenaza para todos, tanto cristianos como musulmanes. Además, se constata una fuerte emigración de los cristianos de sus países de origen. Por otra parte, se subraya la inmigración de cristianos, sobre todo como obreros, procedentes de varios países del mundo.

    Ante esa situación, el documento propone la formación de los cristianos para que puedan vivir con fidelidad aún mayor su fe en la vida privada y pública. Asimismo, están llamados a seguir dando su valiosa contribución a la edificación de una sociedad democrática que respete los derechos y los deberes de todos sus miembros.

    Capítulo segundo:  La comunión eclesial.

    Aludiendo a la naturaleza teológica de la comunión, que tiene su fundamento en el misterio de la santísima Trinidad, el documento aborda la cuestión de la comunión en el seno de la Iglesia católica, es decir, entre las distintas Iglesias orientales católicas, que debería llegar a ser cada vez más una riqueza para todos los cristianos de Oriente Medio, más aún, para toda la Iglesia católica. Hay dos signos principales de la comunión católica:  la celebración de la Eucaristía y la comunión con el Obispo de Roma, Sucesor de san Pedro apóstol y cabeza visible de toda la Iglesia.

    Obviamente, la comunión se manifiesta también en las relaciones entre los obispos de las distintas Iglesias orientales católicas, y también entre ellos y los fieles. Además, se expresa en la vida de cada día, y parece que se suele manifestar más fácilmente en el nivel de los fieles que en el de los jerarcas. El documento trata, por consiguiente, aspectos muy concretos de la comunión entre los cristianos, como por ejemplo la matriculación en escuelas e institutos de enseñanza superior, la posibilidad de recibir asistencia por parte de entidades de índole caritativa, como hospitales, orfanatos, asilos, etc. Un aspecto importante y práctico es la asistencia de los fieles en otras Iglesias católicas en la región.

    Capítulo tercero:  El testimonio cristiano

    Es el más largo. En él se trata del testimonio de los católicos en el seno de la Iglesia misma, de modo especial por medio de la catequesis y de las obras, y también fuera de ella.

    El diálogo con las demás Iglesias y comunidades cristianas existe pero necesita incrementarse. En esta tarea urgente desempeña un papel importante el Consejo de las Iglesias de Oriente Medio, que comprende prácticamente a todos los representantes de los cristianos de la región. Además, hay proyectos pastorales comunes, elaborados en el Consejo de los Patriarcas católicos reunidos con los Patriarcas ortodoxos de Líbano y Siria. Juntamente con toda la Iglesia católica, las Iglesias orientales católicas participan también en el diálogo teológico con la Iglesia ortodoxa. Sería de desear una mayor colaboración también en el campo litúrgico.

    El diálogo con el judaísmo es la peculiaridad de las Iglesias de Jerusalén (seis católicas y cinco ortodoxas, más dos comunidades eclesiales protestantes). En Palestina y en Israel existen varias asociaciones de diálogo judeo-cristiano. Sin embargo, las relaciones con el judaísmo están condicionadas por la situación política, que opone por una parte a los palestinos y el mundo árabe, y por otra al Estado de Israel. Al respecto, los Lineamenta citan las palabras pronunciadas por el Santo Padre durante su visita apostólica a Tierra Santa sobre el derecho del pueblo palestino y del pueblo israelí a vivir en paz y a tener cada uno su propia patria dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas.

    A este propósito, es preciso recordar siempre la distinción entre el plano religioso y el político, sin utilizar la Biblia con fines políticos ni la política con fines religiosos. En ese contexto, es importante subrayar el vínculo religioso entre el judaísmo y el cristianismo, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los cristianos están llamados a impulsar todos los medios pacíficos que puedan llevar a la paz mediante la justicia. En esa importante y difícil labor ha de guiarlos la actitud cristiana recomendada por el venerable Papa Juan Pablo ii:  "No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón" (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2002).

    Las relaciones con los musulmanes ocupan una parte notable del documento. Las Constituciones de la mayor parte de los países de Oriente Medio garantizan la igualdad entre los ciudadanos en todos los niveles. Ese marco jurídico permite a los cristianos exigir el respeto de sus derechos y deberes de ciudadanos. Lamentablemente, por no distinguir entre religión y política, en la práctica a los cristianos a menudo no se les considera ciudadanos. Para mejorar la situación, es preciso promover más el diálogo también para conocerse mejor. Hay que impulsar la presentación objetiva del cristianismo y del islam mediante los medios de comunicación así como en opúsculos accesibles incluso para gente sencilla. En esa labor tienen gran importancia no sólo los grupos de diálogo interreligioso, sino también las obras católicas, como las escuelas y los hospitales, frecuentadas también por musulmanes.

    Ante esa situación no fácil en varios países, los cristianos están llamados a dar una contribución específica e insustituible a la sociedad en la que viven:  ser testigos de Cristo y de los valores del Evangelio en todos los sectores de la vida personal, familiar y pública. Hay algunos puntos que unen a cristianos y musulmanes, como los derechos humanos, que por consiguiente deberían promoverse juntamente para obtener resultados más positivos. Inspirándose en el ejemplo y en la enseñanza de Jesús, los cristianos condenan la violencia, venga de donde venga, y sostienen que el diálogo es el mejor medio para resolver los problemas. Además, no se cansan de proponer el mensaje de la reconciliación basado en el perdón recíproco, que es fruto sobre todo del Espíritu Santo, y no sólo de esfuerzos humanos. Con este espíritu será posible, marginando los extremismos políticos y religiosos, abrirse al proceso de edificación de una humanidad nueva. Por tanto, el testimonio de vida de los cristianos, como fermento de una sociedad renovada, sigue siendo esencial para el presente y el fututo de Oriente Medio.

    Conclusión

    En la Conclusión se vuelven a proponer las razones, no tanto de política cuanto de fe, por las que es esencial que los cristianos permanezcan en Oriente Medio y sigan dando su contribución específica a la construcción de una sociedad justa, pacífica y próspera. "No temas, pequeño rebaño" (Lc 12, 32) es la mejor respuesta a las dudas de no pocos cristianos para permanecer en Tierra Santa, confiando en la promesa de la cercanía de Dios. Él, nacido en Belén, se hizo cercano a todos los hombres, sobre todo a sus compatriotas. Las palabras del Evangelio "No temáis" se ven vivificadas también por la solidaridad de los cristianos del mundo entero que apoyan con su oración y sus obras de ayuda concreta a sus hermanos de Oriente Medio, cuna del cristianismo, así como de otros dos monoteísmos:  el judaísmo y el islam.

    La esperanza cristiana, nacida en Tierra Santa, ha animado a los fieles durante dos mil años. También hoy, aunque en medio de dificultades y desafíos, sigue siendo para los cristianos y los hombres de buena voluntad la fuente inagotable de la fe, de la caridad y de la alegría de ser testigos del Señor Jesús resucitado, presente en medio de la comunidad de sus discípulos. Como sucedió en el Cenáculo de Jerusalén, él sigue llenando de su Espíritu Santo a los suyos con las palabras de vida:  "¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21).

     

     
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