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HOMILÍA DEL CARDENAL JOSÉ SARAIVA MARTINS
 EN LA MISA DE BEATIFICACIÓN
DE CLEMENS AUGUST VON GALEN


Basílica Vaticana
Domingo 9 de octubre de 2005

 

1. En la iglesia de Santa María del Alma, que aquí en Roma es la iglesia nacional alemana, se encuentra el sepulcro del Sumo Pontífice Adriano VI, conocido porque durante muchos siglos fue el último Papa no italiano. En su monumento sepulcral se encuentra el siguiente epitafio:  "Por desgracia, ¡cuánto influyen las condiciones de los tiempos en la eficacia de las virtudes, incluso del mejor de los hombres!". Este epitafio se refiere de modo negativo a las condiciones de los tiempos en que vivió Adriano VI, pero contiene también un juicio muy positivo a propósito de las virtudes eximias que practicó, precisamente en las condiciones adversas de su tiempo.

Pues bien, si hay una nota dominante en la célebre figura del cardenal Clemens August von Galen, obispo de Münster, cuya beatificación hoy llena de alegría nuestro corazón, es precisamente que practicó de modo eminente y heroico las virtudes del cristiano y del pastor en un tiempo muy difícil para la Iglesia y para la nación alemana. Alemania, entonces, estaba bajo el domino del nacionalsocialismo. La diócesis de Münster puede sentirse muy orgullosa de haber tenido como obispo, en la cátedra de san Ludgero, a un pastor que se opuso intrépidamente a esa ideología que despreciaba a la humanidad y a la máquina de muerte del Estado nacionalsocialista, hasta el punto de merecer el apelativo de "León de Münster".

2. Clemens August von Galen nació el 16 de marzo de 1878 en el castillo de Dinklage, en la región de Oldenburg, cerca de Münster. Creció en un ambiente rural, en una gran familia comprometida en la vida eclesial y social de su tiempo. Después de terminar los estudios escolares y los sacerdotales, en 1904 fue ordenado sacerdote. Durante dos años fue capellán en la catedral de Münster y secretario de su tío, el obispo auxiliar Maximiliam Gereon von Galen. Uno de los mayores cambios de su vida fue su traslado a Berlín. Durante 23 años debió afrontar el difícil período de la primera guerra mundial y los desórdenes de la República de Weimar, con sus graves consecuencias sociales. En 1929 fue nombrado párroco de la iglesia parroquial de San Lamberto en Münster. El segundo cambio de su vida, aún más importante, fue su inesperado nombramiento como obispo de Münster, en el otoño de 1933.

3. El obispo Clemens August, conde de Galen, fue uno de los más conocidos representantes de la oposición de la Iglesia al injusto régimen nacionalsocialista. Si nos preguntamos de dónde le venía el atrevimiento de censurar públicamente a los nazis, con argumentos muy claros, por violar los derechos humanos fundamentales, y cómo logró perseverar en esa denuncia, debemos considerar tres grandes factores que contribuyeron a su fuerte personalidad de hombre, primero de creyente y después de obispo. Son la familia, la fe y la política, pero sin perder de vista jamás que la actitud del beato brotaba de sus profundas virtudes cristianas.

Clemens August provenía de una familia unida, gracias a una gran tradición, tanto a la Iglesia como a la vida pública. Su padre se interesaba por los asuntos públicos y su madre cuidaba de la cohesión de la familia:  estas realidades proporcionaron a Clemens August y a sus hermanos una seguridad y una base para la vida que, más tarde y de forma inesperada, le ayudó a superarse a sí mismo y a superar la tradición del ambiente en el que había nacido.

La vida de la familia von Galen estaba tradicionalmente muy orientada en el sentido de la responsabilidad pública con respecto a todos los hombres en la Iglesia y en la sociedad. En la mesa de familia, en el castillo de Dinklage, además del coloquio familiar y de la oración del rosario, se hablaba también de política, a propósito de la cual ofrecía constantemente ocasión la actividad del padre, que era diputado de la Dieta en Berlín.

