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Capítulo 10

1 Mardoqueo decía: «¡Todo esto proviene de Dios!

2 Yo recuerdo el sueño que tuve acerca de esto y no se ha omitido un solo detalle:

3 había una pequeña fuente convertida en río, luego una luz además del sol y agua abundante. El río es Ester, a la que el rey tomó por esposa y convirtió en reina;

4 los dos dragones somos yo y Amán;

5 las naciones son las que se reunieron para hacer desaparecer el nombre de los judíos.

6 y mi nación es Israel, los que clamaron a Dios y fueron salvados. El Señor ha liberado a su pueblo, el Señor nos ha librado de todos esos males, y Dios hizo esos grandes signos y prodigios, como nunca sucedió entre las naciones.

7 Por eso el Señor ha establecido dos suertes, una para el pueblo de Dios y otra para todas las naciones paganas.

8 Y estas dos suertes se han verificado en la hora, el momento y el día del juicio delante de Dios y para todos los pueblos.

9 Sí, Dios se acordó de su pueblo e hizo justicia a su herencia.

10 Por eso estos días del mes de Adar, el catorce y el quince de dicho mes, serán celebrados como días de asamblea, de gozo y alegría delante de Dios, a lo largo de todas las generaciones, en Israel, su pueblo».

11 El cuarto año del reinado de Tolomeo y de Cleopatra, Dositeo, que decía ser sacerdote y levita, y su hijo Tolomeo trajeron la presente carta acerca de los «Purím», declarando que era auténtica y que había sido traducida por Lisímaco, hijo de Tolomeo, uno de los habitantes de Jerusalén.




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