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OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL SUMO PONTÍFICE

VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE
A GUATEMALA Y MÉXICO

 

PRESENTACIÓN

 

I. Viaje apostólico del Santo Padre

Del 29 de julio al 1 de agosto de 2002, tiene lugar el viaje apostólico del Santo Padre a Guatemala y México, para canonizar y beatificar a hermanos en la fe, que en dichas naciones son signo fehaciente de la respuesta del hombre al amor de Dios en lo concreto de su vida, en el marco de su historia y de su cultura.

Después de la promulgación de la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America y la celebración del Gran Jubileo del año 2000, la Iglesia en el Continente de la esperanza se sitúa una vez más ante el horizonte misionero de la nueva evangelización. Las Iglesias particulares de América quieren acoger este desafío tal como ha sido expresado en la Carta apostólica Novo millennio ineunte, con la invitación que el Santo Padre ha dirigido a todos los cristianos con ocasión del inicio del tercer milenio cristiano: «Duc in altum» («Rema mar adentro»). Para conseguirlo, se hace necesaria una experiencia de Cristo que sea siempre renovada y auténtica, de modo que la nueva evangelización sea fruto del primado de la gracia, en un encuentro con el Señor y de su llamada a ser testigos del Reino en este mundo. 

El Santo Padre Juan Pablo II viaja a América con ocasión de la XVII Jornada Mundial de la Juventud, que se lleva a cabo en la ciudad de Toronto, Canadá. Después de permanecer ahí unos días junto a los jóvenes de todo el orbe, que tienen la misión de impulsar la nueva evangelización en este tercer milenio, viaja a Guatemala y México para mostrar el camino más apropiado para realizarla, que no es otro que el de la santidad.

De esta forma, al concluir las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud el Papa llega la tarde del día 29 de julio a la Ciudad de Guatemala para la canonización del Hermano Pedro de San José Betancur, que tendrá lugar el día siguiente.

Por la tarde del día 30, según el programa de la Visita Pastoral, su Santidad viaja a la Ciudad de México, donde presidirá la Canonización de Juan Diego Cuauhtlatoatzin el día 31, así como la Beatificación de los mártires Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles de San Francisco Cajonos (Oaxaca) el día 1 de agosto.

A. Viaje apostólico a Guatemala

El Santo Padre está en Guatemala por tercera vez. Después de sus visitas pastorales en 1983 y 1996, el Papa viaja a Guatemala, aceptando la invitación hecha por la Iglesia en este país y por el Gobierno de la nación, para canonizar al Hermano Pedro de San José Betancur. Este laico de la Tercera Orden Franciscana, fundador de la Orden Bethlemita, nació en las Islas Canarias, España, en pleno siglo XVII y fue un misionero extraordinario. El impacto de su vida santa se percibe, aún en nuestros días, en el trabajo apostólico de la Iglesia en Guatemala, especialmente de cara a un pueblo cada vez más necesitado del anuncio evangelizador. Tras haberse superado felizmente el enfrentamiento armado interno que duró más de treinta y seis años, el pueblo de Dios que peregrina en Guatemala se enfrenta a una serie de arduas tareas. Ante tantas ofertas de las nuevas sectas religiosas presentes en el país, debe testimoniar, en la comunión de la única Iglesia de Cristo, la auténtica vida cristiana «para que el mundo crea»; debe a su vez favorecer la promoción y el desarrollo de un pueblo en busca de la verdadera justicia y la auténtica paz y reconciliación de los corazones.

Estos motivos hicieron que, tanto los Obispos de Guatemala como el Gobierno del país, encontraran una ocasión providencial para impulsar la vida eclesial y el testimonio apostólico de la nación mediante el testimonio del primer santo guatemalteco, el Hermano Pedro de San José Betancur, a quien el Santo Padre eleva ahora a la gloria de los altares. Se ha visto como una oportunidad providencial la canonización de este gran misionero, portador de la caridad de Cristo a los más necesitados, para invitar al Santo Padre por tercera vez a Guatemala para que, con su presencia y su testimonio, confirme en la fe y en el amor a este pueblo centroamericano. El Santo Padre aceptó esta invitación y, por eso, realiza ahora, del 29 al 30 de julio, su III Viaje apostólico a Guatemala.

