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Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus
Presentación de Su Excelencia Mons. Nikola Eterović
Secretario General del Sínodo de los Obispos


Ouidah, 19 de noviembre de 2011

1) Introducción

El Santo Padre Benedicto XVI ha firmado la Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus en Ouidah, Benín, el 19 de noviembre de 2011. Con este gesto, Su Santidad ha ofrecido a la Iglesia universal y, en particular, a la Iglesia en África y en las islas adyacentes, los resultados y las recomendaciones de la II Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos. Dicha Asamblea se celebró en Roma del 4 al 25 de octubre 2009 bajo el lema: “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz. ‘Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo’ (Mt 5, 13-14)”. El Sumo Pontífice, Presidente del Sínodo, ha realizado una aportación personal al documento propia del carisma petrino, como se observa en numerosas citas de sus intervenciones, no solamente durante la reunión sinodal, sino también durante los siete años del pontificado. Además, con la celebración de hoy en Benín, Su Santidad ha querido subrayar su amor y su cercanía espiritual a la Iglesia peregrina en el continente africano. Se trata de su segunda visita apostólica a África relacionada con los trabajos de la Asamblea sinodal. La primera tuvo lugar en 2009, en Camerún y Angola, para entregar al episcopado africano el Instrumentum laboris, orden del día de la II Asamblea Especial para África.

La Africae Munus se sitúa en una línea de continuidad con la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Africa, publicada en 1995 tras la I Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos. Según se lee en la Africae Munus, la Ecclesia in Africa ha dado un gran impulso al crecimiento de la Iglesia en ese continente. Además, ha desarrollado la idea de Iglesia Familia de Dios que ha sido beneficiosa para la Iglesia universal. La Africae Munus quiere reforzar este dinamismo eclesial, indicar el programa de la actividad pastoral, de la evangelización, aún más, de la nueva evangelización del gran continente africano en las próximas décadas, subrayando la necesidad de reconciliación, justicia y paz.

El tema sinodal se refiere a la actividad evangelizadora de la Iglesia, pero también a la razón de ser de la comunidad política al servicio del bien común. Para permanecer anclado en el terreno firme del Evangelio, que inspira la Doctrina Social de la Iglesia, la Palabra de Dios ha guiado la reflexión del Santo Padre Benedicto XVI y de los padres sinodales. La Africae Munus reconoce la influencia benéfica de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre La Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, celebrada en el año 2008. Por tanto, además de la invitación a los cristianos a que sean la sal de la tierra y la luz del mundo (cfr Mt 5, 13-14) que anima todo el texto, el documento contiene abundantes referencias a la Sagrada Escritura. En concreto, el tema de cada una de las dos partes de la exhortación está asociado a una cita bíblica: la primera, “Ahora hago nuevas todas las cosas ” (Ap 21,5); y la segunda, “A cada cual se le otorga la manifestación especial del Espíritu para el bien común” (1 Cor 12,7).

2) Estructura y finalidad de la Africae Munus

La Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus está compuesta por dos partes, precedidas de una Introducción y seguidas por una Conclusión. La primera parte consta de dos capítulos: 1)“Al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz” y 2)“Los campos para la reconciliación, la justicia y la paz”. La segunda parte está formada por tres capítulos: 1) “Los miembros de la Iglesia”; 2)“Principales campos de apostolado”; y 3) “¡Levántate, toma tu camilla yy echa a andar! (Jn. 5,8)”.

En la Introducción, el Santo Padre Benedicto XVI recorre brevemente el itinerario de la II Asamblea Especial para África, para ofrecer a continuación sus abundantes frutos en la presente Exhortación Apostólica Postsinodal. Además, indica la finalidad del Africae Munus: entregar a todos los miembros del pueblo de Dios –obispos, sacerdotes, diáconos permanentes, personas de vida consagrada, catequistas y laicos- el precioso tesoro del “compromiso de África con el Señor Jesucristo” (AM 1). Dar “un impulso nuevo cargado de esperanza y de caridad evangélica” (AM 3) a la Iglesia en África a fin de que sea verdaderamente sal de la tierra y luz del mundo. La finalidad de esta misión es “llevar a África a ahondar en la vocación cristiana” viviendo “en nombre de Jesús la reconciliación entre las personas y las comunidades; y promover para todos la paz y la justicia en la verdad” (AM 1). Reavivando la fe y la esperanza, la Iglesia está llamada a “contribuir a la construcción de una África reconciliada, a través de los caminos de la verdad y de la justicia, del amor y de la paz “(cfr Sal 85,11)” (AM 2).