Indudablemente, sólo gracias a una espiritualidad profunda y al mismo tiempo muy sencilla, claramente fundada en la Eucaristía y en la devoción a la Madre de Dios, pudo hacer lo que hizo.
En contraste con los ensordecedores sonidos de la música marcial y con las frases vacías de los altavoces, provenientes de las tribunas oratorias, contrapuso la veneración a la sagrada Eucaristía, la silenciosa adoración contemplativa del Señor convertido en pan. Ante el Señor presente sacramentalmente en el Pan eucarístico, aparentemente indefenso y tan poco reconocible, encontró la fuerza y el único alimento que podía saciar de modo duradero el deseo de vida de los hombres.
La fuerza unificadora de la vida espiritual del nuevo beato fue su fe profunda, viva, vivificada por una caridad operante con todos, especialmente con los que sufrían. Su espiritualidad, inspirada en el Evangelio, permitió a von Galen ser transparente en su papel público. Todas sus acciones y todas sus virtudes emanaban de su fe vivida.

4. Desde los comienzos de su actividad pastoral en Münster, el obispo von Galen ya había desenmascarado la ideología nazi y el desprecio que esta tenía por los hombres. En pleno tiempo de guerra, es decir, en el verano de 1941, la criticó aún más duramente en tres sermones predicados en los meses de julio y agosto de ese año, que se han hecho famosos. En ellos denunció el cierre forzado de los conventos y el arresto de los religiosos. Se pronunció con vigor contra la deportación y la destrucción de las personas acerca de las cuales el régimen afirmaba que no merecían vivir, es decir, los discapacitados mentales. Las ardientes palabras del Obispo golpearon a fondo la máquina de muerte del nacionalsocialismo.

Estas argumentaciones tan claras enfurecieron a los gobernantes nazis, que no sabían qué hacer, porque, a causa de la extraordinaria autoridad del obispo von Galen, no osaban arrestarlo o asesinarlo.

No se trataba ya de una valentía innata, y tampoco de una temeridad excesiva. Solamente un profundo sentido de responsabilidad y una visión clara de lo que era correcto y de lo que no lo era podían inducir al obispo Clemens August a pronunciar esas palabras, las cuales nos invitan a reflexionar sobre la luminosidad de su testimonio de fe; nos invitan a imitar su ejemplo a nosotros, que vivimos en tiempos quizá aparentemente menos amenazadores, pero no menos problemáticos con respecto a la vida humana.

Reflexionando sobre lo que había sucedido entonces, el cardenal von Galen repasó luego todo eso con el pensamiento en marzo de 1946, diciendo:  "Dios me puso en una situación que me obligaba a llamar negro a lo negro, y a llamar blanco a lo blanco, como se dice en la ordenación episcopal. Sabía que podía hablar en nombre de miles de personas que, como yo, estaban convencidas de que solamente apoyándose en el fundamento del cristianismo nuestro pueblo alemán puede estar verdaderamente unido y alcanzar un futuro bendito".

5. Queridos peregrinos y peregrinas alemanes, podemos contemplar llenos de gratitud a esta gran personalidad de vuestra patria. El beato obispo Clemens August comprendió quién es nuestro Dios,  y en él puso toda su esperanza (cf. Is 25, 9). Primero como párroco y después como obispo, no escatimó esfuerzos en su ministerio pastoral; supo soportar privaciones (cf. Flp 4, 12), y estuvo dispuesto a dar su vida por el servicio a los hombres. En efecto, era plenamente consciente de su responsabilidad ante Dios. Por eso el Señor lo hizo partícipe  de las riquezas de su gloria (cf. Flp 4, 19),  de  las  que nos habla san Pablo en el pasaje de la carta a los Filipenses que acabamos de escuchar. Por  la  fe estamos convencidos de que él  fue  llamado  y elegido para participar en el banquete nupcial, en la perfección de la gloria divina; banquete nupcial  en  el  que nos hace meditar la estupenda parábola de Jesús, propuesta por el Evangelio de la liturgia de hoy (cf. Mt 22, 1-14).

Deseo congratularme con la diócesis de Münster porque, precisamente en el año en que se recuerda su erección, que tuvo lugar hace doce siglos, puede celebrar con alegría y sano orgullo esta beatificación aquí, sobre la tumba del apóstol san Pedro, para fortalecer sus raíces apostólicas, hundiéndolas aún más en el magisterio del Vicario de Cristo, hoy, por gracia de Dios, Benedicto XVI. Quiera Dios que el nuevo beato sea un estímulo para que la diócesis de Münster mantenga siempre viva su rica herencia, siempre actual, haciéndola fecunda para los hombres de nuestro tiempo.

El Señor bendiga, por intercesión del nuevo beato, a la querida y venerada diócesis de Münster y a toda la Iglesia que está en Alemania.

 

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