B. Viaje apostólico a México

En el contexto de la evangelización de las culturas en el mundo actual, es necesario contar con un eje que dé sentido y armonía a la renovada proclamación del Evangelio de Jesucristo. Se trata de anunciarlo de modo que lo conozcan todas las personas. No es una moda que pasa o algo de lo que se puede prescindir; al contrario, la cohesión entre la fe y la vida necesita urgentemente el testimonio de acontecimientos eclesiales que marquen la historia de los pueblos y sean un renovado anuncio de Cristo en el mundo presente, haciendo que la fe penetre en la cultura.

La experiencia de Juan Diego y de los mártires Juan Bautista y Jacinto nos ayuda a entender y aquilatar los valores de una cultura concreta en situaciones específicas en las que ellos quisieron anunciar el mensaje de salvación desde su vivencia peculiar como fieles de Cristo.

El «hecho guadalupano», como manifestación de la Virgen María en la colina del Tepeyac en los principios de la evangelización de América, es la síntesis del mundo cultural y religioso precolombino y de la herencia cristiana llegada de Europa. Para que la sociedad cultural que vivía en esas tierras fuera transformada evangélicamente; Dios hizo, de los dos pueblos, un solo pueblo. En este sentido, la canonización de Juan Diego, representa un momento de especial alegría para el pueblo mexicano, pues al reconocer la santidad del mensajero de la Señora del Cielo, se confirma la convicción de que el mismo mensaje de salvación que le fue confiado, le permitió ser configurado con el Señor Jesús, centro de ese mismo anuncio del Evangelio.

De manera semejante, los laicos indígenas Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, de Oaxaca, son modelos de vida cristiana en su propia tierra y cultura, testigos de la fe que enseñaban a sus hermanos. Por la gracia del Espíritu Santo, fueron configurados con Cristo, como tantos testigos de la fe de todos los tiempos, y sellaron con su propia sangre, por amor de su Señor Jesucristo, el Evangelio que anunciaban.

 

II. El Misal

La Oficina para las Celebraciones litúrgicas del Sumo Pontífice, según la costumbre seguida en todos los viajes apostólicos, ha preparado, con la colaboración de los responsables locales de la liturgia, un «Misal» para la visita del Papa a Guatemala y a México. Se trata de un Misal destinado particularmente para uso del Santo Padre y de los Concelebrantes, pero que sirve también para la participación del pueblo de Dios, con la proclamación de las lecturas y la oración de los fieles.

El Misal está dividido en tres partes, que contienen respectivamente:

—Los textos propios previstos para las celebraciones litúrgicas, según el orden cronológico de su desarrollo;

—Los textos completos del Ordinario de la Misa, con la plegaria eucarística para Guatemala y para México;

—El Apéndice con los textos de algunas bendiciones y oraciones.

 

III. Celebraciones

A. Celebración en Guatemala

La III Visita Apostólica del Santo Padre a Guatemala ha sido precedida por un Triduo de Preparación en la Antigua Guatemala, antes ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, anterior capital del Reino, ciudad donde realizó su apostolado y murió el Hermano Pedro y donde se encuentra y venera su sepulcro. Dado que en dicho Triduo han participado, además de los miembros del Episcopado local, los señores Cardenales Giovanni Battista Re, Prefecto de la Congregación para los Obispos y Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina y José Saraiva Martins, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, invitados especiales para esa ocasión, se ha decidido que la Visita apostólica del Santo Padre se circunscribiera únicamente en la Ciudad Capital. El programa del Santo Padre en Guatemala incluye la Ceremonia de Bienvenida en el Aeropuerto Internacional «La Aurora» el día 29 de julio, la Celebración Eucarística de la Canonización en el «Hipódromo del Sur», y por último la Ceremonia de Despedida en el Aeropuerto Internacional, el día 30 de julio.