Atesorando las consideraciones de los Padres sinodales, la Africae Munus está bien contextualizada en el África de hoy, caracterizada por numerosos aspectos positivos y por graves problemas. Ante los desafíos de carácter social, político, étnico, económico y ecológico, como también ante pandemias como la malaria, el SIDA o la tuberculosis, África “conserva su alegría de vivir, de celebrar la vida que proviene del Creador, acogiendo los nacimientos para que crezcan la familia y la comunidad humana” (AM 9). Posee también un rico patrimonio intelectual, cultural y religioso. Por tanto, la Africae Munus invita a los africanos a la valentía de la fe y de la esperanza cristianas. El Papa Benedicto XVI ve en África “’un inmenso pulmón espiritual para la humanidad que parece en crisis de fe y de esperanza’, gracias a las extraordinarias riquezas humanas y espirituales de sus hijos, de sus culturas multicolores, de su suelo y subsuelo de inmensos recursos”. Sin embargo, para mantenerse en pie con dignidad, “África necesita oír la voz de Cristo que proclama hoy el amor al otro, incluso al enemigo” (AM 13). La exhortación se esfuerza por traducir la teología en pastoral, proporcionando indicaciones claras y prácticas para la actividad de la Iglesia en el futuro próximo.

3) Primera parte: “Ahora hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5)

La II Asamblea Especial para África ha permitido distinguir las estructuras portantes de la misión eclesial en el continente que aspira a la reconciliación, la justicia y la paz, las cuales deben ser traducidas por los pastores en líneas operativas en las Iglesias particulares. Dichas estructuras se describen en la primera parte de la Africae Munus, que se divide en dos capítulos.

El primer capítulo, “Al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz”, está compuesto por dos apartados:

1) “Servidores auténticos de la palabra de Dios”.Los cristianos son invitados a escuchar a Jesucristo, que los llama mediante su Palabra, para dejarse reconciliar con Dios y con el prójimo, camino necesario para la construcción de una comunidad y una nación reconciliadas.

2) “Cristo en el corazón de la realidad africana: fuente de reconciliación, justicia y paz”. En este capítulo se tratan los temas: “Dejaos reconciliar con Dios (2 Cor 5, 20b)”; “Ser justos y construir un orden social justo” (que a su vez contiene reflexiones sobre los argumentos “Vivir de la justicia de Cristo” y “Un orden justo en la lógica de las bienaventuranzas”); y “El amor en la verdad: fuente de paz” (que incluye “Servicio fraterno concreto” y “La Iglesia como centinela”).

Para proporcionar el fundamento interior necesario al compromiso por la paz, es preciso crear en los corazones la fuerza de la reconciliación. La Iglesia invita a la purificación interior del hombre, condición preliminar y esencial para la edificación de la justicia y de la paz. Solamente una reconciliación auténtica genera una paz duradera en la sociedad. “Dando y acogiendo el perdón se ha podido sanar la memoria herida de personas o de comunidades; y familias antes divididas han encontrado la armonía”. (AM 21). Obviamente, los responsables de crímenes deber ser buscados y enfrentados a sus responsabilidades, para que tragedias similares no se repitan más.

La construcción de un orden social justo compete a la esfera política. La Iglesia, sin embargo, tiene el deber de formar la conciencia de los hombres y las mujeres comprometidos en la construcción de una sociedad reconciliada en la justicia y en la paz. Su función es educar al mundo en el sentido religioso anunciado por Jesucristo. Es más, “el modelo por excelencia, a partir del cual la Iglesia piensa y razona, y que propone a todos, es Cristo” (AM22). La Iglesia trabaja en la formación cívica de los ciudadanos, también a través de las Comisiones Justicia y Paz. Vivir de la justicia de Cristo significa también esforzarse por hacer justicia a los pueblos –“dar a cada uno lo suyo”- ante graves injusticias como, por ejemplo, “que una minoría confisque los bienes de la tierra en detrimento de pueblos enteros” (AM 24), algo inaceptable e inmoral. La justicia debe estar sostenida por la subsidiariedad y la solidaridad, y animada por la caridad. “La caridad, que asegura el vínculo con Dios, va más lejos que la justicia distributiva” (AM 24). La justicia humana es siempre limitada e imperfecta; la justicia divina le ofrece el horizonte hacia el que debe tender para realizarse plenamente. Jesucristo propone no una revolución de tipo social o político, sino la del amor, sobre la que se basan las Bienaventuranzas. Ellas proporcionan un nuevo horizonte de justicia, inaugurado en el misterio pascual, capaz de hacer justas a las personas para construir un mundo mejor. Según la lógica del Evangelio de las Bienaventuranzas, “se ha de tener una atención preferencial con el pobre, el hambriento, el enfermo (…), con el extranjero, el humillado, el prisionero, el emigrante despreciado, el refugiado o el desplazado (AM 27).

