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MENSAJE DE MONS. MAURO PIACENZA
A LOS PARTICIPANTES EN EL XII CICLO DE CONFERENCIAS
DE LA “CÁTEDRA DE ARTE SACRO” DE MONTERREY (MÉXICO)
(31 de agosto – 2 de septiembre de 2004)

 

30 de agosto de 2004

La historia de Roma ha producido una continua acumulación de estratos: la ciudad antigua se encuentra sepultada, todavía en gran parte, bajo los fastuosos edificios del renacimiento y el barroco. La Basílica de San Pedro representa el principal modelo de esta incesante superposición arquitectónica y el máximo templo de la cristiandad. Siempre ha estado al centro del interés y del estudio de los historiadores, críticos, eruditos, artistas y viajeros de todos los tiempos.

Son casi veinte siglos de historia: San Pedro fue crucificado entre el 64-67 y su cuerpo fue sepultado en una fosa, en la que el papa Anacleto hizo erigir, entre el 76 y el 88, un “trofeo”. En el 315 Constantino ordenó la construcción de la primera basílica, que será consagrada por el papa Silvestre II en el 326. Mil años más tarde, el templo amenaza ruina y se empieza a pensar en derruirlo para así proceder a la nueva construcción. Los trabajos, confiados a Bramante, comenzaron en 1506, siendo dirigidos posteriormente por Rafael, Sangallo, Michelangelo, Maderno y otros, hasta su consagración, que tiene lugar después de más de un siglo, el 18 de noviembre de 1626

Es imposible enumerar todas las obras de primer orden conservadas en la Basílica: desde la dulcísima Piedad de Miguel Ángel, al baldaquín de bronce de Bernini, los monumentos funerarios de los pontífices realizados a través de los siglos por los más grandes artistas. Desde siempre la cúpula, obra maestra de Miguel Ángel, se impone a la mirada como un aéreo trofeo de la universalidad del Cristianismo.

Me llena por ello de alegría, poder enviar un saludo fraterno, como Presidente de la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia, a los participantes en la XII edición de la Cátedra de Arte Sacro, que tiene lugar en la Universidad de Monterrey, del 31 de agosto al 2 de septiembre, y que este año dedica sus sesiones de estudio, precisamente a este colosal templo cristiano, construido en honor del Príncipe de los Apóstoles, donde están custodiadas sus reliquias y donde los sucesores de Pedro continúan a realizar la función de fundamento visible del edificio eclesial vivo en el flujo de los siglos.

De modo concreto, quiero expresar mi felicitación a Doña Florencia Infante de Garza, alma y promotora de esta Cátedra, a la que reitero el más vivo reconocimiento de nuestro Dicasterio por la labor que está desarrollando para la promoción y difusión de los bienes culturales de la Iglesia, que conforman el rico patrimonio histórico-artístico de esa Nación mexicana. A la Universidad de Monterrey, marco incomparable en el que se desarrolla este evento, mi reconocimiento por la amabilidad con que ofrecen sus instalaciones. A los profesores y alumnos participantes, quiero animarles a descubrir el sentido de lo sagrado, impreso en piedra y arte a lo largo de los siglos, fruto de la fe transmitida y vivida por la comunidad eclesial en todos los lugares de la Tierra.

La Ciudad de Guadalajara será, el próximo mes de octubre, la sede del Congreso Eucarístico Internacional, cuya clausura abrirá, por deseo expreso de Su Santidad Juan Pablo II, un Año Santo dedicado a la Eucaristía, que se concluirá solemnemente, en octubre de 2005, con un Sínodo de Obispos, para tratar el tema eucarístico. Ya desde ahora, nuestro Dicasterio, en el campo a él competente, está aunando fuerzas para intentar dignificar el lugar de la reserva eucarística en los templos, para darle una mayor visibilidad, de modo que los fieles puedan reconocer su ubicación con facilidad y, así, ponerse, en un lugar adecuado, a adorar a Cristo presente realmente en la Eucaristía: en efecto, es Cristo el Señor, presente en nuestros Sagrarios, el Bien de los bienes y es él la fuente de la que brota la auténtica cultura. Al mismo tiempo, intentaremos dar algunas orientaciones sobre diversos modelos ideales del sagrario. A todas las personas implicadas en el mundo del arte sacro: arquitectos, artistas, liturgistas, les pediremos su apoyo y colaboración para poder conseguir este sagrado fin.

Deseándoles unos abundantes frutos para las sesiones de la “Cátedra de arte sacro 2004”, al asegurarles mi intercesión ante la tumba del Apóstol S. Pedro, aprovecho la ocasión para enviarles mi bendición, esperando que la Madre del Tepeyac les proteja y sostenga en el diario caminar,

devotísimo en el Señor,

Mauro Piacenza
Presidente de la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia,
Presidente de la Comisión Pontificia
de Arqueología Sagrada

 
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