Celebración eucarística en el «Hipódromo del Sur»

En esta celebración el Santo Padre canoniza al Hermano Pedro de San José Betancur, como último paso de un largo camino iniciado ya en el siglo XVII por el entonces Obispo de Guatemala, Fray Payo Enríquez de Rivera, posteriormente Arzobispo de México y Virrey de Nueva España, quien empezó el proceso que culmina ahora con la declaración solemne de la santidad de este beato. Habiendo nacido el Hermano Pedro en Tenerife, Islas Canarias, y habiendo realizado su apostolado en la capital del entonces Reino de Guatemala, que en el siglo XVII incluía a todos los actuales países de la América Central, concelebran la Eucaristía con el Santo Padre numerosos Cardenales, Obispos y Presbíteros que representan a las Iglesias particulares de Tenerife, Guatemala y de los demás países de América Central. Asimismo, participan en esta Eucaristía numerosos representantes de la vida consagrada, especialmente de las Congregaciones Bethlemitas, que celebran la canonización de su Padre Fundador. No menos importante, sin embargo, es la presencia de tantos peregrinos laicos venidos de las Islas Canarias, los países centroamericanos, pero especialmente de todas las diócesis de Guatemala, que encuentran en la vida del Hermano Pedro un don que Dios nos ofrece por «el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino», como nos dice la liturgia de la Iglesia en uno de los Prefacios del común de los Santos.

Se usa el formulario de la Misa del nuevo Santo. En el rito de la canonización se subraya la extraordinaria figura del Hermano Pedro y se pide, con las Letanías de los Santos, la intercesión de los santos y santas de la Iglesia, especialmente de los bienaventurados de América, ya tan numerosos.

Las lecturas han sido seleccionadas para iluminar, desde la Palabra de Dios, la vida de entrega generosa a sus hermanos, especialmente a los más pobres, que vivió el Hermano Pedro y a través de la cual expresó su confianza en Dios. El Evangelio es proclamado, además de Castellano, en la lengua indígena llamada Cakchiquel, siguiendo así la tradición del doble Evangelio en el rito de Canonización.

Se ha querido que las varias realidades culturales y étnicas presentes, y a las cuales el nuevo Santo dedicó sus esfuerzos pastorales, también participen en la celebración con los dones que acompañan las ofrendas del pan y del vino para la Eucaristía.

B. Celebraciones en México

La V Visita Apostólica del Santo Padre en tierra mexicana, se realiza sólo en la Ciudad Capital y a los pies de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Consta de dos celebraciones que tendrán lugar en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe: la primera, el día 31 de julio; la segunda el 1 de agosto.

El jueves 1 de agosto, una vez concluida la celebración de Beatificación, el Papa se dirigirá al aeropuerto para emprender el viaje de regreso a Roma.

Canonización de Juan Diego Cuauhtlatoatzin

En esta Celebración eucarística el Santo Padre canoniza al Beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que en Náhuatl —la lengua que hablaba el Santo— significa «águila que habla»). Por este motivo, concelebra con el Papa un nutrido número de Cardenales, Obispos y Presbíteros.Participan además en la celebración numerosos representantes de las varias etnias indígenas de México, así como miembros de la vida consagrada y fieles laicos representantes de varias iglesias locales.

La Eucaristía se celebra en la Basílica de Guadalupe, como el lugar que evoca de forma concreta y visible el espacio geográfico de las apariciones de Nuestra Señora al indio Juan Diego.

En la procesión de ingreso, entra un grupo de indígenas que participan acompañando al Santo Padre como signo de este caminar hacia la santidad.

Se usa el formulario de la Misa en honor del nuevo Santo. Las lecturas y oraciones del propio de la Misa serán leídas en lengua castellana.

El Evangelio, también en esta celebración, siguiendo la tradición de la liturgia papal, es proclamado en Castellano y a continuación en Náhuatl, por ser la lengua que habló Juan Diego.

Después de la fórmula de Canonización, hace su ingreso solemne la Imagen de Juan Diego acompañada por una familia indígena y otros fieles, que llevando incienso y flores, se van acercando en procesión hacia el altar, en medio de una danza ritual, hasta que la Imagen es colocada en el lugar donde será venerada durante la Celebración y después de ella.

Algunos dones propios para el servicio litúrgico son presentados por cinco parejas de fieles, en el momento del ofertorio.