La justicia divina fundada sobre el amor trasciende el minimum que exige la justicia humana y llega hasta el don de sí mismo por los hermanos. Toda sociedad necesita siempre el amor “que alivia los corazones heridos, solitarios, abandonados. Es el amor lo que crea la paz o la restablece en el corazón humano y la instaura entre los hombres”. (AM 29). La Iglesia está llamada a hacer oír la voz de Cristo en la situación actual en África, invitando a todos a “nacer de nuevo” (Jn 3, 7). Fiel al mandato de su Señor, “se siente impulsada a estar presente allí donde la humanidad conoce el sufrimiento y a hacerse eco del grito silencioso de los inocentes perseguidos, o de los pueblos cuyos gobernantes hipotecan el presente y el futuro en nombre de intereses personales” (AM 30). La Iglesia contribuye a forjar la nueva África, aunque lentamente.

El segundo capítulo, “Los campos para la reconciliación, la justicia y la paz”, indica algunos ámbitos de acción que, según los Padres sinodales, deberían ayudar a África a emanciparse de las fuerzas que la paralizan. Se divide en cuatro apartados:

1) “Atención a la persona humana”, que trata cinco puntos: “La metanoia: una auténtica conversión”; “Vivir la verdad del sacramento de la Penitencia y la Reconciliación”; “Espiritualidad de comunión”; “Enculturación del Evangelio y evangelización de la cultura”; y “El don de Cristo: la Eucaristía y la Palabra de Dios”.

La Africae Munus subraya la importancia de mantener una relación viva entre el catecismo aprendido de memoria y la catequesis vivida, que conduzca a una conversión profunda y duradera y, por tanto, a un compromiso efectivo para vivir el Evangelio a nivel personal, familiar y social. El sacramento de la Reconciliación, el encuentro con Jesucristo, el único Mediador, es suficiente para reconciliarnos con Dios y con el prójimo. Incluye la dimensión personal y comunitaria. Los ritos tradicionales de reconciliación, que tienen aspectos positivos pero también límites, pueden solamente ayudar a los fieles a acercarse con mayor profundidad y sinceridad a Cristo, en quien Dios nos reconcilia con Él y con el prójimo. La Iglesia, y en primer lugar los obispos, deben realizar una distinción profunda en los valores de las diversas culturas, con el fin de identificar los aspectos que promueven u obstaculizan la encarnación de los valores del Evangelio. El auténtico protagonista de la enculturación es el Espíritu Santo, “que actúa para que el Evangelio sea capaz de impregnar todas las culturas, sin dejarse atenazar por ninguna de ellas”. (AM 37). Jesucristo, que nutre a los fieles con la Eucaristía y la Palabra de Dios, establece, en la gracia del Espíritu, una nueva fraternidad, opuesta a la división, al tribalismo, al racismo y al etnocentrismo.

2)“La convivencia”,trata los siguientes temas: “La familia”, “Los ancianos”, “Los hombres”, “Las mujeres”, “Los jóvenes”, “Los niños”.

La Africae Munus dedica amplio espacio a la familia, santuario de la vida y célula vital de la sociedad y de la Iglesia. Ella es también el lugar propicio para la educación y la práctica de la cultura del perdón, de la paz y de la reconciliación. Ante las numerosas amenazas, la familia ha de ser protegida y defendida. La familia cristiana está llamada a ser ella misma “iglesia doméstica”, lugar donde “todos los miembros evangelizan y son evangelizados” (AM 46), conceden el espacio debido a la oración, celebran el domingo y los días de precepto, leen diariamente la Sagrada Escritura. Los ancianos están rodeados en África de una veneración especial. Son apreciados por la sabiduría y la experiencia, y desempeñan un papel muy positivo para todos los componentes de la familia, especialmente para los niños y las parejas jóvenes. La sociedad los necesita, sobre todo para anunciar el Evangelio. En este campo, África puede inspirar a las sociedades occidentales.

Después de subrayar el importante papel de los hombres, que viven “en la tierra la paternidad misma de Dios” (AM 53), la Exhortación muestra una sensibilidad especial hacia la mujer africana, que tiene una tarea insustituible en la sociedad y en la Iglesia. Invita a los cristianos a “combatir todos los actos de violencia contra las mujeres, a denunciarlos y a condenarlos” (AM 56). Los jóvenes, que forman la mayoría de la población africana, merecen una consideración particular. Los niños gozan de una atención privilegiada en la Iglesia, porque son don de Dios, fuente de esperanza y renovación. Deben ser objeto de cuidados especiales por parte de las familias y de la sociedad, sobre todo ante las situaciones intolerables y deplorables que el documento menciona en el n. 67.

