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  SAN PABLO

 LAS PRIMERAS ESTRUCTURAS DE LA IGLESIA
 

CORINTO

En esta ciudad cosmopolita donde florecía el culto de Afrodita, Pablo conoce a Áquila y a su mujer Priscila, un matrimonio judío que había sido expulsado de Roma en el 49 con el edicto del emperador Claudio, “porque los judíos eran una causa permanente de desórdenes a impulsos de un tal Crestos” (Suetonio, Claudio 25,11). Los volveremos a encontrar en Roma, después de la muerte de Claudio, en el 54, que esperan la llegada del Apóstol prisionero. Mientras tanto, lo acompañan a Éfeso, ocupándose de la Iglesia y evangelizando.

Pablo, que desea trabajar como hacen los rabinos para asegurar la gratuidad de su servicio apostólico, se queda a trabajar con el matrimonio fabricando tiendas, pues eran de su mismo oficio. El sábado, en la sinagoga, trata de demostrar a los doctores de la ley el mesianismo de Jesús; el jefe de la sinagoga, Crispo, se hizo bautizar con toda su familia. La Iglesia de Corinto, que acoge también a los paganos, se desarrolla muy rápidamente y se convierte en su base ya que Roma es inaccesible por el decreto de expulsión de Claudio. Pablo permanece aquí 18 meses.

Hay un problema que surge cada vez con más frecuencia: las autoridades de las sinagogas, que benefician de privilegios, no desean que se siga confundiendo a los cristianos con una secta judía disidente, aunque en realidad estos ya no dependen de ellos. Acabarán por acusar a Pablo de propaganda religiosa ilícita ante el procónsul Galión (hermano del filósofo Séneca). Tras oír las acusaciones, se niega a escuchar la defensa, declarándose incompetente, pues Pablo es judío y se trata de disputas relativas a su ley (Hch 18,12-16). Pablo se embarca rumbo a Antioquía con Priscila y Áquila. El matrimonio se queda en Éfeso y formará el núcleo de la futura comunidad.

Muchos historiadores sitúan el “Concilio de Jerusalén” y el incidente de Antioquía al final de este segundo viaje, en el 52.

ÉFESO: PRISCILA Y ÁQUILA DIRIGEN LA IGLESIA

Es el tercer lugar de difusión de la Palabra, según los Hechos. Pablo se queda en este gran centro de intercambios culturales, religiosos y comerciales entre Oriente y Occidente más de dos años y funda una Iglesia. La confrontación con el judaísmo cede el paso al encuentro con otras corrientes religiosas: Artemisa es la gran diosa de Éfeso. Priscila y Áquila dirigen la comunidad y enseñan con zelo. De este modo exponen “más exactamente el camino” a Apolo, que tendrá mucho éxito cono catequista en Éfeso y Corinto.

MILETO: LAS ESTRUCTURAS DE LA IGLESIA

De regreso a Jerusalén, Pablo, “encadenado en el Espíritu”, convoca a los Ancianos de la Iglesia de Éfeso. Predice su próximo fin, les exhorta a la vigilancia, al trabajo, a socorrer a los pobres y los débiles: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir”. Por último, les deja como testamento la “construcción del edificio”, o mejor dicho, la encomienda al poder de la Palabra, “que tiene poder para construir”: la actividad de la Palabra es primaria, es ella quien construye la Iglesia.
La escena termina con emoción: la asamblea se arrodilla, reza, y todos abrazan a Pablo; todos se encomienda a Dios y a su Palabra. Este episodio es importante para la historia institucional de la Iglesia: estos Ancianos o presbíteros convocados por Pablo y que el califica como pastores y obispos, encargados de alimentar y guiar espiritualmente, como vigilantes (es el sentido del nombre obispo) al pueblo de Dios, no reciben sus poderes de la asamblea de los fieles si no del Espíritu.

Durante su ministerio “independiente” y ante situaciones inéditas, Pablo tenía que aportar innovaciones a nivel doctrinal con las que justificar sus llamamientos a los creyentes para que se reunieran en comunidades unidas. De hecho, Pablo consiguió crear, por los lugares donde pasó, Iglesias muy unidas que podían subsistir y desarrollarse fuera de las estructuras vinculadas a las sinagogas.

 
 

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