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Sor Marie Claire Naidu - Segunda mitad del siglo XX
Iglesia de la Asunción de la Santísima Virgen María
Bangalore (India)

PRIMERA ESTACIÓN
Jesús en agonía en el Huerto de los Olivos

 

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según san Lucas 22, 41-44

Jesús, después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:  «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.

MEDITACIÓN

Jesús estaba en agonía. Dolor y angustia se abatieron sobre él. El pecado de toda la humanidad lo oprimía duramente. Pero cuanto mayor era el dolor, tanto más intensa era su oración.

El dolor supone siempre un desafío para nosotros. Nos sentimos abandonados. Nos olvidamos de rezar y nos derrumbamos. Algunos incluso se quitan la vida. Pero si nos volvemos a Dios, nos volvemos fuertes espiritualmente y estamos cercanos a nuestros hermanos en dificultad (cf. 1 Tm 5, 10). Jesús sigue sufriendo en sus discípulos perseguidos. Benedicto xvi dice que en nuestros tiempos "no faltan mártires en la Iglesia" (Sacramentum caritatis, 85). Cristo está en agonía entre nosotros y en nuestros tiempos.

Nosotros rezamos por los que sufren. El misterio del sufrimiento cristiano está en su valor redentor. Que las persecuciones que los creyentes sufren completen en ellos los sufrimientos de Cristo, que traen la salvación (cf. Col 1, 24).

ORACIÓN

Señor Jesús, haz que comprendamos más profundamente el gran "misterio del mal" y cuánto hemos contribuido nosotros a él. Ya que el sufrimiento entró en la vida humana a través del pecado, tu plan previó que la humanidad fuese salvada del pecado a través del sufrimiento. Que no se pierda ninguna de las pequeñas contrariedades, humillaciones y frustraciones que sufrimos en nuestra vida cotidiana y ninguna de las grandes desgracias que nos suceden inesperadamente. Que las tribulaciones que soportamos, unidas a las tuyas, acogidas por ti, produzcan esperanza (cf. Rm 5, 4).

Señor, enséñanos a ser compasivos no sólo con los que tienen hambre, con los que tienen sed, con los enfermos, o con aquellos que se encuentran en un estado de necesidad particular, sino también con aquellos que tienden a ser insolentes, polémicos y ofensivos. De este modo, ya que tú nos has consolado de todas nuestras dificultades, podremos también nosotros "consolar a aquellos que se encuentran en todo tipo de aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios" (2 Co 1, 4).

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Stabat mater dolorosa,
iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.

© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana

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