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Razón de la Encarnación: No dejar que el hombre fuese asediado por el pecado y entregado a la muerte 

"Ya que es claro que el Creador del universo es providente hacia sus criaturas, aparece indudable e impugnable la razón de la Encarnación del Salvador. Ya que convenía a quien había diseñado el universo y había dado el ser a las cosas que no eran no dejar perecer la raza de los hombres, por la que había preparado todas las cosas que se ven. La tierra de hecho es el lugar donde viven, y tienen el cielo como techo; el aire, y el mar, los ríos y las fuentes y los fragmentos de las nubes y los rocíos y las auras, y además las plantas – las fructíferas y las infructíferas - y los animales – terrestres y alados y acuáticos y anfibios - y la infinita especie de las hierbas y las minas de los metales están al servicio del género humano; y todavía, el sol y la luna y la multitud de los astros, dividiendo el tiempo, lo distribuyen en partes iguales, y uno ilumina el día y llama al trabajo, y el otro, junto con los astros, tiene en suerte el trabajo de iluminar la noche. El Señor del Universo no considera justo dejar que aquél, por el que todas las cosas han sido hechas, fuese acechado del pecado y entregado como prisionero a la muerte. Y por ello el vistió la forma humana y cubrió la naturaleza invisible con la visible, y la visible la custodió sin pecado y conservó intacta la escondida; de hecho ni ésta participó de las pasiones de la carne, ni la carne participó de las manchas del pecado. [...] Así, cuando quiso dar a todos los hombres un remedio saludable, no se sirvió, como sus ayudantes, de los Ángeles o Arcángeles, ni del cielo emanó una voz sonora e adecuada a todos los hombres, sino que del útero de una virgen se construyó un habitáculo humano y de allí salió fuera, visto como un hombre y adorado como Dios, generado de la sustancia del Padre, antes del principio de los siglos, y tomando de la virgen el elemento visible, siendo al mismo tiempo nuevo y eterno."

Teodoreto, Curación de las enfermedades de los paganos (cfr. VI, 74–78) 

 

Oración 

Señor, haz que yo te busque invocándote, y te invoque creyéndote, porque tu anuncio nos ha llegado. Te invoca Señor mi fe, que me has dado e inspirado mediante tu Hijo hecho hombre, por obra de tu Mensajero.Conf. 1,1.

 

De Ateneo Pontificio Augustinianum

      

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