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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS REPRESENTANTES DE LA ASOCIACIÓN DE PERIODISTAS
CATÓLICOS DE BÉLGICA

Sábado 28 de junio de 1980

 

Señoras, señores:

Vuestro gesto y los sentimientos que acabáis de expresarme atestiguan al Sucesor de Pedro una adhesión profunda que yo aprecio mucho. Y vuestro amor no se queda sólo en palabras, sino que, aportáis, para las obras de caridad del Soberano Pontífice, una suma importante en la que se concreta esa adhesión y que manifiesta vuestra comprensión de las necesidades que son efectivamente confiadas al Papa y de la misión de caridad que es eminentemente suya.

Obrando así, continuáis la hermosísima tradición de los "donativos para el Papa", que honran a los periodistas católicos de Bélgica que son sus promotores; a vosotros, por tanto, debo expresar ante todo mis felicitaciones y mi gratitud. Esa tradición honra también al pueblo belga.

En efecto; por encima de vuestras personas y de las de los colegas de la prensa a quienes representáis en vuestra Asociación, yo pienso en todos vuestros compatriotas, para los cuales habéis sido a la vez una llamada y un canal de transmisión y que han aprovechado esta oportunidad para manifestar su generosidad hacia la Santa Sede. En este caso, se puede decir que los mass-media han representado francamente bien su papel: el del la "comunicación". Por las suscripciones hechas, habéis puesto a todas esas gentes en comunicación con el Papa y con aquellos a quienes el Papa quiere ayudar. El Libro de oro que me habéis entregado es un signo elocuente que me hace presentes, en cierto modo, a todos esos donadores, con las intenciones que más les interesan. Estoy muy bien impresionado por esa red de caridad que habéis tejido. Quisiera agradecer especialmente a cada persona, a cada familia por su participación espontánea. Quisiera también manifestaros todos mis deseos de paz, de alegría; pido a Dios que les recompense por esa limosna y les afirme en su fe, en su sentido de la Iglesia, en su preocupación por el prójimo. Rogaré por sus intenciones y les envío de todo corazón mi bendición apostólica, con un pensamiento especial para quienes sufren penas.

Vosotros debéis ser ante ellos los intérpretes de mis sentimientos de gratitud. ¡Que Dios os bendiga a vosotros también! ¡Que bendiga a vuestras familias! ¡Que os asista en vuestras tareas de periodistas católicos, al servicio de la verdad y de una civilización del amor!

Doy las gracias a todos los periodistas católicos que han dado su generosa contribución a esta iniciativa. Ojalá tengan siempre la fuerza de servir a la verdad, en la fidelidad a su fe y a los más altos principios morales. Su misión es muy importante, sobre todo hoy. Otorgo de corazón mi bendición apostólica a todos los periodistas y a sus familias.

 



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