3) La visión africana de la vida” considera “La protección de la vida”, “Respeto por la Creación y el ecosistema”, “La buena gobernanza de los Estados”, “Migrantes, desplazados y refugiados” y “Globalización y ayuda internacional”.

La concepción africana del mundo incluye el mundo visible e invisible, “los antepasados, los vivos y los aún por nacer, toda la creación y todos los seres” (AM 69), y predispone a la apertura del corazón y del espíritu para acoger el mensaje de Cristo y comprender el misterio de la Iglesia. Comprometida en la promoción de la vida y en el desarrollo integral “de todo hombre y de todo el hombre”, la Iglesia se opone al aborto y, entre otras cosas, “se alegra por la valentía de los gobiernos que han legislado en contra de la cultura de la muerte” (AM 70). La Iglesia, además, deplora los desastres y abusos causados por la droga y el alcoholismo. A través de sus instituciones sanitarias, está en primera línea a la hora de afrontar las pandemias de la malaria, la tuberculosis y el SIDA, que exige una respuesta médica y farmacéutica, pero principalmente ética. (Cfr AM 72-73). El analfabetismo se puede paragonar a estas pandemias. La Iglesia ofrece su contribución para acabar con este flagelo –una especie de muerte social- mediante una amplia red de escuelas católicas de todos los niveles.

África necesita el buen gobierno de los Estados, que se expresa en el respeto a las Constituciones, en la elecciones libres, en sistemas judiciales y carcelarios independientes, como también en la administración transparente, sin la tentación de la corrupción. El Documento invita a “hacer todo lo posible para llegar a la eliminación de la pena capital” y, al mismo tiempo, exhorta a la Iglesia a organizar la pastoral del mundo carcelario y a promover la justicia restitutiva. El buen gobierno se expresa también en el respeto a la creación, aprovechando la riqueza de las materias primas para el bien común y no para los intereses de pocos; y asimismo se manifiesta en el respeto del ecosistema, protegiendo los bienes esenciales como la tierra y el agua. La migración de millones de personas dentro y fuera de África se convierte en un drama de múltiples dimensiones que interpela no sólo a la Iglesia, sino también a toda la comunidad internacional. La Iglesia auspicia la globalización de la solidaridad que incluye “el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad” (AM 86).

4) Diálogo y comunión entre los creyentes” incluye “Diálogo ecuménico y desafío de los nuevos movimientos religiosos”; “Diálogo interreligioso” (referido a “Las religiones tradicionales africanas” y “El Islam”); y “Convertirse en ‘sal de la tierra’ y ‘luz del mundo’”.

Dado que las relaciones interreligiosas condicionan la paz, la Iglesia promueve el diálogo como actitud espiritual para favorecer las iniciativas orientadas a la paz y a la justicia. La reconciliación, también en África, pasa por la comunión de los discípulos de Jesucristo. A la necesidad del diálogo ecuménico hay que añadir la urgencia de una evangelización profunda del alma africana, con el fin de que los fieles puedan adquirir la capacidad de discernimiento ante la expansión de las llamadas iglesias autóctonas africanas, de los movimientos sincretistas y de las sectas. La mayor parte de los cristianos africanos proviene de las religiones tradicionales, con las que mantienen un contacto cotidiano. Es preciso proporcionar un discernimiento serio, aceptar elementos de las culturas tradicionales conformes con las enseñanzas de Jesucristo e individuar los puntos de ruptura, como los elementos mágicos o la brujería, que tienen repercusiones muy negativas para las familias y la sociedad. Al considerar las relaciones con el Islam, la Africae Munus reafirma la disponibilidad al diálogo en el respeto de la libertad religiosa, incluida la libertad de conciencia. También en el diálogo interreligioso, el cristiano acude a la fuente auténtica, Jesucristo, y se deja transformar por Él para llegar a ser ‘sal de la tierra’ y ‘luz del mundo’.

4) Segunda parte:"A cada cual se le otorga la manifestación
del Espíritu para el bien común »(1 Co 12,4-7)

En un continente africano marcado por los conflictos, la Iglesia indica el camino hacia Cristo que, ofreciendo su Espíritu, asegura su unidad en la diversidad de los dones recibidos para el bien común. Por lo tanto, todos los miembros del pueblo de Dios deben contribuir a la comunión y a la paz en la Iglesia y en la sociedad. De esta realidad trata la segunda parte de “Africae Munus”, que consta de tres capítulos.

El primer capítulo, "Los miembros de la Iglesia", subraya que la paz y la justicia nacen, ante todo, de la reconciliación del ser humano con Dios y consigo mismo. Este don de Dios invita a todos a convertirse, a volverse justos. En particular, se enumeran: "Los Obispos", " Los sacerdotes", "Los misioneros", "Los diáconos permanentes", " Las personas consagradas", " Los seminaristas", " Los catequistas" y “Los laicos".

