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Sor ELENA MARIA MANGANELLI, O.S.A.
VIA CRUCIS
LECCETO (SIENA) 2011

CUARTA ESTACIÓN
Jesús se encuentra con su Madre

Junto a la cruz de Jesús la madre «está»:
ésta es su oración y su maternidad

 

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
 

Lectura del Evangelio según san Juan 19, 25 - 27

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

San Juan nos dice que la Madre estaba junto a la cruz de Jesús, pero ningún evangelista nos habla directamente de un encuentro entre los dos.

En realidad, en este estar de la Madre se concentra la expresión más densa y alta del encuentro. En la aparente pasividad del verbo estar vibra la íntima vitalidad de un dinamismo.

Es el dinamismo intenso de la oración, que se ensambla con su sosegada pasividad. Orar es dejarse envolver por la mirada amorosa y franca de Dios, que nos descubre a nosotros mismos y nos envía a la misión.

En la oración auténtica, el encuentro personal con Jesús nos hace madre y discípulo amado, genera vida y trasmite amor. Dilata el espacio interior de la acogida y entreteje lazos místicos de comunión, confiándonos el uno al otro y abriendo el al nosotros de la Iglesia.

Humilde Jesús,
cuando las adversidades y las injusticias de la vida,
el dolor inocente y la violencia cruel
nos hacen imprecar contra ti,
tú nos invitas a estar, como tu Madre,
a los pies de la cruz.
Cuando nuestras expectativas y nuestras iniciativas,
vacías de futuro y marcadas por el fracaso,
nos llevan a huir hacia la desesperación,
tú nos llamas a la fuerza de la espera.
¡Hemos olvidado verdaderamente
la importancia del estar como expresión del orar!

Ven, Espíritu de la Verdad,
sé tú el «clamor de nuestro corazón»[1],
que, incesante e inefable,
está confiadamente en la presencia de Dios.

 

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Quæ mærebat et dolebat
pia Mater, cum videbat
Nati pænas incliti.


[1] Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 118, Sermón 29, 1.

 

© Copyright 2011- Libreria Editrice Vaticana

 

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