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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON MOTIVO DEL  350° ANIVERSARIO DE LA INSTITUCIÓN
DE LA DIÓCESIS DE PRATO (ITALIA)

 

Al venerado hermano
GASTONE SIMONI
Obispo de Prato

1. El notable incremento de la población y el desarrollo económico y social de la ciudad de Prato, con las consiguientes necesidades espirituales de la comunidad cristiana reunida en torno a la colegiata de San Esteban, a mediados del siglo XVII impulsaron a mi venerado predecesor Inocencio X a acoger las súplicas de los fieles:  con la bula Redemptoris nostri, el 22 de septiembre de 1653 instituyó la diócesis de Prato, uniéndola aeque principaliter, in persona episcopi, a la Iglesia de Pistoya.

En el 350° aniversario de ese feliz acontecimiento, me uno de buen grado a esa diócesis para elevar a Dios sentimientos de alabanza y gratitud. Lo saludo cordialmente a usted, venerado hermano, y a su querido predecesor, monseñor Pietro Fiordelli, primer obispo residencial de la Iglesia diocesana de Prato, que el Papa Pío XII, de venerada memoria, con la constitución apostólica Clerus populusque, del 25 de enero de 1954, separó de la de Pistoya. La conmemoración de esas dos etapas importantes de la vida de vuestra diócesis se enriquece, además, con el recuerdo de otro acontecimiento eclesial:  el V centenario de la fundación del monasterio de las Dominicas de San Vicente y de Santa Catalina de Ricci. De buen grado me uno a la alegría de todos los habitantes de esa tierra, deseándoles que sigan edificando, con confianza y laboriosidad, una sociedad cada vez más solidaria, sobre la base de las antiguas tradiciones espirituales que constituyen su patrimonio más valioso.

2. El 19 de marzo de 1986, durante mi visita a la ciudad de Prato, puse de relieve que la "ciudad y el templo" en vuestra diócesis han caminado en estrecha sintonía a lo largo de los siglos, en beneficio de todos los ciudadanos. En efecto, gracias a la presencia de una activa comunidad cristiana, la población de Prato, cultivando una sincera devoción a san Esteban protomártir y sobre todo a la santísima Virgen en el culto del Sagrado Cíngulo, ha visto madurar en ella abundantes frutos de santidad.

¡Cómo no recordar, por ejemplo, a santa Catalina de Ricci, gran mística dominica del siglo XVI, que vivió precisamente en el convento que celebra el V centenario de su fundación! Contemplando los misterios de Cristo, el Esposo celestial de cuya pasión llevaba impresos los signos en su cuerpo, trató de vivir plenamente el Evangelio practicando con heroísmo espiritual todas las virtudes cristianas. Que su memoria, junto con las de los demás santos y beatos que han enriquecido la Iglesia de Prato, siga siendo un ejemplo para toda la comunidad diocesana y, al mismo tiempo, un estímulo para cuantos buscan la verdad y también para los que, demasiado preocupados por las cosas del mundo, no saben elevar su mirada al cielo.

3. "La ciudad y el templo crecieron juntos". Lo dije durante mi ya citada visita a Prato, destacando la secular colaboración existente entre las autoridades religiosas y civiles. He sabido con alegría que, con vistas a este especial año jubilar, la colaboración entre las autoridades eclesiales y las civiles se ha consolidado aún más también gracias a la constitución de un comité integrado por la diócesis, el ayuntamiento y la provincia de Prato. Deseo de corazón que ello permita valorar plenamente la conmemoración de los acontecimientos que han marcado el pasado de esa tierra. Que el camino recorrido hasta ahora sea motivo de estímulo, especialmente para las nuevas generaciones que, apoyándose en los valores de la tradición, avanzarán así hacia nuevas metas de concordia y civilización.

En el actual contexto sociocultural, la afluencia de bienes materiales, el cuidado exagerado de sí y las necesidades suscitadas por una sociedad consumista corren a veces el riesgo de ofuscar la voz interior de Dios, que constantemente invita a mantener firme la alianza personal con él. Hoy existe el peligro de reducir la fe a un sentimiento religioso vivido sólo en la esfera íntima, olvidando que ser cristianos significa asumir el compromiso de ser apóstoles de Cristo en el mundo. La acogida de su Evangelio en nuestra existencia abre de par en par la vida a los hermanos e impulsa a estar "siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que nos pida razón de nuestra esperanza" (1 P 3, 15).

4. Quiera Dios que el camino jubilar, que comienza hoy, 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, y concluirá el 26 de diciembre de 2004, fiesta de San Esteban, patrono de la ciudad y de la diócesis, con una resonancia prolongada hasta el otoño de 2005, sea para todos un tiempo de conversión, de revitalización de la fe, de impulso apostólico y de renovada comunión eclesial. Ojalá que este aniversario sea una ocasión providencial para comprender mejor que la vocación a la santidad se extiende a todos y es preciso proponerla con valentía y paciencia también a las nuevas generaciones.

Que el Señor ayude a la población de Prato a proseguir por la senda del auténtico progreso moral, civil y espiritual, y que la Virgen María, venerada desde hace más de seis siglos en la capilla a ella dedicada en la iglesia catedral, vele con ternura materna sobre todos sus habitantes.

Con estos sentimientos, aseguro mi recuerdo en la oración y le imparto a usted, querido hermano, a su venerado predecesor, a los sacerdotes, a los consagrados y a las consagradas, así como a cuantos de diferentes formas participen en las celebraciones jubilares, una afectuosa bendición apostólica, prenda de abundantes favores celestiales.

Castelgandolfo, 8 de septiembre de 2003, fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María.

JUAN PABLO II



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