El obispo, enamorado de Dios, se distingue por la santidad de vida, de la que proviene su autoridad moral y su credibilidad en el liderazgo de una iglesia particular. La unidad con el Sucesor de Pedro, así como la comunión con el presbiterio, sirven de antídoto contra los gérmenes de la división, contra la tentación de un nacionalismo que podría cegar, contra la absolutización de la cultura africana. Como buenos pastores, los obispos tienen la tarea de llevar la Buena Nueva a los fieles a través de una adecuada catequesis, dedicándose a la educación de los laicos, también en las esferas política y económica. La diócesis deberían ser “modélicas, tanto en el comportamiento de las personas como en la transparencia y la buena gestión financiera”. (AM 104). Para consolidar la comunión eclesial y promover la solidaridad pastoral, los obispos están llamados a colaborar con las Conferencias Episcopales nacionales, regionales y continentales, es decir, con el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM). Los sacerdotes, colaboradores indispensables del obispo, para llevar a cabo la obra de evangelización, están llamados a una vida santa y pacífica que trascienda las fronteras tribales y raciales, tocando los corazones de todos. Obedientes al obispo diocesano, deben ofrecer el testimonio de una vida ejemplar en el celibato y el desapego de los bienes materiales. Han de mantenerse fieles a su propia misión de pastores, según la voluntad de Dios, sin caer en la tentación de convertirse en líderes políticos o trabajadores sociales.

Africae Munus” elogia el celo apostólico de los muchos santos y generosos misioneros que llevaron a África la luz de Cristo y suscitaron numerosos santos africanos, modelos en que inspirarse.”Es de desear que se renueve y promueva su culto”.(AM 113). Además, se invita a los pastores de las Iglesias particulares a “identificar aquellos siervos africanos del Evangelio que pueden ser canonizados según las normas de la Iglesia, no sólo para aumentar el número de los santos africanos, sino también para tener nuevos intercesores en el cielo”. ( AM 114).

La Exhortación pone de relieve la importancia del servicio eclesial de los diáconos permanentes, en cuanto padres de familia y de los fieles entre los que llevan a cabo el servicio pastoral. Las personas consagradas merecen especial atención por el testimonio de una vida confiada radicalmente a Dios y dedicada a servir a los demás, especialmente en el vasto ámbito pastoral, así como en tantas instituciones de educación, de sanidad y promoción humana. Los seminaristas están llamados a prepararse para el sacerdocio desde el punto de vista teológico y espiritual, en ambientes que propicien también su crecimiento humano y psicológico. Están llamados también a ser apóstoles de los jóvenes. La Exhortación destaca la gran aportación de los catequistas en la obra de evangelización, y exhorta a los responsables a cuidar de su formación permanente para que puedan contribuir cada vez mejor a la difusión del evangelio de Jesús entre quienes todavía no lo conocen. Como los diáconos permanentes, también los catequistas están invitados a ser, junto con sus familias, modelos de vida cristiana. Los laicos, testigos de Cristo, hacen presente a la Iglesia en la vida del mundo. Bien formados "los laicos, hombres y mujeres, están llamados ante todo a la santidad y a vivir esta santidad en el mundo" (AM 129), mostrando que el trabajo, antes que ser un medio de lucro, es el lugar de la realización personal y del servicio al prójimo. Quienes están comprometidos en los sectores político, económico, cultural y social deberían estar familiarizados con la Doctrina Social de la Iglesia.

El segundo capítulo, "Principales campos de apostolado", está organizado en 4 apartados: "La Iglesia como presencia de Cristo", "El mundo de la educación", "El mundo de la salud", "El mundo de la información y la comunicación".

La Iglesia, misterio y sociedad visible, se expresa en diferentes realidades: diócesis, parroquias, comunidades de base, movimientos y asociaciones, familias cristianas. Todos ellos son “lugares propicios para acoger y vivir el don de la reconciliación ofrecido por Cristo, nuestra paz”. (AM 133). “Africae Munus” se adentra posteriormente en los diversos sectores de la actividad pastoral de la Iglesia, subrayando el precioso instrumento de las escuelas católicas “para aprender a tejer en la sociedad, desde la infancia, lazos de paz y armonía mediante la educación en los valores africanos impregnados de los del Evangelio”(AM 134). Las universidades y las instituciones académicas católicas tienen un papel importante en la búsqueda de la Verdad que trasciende la medida humana, pacifica a las personas y reconcilia a las sociedades entre sí, ayudando a la sociedad africana no sólo a comprender mejor los retos actuales, sino a enfrentarlos a la luz del Evangelio. Manteniendo la identidad católica y en conformidad con la Doctrina Social de la Iglesia, contribuyen a desarrollar la teología africana, a promover la enculturación, a ofrecer a la Iglesia la posibilidad de presencia y acción en el ámbito de los cambios culturales.

