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CONGREGAZIONE PER LE CHIESE ORIENTALI

 

Homilía del Cardenal Leonardo Sandri

(Iglesia Nacional Argentina, Roma 25 de mayo 2010)

 

Excmo. Señor Embajador ante la Santa Sede, Don Juan Pablo Cafiero,
Excma. Señora Encargada de Negocios en Italia
Reverendo Don José María Recondo, Rector de esta Iglesia Nacional
Queridos sacerdotes y amigos todos:

Agradezco al Señor Embajador Don Juan Pablo Cafiero la amable invitación para la celebración de esta Eucaristía o Misa de acción de gracias en nuestra Iglesia argentina de Roma. Predicar en el día del Bicentenario es un grande honor que la Providencia me concede y no puedo ocultar mi emoción al ver a nuestras autoridades y conciudadanos, aún lejos de los límites de nuestra patria, unirse en una coral acción de gracias a Dios Nuestro Señor para que siga acompañando con su providencia nuestra historia. Hace doscientos años, en la ciudad de la Santísima Trinidad del Puerto de Santa María de los Buenos Aires, Sacerdotes, comerciantes, profesores... todo el Pueblo de Dios esbozaba su primer grito de libertad, el cual se vio totalmente realizado seis años después en la ciudad de San Miguel del Tucumán.

Hace doscientos años nacía en el corazón de los habitantes argentinos el deseo de pertenencia a una Patria nueva, a una Patria soberana. Y como todo evento singular que se precie, diseñar una Patria exigió también sacrificios, muchas veces hasta èdar la vida. Largo sería ahora nombrar a los héroes que forjaron los inicios de unaè historia que nos toca a nosotros, hoy y ahora, continuar con responsabilidad y espíritu de servicio. Vienen a la memoria los cabildantes, pero también el pueblo llano, porque Argentina estuvo y está formada por el aporte de todos.

¡Cómo no recordar hoy a tantos sacerdotes y religiosos que apoyaron y donaron sus mejores energías en los días de la gesta patria! Mercedarios, franciscanos, dominicos... llenos de èentusiasmo patriótico que compartieron con civiles y conè jóvenes oficiales del Ejército. El acompañamiento del clero contribuyó determinadamente para que la población protagonizace la gesta de mayo.

La Iglesia contribuyó al alumbramiento de la recién nacida Argentina.è La nuestra no fué una revolución que olvidó a Dios, y en su origen y desarrollo encontramos esa inspiración cristiana que invita a fundamentar cualquier proyecto de largo aliento para la vida de la Patria,è invocando a Dios fuente de toda razón y justicia.

El Evangelio de hoy, nos recuerda una conocida palabra de Jesús: "los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros" (Mc. 10,31). Ante Dios todos tenemos la misma importancia y la misma responsabilidad. Quisiera recordar hoy no solo a aquellos que están en el bronce de la historia, a nuestros próceres, èsino también a cuantos cotidianamente se esforzaron y se esfuerzan por dar vida a un sueño común; el sueño de nuestros mayores y que nuestros padres contribuyeron a crear y forjar.

Todos los días miles de nuestros hermanos, trabajan y rezan esperanzados por sus hijos, por su dignidad y su futuro. La Argentina del Primer Centenario se veía a sí misma como un proyecto de gran Nación para irradiar al mundo todo su potencial. Es lo que también hoy ambicionamos.

Los Argentinos, sentimos que podemos dar mucho, mucho más, porque somos un Pueblo solidario y sensible con los pobres y necesitados, un pueblo que abre su mano para dar al que pide sin exhibicionismo; un Pueblo que muchas veces sabe desprenderse de lo suyo con simplicidad y discreción, como recuerda el Evangelio de hoy, èdejando incluso la familia y los bienes (Mc. 10,28) paraè ayudar al otro, para ponerse al servicio de los demás. Y en esta actitud podemos identificar a católicos y también a otros hermanos argentinos pertenecientes a otros credos y religiones: con inteligencia y conè generosidad contribuyeron al crecimiento y al progreso de nuestra patria dejando huellas de grandeza. No podemos olvidar el invalorable aporte de quienes llegaron a nuestro suelo provenientes de otras latitudes o de países hermanos de América.

Esa es la Patria que hoy celebramos, la que día tras día, dolor tras dolor, alegría tras alegría, se levanta para construir un mañana venturoso para aquellos que nos siguen y que nos seguirán.

Somos parte de una historia que continúa y que se sigue escribiendo. Pidamos la gracia, parafraseando cuanto leímos en la carta del Apóstol San Pedro en la primera lectura, de saber trabajar, en el momento y la circunstancia oportunos, para hacer crecer nuestra patria en èla paz y en la concordia, en la justicia y el amor, una patria en la que esté desterrado solamente el odio entre hermanos.

Miremos el pasado con nostalgia por lo que no pudimos conseguir y al mismo tiempo con el respeto de querer aprender de de nuestros errores y de nuestros logros; vivamos el presente con rectitud y agradecimiento; miremos el porvenir con entusiasmo y confianza para poder, reconciliados, dar lo mejor a quienes hoy son la patria joven del futuro.

Nuestra confianza está puesta en Dios quien, por medio de la muerte y la resurrección de Jesucristo,è nos ha dado un esperanza viva que sobrevive al tiempo y a las generaciones para dar continuidad alè proyecto de èuna patria de hermanos.

Con el Pueblo sencillo y creyente pongámonos a los pies de María. A Ella confiamos nuestra Patria, sus necesidades, sus dolores, sus problemas, como hicieron San Martín y Belgrano al principio y al final de sus campañas. Ellos pasaron, como muchos, en medio de la gloria, y cuando quedaron solos y olvidados, le confiaron su tristeza.

Pidamos por intercesión de N. Sra. de la Pura y Limpia Concepción del Río Luján, Patrona de los Argentinos, por los más olvidados, los más pobres material o espiritualmente, los que no cuentan, los que viven con desesperanza. Que nunca falte a nuestras autoridades y al pueblo argentino la protección de nuestra Madre y que Ella no nos suelte de su mano, que interceda por nuestra Patria como lo ha hecho siempre y que como Madre, desde 1630, nos llame en este bicentenario a un empeño nuevo y responsable: "Argentina, levántate y camina". Amén!

 

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