Beatificación de los Mártires de Cajonos Oaxaca

En esta celebración el Papa Juan Pablo II beatifica a los mártires Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, hombres indígenas, sencillos, fieles servidores de Dios en la Iglesia y en la comunidad, que ejercitaron su oficio de fiscales en su pueblo de origen, San Francisco Cajonos Oaxaca.

El Santo Padre es acompañado de los Señores Cardenales, Señores Obispos, Presbíteros y un significativo grupo de indígenas de todo el país, especialmente por el Señor Arzobispo y los presbíteros, diáconos y fieles de la Arquidiócesis de Antequera-Oaxaca, donde se encuentra el mayor número de etnias indígenas.

Esta celebración quiere ser una expresión de este aprecio por las culturas primitivas. Ya al principio de la celebración el Santo Padre es acompañado en la procesión por algunos indígenas que al llegar al altar le ponen un collar de flores como señal de bienvenida. El Santo Padre saluda a los fieles en distintas lenguas indígenas, como son: zapoteco, mixteco, náhuatl, mazateco, mixe, maya y purépecha.

En el acto penitencial se realiza un rito de purificación según la tradición de los pueblos indígenas: el humo del copal es dirigido a las cuatro esquinas del mundo para que la asamblea, que en el momento del culto es el centro del universo, pueda alegrarse y renovarse en Dios su creador.

En el momento de la procesión y veneración de las reliquias algunas personas vestidas con trajes típicos, llevan flores, velas e incienso, adornan el lugar donde son colocadas las reliquias y acompañan la procesión con la chirimía y los cuernos; finaliza este homenaje con la danza de la pluma.Todos estos elementos son típicos de la cultura indígena.

La oración colecta y la oración conclusiva están tomadas del común de mártires. La primera lectura del Apóstol San Pedro es proclamada en zapoteco, lengua que hablaron los nuevos beatos; el Evangelio se proclama en español. Las intenciones de la oración de los fieles, se hacen en español, en náhuatl, en zapoteco, en mixteco, en maya, en purépecha, en totonaco y en rarámuri.

En los ritos de conclusión se le ofrecen al Santo Padre artesanías propias de las culturas indígenas. Termina la celebración con el canto del «Santo Dios» y el «Sea eternamente bendito y alabado», formularios tan arraigados en la piedad popular y tan llenos de unción y devoción por la santidad de Dios Uno y Trino. Se concluye con la Señal de la cruz, ya que esta es la manera como los fieles indígenas terminan todas sus celebraciones.

 

IV. Conclusión

Este Viaje Apostólico del Santo Padre a Guatemala y a México, representa la ocasión para dar gracias al Señor, Dueño de la mies, por los innumerables beneficios que ha derramado en estas tierras del continente Americano. Es además una invitación a la santidad como el camino por excelencia para realizar la vida nueva del cristiano. La celebración de las solemnes Canonizaciones del Hermano Pedro y de Juan Diego, y la Beatificación de los mártires Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles son una prueba eficaz de la vitalidad de la evangelización en América e invitan a vivir el nuevo milenio con entrega, disponibilidad y ardor en la tarea de ser anunciadores y testigos vivos del Evangelio de la vida en Cristo, el Señor Resucitado.

El Misal es expresión de la vitalidad y riqueza de vida cristiana que se descubre en América y que ha de encontrar, en la celebración litúrgica, el punto de partida y la meta para realizar el encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad. El Misal expresa, finalmente, la esperanza en el futuro de América, por la santidad de sus hijos, como subraya el Santo Padre en la Plegaria por la Nueva Evangelización de América Latina, cuando confía estos pueblos a María Santísima, Madre de nuestra América: «Madre nuestra Santísima, en esta hora de Nueva Evangelización, ruega por nosotros al Redentor del hombre: que Él nos rescate del pecado y de cuanto nos esclaviza; que nos una con el vínculo de la fidelidad a la Iglesia y a los Pastores que la guían.Muestra tu amor de Madre a los pobres, a los que sufren y a cuantos buscan el reino de tu Hijo. Alienta nuestros esfuerzos por construir el continente de la esperanza solidaria, en la verdad, la justicia y el amor» (Juan Pablo II).

+PieroMarini
Obispo tit. de Martirano
Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias

  

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