Siguiendo el ejemplo de Jesucristo, la Iglesia, a través de sus instituciones sanitarias, continúa curando a los enfermos, en cada uno de los cuales ve un miembro del cuerpo de Cristo que sufre. Se esfuerza en la lucha contra las enfermedades y las grandes pandemias, fiel a sus enseñanzas éticas y en favor de la vida. La gestión de los fondos debe ser transparente y servir sobre todo al bien del enfermo. Se deben multiplicar, en la medida de lo posible, “los pequeños dispensarios que aseguren en las cercanías una atención de primeros auxilios” (AM 141). Debemos agradecer a todas las personas e instituciones, sobre todo de vida consagrada, sus esfuerzos en los sectores de la educación y la salud, animándoles a que intensifiquen sus esfuerzos a pesar de las muchas dificultades y desafíos.

Los medios de comunicación son importantes instrumentos de la evangelización, además de “una herramienta para formar a los pueblos africanos en la reconciliación en la verdad, en la promoción de la justicia y la paz. " (AM 145). La Iglesia debe estar más presente en los medios de comunicación, consciente de que “las nuevas tecnologías de la información pueden llegar a ser potentes instrumentos de cohesión y de paz o, por el contrario, promotores eficaces de destrucción y división”. (AM 143). Se espera mejorar el uso de los medios de comunicación católicos, también con una mayor coordinación de las estructuras existentes, para una promoción más amplia de la paz, la justicia y la reconciliación en África.

El tercer capítulo, “¡Levántate, toma tu camilla y echa a andar!" (Jn 5, 8) , se divide en tres apartados : "Jesús en la piscina de Betesda "; " Palabra de Dios y Sacramentos” - que a su vez trata "La Sagrada Escritura", "La Eucaristía", "Reconciliación"-; y "La Nueva Evangelización" -que reflexiona sobre "Portadores de Cristo, “Luz del Mundo”, "Testigos de Cristo resucitado", "Misioneros seguidores de Cristo”-. La exhortación concluye con un llamamiento lleno de esperanza: "¡Ánimo! Levántate, que te llama" (Mc 10, 49)."

El Santo Padre Benedicto XVI retoma algunos puntos ya mencionados anteriormente, proporcionando directrices operativas para su aplicación. Refiriéndose a la curación de los enfermos en la piscina de Betesda, “Africae Munus indica que “la acogida de Jesús ofrece a África una curación más eficaz y más profunda que cualquier otra” (AM 149). En primer lugar, la Iglesia ofrece a los corazones rotos y heridos la proclamación de la Palabra de Dios que sana, libera y reconcilia. De ahí que la exhortación recomiende a los fieles y a cada familia y comunidad que lean la Biblia todos los días, que se familiaricen con la lectio divina y promuevan el apostolado bíblico, permitiendo que la Palabra de Dios regenere la comunión fraternal. La Eucaristía es el medio más eficaz para la construcción de una vida de comunión íntima con Dios y con el prójimo. A través de Cristo-Eucaristía, los fieles se hacen consanguíneos y, por lo tanto, verdaderamente hermanos y hermanas. "Este vínculo de fraternidad es más fuerte que el de nuestras familias humanas, de nuestras tribus”. (AM 152). La celebración eucarística ha de prolongarse en la vida personal, familiar y social. Esta es la "coherencia eucarística" que interpela toda conciencia cristiana. Africae Munus insta a la Iglesia en África a cuidar especialmente la celebración de la Eucaristía, haciendo propia la propuesta de los Padres sinodales de celebrar un Congreso Eucarístico Continental.

El Sacramento de la Reconciliación sana las heridas y cura los corazones lacerados, renueva los vínculos rotos entre el ser humano y Dios y restablece los lazos en la sociedad. Por ello se anima a todos los fieles “a poner de nuevo el sacramento de la Penitencia en su verdadero lugar, en su doble dimensión personal y comunitaria”. (AM 156). Para fomentar la celebración de este sacramento, Benedicto XVI hace suyo el deseo de los Padres sinodales de “celebrar cada año en todos los países de África un día o una semana de la reconciliación, especialmente durante el Adviento y la Cuaresma". De acuerdo con la Santa Sede, el SCEAM podrá “promover un Año de la reconciliación de alcance continental, para pedir a Dios un perdón especial por todos los males y ofensas que los seres humanos se han infligido en África unos a otros, y para que se reconcilien las personas y los grupos que han sido heridos en la Iglesia y en el conjunto de la sociedad. "(AM 157).

