The Holy See Search
back
riga

 
Sor ELENA MARIA MANGANELLI, O.S.A.
VIA CRUCIS
LECCETO (SIENA) 2011

TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae por primera vez

Jesús cae, pero…, manso y humilde, se levanta

 

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.
 

Lectura del Evangelio según san Mateo 11, 28-30

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Las caídas de Jesús a lo largo del Camino de la Cruz no pertenecen a la Escritura; han sido trasmitidas por la piedad tradicional, custodiada y cultivada en el corazón de tantos orantes.

En la primera caída, Jesús nos hace una invitación, nos abre un camino, inaugura para nosotros una escuela.

Es la invitación a acudir a él en la experiencia de la impotencia humana, para descubrir cómo se ha injertado en ella el poder divino.

Es el camino que lleva a la fuente del auténtico descanso, el de la gracia que basta.

Es la escuela donde se aprende la mansedumbre que calma la rebelión y donde la confianza ocupa el lugar de la presunción.

Desde la cátedra de su caída, Jesús nos imparte sobre todo la gran lección de la humildad, el camino «que lo llevó a la resurrección»[1]. El camino que, después de cada caída, nos da la fuerza para decir: «Ahora comienzo de nuevo, Señor; pero no sólo, sino contigo».

 

Humilde Jesús,
nuestras caídas, entretejidas de fragilidad y pecado,
hieren el orgullo de nuestro corazón,
lo cierran a la gracia de la humildad
e interrumpen nuestro camino hacia ti.

Ven, Espíritu de la Verdad,
líbranos de toda manifestación de autosuficiencia
y concédenos reconocer en cada caída
un peldaño de la escalera para subir hacia ti.

 

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

O quam tristis et afflicta
fuit illa benedica
Mater Unigeniti!

 


[1] Enarraciones sobre los salmos, Salmo 127, 10.

 

© Copyright 2011 - Libreria Editrice Vaticana

 

top