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CONGREGACIÓN PARA EL CLERO

CARTA DEL CARDENAL CLÁUDIO HUMMES O.F.M.
CON MOTIVO DEL AÑO SACERDOT
AL*

 

Queridos sacerdotes:

El Año sacerdotal, promulgado por nuestro amado Papa Benedicto XVI, para celebrar el 150° aniversario de la muerte de san Juan María Bautista Vianney, el santo cura de Ars, está a punto de comenzar. Lo abrirá el Santo Padre el próximo 19 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y Jornada mundial de oración por la santificación de los sacerdotes. El anuncio de este Año especial ha tenido una repercusión mundial positiva, en especial entre los mismos sacerdotes. Todos queremos empeñarnos, con determinación, profundidad y fervor, a fin de que sea un año ampliamente celebrado en todo el mundo, en las diócesis, en las parroquias y en las comunidades locales y con la calurosa participación de nuestro pueblo católico, que sin duda ama a sus sacerdotes y los quiere ver felices, santos y llenos de alegría en su diario quehacer apostólico.

Deberá ser un año positivo y propositivo en el que la Iglesia quiere decir, sobre todo a los sacerdotes, pero también a todos los cristianos, a la sociedad mundial, mediante los medios globales de comunicación, que está orgullosa de sus sacerdotes, que los ama y los venera, que los admira y reconoce con gratitud su trabajo pastoral y su testimonio de vida. Verdaderamente los sacerdotes son importantes no sólo por cuanto hacen sino, sobre todo, por lo que son. Al mismo tiempo, es verdad que algunos se han visto implicados en graves problemas y situaciones delictivas. Obviamente, es necesario continuar la investigación, juzgarles debidamente e infligirles la pena merecida. Sin embargo, estos casos son un porcentaje muy pequeño en comparación con el número total del clero. La inmensa mayoría de los sacerdotes son personas dignísimas, dedicadas al ministerio, hombres de oración y de caridad pastoral, que dedican toda su vida a realizar su vocación y misión y, en muchas ocasiones, con grandes sacrificios personales, pero siempre con un amor auténtico a Jesucristo, a la Iglesia y al pueblo, solidarios con los pobres y con quienes sufren. Por eso la Iglesia se muestra orgullosa de sus sacerdotes esparcidos por el mundo.

Este año debe ser una ocasión para un período de intensa profundización de la identidad sacerdotal, de la teología sobre el sacerdocio católico y del sentido extraordinario de la vocación y de la misión de los sacerdotes en la Iglesia y en la sociedad. Para todo eso será necesario organizar encuentros de estudio, jornadas de reflexión, ejercicios espirituales específicos, conferencias y semanas teológicas en nuestras facultades eclesiásticas, además de estudios científicos y sus respectivas publicaciones.

El Santo Padre, en su discurso de promulgación durante la asamblea plenaria de la Congregación para el clero, el 16 de marzo pasado, dijo que con este año especial se quiere "favorecer esta tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual de la cual depende, sobre todo, la eficacia del ministerio". Especialmente por eso, debe ser un año de oración de los sacerdotes, con los sacerdotes y por los sacerdotes; un año de renovación de la espiritualidad del presbiterio y de cada uno de los presbíteros. En ese contexto, la Eucaristía se presenta como el centro de la espiritualidad sacerdotal. La adoración eucarística por la santificación de los sacerdotes y la maternidad espiritual de las religiosas, de las mujeres consagradas y de las mujeres laicas hacia cada uno de los presbíteros, como la Congregación para el clero ha propuesto ya desde hace algún tiempo, podría desarrollarse con mejores frutos de santificación.

En este año se han de examinar las condiciones concretas y el sustento material en el que viven nuestros sacerdotes, en algunos casos obligados a subsistir en situaciones de dura pobreza.

Al mismo tiempo, ha de ser un año de celebraciones religiosas y públicas que conduzcan al pueblo, a las comunidades católicas locales, a orar, a meditar, a festejar y a brindar el debido homenaje a sus sacerdotes. La fiesta de la comunidad eclesial es una expresión muy cordial, que expresa y alimenta la alegría cristiana, que brota de la certeza de que Dios nos ama y que hace fiesta con nosotros. Será una oportunidad para acentuar la comunión y la amistad de los sacerdotes con las comunidades a su cargo.

Otros muchos aspectos e iniciativas podrían enumerarse con el fin de enriquecer el Año sacerdotal. Al respecto, deberá intervenir la justa creatividad de las Iglesias locales. Por eso, en cada Conferencia episcopal, en cada diócesis, en cada parroquia, o en cada comunidad local se ha de establecer lo más pronto posible un verdadero programa para este año especial. Obviamente será muy importante comenzar este año con una celebración significativa. En el mismo día de apertura del Año sacerdotal, el 19 de junio, con el Santo Padre en Roma, se invita a las Iglesias locales a participar, del modo más conveniente, en dicha inauguración con un acto litúrgico específico y festivo. Serán bien recibidos todos aquellos que, con ocasión de la apertura, puedan estar presentes, con el fin de manifestar su participación en esta feliz iniciativa del Papa. Sin duda Dios bendecirá este esfuerzo con gran amor. Y la Virgen María, Reina del clero, intercederá por todos vosotros, queridos sacerdotes.

Cardenal Cláudio Hummes, o.f.m.
Arzobispo emérito de São Paulo
Prefecto de la Congregación para el clero


* L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de junio de 2009.

 

 

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