La Iglesia en África debe comprometerse cada vez más en la evangelización -que afecta al aspecto de la pastoral ordinaria-, en la misión ad gentes -llevando la Buena Nueva de Jesucristo a las personas que no lo conocen-, así como en la nueva evangelización para los que ya no siguen la práctica cristiana. La nueva evangelización en África “está particularmente relacionada con el servicio de la Iglesia con vistas a la reconciliación, la justicia y la paz”. (AM 169). Dios bendecirá un corazón reconciliado con el don de la paz. El fiel reconciliado se convertirá en artífice de paz y en promotor de justicia.

Sólo la evangelización animada por el Espíritu Santo da frutos espirituales y se convierte en la ley nueva del Evangelio. "El corazón de toda actividad evangelizadora es el anuncio de la persona de Jesús, el Verbo de Dios encarnado (cf. Jn 1,14), muerto y resucitado, siempre presente en la comunidad de los fieles, en su Iglesia” (cf. Mt 28,20). (AM 160). Hay que encontrar un nuevo fervor, propio de los numerosos santos y mártires, confesores y vírgenes del continente africano. La nueva evangelización, por tanto, debe utilizar los nuevos métodos que tenemos hoy a disposición.

En varios países de África, la Iglesia ha conmemorado el centenario de la evangelización, comprometiéndose a difundir el Evangelio entre los que todavía no conocen a Jesucristo. Guiados por la gracia del Espíritu Santo, los cristianos están llamados a emprender “el camino de la santidad para llegar a ser cada día más apóstoles de la reconciliación, la justicia y la paz” (AM 171). Por lo tanto, la misión ad gentes va de la mano con la nueva evangelización, que "debe integrar la dimensión intelectual de la fe con la experiencia viva del encuentro con Jesucristo, que está presente y activo en la comunidad eclesial” (AM 165). Mediante el envío de sacerdotes y personas de vida consagrada, la Iglesia en África está llamada a contribuir a la nueva evangelización, también en los países secularizados de antigua tradición cristiana, de los que procedían en pasado muchos misioneros.

En la Conclusión, la Exhortación Apostólica Post-sinodal invita a los cristianos y a todo el continente a la esperanza: "¡Ánimo! Levántate, que te llama" (Mc 10, 49). A la palabra del Señor Jesús hace eco la exhortación del Santo Padre Benedicto XVI: "Levántate, Iglesia en África" ​​(AM 173). Esta esperanza se basa en el amor del Dios Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, fuente de la reconciliación, la justicia y la paz. Asegurando la cercanía de toda la Iglesia Católica, el Santo Padre confía el proceso de evangelización del continente africano a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Nuestra Señora de África, a San José y a todos los santos y santas venerados en África. Formulando votos para que “el milagro de Pentecostés prosiga en el continente africano, y todo hijo de la Iglesia sea cada vez más apóstol de la reconciliación, la justicia y la paz” (AM 176), manifiesta el deseo de que la Iglesia Católica en África “sea siempre uno de los pulmones espirituales de la humanidad y se convierta cada día más en una bendición para el noble continente africano y para todo el mundo”. (AM 177).

5) Ideas claves y operativas de “Africae Munus”

Al final de esta breve presentación del contenido de la Exhortación Apostólica Post-sinodal, puede ser útil resumir algunas ideas clave y operativas de Africae Munus. Ésta se compone de dos partes. En la primera parte (nn. 14-96), se disciernen las estructuras base de la misión eclesial en el continente que aspira a la reconciliación, la justicia y la paz, y que tiene como fuente, la persona de Jesucristo. Escuchándole, los cristianos están invitados a dejarse reconciliar con Dios (cf. 2 Cor 5, 20b), a ser justos para construir un orden social justo, de acuerdo con la lógica de las Bienaventuranzas, comprometiéndose en el servicio fraterno por amor a la verdad, fuente de la paz. Por lo tanto, también se indican los campos para la reconciliación, la justicia y la paz, como una verdadera conversión, la celebración del Sacramento de la Reconciliación, una espiritualidad de comunión, la enculturación del Evangelio, la protección de la vida, los migrantes, los prófugos y los refugiados, el buen gobierno de los Estados, el diálogo ecuménico e interreligioso, especialmente con las religiones tradicionales y el Islam. En la segunda parte (nn. 97-177), todos los miembros de la Iglesia son invitados a contribuir a la paz y a la comunión en la Iglesia y en la sociedad. También se muestran las áreas de apostolado: la Iglesia como presencia activa y eficaz de Jesucristo; el mundo de la educación, de la salud y los medios de comunicación. La exhortación abre los horizontes de la esperanza a África que, acogiendo a Jesucristo debe emanciparse de las fuerzas que la paralizan.

Africae Munus” se encuentra en continuidad con Ecclesia in Africa, fruto de la I Asamblea Especial para África, que dio un gran impulso al crecimiento de la Iglesia en África, desarrollando, entre otras cosas, la idea de Iglesia Familia de Dios, para el beneficio de la Iglesia universal. “Africae Munus” quiere reforzar ese dinamismo eclesial, indicando el programa de la actividad pastoral en las próximas décadas de la evangelización del gran continente africano, haciendo hincapié en la urgente necesidad de la reconciliación, la justicia y la paz.

La Iglesia, sacramento de la unión con Dios y con los hombres, debe ser el lugar de la reconciliación, don de Dios, para ser un instrumento eficaz de la justicia y la paz de toda la sociedad. La reconciliación proviene del misterio de Jesucristo resucitado, presente en su Iglesia a través de la Palabra de Dios y los Sacramentos, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía. En la gracia del Espíritu, la Eucaristía establece una nueva hermandad que trasciende idiomas, culturas, grupos étnicos, divisiones, tribalismo, racismo y etnocentrismo. En su obra de evangelización y educación en la fe cristiana, la Iglesia debe poner el acento en una catequesis vivida que conduzca a una conversión profunda y a un compromiso efectivo de vivir el Evangelio a nivel personal familiar y social. Para apoyar la promoción humana, es de gran ayuda la Doctrina Social de la Iglesia.

Africae Munus” ofrece a la Iglesia en África guías prácticas para la actividad pastoral en las próximas décadas.

- Sigue siendo urgente la evangelización ad gentes en África, el anuncio del Evangelio a quienes todavía no conocen a Jesucristo. Es la prioridad pastoral que involucra a todos los cristianos de África.

- También se debe animar, cada vez mejor, la evangelización ordinaria en las respectivas Iglesias particulares, comprometiéndose en promover la reconciliación, la justicia y la paz.

- Urge también trabajar por la nueva evangelización en África, especialmente de aquellos que se han apartado de la iglesia o no siguen la conducta cristiana. Los cristianos africanos, en particular el clero y los miembros de la vida consagrada, están llamados a apoyar la nueva evangelización también en los países secularizados. Se trata de un intercambio de dones, dado que misioneros africanos ya actúan en los países de los cuales vinieron los misioneros a anunciar la Buena Nueva en África.

Entre las diversas propuestas operativas de “Africae Munus” hay que señalar:

- Los santos, personas reconciliadas con Dios y con el prójimo, son los artífices ejemplares de la justicia y los apóstoles de la paz. La Iglesia –cuyos miembros están llamados a la santidad- debe encontrar un nuevo fervor, propio de los numerosos santos y mártires, confesores y vírgenes del continente africano, cuyo culto es necesario renovar y promover (véase AM 113).

- Para tener más ejemplos actuales y, además, nuevos intercesores en el cielo, se insta a los pastores de las Iglesias particulares a “identificar aquellos siervos africanos del Evangelio que pueden ser canonizados según las normas de la Iglesia” (AM 114).

- Asimismo, se deben fortalecer ulteriormente los vínculos de comunión entre el Santo Padre y los Obispos de África, así como entre los obispos del continente a nivel nacional, regional y continental.

- Se espera que “los Obispos se comprometan ante todo a promover y sostener efectiva y afectivamente el Simposium de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECEAM) como una estructura continental de solidaridad y comunión eclesial.” (AM 107).

- Para profundizar en el misterio de la Eucaristía y para aumentar la devoción a la Eucaristía, se respalda la propuesta de los Padres sinodales para celebrar un Congreso Eucarístico Continental (ver AM 153).

- Se anima a la celebración anual en distintos países africanos de “un día o una semana de reconciliación, particularmente durante el Adviento o la Cuaresma”. (AM 157).

- De acuerdo con la Santa Sede, el SECEAM podría contribuir al lanzamiento de un “Año de la reconciliación de alcance continental, para pedir a Dios un perdón especial por todos los males y ofensas que los seres humanos se han infligido en África unos a otros, y para que se reconcilien las personas y los grupos que han sido heridos en la Iglesia y en el conjunto de la sociedad”(AM 157).

La Iglesia en África, grata por el don de la fe en el Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se compromete con renovado impulso en la evangelización y en la promoción humana, para que todo el continente se transforme en un vasto campo de reconciliación, de justicia y de paz. De esta manera, la Iglesia contribuye a forjar a la nueva África, llamada a ser cada vez más "pulmón espiritual" de la humanidad.

 

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